30 de enero de 2011

Juego de niños


Ray Loriga juega a Peter Pan. Se niega crecer y deja abierta una ventana para quien desee entrar a su mundo. Gnomos, rockstars y transformers. Resulta más fácil encontrar el Santo Grial que una de sus novelas en Guayaquil, una odisea. Gracias a Dios-Internet y su oráculo-Google me hice de las versiones digitales de Héroes y Lo peor de todo, deshaciéndome los ojos, aumentando la miopía. Valió la pena. Leerlo equivale a encerrarse en un cuarto con todos los álbumes y recuerdos para prenderles fuego, luego echar la llave. Inventar una propia vida, despertar a todos los sueños, porque digámoslo bien, la niñez no es tan bonita como algunos nos quieren hacer creer; pero es lo único que queda para pasar el rato. El resto no importa… Están invitados Bowie, Lennon. Jagger; cualquier héroe, ídolo, que aparecen en párrafos que empiezan con una idea y terminan con otra, como Holden Caulfield cuando a uno de sus profesores le dice que le gustan esos relatos que inician hablando de la cosecha de maíz y terminan mencionando la historia de un tío que perdió los brazos en la guerra. Ahora que lo pienso bien, sus personajes tienen la escencia de los de Salinger; sólo que en sus líneas el español se va por el lado más estético, tal vez sea un efecto de pasarse tarde y noche escuchando a Dylan.

Después de leer a Loriga (estas dos novelas) no se me ha quedado grabada ninguna cita para algún momento cultural. Sus líneas, su frases, sus novelas dejan/despiertan un sentimiento, un recuerdo, creando un momento, una pequeña ventizca. Para bien. Como una canción, como levantarse de un sueño…


¿Dónde ibas después de Satisfaction?
¿Qué hacías después del Black and Blue?
Corría por una cuesta que había cerca de casa, era muy duro mientras subías, pero una vez arriba eras el primero en saber si iba a llover.

Simplemente estaba ahí sentado, esperando que los Stones no estuvieran demasiado lejos y también que no estuvieran haciendo nada muy diferente. Trataba de estar en la misma órbita que Keith Richards, nos separasen un millón de kilómetros todo podía salir bien si conseguía meterme en su órbita

Comprobé que la mayor parte de las luces se encendían y se apagaban sin contar conmigo; cines, cafeterías, grandes almacenes, coches, trenes y aviones, las farolas en los puentes y los semáforos. Así que puse los dedos sobre los interruptores que podía controlar. También imaginé que venía algo mejor y me senté a esperar dentro del Blood on the Tracks de Dylan.

De Héroes.

Uno puede querer mucho a su loro, pero luego va un perro y se lo come. Por otro lado, uno puede no querer nada a su loro, pero luego va un perro y se lo come. Así que da igual cuánto quiera uno a su loro, porque eso no va a servirle de gran ayuda si anda un perro.

Leí en el periódico que un pastor había derribado un helicóptero de una pedrada. Resulta que el helicóptero andaba por allí asustando al rebaño y al pastor se le ocurrió que a lo mejor conseguía
ahuyentarlo a pedradas. Después aparecieron los de la televisión y los de la radio y los de los periódicos y al pobre hombre le faltaban piedras para sacarlos a todos de su prado. No debe ser nada fácil tirar un helicóptero de una sola pedrada. A veces las cosas son tan raras que hacen gracia, aunque se mate la gente. Fran cuando quería echaba a correr y yo no podía seguirle. Veía cómo se alejaba cada vez más y me entraban ganas de morirme, por eso me tiraba siempre al suelo y me ponía a gritar como si me hubiese roto una pierna, para que Fran diese media vuelta y me cogiese de la mano. Si corría otra vez deprisa se me escapaba la mano y no tenía más remedio que volverme a tirar por el suelo.

De Lo Peor de todo.

