26 de julio de 2011

Aquella chica judía de la casa de los vinos otra vez...

No sé si sea por esa borrachera que en este momento llevo por dentro, a cuestas y orgulloso, con tanta mierda laboral encima y varias pérdidas de gente que he conocido; pero releyendo este post que escribí dos años atrás de la fenecida Amy Winehouse - iniciando con un poema que le dedicó el mismísimo Joaquin Sabina -, lo que le dedique a ella pienso que es de las pocas cosas de las que me siento orgulloso. Verdadero amor para la mejor voz de esta generación. Así que no quisiera poner algo nuevo sino recapitular. Clavado de cabeza con el Black to back y mandándolo a la casa de la reverenta verga a todos aquellos que se interesan más en los pleítos que en el arte que nos dejó.


La chica de la casa de los vinos:

La mosquita muerta de nariz judía,
piernas de alfiler, pezón de silicona,
caracola en bolas, amapola umbría,
zulo de entretiempo, culo de persona.
Detesta la gloria dulce fracasita
porque la memoria le provoca estrés,
temprano es muy tarde y
las casas de citasa ciegas
se mueren dos citas después.
Porque el caso es que zapeando mi rutina
entre gran hermano, Alaska y Mickey Mouse
yo me quedo con la basca sin gomina
que alucina con los pedos de Winehouse.
Patrona del último, ebria satanasa,
más negra que el negro que te hace los coros,
se queda tan corta que siempre se pasa
saltando peldaños del apaño al foro.
Tu viejo en el taxi, tu Blake en la trena,
tu agente sudando, tu gente contigo,
la vida es un grano de pus con verbenas
blues del alma en pena, corazón amigo.
Virus del oído, nido de cualquiera,
novia de Carpanta, fan de Mortadelo,
sigue siendo tú pero no te nos mueras,
canta, canta, canta, marujita en celo.


Así la describe Sabina, en un poema publicado en la revista Interviú, a aquella veinteañera de vida intrépida y desordenada que solo se siente a gusto con un vaso de licor en una mano y sosteniendo el micrófono con la otra. Y tal vez alguna sustancia psicotrópica en la intimidad de su alcoba. Una especie de híbrido de Janis Joplin y Nina Simone que con su extravagante peinado y sus enclenques piernas y brazos llenos de tatuajes, con bizarro estilo pineup girl de los cincuentas, te resulta imposible de creer que de sus cuerdas vocales salgan esas poderosas melodías de estilo soul que es lo mejor que se escucha actualmente.

En la resaca de ayer del día de San Valentín, después de tanto mercantilismo sentimental y ambiente decorado de rojo, con ganas de escuchar algo realmente verdadero, un concierto de Amy Winehouse pasado por cable fue un surrealista regalo. En un íntimo escenario con candelabros, tenues luces, su mestiza banda y un recatado público, a través de la pantalla, Amy se pasó. Mezclando indie con soul y mucho jazz, creando esa música atrayente y con cierto toque nostálgico, te paralizas por dos horas, aguantando incluso los comerciales, cada dos temas, del irrespetuoso canal, pensando de donde puede salir tanta belleza.

Mi lado ortodoxo y conservador siempre ha estado ligado con la música. Pocas veces acepto las mezclas (a excepción de Los fabulosos cadillacs), y lo clásico (entiéndase por Eric Clapton, The Rolling Stones, The Beatles y otros grandes) es lo único que está guardado en mi laptop. Un purista por falta de fe. Pero Amy Winehouse es una grata sorpresa entre tanta Kate Perry, Spears, Aguilera y el grupo de figuritas que piden que otros les escriban sus canciones (lo nuevo de ACDC y Metallica al ser ellos viejitos, es otra cosa).

Cada vez que la Winehouse se mete en problemas por agresiones o por su consumo de drogas y los medio de prensa lo aprovechan como primicia, pienso, al igual que otros lo hacen con Charly García (Amy y Charly comparte ese estilo demoledor de hoteles), que si algo le pasa a ella, nosotros estaremos perdiendo a la mejor voz femenina de esta generación. Y su talento no termina en su majestuosa voz que perdurará más que los desechables músicos de hoy, también es capaz de escribir canciones tan punzantes y emotivas como back to black (que le da nombre a su disco) y tears dry on their own, que actualmente se están utilizando para enseñar poesía en Cambridge y se están comparando con los poemas de Walter Raleigh del siglo XVI. Solo escuchen la emotividad de Love is a losing game que, misericordemente entre tanta basura, nos regala la chica judía de la casa de los vinos.


22 de julio de 2011

Una feria

Vi a Skármeta firmando docenas de libros con un toque de casi profesionalidad. Su actitud parecía más la de un comerciante de puerta a puerta que la de un escritor. Cristina Reyes a dos stands ofreciendo poemas. Me cagué de la risa… Bonil, sabiendo que le pasaba tocar toda la mañana y tarde, tenía actitud de burócrata atrapado en su cubículo. El ambiente con la apariencia de ese cuento del detective salvaje de Roberto Bolaño en el que se burla de las convenciones literarias, premios y ferias. El precio a pagar. El círculo vicioso. La metamorfosis: de creadores a sellsmen. «No solo de letras vive el hombre». La pérdida del romanticismo – más para ellos que para los visitantes –. Igual que después de haber escrito hace casi tres años algo sobre Julian Beever y sus dibujos de tiza, pensando que sus obras eran más del estilo guerrilla, transgresoras, adueñándose de la calle, cuando vino a Guayaquil a lo que se asemejó su visita fue a una estrategia de merchadinsing. La señora corta sueños llamada realidad.

