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24 de junio de 2013

Mundo Borges - Level 1

Después de tantos desplantes, hacerme el loco, temores, dudas, finalmente terminé un libro de Borges, su historia universal de la infamia.El mundo continúa, pero es más ancho, más profundo...


Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.

El hombre que lo ejecutó era asaz desdichado, pero se entretuvo escribiéndolo; ojalá algún reflejo de aquel placer alcance a los lectores.

Perfilados bien por un fondo de paredes celestes o de cielo alto, dos compadritos envainados en seria ropa negra bailan sobre zapatos de mujer un baile gravísimo, que es el de los cuchillos parejos, hasta que de una oreja salta un clavel porque el cuchillo ha entrado en un hombre, que cierra con su muerte horizontal el baile sin música.Resignado, el otro se acomoda el chambergo y consagra su vejez a la narración de ese duelo tan limpio. Ésa es la historia detallada y total de nuestro malevaje. La de los hombres de pelea de Nueva York es más vertiginosa y más torpe.

Si los populosos teatros del Bowery (cuyos concurrentes vociferaban "¡Alcen el trapo!» a la menor impuntualidad del telón) abundaban en esos melodramas de jinete y balazo, la facilísima razón es que América sufría entonces la atracción del Oeste. Detrás de los ponientes estaba el oro de Nevada y de California. Detrás de los ponientes estaba el hacha demoledora de cedros, la enorme cara babilónica del bisonte, el sombrero de copa y el numeroso lecho de Brigham Young, las ceremonias y la ira del hombre rojo, el aire despejado de los desiertos, la desaforada pradera, la tierra fundamental cuya cercanía apresura el latir de los corazones como la cercanía del mar. El Oeste llamaba. Un continuo rumor acompasado pobló esos años: el de millares de hombres americanos ocupando el Oeste. En esa progresión, hacia 1872, estaba el siempre aculebrado Bill Harrigan, huyendo de una celda rectangular.

De esa feliz detonación (a los catorce años de edad) nació Billy the Kid el Héroe y murió el furtivo Bill Harrigan. El muchachuelo de la cloaca y del cascotazo ascendió a hombre de frontera. Se hizo jinete; aprendió a estribar derecho sobre el caballo a la manera de Wyoming o Texas, no con el cuerpo echado hacia atrás, a la manera de Oregón y de California. Nunca se pareció del todo a su leyenda, pero se fue acercando. Algo del compadrito de Nueva York perduró en el cowboy; puso en los mejicanos el odio que antes le inspiraban los negros, pero las últimas palabras que dijo fueron (malas) palabras en español. Aprendió el arte vagabundo de los troperos. Aprendió el otro, más difícil, de mandar hombres; ambos lo ayudaron a ser un buen ladrón de hacienda. A veces, las guitarras y los burdeles de Méjico lo arrastraban.


...pero Rosendo Juárez el Pegador era de los que pisaban más fuerte por Villa Santa Rita. Mozo acreditao para el cuchillo era uno de los hombres de D. Nicolás Paredes, que era uno de los hombres de Morel. Sabía llegar de lo más paquete al quilombo, en un oscuro, con las prendas de plata; los hombres y los perros lo respetaban y las chinas también; nadie inoraba que estaba debiendo dos muertes; usaba un chambergo alto, de ala finita, sobre la melena grasienta; la suerte lo mimaba, como quien dice. Los mozos de la Villa le copiábamos hasta el modo de escupir. Sin embargo, una noche nos ilustró la verdadera condición de Rosendo.

1 de mayo de 2013

Foster-Wallace



Me acuerdo de que en el instituto me pasaba Dexedrinas un chico a cuya madre se las recetaron para subirle el estado de ánimo, y me acuerdo del sabor tan raro que tenían, y de aquel efecto tan notable que producían de hacer que desapareciera mi problema de contar mientras leía o hablaba — las llamaban bellezas negras —, pero de que al cabo de un rato te provocaban un dolor en la baja espalda y un aliento realmente asqueroso. La boca te sabía igual que esas ranas que ya llevan mucho tiempo muertas dentro de sus frascos empañados en la clase de biología, cuando abrías el frasco por primera vez. Solo recordarlo me entran náuseas. También me acuerdo de cuando mi madre se enfadó muchísimo porque Richard Nixon saliera reelegido con tanta facilidad, y me acuerdo porque fue por esa época cuando probé el Ritalin, que le compré a un chico de la clase de Culturas del Mundo que tenía un hermano pequeño en la escuela primaria a quien se lo recetaba un médico que no llevaba muy bien la cuenta de sus recetas, y había gente que pensaba que el Ritalin no era gran cosa comparado con las bellezas negras, pero a mí me gustó mucho, al principio porque conseguía que me resultara posible y hasta interesante sentarme y estudiar durante periodos largos de tiempo, y  de verdad que me encantaba, pero costaba de conseguir en grandes cantidades, el Ritalin, sobre todo después de que al parecer al hermano pequeño se le fuera la pelota un día en su escuela primaria por no tomarse el Ritalin y los padres y el médico descubrieran lo que estaba pasando con las recetas, y de pronto dejara de haber un tipo con granos y gafas de color rosa vendiendo a cuatro dólares pastillas de Ritalin que sacaba de su taquilla del pasillo de primero y segundo.

(El Rey pálido, David Foster Wallace.)

13 de abril de 2013

El instante



Katherine sabía que había algo en mí que pasaba de todo lo que podía considerarse saludable. Yo estaba sumergido en todas las cosas supuestamente malas: me gustaba beber, era un vago, no tenía dios ni conciencia política, ideas, ideales. Estaba metido en la inanidad más completa; una especie de no-ser, y lo aceptaba. Eso no podía hacerme una persona muy interesante. Yo no quería ser interesante, de todos modos, era algo muy duro. Lo único que quería realmente era un lugar blando e impreciso donde poder vivir y donde me dejaran tranquilo. Por otro lado, cuando me emborrachaba pegaba gritos, me volvía loco, perdía todo tipo de control. Un comportamiento no pegaba mucho con el otro. No me importaba. Aquella noche el sexo estuvo muy bien, pero fue la noche que la perdí. No había nada que pudiera hacer para remediarlo. Me eché a un lado y me limpié con la sábana mientras ella se iba al baño. Arriba, un helicóptero de la policía sobrevolaba Hollywood.

16 de febrero de 2013

Peleas de pareja



Saltó sobre mí. Normalmente me atacaba cuando estaba borracho. Ahora estaba sobrio. Me aparté y ella cayó al suelo, rodó y se quedó tumbada boca arriba. Pasé sobre ella camino hacia la puerta. Despedía rabia, gruñendo, sacándolos dientes. Parecía una pantera. La miré. Me sentía a salvo viéndola en el suelo. Soltó una especie de rugido y cuando ya estaba a punto de salir se levantó abalanzándose contra mí, clavando sus uñas en la manga de mi abrigo, tirando y arrancándomela desde el hombro.