27 de enero de 2011

Caminando, apurado, temeroso

Confieso que hasta hace poco las noticias que abomban las primeras planas de los diarios y los titulares de los noticiarios, acerca de la inseguridad y violencia que vive la ciudad, me resultaban semejantes a un lejano eco, algo que no iba conmigo. No es que viva en una ciudadela burbuja o no salga de casa, pero la última vez que pasé un susto fue cuando me robaron hace cuatro años. Me creía curado. Ya no. Al desayuno, el miércoles, como si se tratara de algo que era de esperar, me encuentro con la noticia que a un vecino, al que no tuve oportunidad de conocer, fue víctima de secuestro express y falleció el día de hoy como consecuencia de los golpes recibidos en el atraco.

Un choque contra el duro muro de la realidad. La entrada del hoyo negro que lleva a esa oscura y deshumanizada dimensión, que sólo parecía para los que se la buscaban, saluda desde la esquina al salir de la casa. Muestra su afilada uña. Las líneas de algunos columnistas escribiendo que nos jugamos la vida al salir de casa, de que pueden violar a nuestras mujeres en cualquier momento, que me sonaban más a querer vender mayor cantidad de ejemplares que a real preocupación, ahora no parecen descabelladas. Los malos empiezan a ganar y agrandar su territorio mientras Correa grita que los delincuentes son víctimas de la pobreza y nos pide que nos dejemos robar. La muerte del vecino no fue lo único: el martes en la noche, volviendo de pelotear, en el carro de un amigo, a la altura de EL UNIVERSO escuchamos un fuerte ruido; de una el acelerador, pasándonos la roja y virando. Falsa alarma. No paranoia. A la tarde del miércoles, volviendo de ese trabajo que muchas veces desconecta de la realidad, dos patrulleros estacionados, un montón de curiosos y tres asaltantes esposados en el suelo que anteriormente en la misma esquina de EL UNIVERSO se habían subido a un bus para cometer un robo. El paisaje del día. El recordatorio del nuevo estilo de vida nada tímido.

Al salir en la mañana el día resultaba demasiado tranquilo, excesivamente brillante. La ciudad parecía un ángel dormido, como si nada hubiera pasado; sin embargo en el interior empezaba a entender que ya nada es igual. Un inquietante aroma que no deja respirar cubre a Guayaquil y una molestosa inquietud se siente con cada paso. No estamos solos, nos vamos convirtiendo en potenciales presas de feroces chacales...

En ese momento, ni un alma los oyó en el pueblo dormido... cuatro disparos que, en total, terminaron con seis vidas humanas. Pero después, la gente del pueblo, hasta entonces suficientem ente confiada como para no echar llave por la noche, descubrió que su imaginación los recreaba una y otra vez... esas sombrías explosiones que encendieron hogueras de desconfianza, a cuyo resplandor muchos viejos vecinos se miraron extrañamente, como si no se conocieran.

A sangre fría, Truman Capote.

22 de enero de 2011

Por gusto (otra vez...)


Para el actual gobierno un año sin elecciones es como seco de chivo sin culantro. Pierde el gusto, el sabor. No siente que está jugando de local. Entonces ya tenemos consulta popular, que para el presidente es lo más importante, más que los problemas a solucionar y mejoras a alcanzar con la misma. De nuevo donde se siente cómodo: en las tarimas, en constante campaña. Sobran los motivos para creerlo. Por algo se demoraron en redactarla, cambiaron y divagaron (en) los temas a tratar, e introdujeron dos puntos bastantes dudosos – sobre las creación de una comisión para la elección del Consejo de la Judicatura y el Consejo de comunicación –, que además de la inyección de adrenalina con la victoria del Sí, le daría al Ejecutivo mayores poderes que los que goza actualmente.

La vuelta a las urnas suena bastante a perdedera de tiempo (y de plata, seguro). Después de todo, ¿hay que ir?, ¿es obligatorio?, ¿si no voy, no me dan el papelito y no puedo sacar récord policial o abrir una cuenta de banco? De antemano digo que votaré nulo o de plano no asistiré. No porque sea de la oposición (la lista de los nombres y apellidos de expolíticos que recientemente conformaron el grupo CAUCE, fueron lo más parecido a un himno a la corrupción que haya escuchado), me caiga mal el presidente o me inspire Emilio Palacio, sino porque simplemente tengo la convicción de que el llamado a una consulta popular sólo lo puede hacer la ciudadanía, en este caso Correa quiere jugar con la misma.

