25 de agosto de 2012

Un asesino serial en Chile

El inicio de Estrella Distante de Roberto Bolaño, cuando Bibiano describe la primera  vez que visitó el hogar del psicópata de Wieder, es uno de esos momentos en los que el no prevenido lector siente que está en presencia algo memorable, de las mejores cosas que se han escrito, o al menos él/ella ha encontrado. 

Ese párrafo es más grande de lo que aparenta, describe exactamente un momento, el sentir de una horrible época que se avecinaba. Bolaño aplica lo que hizo Cortázar en Casa Tomada cuando nos decía que con la llegada del peronismo a Argentina todo estaba perdido. No había más remedio que botar las llaves a la ranura de la alcantarilla, esperando que ningún imbécil la encuentra. No había retorno.


Faltaba algo. En la casa de la película de Polanski lo que faltaba eran los cuadros, descolgados prudentemente para no espantar a Mia y a Cassavettes. En la casa de Ruiz-Tagle lo que faltaba era algo innombrable (o que Bibiano, años después y ya al tanto de la historia o de buena parte de la historia, consideró innombrable, pero presente, tangible), como si el anfitrión hubiera amputado trozos de su vivienda. O como si ésta fuese un mecano que se adaptaba a las expectativas y particularidades de cada visitante. Esta sensación se acentuó cuando fue solo a la casa. Ruiz-Tagle, evidentemente, no lo esperaba. Tardó en abrir la puerta. Cuando lo hizo pareció no reconocer a Bibiano, aunque éste me asegura que Ruiz-Tagle abrió la puerta con una sonrisa y que en ningún momento dejó de sonreír. No había mucha luz, como él mismo admite, así que no sé hasta qué punto mi amigo se acerca a la verdad. En cualquier caso, Ruiz-Tagle abrió la puerta y tras un cruce de palabras más o menos incongruente (tardó en entender que Bibiano estaba allí para invitarlo al cine) volvió a cerrar no sin antes decirle que esperara un momento, y tras uno segundos abrió y esta vez lo invitó a pasar. La casa estaba en penumbra. El olor era espeso, como si Ruiz-Tagle hubiera preparado la noche anterior una comida muy fuerte, llena de grasa y especias. Por un momento Bibiano creyó oír ruido en una de las habitaciones y pensó que Ruiz-Tagle estaba con una mujer. Cuando iba a disculparse y a marcharse, Ruiz-Tagle le preguntó qué película pensaba ir a ver. Bibiano dijo que una de Bergman, en el Teatro Lautaro. Ruiz-Tagle volvió a sonreír con esa sonrisa que a Bibiano le parecía enigmática y que yo encontraba autosuficiente cuando no explícitamente sobrada. Se disculpó, dijo que ya tenía una cita conVerónica Garmendia y además, explicó, no le gustaba el cine de Bergman. Para entonces Bibiano estaba seguro que había otra persona en la casa, alguien inmóvil y que escuchaba tras la puerta la conversación que sostenía con Ruiz-Tagle. Pensó que, precisamente, debía ser Verónica, pues de lo contrario cómo explicar el que Ruiz-Tagle, de común tan discreto, la nombrara. Pero por más esfuerzos que hizo no pudo imaginarse a nuestra poeta en esa situación. Ni Verónica ni Angélica Garmendia escuchaban tras las puertas. ¿Quién, entonces? Bibiano no lo sabe.

17 de agosto de 2012

El Tercer Reich en el Sur


Cortado en 5 slices, en YouTube, se encuentra un excelente documental de Roberto “El detective salvaje” Bolaño. Descargas de información que casi acribillan, sólidamente estructurado en formato de 60 minutos. Aparecen Juan Villoro,  el Gran Mario Vargas Llosa, además de vecinos y panas de RB contando y explicando su obra y vida. Consecuencias: Estar totalmente metido en la onda Bolaño, queriendo saber y entenderlo todo. No perderme de nada. Pretender crear un mundo de jóvenes punk y señoras yendo al mercado que caminan a la estación de bus cargando entre sus brazos la copia de alguna de la novelas del chileno. ¿Apresurado? Mi experiencia son las páginas que se adentran en el desierto de Sonora en busca de Cesárea Tinajero. Pare de contar. Para continuar la idea toca empezar desde el principio.

De volada, como si el mundo sí se extinguiera el 21 de diciembre, me metí en las, en apariencia, tétricas y morbosas páginas de “La literatura nazi en América”, sin oportunidad a otro ticket para repetir, más una maratón que un paseo. SPOILER ALERT: Creyendo todos que a  lo que nos metemos es a un ensayo de oscuras celebridades y oscuros personajes anónimos, en realidad lo que Bolaño hace es jugar con su imaginación y presentarnos a manera de enciclopedia un conjunto de biografías de infames inventados. Amantes del Tercer Reich , fascitas, racistas y otros engendros de ultraderecha salidos de su pluma. Y teniéndonos ya enganchados RB hace lo que mejor sabe. Transformar en poesía la vida de sus personajes, elevarlos o llevarlos al infierno. No importa cuál pero siempre los extremos, con viajes llenos de curvas y turbulencias que sin embargo no resultan nauseabundos, más bien la cara del lector pasajero está pegada al vidrio lateral.