—Cristo —dije—, mira lo que le has hecho a mi abrigo nuevo. ¡Lo acababa de comprar!

Abrí la puerta y salté fuera con uno de los brazos desnudo. Acababa de abrir la puerta del coche cuando oí sus pies descalzos sonar en el asfalto detrás mío. Me metí de un salto dentro y cerré la puerta. Encendí el contacto.

— ¡Mataré a este coche! —gritaba ella—. ¡Mataré a este coche!

Sus puños golpeaban en el capó, en la puerta, en el parabrisas. Empecé amover el coche con lentitud, para no herirla. Mi mercury comet del 62 había quedado fuera de combate y me había comprado recientemente un Volkswagen del 67. Lo tenía reluciente y encerado. Tenía incluso una gamuza especial en la guantera. Mientras andaba hacia delante Lydia seguía golpeando el coche con sus puños. Cuando la dejé atrás puse la segunda marcha. Miré por el retrovisor y la vi plantada de pie, solitaria a la luz de la luna, inmóvil con su batín azul y sus bragas.se me empezaron a contraer las tripas. Me sentía enfermo, inútil, triste. Estaba enamorado de ella.

(De Mujeres de Charles Bukowski.)

10 de enero de 2013

NY - NY

Las crónícas-beatnik-punk-autobiográficas de Patti Smith, Éramos unos niños, son consideradas (¿cada vez más?)  una guía para recorrer un New York que ya no está. Su lado B. Esa ciudad de mierda en los setenta que se caía a pedazos (primeros planos cortesía de la BBC en el tercer episodio de su documental Las Siete eras del rock), pero donde a la vez se creó harto... 


Una o dos semanas después, entré en El Quixote buscando a Harry y Peggy. Era un bar restaurante contiguo al hotel que estaba comunicado con el vestíbulo por una puerta, por eso lo considerábamos nuestro bar, como les había ocurrido a muchos desde hacía décadas. Dylan Thomas, Terry Southern, Eugene O'Neill y Thomas Wolfe eran algunos de los clientes que habían bebido más de la cuenta en El Quixote. Yo llevaba un vestido azul marino de lunares blancos y un sombrero de paja, mi conjunto de Al este del Edén. A mi izquierda, Janis Joplin estaba conversando con su banda en una mesa. A mi derecha vi a Grace Slick con Jefferson Airplane y a componentes de Country Joe amp; The Fish. En la última mesa, delante de la puerta, estaba Jimi Hendrix con la cabeza gacha, comiendo con el sombrero puesto, delante de una rubia. Había músicos por doquier, sentados a las mesas con montañas de gambas con salsa verde, paella, jarras de sangría y botellas de tequila. Pese a mi asombro, no me sentía una intrusa. El Chelsea era mi casa y El Quixote mi bar. No había guardias de seguridad ni ningún trato de privilegio. Estaban allí por el festival de Woodstock, pero yo estaba tan encerrada en el hotel que no era consciente del festival ni de qué significaba. Grace Slick se levantó y pasó por mi lado. Llevaba un vestido indio hasta los pies y tenía los ojos violetas como Liz Taylor. —Hola —dije, advirtiendo que yo era más alta. —Hola —respondió ella. Cuando regresé a mi habitación, sentí una inexplicable afinidad con aquellas personas, aunque no tenía forma de interpretar tal sentimiento. Jamás habría podido predecir que un día tomaría su camino. En aquella época, aún era una larguirucha dependienta de librería de veintidós años que lidiaba con varios poemas inconclusos.

5 de enero de 2013

El buen vivir según Bukowski...


...jodíamos mucho y, para suerte mía, Linda tenía un polvo magnífico. Todo aquel hotel estaba  lleno de gente como nosotros, que bebían vino y jodían y no sabían después qué. De vez en cuando, uno de ellos se tiraba por la ventana. pero el dinero siempre nos llegaba de algún sitio; justo cuando todo parecía indicar que tendríamos que comernos nuestra propia mierda, una vez trescientos dólares de una tía muerta, otra un reembolso fiscal demorado. otra vez, iba yo en autobús y en el asiento de enfrente aparecen aquellas monedas de cincuenta centavos. yo no sabía, ni lo sé todavía, qué significaba aquello, quién lo había dejado allí. Me cambié de asiento y empecé a guardarme las monedas. cuando llené los bolsillos, apreté el timbre y bajé en la primera parada. Nadie dijo nada ni intentó detenerme. en fin, cuando estás borracho, sueles ser afortunado; aunque no seas un tipo de suerte, puedes ser afortunado...

De Tres mujeres - La máquina de follar.

31 de diciembre de 2012

Bukowski maduro...


Salí de los clásicos Cartero, Factotum y La Máquina de follar – los textos de sus inicios – y me encuentro con Se busca una mujer. Me gusta y mucho. Bukowski  maduro, con esa austeridad de los escritores norteamericanos en sus cuentos. Frases del tipo. “Ana tenía una linda casa afuera de la ciudad antes de que la violaran y asesinaran”. Directo al grano, al estilo Fitzgerald o Hemingway. Las historias de Bukowski… Bueno, siguen siendo las mismas: borrachos, pendencieros, mujeres de mala vida y esos tipos de grandes dientes amarillos y sin bañarse que vemos todos los días camino a la oficina…



Como cualquiera podrá deciros, no soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien afeitado, con su corbata y un buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están llenos de sorpresas y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.


Una noche, estaba bebiendo con Marty, el ex-presidiario, en mi habitación. No tenía trabajo. No quería tener trabajo. Sólo quería sentarme con los zapatos quitados y beber vino y conversar, y reírme, a ser posible. Marty era un poco estúpido, pero tenía manos de trabajador, una nariz rota y ojos de topo; no era gran cosa pero lo sabía llevar.

Del Cuento Cojones.   

22 de noviembre de 2012

Chinaski en la prensa

"En todas partes nos aferramos a las paredes del mundo, y en lo más profundo de la resaca,pienso en dos amigos que me aconsejaron varios métodos de suicidio. ¿Qué mejor prueba de amorosa camaradería? Uno de mis amigos tiene cicatrices de cuchillas de afeitar por todo el brazo izquierdo. el otro introduce píldoras a montones en una masa de barba negra. los dos escriben poesía. hay algo en lo de escribir poesía que lleva a un hombre al borde del abismo. sin embargo, es probable que los tres vivamos hasta los noventa. ¿te imaginas el mundo del 2010 D.C? por supuesto,su aspecto dependerá en gran parte de lo que se haga con la Bomba. Supongo que los hombres seguirán comiendo huevos para desayunar, tendrán problemas sexuales, escribirán poesía, se suicidarán".


