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23 de junio de 2012

De haber leído Missing de AF


La culpa la tiene Foster Wallace. Después haber estado metido durante cuatro meses en ese devastador-hermético-apocalíptico-y-chupa-almas mundo llamado La broma infinita no tuve ganas de leer nada en mucho tiempo. No estaba preparado. Y después de todo cuatro meses sin coger libro alguno a excepción de uno al que le tiene algo parecido al terror es mucho. Al menos para mí. Entonces Missing (una investigación), a pesar de sus muchos desesperantes errores de imprenta, fue la luz al final del túnel, incluso más que eso, uno de los mejores libros que he leído en los últimos años. Una gran crónica que empieza con el yo de Alberto Fuguet.  

Estar perdido, desaparecido, olvidado, con una segunda oportunidad es algo a lo que muchos sueñan pero pocos (aunque son más de los que creemos) se atreven, tiene su toque romántico, seduce, y como el mismo autor chileno decía, es parte del sueño americano. Ej. El final de la serie House M.D. termina así, con el filántropo doctor y su escudero Wilson en alguna parte escondida de la Costa Este de USA disfrutando de la libertad – y House es el espejo retorcido de las fantasías que por tener la maldición de buen tipo nunca se pudieron volver realidad –. Carlos Fuguet con su relato te dice que no creas todo lo que ves en televisión. Y eso que no la pasó siempre mal…

Missing (una investigación) empieza como la bitácora de un detective, un detective-periodista-novelista que busca a su tío perdido décadas atrás en el Oeste de Estados Unidos, y poco a poco se va convirtiendo en el relato personal del autor que va describiendo a la familia con todos sus oscuros secretos, debilidades y defectos (el abuelo Fuguet es un personaje tan complejo, revelando al igual que un iceberg sólo la décima parte de su figura), sin mirar atrás, sin que importen las consecuencias. La introducción de una saga familiar, tratando de buscar el por qué y cómo, hasta que nos topamos con el mismísimo Carlos, que nos cuenta (a través de AF) su historia  de manera tan intimista y personal que no recuerdo haber visto hace mucho en documentales y biografías, y que debería ser clase obligatoria para aspirantes a directores y escritores.

Y ahí está el nervio, el mojo de Missing (una investigación), en que se siente tan personal, tan puertas adentro. Recuerda historias cercanas, recuerda a una de esas películas de seres anónimos en sitios anónimos de David Lynch, como los de su proyecto-web Interview Project que en un minuto trataban de relatar sus vidas y por su sinceridad (no siempre es Thunder Road) causaban empatía. Juan Fernando Andrade en su blog, con mucha razón, nos dice que Carlos Fuguet se está convirtiendo en uno de los personajes más relevante de la literatura de este siglo. “Carlos es real, existe, y es justamente eso, saber que todavía anda por ahí, que es de carne y hueso, lo que conmueve y emociona”

La cámara enfoca al vasto desierto. El sol incandescente no deja ver nada y el polvo baila de izquierda a derecha. Sabato decía que para nosotros es más real un dolor de cabeza que un millón de africanos siendo asesinados. Tantos personajes anónimos. Un presidente fue derrocado y seguimos nuestras vidas al igual que ayer. El seguir queriendo leer hasta los papeles que encuentro en el piso volvió (frase plagiada a Roberto Bolaño). Muchas cosas no cambian.   

era como el paraíso
así lo veo a la distancia al menos,
como que me expulsaron del lugar
donde estaba cómodo,
de donde era,
donde entendía todos los códigos,
donde era uno más,
pero esto te lo cuento ahora,
ahora que ha pasado tanto tiempo,
que me han pasado tantas cosas,
si me hubieras preguntado en 1964
si pensaba que vivía en el paraíso,
no sé que hubiera dicho
tampoco hubiera dicho en el infierno,
para nada,
tenía diecisiete, dieciocho años,
era un pendejo…

14 de abril de 2011

Leyes talibanes


Del asiento derecho al izquierdo, el que tiene volante. Pronto dejaré de ser una passenger (“and I ride and ride”, como cante Iggy Pop). Que chucha. Soy de los más viejos de la clase pero por fin estoy haciendo el curso en ANETA. Sentar cabeza. Adquirir activos fijos y patrimonio con el sudor de la frente. Un auto por ahí de segunda. El más ecológico y el que menos me coma los bolsillos. En la clase de práctica el guía sigue deseando que hubiera sido una peladota, o una tiernita para apercollar; porque se pasa todo la hora escribiendo en el BB, sin pararle mucha bola a lo pistola que valgo porque no manejo hace una vida, así estemos en plena intersección y me esté pasando la luz roja. Falta de muchas horas de vuelo. La teoría más que una cátedra sobre conducción segura y adquirir confianza en las vías parece una charla de fatalismo, una película de terror. Las palabras “accidente” o “choque” deben repetirse cada dos minutos. Una advertencia tras otra: Si comió mal desista de conducir, si le cambió el humor procure no manejar, si bosteza oríllese a un lugar seguro y tome una siesta. Me recuerda a ese capítulo de House cuando el demente doctor le dice a uno de sus pupilos que para maniobrar un automóvil de forma precavida deberían atarnos al sillón y ponernos en el cuello un inmenso machete afilado, porque de esa manera nadie rebasaría los 10 kilómetros por hora.