Y de paso las únicas dos preguntas – de diez – que tratan el problema de inseguridad, el supuesto principal motivo de la consulta popular, poco aportarán en la solución. Suenan más a preguntas que considerarían aceptar los habitantes de la parte más republicana de Texas, Arizona o Carolina del Sur. Lo que se necesitan son planes orquestados de acuerdo a la realidad y que se ejecuten obteniendo resultados. Ya ven que cuando la policía quiere puede encontrar a los culpables de un crimen incluso en algún recinto escondido de Esmeraldas. En este caso todo sucedió como de película porque las víctimas fueron miembros de la entidad, entonces desplegaron todos los recursos que poseen. Si se le mete ganas y una marca personal de respirarles en la nunca, los jueces también cumplirían cabalmente sus funciones. No es cuestión de papeles.

P.D. Semanas atrás Gabriela Calderón escribía en EL UNIVERSO un artículo que apoyaba la tenencia de armas por parte de la población invocando datos de estudios en EUA y lo sucedido con el alcalde de Palestina, señalando que tendríamos mejor manera de defendernos ante el auge criminal. Habría que recordar las instancias en que murió el hijo del periodista Rómulo Barcos (los ladrones dispararon después que el dueño de la lavadora de autos en que se encontraban sacó su revólver). Resulta bastante ridícula la petición del presidente de dejarnos asaltar, pero el debate sobre el permiso a portar armas debe ir más allá. Mucho más allá.

16 de enero de 2011

Pedaleando


Pedaleando, sin acelerar el paso, casi sin proponérselo, disfrutando de la ruta, después de varias escalas, Velódromo – la película garaje de Alberto Fuguet –finalmente hizo escala en Guayaquil; y anónima como su protagonista no hizo bulla al llegar. Yo que la estuve buscando por un par de semanas de la misma forma que cualquier otro trata de conseguir en navidad el último modelo de Blackberry – aunque lo único que he leído del escritor chileno es lo que ha publicado en SoHo y algo que salió en una Etiqueta Negra; un cuento de un padre e hijo que se encuentran por un par de horas en el aeropuerto, con unos diálogos bastante a lo Bret Easton Ellis –, casi me la pierdo. Suerte que la encontré (o me encontró) en una noche random de cine porque no está para quedarse. Es parte de su ADN y se nota a leguas.

Pocas personas en el MAAC Cine, se los podía contar con las manos. Para un público de culto la primera impresión. Una lástima si me detengo por un rato. Después de ver Velódromo, por estos días, me han dado ganas de recomendársela a cualquier con el que inicie una conversación. No es Easy rider, Taxi driver o The graduated, pero es una sorpresa agradable saber que se pueden hacer buenas películas con poca plata, desarrollando una idea y creyendo en ella. Aunque siendo realista no es para todo el mundo, Ariel Roth Roth es un tipo bastante particular. Sin empezar a redactar, por mi parte, una sinopsis de la historia de este huevón buen dato, de sus fobias, de su a ratos autismo, de su incapacidad para aceptar responsabilidades, de su slogan personal de no pedirle mucho a la vida (¿es mucho pedir?), lo que hace Fuguet es mostrar un mundo que normalmente no se alumbra y no aburrir en el intento; de historias algo depresivas, losers y de poca acción como lo menciona el pseudo-winner-bisexual-huérfano-millonario primo del protagonista.

Lo único que puedo recomendar es que no exijan una edición de calidad para una cinta garage, dénle algo de espacio a Ariel (recuerden que las personas que poco hablan cuando lo hacen, al principio, lo que dicen es huevadas), y soporten alguna de las escenas forzadas al inicio. Tranquilos… para la parte en que el protagonista se vuelve freelancer la película ya ha agarrado suficiente viada, se vuelve hilarante y absurda con excelentes diálogos y situaciones (la conexión está hecha), y no va a dejar de pedalear.