25 de agosto de 2012

Un asesino serial en Chile

El inicio de Estrella Distante de Roberto Bolaño, cuando Bibiano describe la primera  vez que visitó el hogar del psicópata de Wieder, es uno de esos momentos en los que el no prevenido lector siente que está en presencia algo memorable, de las mejores cosas que se han escrito, o al menos él/ella ha encontrado. 

Ese párrafo es más grande de lo que aparenta, describe exactamente un momento, el sentir de una horrible época que se avecinaba. Bolaño aplica lo que hizo Cortázar en Casa Tomada cuando nos decía que con la llegada del peronismo a Argentina todo estaba perdido. No había más remedio que botar las llaves a la ranura de la alcantarilla, esperando que ningún imbécil la encuentra. No había retorno.


Faltaba algo. En la casa de la película de Polanski lo que faltaba eran los cuadros, descolgados prudentemente para no espantar a Mia y a Cassavettes. En la casa de Ruiz-Tagle lo que faltaba era algo innombrable (o que Bibiano, años después y ya al tanto de la historia o de buena parte de la historia, consideró innombrable, pero presente, tangible), como si el anfitrión hubiera amputado trozos de su vivienda. O como si ésta fuese un mecano que se adaptaba a las expectativas y particularidades de cada visitante. Esta sensación se acentuó cuando fue solo a la casa. Ruiz-Tagle, evidentemente, no lo esperaba. Tardó en abrir la puerta. Cuando lo hizo pareció no reconocer a Bibiano, aunque éste me asegura que Ruiz-Tagle abrió la puerta con una sonrisa y que en ningún momento dejó de sonreír. No había mucha luz, como él mismo admite, así que no sé hasta qué punto mi amigo se acerca a la verdad. En cualquier caso, Ruiz-Tagle abrió la puerta y tras un cruce de palabras más o menos incongruente (tardó en entender que Bibiano estaba allí para invitarlo al cine) volvió a cerrar no sin antes decirle que esperara un momento, y tras uno segundos abrió y esta vez lo invitó a pasar. La casa estaba en penumbra. El olor era espeso, como si Ruiz-Tagle hubiera preparado la noche anterior una comida muy fuerte, llena de grasa y especias. Por un momento Bibiano creyó oír ruido en una de las habitaciones y pensó que Ruiz-Tagle estaba con una mujer. Cuando iba a disculparse y a marcharse, Ruiz-Tagle le preguntó qué película pensaba ir a ver. Bibiano dijo que una de Bergman, en el Teatro Lautaro. Ruiz-Tagle volvió a sonreír con esa sonrisa que a Bibiano le parecía enigmática y que yo encontraba autosuficiente cuando no explícitamente sobrada. Se disculpó, dijo que ya tenía una cita conVerónica Garmendia y además, explicó, no le gustaba el cine de Bergman. Para entonces Bibiano estaba seguro que había otra persona en la casa, alguien inmóvil y que escuchaba tras la puerta la conversación que sostenía con Ruiz-Tagle. Pensó que, precisamente, debía ser Verónica, pues de lo contrario cómo explicar el que Ruiz-Tagle, de común tan discreto, la nombrara. Pero por más esfuerzos que hizo no pudo imaginarse a nuestra poeta en esa situación. Ni Verónica ni Angélica Garmendia escuchaban tras las puertas. ¿Quién, entonces? Bibiano no lo sabe.

17 de agosto de 2012

El Tercer Reich en el Sur


Cortado en 5 slices, en YouTube, se encuentra un excelente documental de Roberto “El detective salvaje” Bolaño. Descargas de información que casi acribillan, sólidamente estructurado en formato de 60 minutos. Aparecen Juan Villoro,  el Gran Mario Vargas Llosa, además de vecinos y panas de RB contando y explicando su obra y vida. Consecuencias: Estar totalmente metido en la onda Bolaño, queriendo saber y entenderlo todo. No perderme de nada. Pretender crear un mundo de jóvenes punk y señoras yendo al mercado que caminan a la estación de bus cargando entre sus brazos la copia de alguna de la novelas del chileno. ¿Apresurado? Mi experiencia son las páginas que se adentran en el desierto de Sonora en busca de Cesárea Tinajero. Pare de contar. Para continuar la idea toca empezar desde el principio.

De volada, como si el mundo sí se extinguiera el 21 de diciembre, me metí en las, en apariencia, tétricas y morbosas páginas de “La literatura nazi en América”, sin oportunidad a otro ticket para repetir, más una maratón que un paseo. SPOILER ALERT: Creyendo todos que a  lo que nos metemos es a un ensayo de oscuras celebridades y oscuros personajes anónimos, en realidad lo que Bolaño hace es jugar con su imaginación y presentarnos a manera de enciclopedia un conjunto de biografías de infames inventados. Amantes del Tercer Reich , fascitas, racistas y otros engendros de ultraderecha salidos de su pluma. Y teniéndonos ya enganchados RB hace lo que mejor sabe. Transformar en poesía la vida de sus personajes, elevarlos o llevarlos al infierno. No importa cuál pero siempre los extremos, con viajes llenos de curvas y turbulencias que sin embargo no resultan nauseabundos, más bien la cara del lector pasajero está pegada al vidrio lateral.

Sencillas, resumidas en  datos generales a lo Reader’s  Digest y a ratos contando anécdotas, Bolaño a las vidas inventadas las mezcla con sucesos reales. Entonces aparecen los cameos y las asociaciones de los poetas y escritores del libro con autores que sí pisaron este mundo. Aparece Lezama Lima (no real) y su futuro contrincante a duelo de  espadas en la playa, y también por ahí se cree que están Lugones y otros de carne y hueso escondidos entre las letras. La maldad en oscuros callejones y  luminosos cócteles de sociedad queriendo crear, y lo que despiertan en sus sueños y fantasías se parece a este mundo pero con un aire más pesado y tóxico. Nubes negras y ratas saliendo en la noche.  Catedrales y seres que recuerdan las  atormentadas fantasìas de Ernesto Sabato.

Al final uno de los retratos pintados se mueve y del tomo enciclopédico pasamos a una historia salida de cine negro. Bolaño es un personaje como lo fue en los “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, y acá tiene que resolver un misterio. Lo que también nos dice es que las cosas recién han empezado.

En 1929, mientras el crac mundial obliga a Sebastián Mendiluce a retomar a laArgentina, Edelmira y sus hijos son presentados a Adolfo Hitler, quien cogerá a la pequeñaLuz y dirá: «Es sin duda una niña maravillosa. » Se hacen fotos. El futuro Führer del Reichcausa en la poetisa argentina una gran impresión. Antes de despedirse le regala algunos desus libros y un ejemplar de lujo del Martín Fierro, obsequios que Hitler agradececalurosamente obligándola a improvisar una traducción al alemán allí mismo, cosa que nosin dificultad consiguen entre Edelmira y Carozzone. Hitler se muestra complacido. Sonversos rotundos y que apuntan al futuro. Edelmira, feliz, le pide consejo sobre la escuelamás apropiada para sus dos hijos mayores. Hitler sugiere un internado suizo, aunqueapostilla que la mejor escuela es la vida. Al terminar la entrevista, tanto Edelmira comoCarozzone se confesarán hitlerianos convencidos.