Leyendo la nueva ley de tránsito se puede ver que ahora el límite máximo de velocidad en la zona urbana es de 50 kilómetros por hora. Cárcel de tres días a quien lo exceda. Lo mismo a quien no cargue licencia. Siempre ir por la derecha. Ahora imaginen Guayaquil todos yendo por el carril derecho y a ese ritmo. Además que no llegaríamos nunca, sucedería esa escena del episodio de los Simpsons en el que March (con su nueva camioneta 4x4) acude a un seminario sobre manejo de ira, y los asistentes insisten en cederse el paso uno al otro hasta que todos agotan su paciencia al mismo tiempo. Pero continuan sucediendo los accidentes, así el nuevo tope de alcohol para terminar tras las rejas sea equivalente a un vaso de biela. En Pedro Carbo dos Coactur (también manabita al igual que la Reina del Camino) se estrellaron de frente dejando decenas de heridos. Sería irresponsable no darme cuenta de esto, pero a lo que voy es que las autoridades se van por el camino fácil; poniendo leyes más severas. Todo aguanta el papel. En la misma ley de tránsito, supuestamente para evitar el sicariato, en una moto no puede ir más de una persona. Restricciones con ciertos toques talibanes, y eso que los buseteros continuan parando donde les da la gana y metiendo cuarta cuando deben apurarse para pasar tarjeta.

El Ecuador como sociedad ve las manillas del reloj girar de derecha a izquierda y no al revés como normalmente funciona. Las leyes primero y después los medios para cumplirla o prevenir situaciones fatales (lo que se repite en el área de salud con las maternidades llenas de niños situados en lavacaras, o en la educación con colegios, universidades y escuelas sin cupos). Se supone que los peatones también deben cumplir con las normas de tránsito, con riesgo a sanciones, sobre todo a la hora de cruzar las calles. Habría que preguntarse cuantas esquinas poseen líneas de paso cebra y semáforos para peatones. Se hace la fácil. Mucho más complejo sería educar e inculcar la responsabilidad de los actos, además de prevenir con revisiones y controles. Difícil pero sería algo que valdría la pena, quedaría para el futuro. Por ahora nos tratan como a hijos. Sólo falta la puteada. Algunos la merecen...

30 de octubre de 2010

House, la séptima

Adiós Vicodin. Hola Cuddy. El último jueves de octubre estrenó la nueva temporada de House M.D. Ahora el misántropo doctor tiene novia y está en camino a encontrar la felicidad que empezó a buscar después de salir de un hospital psiquiátrico. Bien por él. ¿Bien por los seguidores? Difícil de predecir si se toma en cuenta que su narcisismo, su arrogante personalidad, su miseria interna – elevadas a la décima potencia de cualquier ser humano normal – lo convertían en el máximo antihéroe de la televisión. Queda el sarcasmo y humor negro, la compulsión en sus actos, la obsesión en sus ideas y la verdad universal: todo el mundo miente. Queda esperar en qué extremas y caóticas situaciones son puestos los protagonistas. Confiar en los guionistas, radicales que al final de cada temporada siempre tratan de mover las fichas, las bases sobre las que está sostenida la historia principal; aunque en más de una ocasión el círculo se ha restablecido y todo vuelve a la normalidad, cortesía de la destructiva naturaleza de Gregory House. Solo, pero con varias voces hablándole en su cabeza.

En el primer episodio de la séptima temporada no hubo enigma médico, la cosa fue más por el lado de los personajes. Puede que las ideas para rarísimos síntomas de enfermedades se estén acabando, una transición para una serie que empezó con un parecido a CSI – solo que un hospital – para pasar a algo más personal, enfocando más las vidas de los protagonistas; o tal vez el final esté cerca; o puede que lo de Huddy – House y Cuddy – tan solo dure unas semanas (no sería primera vez si, repito, se recuerda que en la sexta únicamente estuvo un capítulo en el loquero, y en la ocasión que recuperó el uso de su pierna el dolor terminó volviendo). Pase lo que pase cada acción tiene su consecuencia, y en House M.D. sus creadores y el resto del equipo, como si se tratara de una bomba panfletaria, saben la forma de crear el caos con ellas.