Sencillas, resumidas en  datos generales a lo Reader’s  Digest y a ratos contando anécdotas, Bolaño a las vidas inventadas las mezcla con sucesos reales. Entonces aparecen los cameos y las asociaciones de los poetas y escritores del libro con autores que sí pisaron este mundo. Aparece Lezama Lima (no real) y su futuro contrincante a duelo de  espadas en la playa, y también por ahí se cree que están Lugones y otros de carne y hueso escondidos entre las letras. La maldad en oscuros callejones y  luminosos cócteles de sociedad queriendo crear, y lo que despiertan en sus sueños y fantasías se parece a este mundo pero con un aire más pesado y tóxico. Nubes negras y ratas saliendo en la noche.  Catedrales y seres que recuerdan las  atormentadas fantasìas de Ernesto Sabato.

Al final uno de los retratos pintados se mueve y del tomo enciclopédico pasamos a una historia salida de cine negro. Bolaño es un personaje como lo fue en los “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, y acá tiene que resolver un misterio. Lo que también nos dice es que las cosas recién han empezado.

En 1929, mientras el crac mundial obliga a Sebastián Mendiluce a retomar a laArgentina, Edelmira y sus hijos son presentados a Adolfo Hitler, quien cogerá a la pequeñaLuz y dirá: «Es sin duda una niña maravillosa. » Se hacen fotos. El futuro Führer del Reichcausa en la poetisa argentina una gran impresión. Antes de despedirse le regala algunos desus libros y un ejemplar de lujo del Martín Fierro, obsequios que Hitler agradececalurosamente obligándola a improvisar una traducción al alemán allí mismo, cosa que nosin dificultad consiguen entre Edelmira y Carozzone. Hitler se muestra complacido. Sonversos rotundos y que apuntan al futuro. Edelmira, feliz, le pide consejo sobre la escuelamás apropiada para sus dos hijos mayores. Hitler sugiere un internado suizo, aunqueapostilla que la mejor escuela es la vida. Al terminar la entrevista, tanto Edelmira comoCarozzone se confesarán hitlerianos convencidos.

Cada cierto tiempo sus actividades o la bruma que encubría sus actividades erannoticia en los periódicos nacionales. Se hablaba de orgías paganas, de esclavos sexuales yajusticiamientos secretos. Testigos presenciales no del todo fiables juraban que en el patioprincipal no se alzaba la bandera chilena sino la enseña roja con el círculo blanco y la cruzgamada negra. También se decía que allí habían estado ocultos Eichman, Bormann,Mengele. En realidad el único criminal de guerra que pasó unos años en la Colonia(dedicado en cuerpo y alma a la horticultura) fue Walther Rauss, al que luego se quisovincular con algunas prácticas de tortura durante los primeros años del régimen dePinochet. La verdad es que Rauss murió de un ataque al corazón mientras veía por la tele elpartido de fútbol que enfrentó a las dos Alemanias durante el Mundial de 1974 en laRepública Federal


Al año siguiente viaja a Nueva York en autostop y se reúne con Ginsberg y un poetanegro en un hotel del Village. Conversan, beben, leen poemas en voz alta. Luego Ginsbergy el negro le proponen hacer el amor. O'Bannon al principio no entiende. Cuando uno delos poetas comienza a desnudarlo y el otro a acariciarlo la terrible verdad se abate sobre él.Durante unos segundos no sabe qué hacer. Luego la emprende a puñetazos con ambos y semarcha. «No los maté a patadas —dirá más tarde— porque me dieron pena. »

5 de agosto de 2012

Avistamientos Z



1947. D.C. JARVIE, COLUMBIA BRITÁNICA.


Una serie de artículos de cinco periódicos diferentes cuentan los acontecimientos sangrientos y el heroísmo individual asociado con esta pequeña aldea canadiense. Los historiadores sospechan que el transportista Mathew Morgan, un cazador de la zona, regresó a la aldea una noche con un misterioso mordisco en el hombro. Al amanecer del día siguiente, veintiún zombis merodeaban por las calles de Jarvie. Devoraron por completo a nueve personas. Los quince humanos que quedaban hicieron una barrera en la oficina del sheriff. Un disparo fortuito de uno de los ciudadanos aguerridos demostró lo que podía hacer una bala en el cerebro. Pero para entonces la mayoría de las ventanas estaban cubiertas, por lo que nadie podía apuntar con sus armas. Planearon trepar hasta el tejado,contactar con la oficina de teléfono y telégrafo y avisar a las   autoridades en Victoria. Los supervivientes estaban a mitad de camino por la calle cuando los gules percibieron su presencia y les dieron caza. Un miembro del grupo, Regina Clark, les dijo a los otros que continuaran mientras ella detenía a los no muertos. Clark, armada únicamente con una carabina MI de EEUU, dirigió a los zombis hasta un callejón sin salida.  Los testigos insisten en que Clark lo hizo a propósito, reuniendo a los no muertos en un lugar limitado que le permitiera alcanzar a un máximo de cuatro objetivos a la vez.Con una puntería fantástica y un tiempo de recarga pasmoso, Clark eliminó a todo el grupo. Varios testigos aseguran que vació un peine de quince balas en doce segundos sin fallar un solo tiro. Más pasmoso aún resultó que el primer zombi al que derribó fuera su marido. Fuentes oficiales tachan el suceso de «exposición inexplicablede violencia pública». Todos los artículos que salieron en el periódico se basan en lo que dijeron los ciudadanos de Jarvie. Regina Clark se negó a ser entrevistada. Sus memorias siguen siendo un secreto guardado por su familia.

De Gula de supervivencia zombi, Max Brooks.
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