Cada cierto tiempo sus actividades o la bruma que encubría sus actividades erannoticia en los periódicos nacionales. Se hablaba de orgías paganas, de esclavos sexuales yajusticiamientos secretos. Testigos presenciales no del todo fiables juraban que en el patioprincipal no se alzaba la bandera chilena sino la enseña roja con el círculo blanco y la cruzgamada negra. También se decía que allí habían estado ocultos Eichman, Bormann,Mengele. En realidad el único criminal de guerra que pasó unos años en la Colonia(dedicado en cuerpo y alma a la horticultura) fue Walther Rauss, al que luego se quisovincular con algunas prácticas de tortura durante los primeros años del régimen dePinochet. La verdad es que Rauss murió de un ataque al corazón mientras veía por la tele elpartido de fútbol que enfrentó a las dos Alemanias durante el Mundial de 1974 en laRepública Federal


Al año siguiente viaja a Nueva York en autostop y se reúne con Ginsberg y un poetanegro en un hotel del Village. Conversan, beben, leen poemas en voz alta. Luego Ginsbergy el negro le proponen hacer el amor. O'Bannon al principio no entiende. Cuando uno delos poetas comienza a desnudarlo y el otro a acariciarlo la terrible verdad se abate sobre él.Durante unos segundos no sabe qué hacer. Luego la emprende a puñetazos con ambos y semarcha. «No los maté a patadas —dirá más tarde— porque me dieron pena. »

5 de agosto de 2012

Avistamientos Z



1947. D.C. JARVIE, COLUMBIA BRITÁNICA.


Una serie de artículos de cinco periódicos diferentes cuentan los acontecimientos sangrientos y el heroísmo individual asociado con esta pequeña aldea canadiense. Los historiadores sospechan que el transportista Mathew Morgan, un cazador de la zona, regresó a la aldea una noche con un misterioso mordisco en el hombro. Al amanecer del día siguiente, veintiún zombis merodeaban por las calles de Jarvie. Devoraron por completo a nueve personas. Los quince humanos que quedaban hicieron una barrera en la oficina del sheriff. Un disparo fortuito de uno de los ciudadanos aguerridos demostró lo que podía hacer una bala en el cerebro. Pero para entonces la mayoría de las ventanas estaban cubiertas, por lo que nadie podía apuntar con sus armas. Planearon trepar hasta el tejado,contactar con la oficina de teléfono y telégrafo y avisar a las   autoridades en Victoria. Los supervivientes estaban a mitad de camino por la calle cuando los gules percibieron su presencia y les dieron caza. Un miembro del grupo, Regina Clark, les dijo a los otros que continuaran mientras ella detenía a los no muertos. Clark, armada únicamente con una carabina MI de EEUU, dirigió a los zombis hasta un callejón sin salida.  Los testigos insisten en que Clark lo hizo a propósito, reuniendo a los no muertos en un lugar limitado que le permitiera alcanzar a un máximo de cuatro objetivos a la vez.Con una puntería fantástica y un tiempo de recarga pasmoso, Clark eliminó a todo el grupo. Varios testigos aseguran que vació un peine de quince balas en doce segundos sin fallar un solo tiro. Más pasmoso aún resultó que el primer zombi al que derribó fuera su marido. Fuentes oficiales tachan el suceso de «exposición inexplicablede violencia pública». Todos los artículos que salieron en el periódico se basan en lo que dijeron los ciudadanos de Jarvie. Regina Clark se negó a ser entrevistada. Sus memorias siguen siendo un secreto guardado por su familia.

De Gula de supervivencia zombi, Max Brooks.

9 de julio de 2012

De confesiones de un chef

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhB5ZRuvHenXr5g8hLbFzBugNvT7O_TDSmD2yp5w3EtfaYQE0nI4xcWhqiNR-D20MVXaCpBMKKCItQWulWpaWabXjBQyk53kGp8YYJdqSfEHvU_OE3X1bg62CYw04jdpPz7jEqEi2MwRFc-/s400/DSC_0024.JPG




De modo que ¿quiénes son exactamente esos tíos, esas chicasy esos chicos que están en las trincheras? Por lo que cuento de minada estelar carrera, podrías sacar la conclusión de que todos loscocineros de una cadena son chalados perdidos, degenerados,drogatas maníacos, fugitivos... Una sarta de matones borrachos, rateros, psicópatas y fulanas. No estarías muy lejos de la verdad. Eloficio —según explica un chef de tres tenedores tan respetado comoScott Bryan— atrae a sujetos al borde de la legalidad, a gentes quehan pasado por alguna experiencia atroz en la vida. Es posible que nohayan hecho la secundaria, es posible que huyan de algo: una mujer,una historia familiar sórdida, penurias sin esperanza del TercerMundo. Se sienten a gusto con el código de conducta bastanteinformal y relajado de la cocina, donde es alto el nivel de toleranciaante las excentricidades, los hábitos personales poco ortodoxos, la falta de documentación y la experiencia carcelaria. En la mayoría delas cocinas, las inclinaciones personales cuentan poco o nada.¿Puedes mantenerte en pie? ¿Estás listo para el servicio? ¿Puedocontar con que mañana aparezcas en el trabajo para no hacermequedar mal? 

Eso es lo que cuenta.

23 de junio de 2012

De haber leído Missing de AF


La culpa la tiene Foster Wallace. Después haber estado metido durante cuatro meses en ese devastador-hermético-apocalíptico-y-chupa-almas mundo llamado La broma infinita no tuve ganas de leer nada en mucho tiempo. No estaba preparado. Y después de todo cuatro meses sin coger libro alguno a excepción de uno al que le tiene algo parecido al terror es mucho. Al menos para mí. Entonces Missing (una investigación), a pesar de sus muchos desesperantes errores de imprenta, fue la luz al final del túnel, incluso más que eso, uno de los mejores libros que he leído en los últimos años. Una gran crónica que empieza con el yo de Alberto Fuguet.  