Un proyecto como Velódromo jamás va a ganar un Oscar o algún premio cotizado. Fuguet lo sabe, por eso la hizo sin pretenciones, sin querer engañarnos e impresionarnos. Ahí está lo mejor. Ahora sólo falta empezar Missing y comprar Aeropuertos. Material para otro post. Por el momento Ariel ha tomado el volante y eso es lo que importa…

12 de enero de 2011

Escuelitis (fuckin' fucks)


« MEMO AL FILE. ¡Fírmelo por favor!» ¿Qué? WTF? ¿Por qué? « No lleva la credencial, siempre debe llevarla.» La miro como si se tratara de una broma, creo que en cualquier momento me van a mostrar la cámara escondida. No es así. Frunce el ceño. Le pregunto si eso no es sólo para cuando hago visitas al campo, que en la oficina no hay necesidad. Frunce más el ceño. Una vena le marca la frente. ¿Nostalgia? ¿Falta de ideas? ¿El pensamiento que es la única forma de control? ¿Así se lo enseñaron en casa? Media hora antes su asistente hace una inspección: «los zapatos son negros y no cafés», «quítese el abrigo antes de entrar», «tiene dos minutos de retraso» son los reclamos con tono de superioridad a otros compañeros. Y yo que pensaba que ya era un profesional y por fin terminaba de aguantar tanta idiotez, ahora me quieren poner uniforme... y tengo una inspectora que revisará que cumpla. He vuelto a la escuela…

Cualesquier argumento por más racional que sea, cualquier excusa será vetada. Hay que defender el pensamiento fundamentalista al máximo. Se colocarán minas, se amenazarán con bombas a los que no cumplan. Se darán razones equivocadas pero que se implementan en otros sitios. El trabajo no se califica en base al desempeño sino según qué tan obediente eres. Me aferro a mi trinchera pensando que es una guerra que difícilmente gane. Sin embargo nunca me tomarán de rehén. Aunque no parezca, aunque otros me digan que me eche al dolor, este es un frente muy importante. Mucho está en juego.

Lo peor es que no es el único lugar donde te tratarán de esa manera. En cualquier otro sitio de cuatro paredes con otros como tú y con otros que creen ser superiores, te harán lo mismo. Tus jefes a punta de nalgadas y reproches querrán imponerte su filosofía, sus reglas, su ritmo como a un infante que se debe educar. Es algo típico en Ecuador. Nunca salimos de la escuela, tal vez la verdadera teta. Nos encanta. Te hablarán de algún proyecto de la misma forma en que mantenías conversaciones en la universidad, esperando que tu jefe te ponga una buena calificación luego de entregarle un documento ultra-académico (buena nota por presentación del cuaderno): hablando de ventajas comparativas, de implementar una estrategia hacia arriba y hacia abajo; todo eso en lugar de decirte que tienes que hacerte amigo de los proveedores, que tendrás que darles una botella de whisky de vez en cuando al tipo que conduce el camión para que te traiga pronto los pedidos, que los clientes no son tontos y que si no les das alguna promoción de vez en cuando caminarán diez metros y se irán con la competencia… Ante cualquier problema cortarán por lo fácil: si alguien va mucho al baño, pues se cortará el acceso al baño; si a un imbécil lo encontraron viendo porno, adiós internet para todos. Querrán que cumplas un reglamento a rajatabla, que como soldado raso practiques las disposiciones sin chistar, sin razonar.

¿Será por eso que se le permiten muchos abusos a los policías, como si estuviesen haciéndote un favor? ¿Será por eso que no reclamamos a los gobernantes hasta cuando en serio estamos hartos? ¿Será por eso que tomamos pocas veces la iniciativa? ¿Será por eso que nos quedamos callados cuando es la hora de hablar, con el temor a que el maestro nos califique mal? ¿Será por eso que ni bien recibimos buena plata compramos un automóvil para hacerlo taxi amigo o emprendemos algún negocio que un millar de personas lo habían hecho antes? ¿Será que los jefes llevan a cabo tan jodidos controles para justificar sus labores en lugar de ver por lo que en serio importa, pero resulta tan difícil de alcanzar?