27 de junio de 2010

Todos tenemos una oportunidad...

Está más allá de la lógica el hecho de que siempre se les desea lo mejor a las personas cercanas con las que se tiene algún vínculo y con las que se ha compartido algún buen rato, así las cosas no vuelvan a ser igual y exista la posibilidad de no volverlas a ver. Lo mismo me pasa con los personajes de una serie o una película que realmente me ha parecido buena (épica, memorable) y no puedo sacármela de la cabeza. Después de todo, por encima de cualquier escenario, efecto especial, fotografía o dirección de arte, es la mejor forma para saber que lo proyectado por la pantalla en serio me ha gustado. Tal vez la excepción: el jueves terminó la sexta temporada de House M.D., la mejor serie que existe, y con ese esperanzador y romántico desenlace, siendo lo más racional que puedo ser, no estoy seguro si deseaba que a Gregory House, alter ego de Sherlock Holmes, le vaya bien.

En ese genial inicio de dos horas de duración de la última temporada, con el misántropo médico internado en un hospital psiquiátrico, durante las sesiones que mantenía con su doctor confiesa sus deseos de ser feliz. Abrirse a sus emociones, establecer vínculos con las personas y reducir las dosis de sarcasmo fueron parte de la receta. Veinte episodios después, en otra consulta, le dice a su psiquiatra lo miserable que se siente mientras el resto de personas son felices, al ver a Wilson regresar con su esposa (y echarlo de la casa para vivir con ella) y Cuddy mudarse con su novio, a pesar de haber hecho todo lo que le indicaba. Para el último capítulo las cosas parecían volver a la normalidad. A la autodestrucción: otra vez a consumir Vicodin como caramelos, a alejar a todos sus conocidos y hacer sentir miserables e idiotas a cualquiera que esté dentro de su radio de desprecio. Error. Cada final de temporada es un dilema dentro de la vida de House que cambia radicalmente lo que pasa en la serie. No hay que olvidar cuando además de contar el origen de su discapacidad tuvo que enfrentarse a los fantasmas del pasado; o la ocasión, en uno de los momentos más memorables de la historia de la televisión, que le dispararon y gracias a un medicamento recuperó el uso de su pierna, pero a riesgo de perder la capacidad para resolver los acertijos con su mente; o la vez que renuncia todo su equipo de trabajo y en otra incluso casi pierde a su mejor y único amigo; o cuando su mente empezó a imaginar cosas.
Sin embargo la forma en que terminó esta última es la más radical de todas, incluso más que haber dejado el Vicodin es empezar una relación con Cuddy. Preguntas: ¿Cómo será la serie ahora que su principal personaje está en camino a ser feliz? ¿De House M.D. a Full House de familia perfecta y feliz con las promiscuas gemelas Olsen? ¿O harán con su noviazgo con Cuddy como en la temporada pasada cuando se esperaba ver a House pasar un largo rato en el hospital psiquiátrico y no en una versión pasteurizada (lo robo de Charly) tratando de adaptarse a su trabajo y al resto del mundo alejado de su adicción, que fue de lo que finalmente se trataron los episodios a partir del segundo? La única certeza: por el momento el ya no tan amargado doctor podrá cantar con más alma esa You can´t always get what you want/ and if you try sometime you find/ you get what you need que tanto le gusta

14 de marzo de 2010

Volteando la casa

Antes de que todo vuelva a la normalidad en New Jersey, exactamente en el hospital Princeton Plainsbour, de presenciar otra vez los capítulos en que en homenaje a Sherlock Holmes y a su padre Arthur Conan Doyle, el misántropo genio de la medicina, antiguo adicto al Vicodine, Gregory House, resolverá misterios médicos usando el sarcasmo, quebrando reglas y utilizando la premisa de que todo el mundo miente (me imagino que en menor medida debido a que inició una rehabilitación), el primer episodio de la serie (este de dos horas de duración) muestra a House durante su estadía en un hospital psiquiátrico.



Lo vi, después lo repetí por segunda vez y a la mañana siguiente de sábado, después del desayuno, también por tercera ocasión.