Estar perdido, desaparecido, olvidado, con una segunda oportunidad es algo a lo que muchos sueñan pero pocos (aunque son más de los que creemos) se atreven, tiene su toque romántico, seduce, y como el mismo autor chileno decía, es parte del sueño americano. Ej. El final de la serie House M.D. termina así, con el filántropo doctor y su escudero Wilson en alguna parte escondida de la Costa Este de USA disfrutando de la libertad – y House es el espejo retorcido de las fantasías que por tener la maldición de buen tipo nunca se pudieron volver realidad –. Carlos Fuguet con su relato te dice que no creas todo lo que ves en televisión. Y eso que no la pasó siempre mal…

Missing (una investigación) empieza como la bitácora de un detective, un detective-periodista-novelista que busca a su tío perdido décadas atrás en el Oeste de Estados Unidos, y poco a poco se va convirtiendo en el relato personal del autor que va describiendo a la familia con todos sus oscuros secretos, debilidades y defectos (el abuelo Fuguet es un personaje tan complejo, revelando al igual que un iceberg sólo la décima parte de su figura), sin mirar atrás, sin que importen las consecuencias. La introducción de una saga familiar, tratando de buscar el por qué y cómo, hasta que nos topamos con el mismísimo Carlos, que nos cuenta (a través de AF) su historia  de manera tan intimista y personal que no recuerdo haber visto hace mucho en documentales y biografías, y que debería ser clase obligatoria para aspirantes a directores y escritores.

Y ahí está el nervio, el mojo de Missing (una investigación), en que se siente tan personal, tan puertas adentro. Recuerda historias cercanas, recuerda a una de esas películas de seres anónimos en sitios anónimos de David Lynch, como los de su proyecto-web Interview Project que en un minuto trataban de relatar sus vidas y por su sinceridad (no siempre es Thunder Road) causaban empatía. Juan Fernando Andrade en su blog, con mucha razón, nos dice que Carlos Fuguet se está convirtiendo en uno de los personajes más relevante de la literatura de este siglo. “Carlos es real, existe, y es justamente eso, saber que todavía anda por ahí, que es de carne y hueso, lo que conmueve y emociona”

La cámara enfoca al vasto desierto. El sol incandescente no deja ver nada y el polvo baila de izquierda a derecha. Sabato decía que para nosotros es más real un dolor de cabeza que un millón de africanos siendo asesinados. Tantos personajes anónimos. Un presidente fue derrocado y seguimos nuestras vidas al igual que ayer. El seguir queriendo leer hasta los papeles que encuentro en el piso volvió (frase plagiada a Roberto Bolaño). Muchas cosas no cambian.   

era como el paraíso
así lo veo a la distancia al menos,
como que me expulsaron del lugar
donde estaba cómodo,
de donde era,
donde entendía todos los códigos,
donde era uno más,
pero esto te lo cuento ahora,
ahora que ha pasado tanto tiempo,
que me han pasado tantas cosas,
si me hubieras preguntado en 1964
si pensaba que vivía en el paraíso,
no sé que hubiera dicho
tampoco hubiera dicho en el infierno,
para nada,
tenía diecisiete, dieciocho años,
era un pendejo…

7 de enero de 2012

Esa mierda llamada vida...



Necesitaba unas vacaciones. Necesitaba 5 mujeres. Tenía que ir a que me quitaran los tapones de cera de los oídos. Mi coche necesitaba un cambio de aceite. No había presentado la maldita declaración de impuestos sobre la renta. Se me había roto una de las patillas de las gafas de leer. En mi apartamento había hormigas. Tenía que ir al dentista a que me hiciera una limpieza de boca. Tenía los tacones de los zapatos gastados. Tenía insomnio. El seguro del coche me había vencido. Me cortaba cada vez que me afeitaba.

No me había reído desde hacía 6 años.

Tendía a preocuparme cuando no había nada de que preocuparse. Y cuando había algo de que preocuparse, me emborrachaba

Charles Bukowski, de su novela Pulp.

22 de julio de 2011

Una feria

Vi a Skármeta firmando docenas de libros con un toque de casi profesionalidad. Su actitud parecía más la de un comerciante de puerta a puerta que la de un escritor. Cristina Reyes a dos stands ofreciendo poemas. Me cagué de la risa… Bonil, sabiendo que le pasaba tocar toda la mañana y tarde, tenía actitud de burócrata atrapado en su cubículo. El ambiente con la apariencia de ese cuento del detective salvaje de Roberto Bolaño en el que se burla de las convenciones literarias, premios y ferias. El precio a pagar. El círculo vicioso. La metamorfosis: de creadores a sellsmen. «No solo de letras vive el hombre». La pérdida del romanticismo – más para ellos que para los visitantes –. Igual que después de haber escrito hace casi tres años algo sobre Julian Beever y sus dibujos de tiza, pensando que sus obras eran más del estilo guerrilla, transgresoras, adueñándose de la calle, cuando vino a Guayaquil a lo que se asemejó su visita fue a una estrategia de merchadinsing. La señora corta sueños llamada realidad.

Sábado de julio soleado por el centro. Tanto calor que los depredadores de Arnold podrían tomarse toda la bahía y avanzar hasta Las Peñas; y yo al igual que el mismo Bolaño de arriba cuando le decía a Javier Cercas, en Soldados de Salamina, que él es de los que leen hasta los papeles que encuentra tirados en la calle, con ganas de agenciarme algo de literatura a bajo precio, me dirigí a la anual Feria del Libro. La que no recuerdo si he visitado antes porque creo no hay nada que valga recordar. Sin pena ni gloria, con aires de una de esas demostraciones de productos que cada año se dan en el Aguirre Abad, aunque acá en un sitio mucho más simpático. La crítica no va tanto por el lado de un programador o poeta que denuncia la falta de editoriales, temas o anunciantes, sino de un consumidor de letras.

Poca gente – en Buenos Aires, en la Rural la fila daba vuelta a la cuadra para ver y escuchar a Sabater y a Saramago –, stands de autores que han escrito uno o medio libro en su vida. Política por doquier y ficción costosa. Richard “The Wire” Price a 30 dólares. Océano ofreciendo la biografía de Mile Davis a 38 dólares. Harry Potter tratando de hacer economías a escala. Tan solo 10% de descuento en Mr. Books y nada de Bukowski o Fontanarrosa. WTF? con lo de internacional. Cuando llegué a una señora con apariencia de punk y el resto de sus amigos con pinta de amantes de Allan Poe, creyendo que iba a sacar algo bueno de ahí, la historia del rock a 40, Zodiac a 29. A sacar plata del cajero si quieres llevar más de uno. El bolsillo como el mejor indicador para conocer si alguien realmente ama a las letras. Más allá obras cristianas, superación personal y Barney anunciando una tienda de disfraces. No podían faltar los “for dummies”. Hora de almuerzo y al rato jugaban Perú con Colombia. 90 minutos contados y tiempo de sacárselas... A la salida un guardia que de ley anteriormente trabajó como robaburros pedía todas las facturas mientras te veía con la misma desconfianza que a un exconvicto. Nuestra cultura porteña.