Bukowski decía que (siempre es bueno citar al viejo Hank en una cabrera situación) tendrás que inspirarte en cualquier lado, en una mina de carbón o donde sea, con el llanto de un niño… Es más difícil de lo que parece con la policía soplando la nunca... Después de negarme a firmar el MEMO y escuchar un sermón de que no puedo hacer lo que me dé la gana, para mis adentros lo único que puedo repetir son las sabias palabras de ese ficticio pero iracundo escritor de New Orleans: You fuck you, you fuckin’ fucks…

9 de enero de 2011

Soundtrack

Uno… Dos… Tres… Probando… ¿Se escucha?… No es Smoke on the water, pero sí un repaso….

Quito a los tiempos, Valle de los Chillos por primera vez. Mañana nublada y lluviosa de martes previa a la navidad. Soñoliento, en un taxi, conocía por escrito a los Teenage fanclub y afirmaba mi creencia de que Bruce Springsteen en realidad es un profeta – larga lista de cuántos han abandonado sus pueblos y aburridas vidas por las letras del boss, abultado saco con cartas de agradecimiento –. No sé si era yo el que buscaba el momento… Enclaustrado en el hotel mientras en HBO pasaban la oda grunge de Cameron Crowe, Singles, al final, en el instante en que Matt Dillon habla a la cámara y le dice que no importa, que algunos queremos estar solos, aunque al rato se encuentra con Jane Fonda en el elevador y empieza a sonar, creo, Waiting for somebody de Paul Wetersberg, supe que no iba a haber mejor forma de empezar a leer a Nick Hornby. Si recién abría un libro que compré en febrero tenía que existir alguna buena razón. Una banda sonora acorde.


Y después 31 canciones entre tanto aburrimiento y encierro de un taller de planificación de la oficina me acompañó por tres días, con atraso en el aeropuerto y todo, en la sala de espera imaginando cómo sería la genial Smoke de Ben folds five. Pero la cuestión no va sobre críticas de canciones, de leerlo sólo si te gusta Dylan o Rod Stewart, sino acerca de lo que se supone debe hacerte sentir la música. De eso Hornby puede hablar (escribir) mucho. Un libro para llevar a todas partes, excelente acompañante. No serás un popero, puede que en gustos estés más del lado del rock, pero los sentimientos, lo que emana una canción, lo que te regala y lo que se espera, el autor lo escribe y te cagas de la risa con él. A ratos puede parecerte extremadamente personal, algo incómodo relatándote cosas de su hijo con autismo - y eso que al principio no deseaba hacerlo, sólo que con la música es imposible -, creyendo que no has ganado esa confianza; eso demuestra las ganas con las que escribe el británico, de que veas las cosas como son, de sacarles todo el jugo posible. 31 canciones no te exige nada - excepto los 14 dólares de precio – y te brinda lo mejor. Por ese valor no creo que puedas exigir mucho más.

Lo que me resulta difícil es el ejercicio de pensar en una banda sonora que me ha acompañado por toda la ruta caminada. Detenerse, hacer un alto, revisar la bitácora. Aplicar la de Horacio Oliveira y rememorar hasta el más mínimo detalle. Regresiones... Por vivir en Ecuador puede que inconscientemente haya oído más Wisin & Yandel que Pink Floyd. Recuerdo haber escuchado tanto Bob Marley y The Doors que hace años que no los pongo porque ya les saqué lo que tenía que sacarles. U2 no me encanta aunque siempre aparece en buenos momentos por alguna razón, y Bacilos también, creo… Sin embargo hay unas de las que no me canso, a las que no les puedo pedir nada. Me quedo con esas...




…si te gusta una canción, te gusta lo suficiente como para que te acompañe a lo largo de diversas etapas de tu vida, así que el uso va borrando todos los recuerdos demasiados específicos.

Thunder road era mi respuesta a cada carta de rechazo que recibía, a cada duda expresada por mis amigos o pariente. Vivían en ciudades para perdedores, me decía, y yo, como Bruce, me largaba de allí para vencer.


¿Significa esto que nunca escuchan, o al menos disfrutan con canciones nuevas, que lo que silban o tararean se escribió hace años, décadas, siglos? ¿De verdad que se niegan a sí mismos el placer de aprender una melodía (un placer, por cierto, al que su generación quizás sea la primera en la historia de la humanidad en renunciar) porque tienen miedo de que les haga parecer como si no supieran quién es Harold Bloom? Uau. Apuesto a que son tipos divertidos en las fiestas.