Sábado de julio soleado por el centro. Tanto calor que los depredadores de Arnold podrían tomarse toda la bahía y avanzar hasta Las Peñas; y yo al igual que el mismo Bolaño de arriba cuando le decía a Javier Cercas, en Soldados de Salamina, que él es de los que leen hasta los papeles que encuentra tirados en la calle, con ganas de agenciarme algo de literatura a bajo precio, me dirigí a la anual Feria del Libro. La que no recuerdo si he visitado antes porque creo no hay nada que valga recordar. Sin pena ni gloria, con aires de una de esas demostraciones de productos que cada año se dan en el Aguirre Abad, aunque acá en un sitio mucho más simpático. La crítica no va tanto por el lado de un programador o poeta que denuncia la falta de editoriales, temas o anunciantes, sino de un consumidor de letras.

Poca gente – en Buenos Aires, en la Rural la fila daba vuelta a la cuadra para ver y escuchar a Sabater y a Saramago –, stands de autores que han escrito uno o medio libro en su vida. Política por doquier y ficción costosa. Richard “The Wire” Price a 30 dólares. Océano ofreciendo la biografía de Mile Davis a 38 dólares. Harry Potter tratando de hacer economías a escala. Tan solo 10% de descuento en Mr. Books y nada de Bukowski o Fontanarrosa. WTF? con lo de internacional. Cuando llegué a una señora con apariencia de punk y el resto de sus amigos con pinta de amantes de Allan Poe, creyendo que iba a sacar algo bueno de ahí, la historia del rock a 40, Zodiac a 29. A sacar plata del cajero si quieres llevar más de uno. El bolsillo como el mejor indicador para conocer si alguien realmente ama a las letras. Más allá obras cristianas, superación personal y Barney anunciando una tienda de disfraces. No podían faltar los “for dummies”. Hora de almuerzo y al rato jugaban Perú con Colombia. 90 minutos contados y tiempo de sacárselas... A la salida un guardia que de ley anteriormente trabajó como robaburros pedía todas las facturas mientras te veía con la misma desconfianza que a un exconvicto. Nuestra cultura porteña.


Al final lo de siempre – como en esa otra Feria del Gobierno que suelen hacer en Octubre –: a la campaña Eugenio Espejo con el mismo quiteño de cabello largo atendiendo, comprando algo de Huilo Ruales y una colección de cuentos que incluye a Leonardo Valencia, y en la Casa de la cultura a precio de remate haciéndome de los cuentos de Fernando Jaramillo y de la historia de la cinematografía ecuatoriana que a algún tesista le servirá.

Por cuestión de costos Puro Sabor Nacional – otro wtf? con lo de internacional –. Peor es nada. Puede que si no hubiera sido por la feria nunca hubiera encontrado a esos autores. Al igual que librerías, lectores y libros en esta ciudad.

14 de julio de 2011

La telenovela sudamericana para hombres

Sana envidia un mes atrás con esa entrada de Peñarol en el estadio Centenario de Montevideo para la final de la Copa Libertadores (Y dale alegría a mi corazón/es lo único que te pido al menos hoy). Un equipo que viste de amarillo y negro a punto de alcanzar la gloria con puro corazón, por amor local, llena de nostalgia. Emotividad. Ganas de volver a los viejos tiempos, los buenos. De los mejores momentos que he visto en la historia del fútbol. Imposible que no se ponga la piel de gallina. Sólo por el Sur suceden estas cosas.

Sana envidia el día de hoy a Venezuela empatando a 3 con Paraguay – que complicó a España en el mundial –, y diez minutos antes perdiendo con dos tantos de diferencia, en la última chance y el arquero metiendo el pase-gol en un tiro de esquina donde era al todo o nada. ¡Qué drama, mamita! como diría Miembro. Quién diría la vinotinto de hazañas, terminando invicta en su grupo y sin jugar a la especulación. Parándose bien. Se empiezan a escribir páginas de momentos para recordar en su historia. El mejor partido de lo que va del torneo.

Por ahí se dice que los encuentros entre equipos o selecciones de Sudamérica ya no se disfrutan, duelen. Toda la razón. Son batallas donde nada está dicho. Belgrano de Córdoba puede enviar por un año a la B a River Plate en Buenos Aires, en el mismísimo Monumental. Se derrama sangre. Viendo en un bar con un amigo la semifinal de la Libertadores entre Vélez y Peñarol, presenciar el nervio puesto en la cancha, los penales errados y el sufrimiento decimos que eso es más pelota que la final de la Champions. Y puede que no sea mejor fútbol pero en muchas ocasiones eso es lo que esperamos ver. Tensionados 90 minutos, agarrando el televisor por un cuadro al que ni siquiera hinchamos. Qué chucha, por ese tiempo le hemos cogido cariño. Deseando estar ahí, queriendo ser parte del momento. El regreso a la niñez, a la felicidad. (O como decía aquella vieja decepcionada de la vida de uno de los cuentos de Fontanarrosa: Yo voy a la cancha a ver si en una de esas hay un gol y mi marido me abraza)... Que lo parió!

Para nosotros se acabó. Por 5 minutos alegría con los empates. Luego a lo que poco a poco nos hemos ido acostumbrando. Nada, el cero. Sin un horizonte que a lo lejos se pueda divisar. Si el fútbol es una novela lo de la selección ecuatoriana últimamente se ha convertido en una novelita rusa. Por suerte muchas chances más habrá. Por estos lados del continente el fútbol es como el Alfa y el Omega. De algo hay que vivir…




12 de julio de 2011

Aquella noche

Creo que fue en la Rolling Stones que alguien escribió que The Strokes era la banda que llegó al planeta a salvar el rock. 9 años después y no he escuchado algo mejor.

Buena rola...

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