Al final lo de siempre – como en esa otra Feria del Gobierno que suelen hacer en Octubre –: a la campaña Eugenio Espejo con el mismo quiteño de cabello largo atendiendo, comprando algo de Huilo Ruales y una colección de cuentos que incluye a Leonardo Valencia, y en la Casa de la cultura a precio de remate haciéndome de los cuentos de Fernando Jaramillo y de la historia de la cinematografía ecuatoriana que a algún tesista le servirá.

Por cuestión de costos Puro Sabor Nacional – otro wtf? con lo de internacional –. Peor es nada. Puede que si no hubiera sido por la feria nunca hubiera encontrado a esos autores. Al igual que librerías, lectores y libros en esta ciudad.

9 de mayo de 2011

Lo que no se ve

La foto de la tapa ANAGRAMA es bastante buena. El brillo en el agua, un día de verano, felicidad. Atrapa, hipnotiza. Pero algo no está bien, engaña… El tipo acostado en el regazo de una mujer (¿su amante?, ¿amiga?, ¿hermana?), si se observa bien, se encuentra flotando. Los pies y espalda despegadas del suelo, la figura femenina es lo único que lo sostiene. Lección: La realidad muchas veces dista de lo que se ve a primeras. Aquella imagen dice demasiado. Aunque hasta antes de Invisible no había leído ninguna novela de Paul Auster, sabía que en todas sus ficciones nada de lo que parece suceder es la verdad.

Caminando por los pasillos de Mr. Books, a los tiempos, con desesperadas ganas de comprar y consumir literatura, esperando encontrar algo de Fresán o Missing de Fuguet, ante cierta decepción y sin querer quedarme con las manos vacías, pensé que era hora de darme una vuelta por las historias de Brooklyn de Paul Auster (aunque muy caras la mayorías, más de USD $ 30.00 sus novelas). Un autor que es más conocido en Barcelona o Buenos Aires que en su natal NY. Lo que queda en el paladar, con Invisible es un gusto agridulce. La incertidumbre de algo que no se sabe si se volverá a probar.

El novelista en una entrevista publicada en la web mencionaba que este libro, como la mayoría, lo escribió muy rápido, tratando de quitarse una idea que le revoloteo en la cabeza por un par de meses. Se nota. Agarró un poco de una historia que se parece mucho a The Dreamers de Bertolucci, con la pareja de franceses queriendo introducir al protagonista Adam Walker en su bizarro mundo, la relación casi incestuosa entre hermanos y la tumultuosa víspera del mayo del 68; varias referencias literarias como escritos de Dante, alusiones a Milton y homenajes a T.S. Elliot; y a ratos un thriller en que se debe buscar la verdad, lo que pasó en realidad una primavera de 1967, un asesinato, una extraña relación entre un proyecto y estudiante, lo que en realidad sucedió… Invisible más que una novela parece un ejercicio de un taller de literatura, colocando en la trama la perspectiva de diferentes personajes, y dándole valor al uso de los pronombres y el tono en que están escritas las escenas (primera, segunda o tercera persona); teniendo más importancia el estilo que lo que intentan decir sus personajes.

Diálogos mediocres, situaciones extrañas, personajes de cartón son las primeras apreciaciones. Sin embargo continuo con más dudas que respuestas… ¿Ganas de más?, ¿en un futuro otra novela de Auster? Puede que sí. Como un buen ají, muy en el fondo deja su marca y esta no sé si es buena, pero es única.


Born dijo que Margot y él estaban a punto de marcharse, pero entonces me vieron solo en el rincón, y como tenía aquel aire tan desdichado, decidieron acercarse para animarme un poco: sólo para asegurarse de que no me rebanaría el cuello antes de que acabara la noche.

El chico ya no era una persona. Era aquella pistola y nada más, el revólver de pesadilla que vivía en la imaginación de cada neoyorquino, el arma inhumana, sin corazón, destinada a encontrarte una noche a solas en una calle oscura y enviarte tempranamente a la tumba.

Los temores se han materializado. La inocencia se ha convertido en culpa, y esperanza es una palabra cercana a la desesperación. En todos los barrios de París hay gente tirándose por la ventana. El metro está inundado de excrementos humanos. Los muertos están saliendo de sus tumbas. Fin del Acto II. Telón
.

Westfield (Nueva Jersey) no es Westfield (Nueva Jersey). El lago Eco no es el lago Eco. Oakland (California) no es Oakland (California). Boston no es Boston, y aunque la que no es Gwyn trabaja en una casa de edición, no es directora de una editorial universitaria. Nueva York no es Nueva York, la Universidad de Columbia no es la Universidad de Columbia, pero París si es París. Sólo París es real. He estado en condiciones de mantenerlo porque el Hotel du Sud desapareció hace mucho, y todas las pruebas documentadas de la estancia en 1967 de quien no es Walker también se han esfumado tiempo atrás.

Cuando me levanté de la silla y me marché del comedor, él seguía hablando, continuaba la perorata con su voz pastosa, de borracho, sin darse cuenta siquiera de que ya no estaba sentada en la mesa. Las capas de hielo polar se están fundiendo, afirmó. Dentro de quince o veinte años vendrán las inundaciones. Ciudades anegadas, continentes arrasados, el fin de todo. Tú seguirás viviendo, Cécile. Alcanzarás a verlo, y luego morirás ahogada. Te ahogarás con todos los demás, con otros miles de millones, y ahí se acabará todo. Como te envidio, Cécile. Podrás presenciar el fin de todas las cosas.

2 de mayo de 2011

Adiós



El Sábato con tilde de Abaddón el exterminador camina por Buenos Aires, con la cabeza gacha, seguramente inmerso en sus pensamientos. Llega a un cementerio donde encuentra una tumba y una cripta con su nombre. En su epitafio la única palabra que se lee es PAZ. Un anhelo, una ilusión. La mayoría de ocasiones los deseos no se cumplen. El Bruno de Sobre héroes y tumbas que escribía historias como el de la chica que rescata a Martín, del camionero de criollo dialecto, en mi imaginario, se parece más a su creador que el atormentado Sábato con tilde. Al menos eso quiero creer.

Con la noticia a Marcela le pido que me devuelva el Abaddón… que le presté hace tres años. Se hace la loca. Me dice que le gustó pero le dio mucho miedo. Sabato le da miedo, como si tuviera el alma poseída por algún demonio, con la capacidad de ver un atroz mundo. Los demonios ocultos. Después de leer su autobiografía Antes del fin (que me vendieron a seis pesos en Córdoba), ese mismo pensamiento que tenía cambió. A leguas se notaba la falta de deseos de vivir, la desesperanza total, la penetrante soledad, sin su hijo y fiel compañera. Algo de lástima provocaba. No parecía el mismo hombre que escribió las desquiciadas primeras páginas de El Túnel. Era uno más de sus condenados personajes, como ese joven con apariencia de pintura de El Greco llamado Martín. Casi un centenario es una carga pesada. Me arrepiento de no haberme topado antes con esa crónica de la Gatopardo sobre Santos Lugares y al mítico personaje que cobijaba, porque, me gusta pensar que, seguramente hubiera tomado el tren para dejar en la puerta principal de su casa una pequeña nota con la palabra gracias.