…el riff del rock es escencial para la nutrición, especialmente en los coches y en las giras de presentación de libros, cuando necesitas algo rápido y barato que te ayude a pasar un día muy largo. Nirvana, The Bends y The Chemical Brothers volvieron a estimular mi apetito, pero sólo Led Zeppelin logró satisfacerlo.

…estaba convencido que describía el sexo. Más específicamente Samba pa ti, era lo que iba a oír cuando perdí mi virginidad – si no en el tocadiscos, al menos en mi cabeza –.

…yo he agotado a Bob, o al menos las cosas de Bob que me interesan. Ojalá no lo hubiera hecho, hay una densidad y un peso en cada canción de Dylan que no puede encontrarse en ninguna otra.

Al final, las canciones de amor son las que mejor resisten. Las canciones sobre el trabajo están bien. Y también las canciones sobre ríos, o padres, o carreteras… Pero las grandes canciones de verdad, las que ni la edad ni las emisoras de radio dedicadas a los años daros pueden desgastar, tratan de nuestros sentimientos románticos.

Sospecho que cualquier muchacho inglés de dieciséis años que visitase Estados Unidos por primera vez a mediados de los setenta se hubiera pasado el viaje entero viendo reposiciones diurnas de Granjero último modelo y comiendo exóticos cereales para desayunar; aventurarse a algo más hubiera tenido como resultado la muerte instantánea por exceso de estimulación.

Ver las palabras de uno convertidas en dinero de Hollywood resulta gratificante en muchos aspectos, pero realmente no se puede comparar con la experiencia de oírlas convertidas en música: para alguien que tiene que escribir libros porque no sabe escribir canciones, la idea de que un libro pueda llegar a producir una canción de alguna manera es embarazosamente excitante.


…me suena como pudiera sonar sobre los títulos de crédito al final de la mejor película que hayas visto en tu vida; y si a ti te suena así, entonces seguro que por extensión eso significa que también podrían tocarlo en tu propio funeral. Y no creo que eso sea exagerar demasiado la importancia de la propia vida. No todas las películas tienen que ser como Lawrence de Arabia o Apocalypse now…


…y que cuando sus dos pasiones chocaban, la colisión era espectacular y sangrienta: Dylan tocaba en Liverpool la noche que Inglaterra jugaba contra Alemania la semifinal de la Eurocopa del 96, y Lee se había bajado directamente del tren para ver el partido en un pub a la vuelta de la esquina de la sala de conciertos. Pero el partido tuvo prórroga y luego esa agonía de los penalties…, así que salió del pub justo cuando los últimos fans de Dylan se marchaban del concierto. Había hecho un viaje de trescientos kilómetros para ver jugar a Inglaterra por televisón. Ése era un hombre con el que yo podía entenderme.

5 de enero de 2011

Héroes


Predica, hermano, predica… Veo los ángeles colgando de la ciudad, las ancianas en llamas saludándome mientras la sonrisa se les extingue…

Pero yo seguí a lo mío. Bailando con mi chaqueta roja las canciones de moda. Mal alimentado pero bien peinado. Sin esperanzas, sin futuro, pero con mucha clase. Ignorando los jardines y arrojándome de cara contra las ortigas. Bebiendo y subiendo a los ácidos, bajando de las noches de coca como el que se cae de un toro salvaje en un rodeo. Pasándolo bien. Besando a algunas chicas y corriendo después. Más rápido que el autobús del colegio. Más listo que los agentes de bolsa. Tan lejos de ellos como se puede estar. Así que ahora no necesito que nadie me desee suerte. He atado todas vuestras promesas con los cordones de mis zapatos y las he tirado al mar. Es tiempo de celebraciones. Vamos a asistir a algunos cambios. Puedes estar conmigo y deberías estar conmigo porque desde la carretera no vas a ver nada. Voy a pasar tan de prisa que despeinaré a tus hermanos, aunque se hayan encerrado en la despensa. Tengo mi chaqueta roja y la palabra más imbécil en la que puedo pensar es DESTINO. Cree en mí o no creas. O mejor muérete. Estoy haciendo lo que puedo. No esperes que te hable de salvación. Sé lo mismo que tú.¿No crees que podría ser mejor? Los chicos del otro lado de la ciudad ya lo están cantando. Pronto serás el único que no se sabe la letra. Si alguien se hubiera tomado la molestia de preguntar sabría que siempre he querido ser una estrella de rock and roll.