Otro que ya no está, un tucumano escribió un libro llamado Lugar común la muerte. Describía los momentos previos al fallecimiento de importantes personajes: Marx, Perón, Sucre, Rosas. Si hubiera narrado la muerte de Sabato puede que también haya mencionado la grata compañía de su gata, la ceguera final, el ánimo cerrándose, las sombras moviéndose detrás de la ventana, en otra dimensión como quien lo vivió. Sin embargo es probable que no haya atinado con su funeral. Para Alan Pauls el autor de esas tres novelas que son pocas para quienes piensan en cantidad, pero no han todavía comprendido la magnitud de lo que se encuentra en aquellas páginas, ya no se lo puede considerarse como un hombre de letras, trascendía de aquello (un referente nacional) y eso le disgustaba. Con toda esa hoja de vida no hubo grandes velorios. La ceremonia se desarrolló en el club deportivo de Santos Lugares porque así lo quiso. Únicamente con los amigos y vecinos, algo íntimo para un tipo que almorzó con Videla y que relató los horrores de la dictadura. Alguien del que su noticia de fallecimiento en el Ecuador apareció en el espacio de política y no de cultura. Un triste obituario.

Con la noticia viene una especie de extraño duelo, algo desapegado. Igual tristeza y nostalgia. Extraño saber el que ya no está allí, en ese pequeño rincón. Antes de leer Sobre héroes y tumbas lo máximo que había abierto eran los libros obligatorios de las clases de literatura del colegio. Las cosas cambiaron. Un nuevo mundo. No vacilo al decir que Sabato es lo mejor que he leído en mi vida. Y Sabato me acompañó en muchas ocasiones, en los buses de ida y vuelta a Durán para acudir al trabajo, en viajes a Cuenca dando vueltas por El Cajas, rupturas con novias, para pasar el rato en extraños hoteles, en Montañita mientras los otros iban al rave. Un motivo para visitar Buenos Aires, acudir al bar inglés, donde supuestamente escribía sus historias para no tener la tentación de quemarlas, sentarse y pedir algo, imaginarse como iba atrapando las ideas; al frente el Parque Lezama, recorrer el lugar en el que se encontraron Martín y Alejandra, viendo las mismas estatuas y también muchachos durmiendo en el parque, dándole de comer a las palomas mientras Fernando Vidal relataba su Informe sobre ciegos. A Marcela le pido que me devuelva el libro porque tres años son muchos. Casi un centenario muchos más.

30 de abril de 2011

Sabato


Escribe cuando no soportes más, cuando comprendás que te podés volver loco… Somos dioses cuando soñamos y mendigos cuando estamos despiertos.

Por fin eres libre de los demonios, descansa en paz...

Cuando me muera, quiero que me velen acá, para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final. Y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias, pero en el fondo un buen tipo. Es a todo lo que aspiro.

20 de abril de 2011

Bitácora de viaje


Como si salieran flores, ramas y crocantes frutos de las hojas al cerrar el libro. La misma inesperada sensación que abrir la puerta una mañana y encontrarse a Sinatra cantando mientras poda el césped vecino. Botar la basura en el poste de la esquina y en medio de los residuos tirados por el resto de personas que viven en el barrio hallar un unicornio de bolsillo con el don de descifrar los pronósticos deportivos de los siguientes cincuenta años. Una sonrisa difícil de cerrar, casi una lágrima por la nostalgia de que lo bueno se acabó y varias emociones encontradas al leer los últimos párrafos de Los autonautas de la cosmopita. Ese atemporal, fantástico y absurdo viaje que emprendieron Julio Cortázar junto a su esposa Caroline Dunlop, que tiene algo de Facebook prehistórico con fotos etiquetadas, comentarios y cambios de estado. Un mes recorriendo la autopista entre París y Marsella (la del Sur, la del atasco infinito de un cuento de 33 páginas), visitando cada paradero de la misma forma en que lo hacían los expedicionarios. Una travesía que únicamente pueden emprender aquellos que no toman en serio la vida y han encontrado ahí la alegría y felicidad. Detenerse un minuto y dilatar ese momento ante lo obvio, describir lo que se ve a diario. El Cronopio se comporta igual que uno de sus personajes, juega a ser parte de un cuento de Cortázar (¿o tal vez él fue el que les puso algo suyo al crearlos?). Imposible no disfrutar de haber caído en la trampa; ante la burla de una bitácora que se ríe de lo establecido.

Cuanto más avanzamos, mayor parece la libertad de que gozamos. Y no, de ninguna manera, porque nos estemos acercando a Marsella. Al contrario, probablemente el hecho de habernos alejado del punto de partida y de haber perdido de vista a la vez y completamente el fin del viaje, es lo que da esa calidad. Poco a poco aprendemos no sólo a mirar el espacio del que hablaba el hipotético filósofo indio, sino a serlo con todo lo que somos. Y este espacio entre los objetos, desde el momento en que la mirada los deja fuera, a un lado y otro de su campo de visión, ¿no es por definición sin límites?

Toda expedición supone que de alguna manera Marco Polo, Colón o Shackleton no habían perdido del todo al niño que llevaban dentro. El mío, en todo caso, está sumamente avispado y despierto a la hora en que cada parking le abre su cola de pavorreal (a veces un poco desplumada, a veces irisada y suntuosa) para llenarlo de maravilla, gusanos, hormigas y camiones con leyendas llenas de encanto, como por ejemplo el de la SOPA SPEEDY que acabo de ver pasar mientras termino esta frase.


También yo jugué ese último juego antes de las naranjas y el café y el agua fresca, un juego que viene de la infancia y que es taparse con la sábana, desaparecer en esas aguas de aire espeso y entonces de espaldas doblar poco a poco las piernas levantando la sábana con las rodillas para hacer una tienda, y dentro de la tienda establecer el reino y allí jugar pensando que el mundo es solamente eso, que por fuera de la tienda no hay nada, que el reino es solamente el reino y que se está bien en el reino y nada más hace falta. Dormías dándome la espalda, pero cuando digo que me la dabas estoy diciendo mucho más que una mera manera de decir, porque tu espalda se bañaba en el resplandor de acuario que nacía del sol filtrándose por la sábana vuelta cúpula traslúcida, una sábana de finas rayas verdes, amarillas, azules y rojas que se resolvían en un polvo de luz, oro flotante donde tu cuerpo inscribía su oro más sombrío, bronce y mercurio, zonas de sombra azul, pozas y valles.

La autopista un río rosa, sobre el cual flota una bruma violeta apenas perceptible, y los autos y los camiones pasan como fantasmas, su estrépito esfumado por la noche, por la niebla que todo lo suaviza, por la distancia que entre ellos y nosotros delimita los mundos que vivimos, como si no fuéramos ni pudiéramos ser viajeros de un mismo camino. Extraño silencio lleno de murmullos, roto de tiempo en tiempo por el arrancar de un camión, por los frenos estrepitosos de un tren, silencio hecho de sonidos y rumores y cuya existencia —de la que participa cada uno de nuestros gestos— nos confirma de algún modo que estamos ahí donde creemos estar, que el objetivo del viaje ha sido alcanzado, y sólo nos queda por decirnos, con esa sonrisa que acaso sin saberlo significa que darás otro paso adelante y que me encontraré de nuevo en tus brazos, que ese objetivo que no es más fijo que los paraderos, que el mundo o las estrellas, lo estamos viviendo con una naturalidad cada día.

3 de abril de 2011

Sobre el asfalto

De acuerdo a Wikipedia Sal Paradise es Jack Kerouac, y Dean Moriarty es la leyenda Neal Cassidy, y Carlo Marx es Allan Ginsberg, y Chad King es Haldon Chase, y Tim Gray en realidad es Ed White, y para Walter Salles la bella Marylou es Kristen Stewart sólo que sin colmillos; y no puedo estar más de acuerdo. Hace dos días soñé con Kristen Stewart (Zooey Deschanel también aparecía) y el día no pudo haber sido mejor. Al final llovió y a lo largo de esa carretera norte que cruza la provincia, donde trabajo con un sol despiadado que no da tregua, todos corrieron a sembrar, se abrazaron. La siniestra sombra en llamas que siempre veía correr por los arrozales por fin descansó. Apresurado, ansioso, queriendo conseguir los objetivos, caminar sin saber donde llegaría, el sueño fue como una advertencia para no ser devorado por el frenesí del mundo. No convertirme en uno más: Ahora fíjate un poco en esos de ahí adelante. Están inquietos, contando los kilómetros que faltan, piensan en donde van a dormir esta noche, cuánto dinero van a gastar en gasolina, el tiempo que hará, cuándo llegarán a su destino… como si en cualquier caso no fueran a llegar. Pero no necesitan preocuparse y traicionan el tiempo con falsas urgencias… Toco madera. Fuck them. Enciendo el computador y pongo el Bringing it all back home. Outlaw blues, On the road again y un negro y joven Dylan cantando It’s allright , ma (I’m only bleeding) en la entrada de una casa en Carolina del Sur. La realidad deja de sacudirse. Si todo se derrumba y se va a la mierda es porque así lo he querido.


Dylan + Kerouac + Un-vaso-de-vino-barato-de-cartón. El fin de semana está salvado. Dean Moriarty te contagia algo y eso no está nada mal. Tarareo Don’t think twice, it´s alright. On the road no es una gran novela, es más bien un estado mental. Todo es lo mismo pero a la vez diferente. Siempre recorrer la ruta 66. Se podría ponerla en la mesita de noche con un aviso de utilizar en caso de emergencia cuando se esté a punto de convertirse en un esclavo de la rutina. No es para reseñas o críticas. Es para vivirla, atreverse, dejarse de huevadas y hacer un curso intensivo de lo que se ve fuera de las cuatro paredes del cubículo. O para disfrutarla, imaginar cómo hubieran sido las cosas… Pienso en Bolaño en su estudio de Barcelona enviando a sus detectives salvajes recorrer el desierto de Sonora. Poniéndoles algo de beat. Confesiones de invierno. Me gusta estar al lado del camino. La vida hecha poesía. Ahora que me entero que hay película sólo pienso que ojalá Salles por lo menos capture el espíritu. Esos roadtrip de San Francisco a New York y de New York a San Francisco, con parada obligatoria en Denver, contados en 208 páginas, tienen como mayor logro haber sido una verdadera influencia. El germen de millares de viajes en carretera, de historias de asfalto, de cambios de vida, de descubrimientos. El Magical mistery tour beat avisa que la próxima estación es Los subterráneos


Creía que toda la soledad de América estaba en el Oeste hasta que el Fantasma del Susquehanna me demostró lo contrario. No, también hay soledad en el Este; la misma que Ben Franklin recorrió en su carreta de bueyes cuando era administrador de correos, la misma de cuando George Washington luchaba contra los indios, de cuando Daniel Boone contaba anécdotas a la luz de las linternas en Pennsylvania y prometía encontrar el Paso, de cuando Bradford construyó la carretera y los hombres armaban líos en cabañas de troncos. No había ya grandes espacios de Arizona para el hombrecito, sólo el monte bajo del este de Pennsylvania, Maryland y Virginia, los caminos apartados, las carreteras de negro alquitrán que serpentean a lo largo de ríos siniestros como el Susquehanna, el Monongahela, el viejo Potomac y el Monocacy.

Por fin era un ángel, como yo siempre había sabido que sería algún día; pero como cualquier ángel aún tenía ataques de furor y de rabia, y aquella noche cuando todos nos fuimos de la fiesta y entramos en el bar del Windsor haciendo ruido, Dean se convirtió en un borracho frenético y demoníaco y seráfico. Recuérdese que el Windsor, el gran hotel de Denver cuando la fiebre del oro e interesante por otros muchos aspectos en el gran saloon de abajo aún se veían los agujeros de las balas en la pared—, había sido el hogar de Dean. Había vivido en una de las habitaciones de arriba con su padre. No era un turista. Bebió en el saloon como si fuera el fantasma de su padre; tragó vino, cerveza y whisky como si fuera agua. La cara se le puso roja y sudaba y gritaba y soltaba alaridos por el bar y se tambaleaba por la pista de baile donde los chuletas del Oeste bailaban con las chicas y quiso tocar el piano y se abrazó con ex presidiarios y alborotó con ellos a más y mejor.

Habían bajado desde las sombrías montañas y desde las alturas a tender las manos hacia algo que pensaban que podía ofrecerles la civilización sin imaginarse la tristeza y pobreza y decepciones de ésta. Desconocían que había una bomba capaz de destruir todos nuestros puentes y carreteras y reducirlos a polvo, y que algún día seríamos tan pobres como ellos y tenderíamos nuestras manos del mismo modo en que ellos lo hacían.

Nuestro destartalado Ford, el Ford americano de los años treinta, pasaba haciendo ruido y se perdía en el polvo. ¿Qué se siente cuando uno se aleja de la gente y ésta retrocede en el llano hasta que se convierte en motitas que se desvanecen? Es que el mundo que nos rodea es demasiado grande, y es el adiós. Pero nos lanzamos hacia adelante en busca de la próxima aventura disparatada bajo los cielos.


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