- Héroes - Ray Loriga.

3 de enero de 2011

De los cuernos


«Ver al toro coger al torero/ eso es lo mejor» dice Bukowski en su poema Lo mejor y lo peor. Bien. De acuerdo con el viejo Hank. Por muy crudo que suene prefiero ver al animal ganar y no al tipo, ahora en el piso lamentándose, que lo quiere matar por una cuestión de deporte, cultura y hombría. Un supuesto ritual de baile y muerte que dignifica al toro – algo de razón hay, lo admito – porque si perece lo hace en un lance y no de forma canalla en el camal…. ¿Y esos tipos chupando y vitoreando, las mujeres bailando? Cierto, estamos en un espectáculo y eso es lo que importa, el público. Tendrán que buscar otro argumento para el disfraz…

Dos semanas atrás Alfonso Reece escribió el editorial en el diario EL UNIVERSO No son toros los que están. El pobre sonaba desesperado con el llamado a consulta del presidente Correa en el que se añadirá una pregunta referente a la prohibición de corridas taurinas en el país. Lo negativo es que ante tanta impotencia los argumentos y excusas que buscaba para justificar el acto de matar un animal como parte de un espectáculo rozaban en lo ridículo y absurdo: ¿la búsqueda de la felicidad en clavar un par de espadas a un toro hasta que se desangre?, justificación: es una propiedad y podemos hacer con ella lo que queramos; ¿si en Los Andes los indígenas comen cuys y en España no, y otras personas practican la pesca, porque nosotros los tauromaníacos no podemos hacer esto que tanto nos gusta?, como si la alimentación y necesidad de proteínas que trae la carne fuera igual al puro entretenimiento; a los que se suman comentarios anteriores en que ha comparado la salsa con ésta su pasión. Pura bullshit. Dejavú con las opiniones de esos comentaristas de fútbol que abundan y emiten su verdad de la forma en que lo hace alguien que piensa que quienes lo escuchan son unos completos ignorantes - de Fernando Hidalgo únicamente dicen que es muy desesperado mientras Jonathan Montenegro o Jorge Cevallos, los dos que tiemblan cada vez que les cae un balón en los pies, son muchachos con condiciones -. Casi le he perdido el respeto al columnista.

Y aunque prefiero la cornada del toro antes que el fino sable para ganar una oreja o un rabo, no estoy de acuerdo con la consulta popular invocada por el presidente. ¿Por qué? Porque lo hace simplemente para obtener un triunfo electoral. Para crear el efecto de que sí está tomando medidas y está pendiente del tema de la inseguridad. Tan sólo debería guiarse de las encuestas para tomar las acciones del caso en lugar de hacer a la ciudadanía dirigirse a las urnas por algo que será aprobado con más de un 90% de los votos, y que después de todo es un derecho intrínseco de los ecuatorianos y suena a buen vivir. También nos cree unos completos ignorantes. La diferencia abismal es que Reece lo hace sólo con el tema taurino mientras que a Correa le gusta jugar con nosotros y disfruta la satisfacción de la victoria.

Antes que por medio de una consulta popular – acá la tienen difícil los taurinos porque esta es una decisión de las personas y no un Decreto Ministerial – sería mucho mejor que las personas se rehúsen a asistir a las corridas taurinas y otros eventos similares. Boicotearlos con amenazas de bombas, soltando a los toros o dándoles somníferos, reduciéndoles sus apretados trajes a los toreros, lanzando globos de pintura desde el cielo. Cualquier cosa sin llegar a cortar orejas al público y a los que blanden su capa en la arena. Hasta ahí nomás, sin violencia, porque no somos como ellos...
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