En la serie, la mayoría de capítulos terminan con alguna canción suave, con una melodía casi cursi pero que agrada, del estilo Jack Johnson (o en mejor caso, mucho mejor, con algo de blues, folk, rock clásico), que refleja como las cosas mejoran para sus pacientes después del horrible calvario de la enfermedad y de la incertidumbre de saber qué tienen hasta que el irascible doctor protagonista de la serie se lo dice de la peor manera posible; o después de haber pasado por algún evento irreversible, donde no se puede volver al reconfortante pasado, los pacientes o el resto de los personajes del capítulo hacen un intento por caminar, seguir adelante. Ahí se refleja que el mundo no es el equivocado sino House. Porque a él no le gusta cambiar, así este sea la ilusión más parecida – después del Joker de The Dark Knight – a un agente de la anarquía. Se rehúsa a tomar riesgos que lo puedan exponer, desnudar (el ejemplo más palpable es cuando debe tratar a un agorafóbico que al final decide salir de su departamente-refugio pero su médico no se atreve a invitar a Cuddy a salir, llegando tan solo hasta la entrada de la casa de ella). Por lo que puede resultar curioso e incluso chocante ver al inicio de una nueva temporada a un House algo vulnerable.


Y la verdad es que sí resulta chocante verlo en una faceta casi de Patch Adams cuando aún mantenía su faceta suicida, antes de volverse un médico risueño, en un ambiente que recuerda a la One Flew Over the Cuckoo´s Nest de Milos Forman (con un gran Jack Nicholson), claro que acá en una versión algo más moderna pero igual de sombría, deprimente, desesperanzadora y sin indios que lanzan un bebedero hacia una ventana y escapan al horizonte en símbolo de la libertad. Acá todo comienza con House desintoxicándose en la mejor introducción que he visto para una serie donde la música la toca Radiohead con No surprises (casi se me sale una lágrima al escuchar a House gritando por ayuda – abajo está el video -) y él poniendo de su parte para no volverse loco. Una dirección implecable donde la historia que se cuenta no es la de ningún paciente sino lo que se ve y se trata de descifrar es cómo el protagonista puede salir de su actual estado.

Puede que extrañemos las geniales frases del médico que ahora sin Vicodin, al igual que Charly García, es probable que se encuentre en versión pasteurizada, y las descabelladas soluciones a los acertijos (aunque mucho del humor negro todavía estaba presente en el capítulo inicial de la sexta temporada) que podían terminar con una agresión hacia aquel que lo descifró, pero después de ver las dos primeras horas de vida de House en el hospital Mayfield, hasta su recuperación, puedo decir que por lo menos la calidad artística está asegurada

P.D. Son imperdibles los videos porque además de ser un gran momento para la televisión este inicio de temporada, también es un gran momento para la música. Canciones conocidas y no tan conocidas pero que valen la pena escuchar (ponerle atención a la canción de Iron & Wine que es sublime).






14 de febrero de 2010

Resolviendo acertijos

Tengo mi revista Rolling Stone de febrero del año pasado con AC/ DC en la portada. Además de las entrevistas a los Young, Metallica, Elvis Costello y a la espectacular Kate Perry, en las últimas páginas, entre recomendaciones de libros y películas, hay un comentario acerca de cómo en el cine aparecen cada vez menos films que marquen una época, y como las series de televisión son las que ahora tienen guiones y productores que se arriesgan en lo creativo y no simplemente van a lo seguro. Tanta verdad en aquel comentario. Y si hablamos de series, una por encima de todas. Mi favorita: House M.D. (Dr. House a.k.a.).


Mezclar A Sherlock Holmes (para más similitudes consultar Wikipedia) y a alguien con personalidad de estrella de rock, con mucho de Keith Richards y Mick Jagger (y que los cita con frases en medio de un episodio como You can´t always get what you want o en los que aparece Honky Tonk Woman en versión blues) es una idea para arrancarse los cabellos y entregárselo como tributo a su creador. Exagerar esto es mejor aún. Entre las típicas series de romances en quirófanos y salas de espera o en las que se retrata a médicos sin vida social que le dedican todo su tiempo a los pacientes, que un doctor jefe del departamento de diagnósticos, misántropo (tiene un solo amigo, Wilson – que vendría a ser Watson -), ateo, discapacitado (usa bastón), adicto al Vicodin, al alcohol, a la verdad y a lo totalmente racional, maestro de la ironía y del sarcasmo que se mofa de sus pacientes y de sus colegas, que ve estúpidas telenovelas pero se burla de otras series de televisión (save the cheerleader, save the world), que toca el piano y la guitarra, que únicamente acepta los casos que representan un verdadero desafío para él (o para probar la inexistencia de lo metafísico), es algo que realmente vale la pena ver. Y el egoísta Gregory House (Hugh Laurie) es la serie. Todo gira alrededor de él y su cerebro.

Los episodios siguen el mismo formato: no continúan la trama del anterior, todos son misterios separados, que comienzan con el futuro paciente en una actividad determinada y el momento en que colapsan, luego una de las mejores introducciones que existen para un programa y después de los comerciales vemos a House y su equipo lanzando ideas para dar con el diagnóstico del paciente, entre los consejos moralistas de su amigo Wilson, la relación de amor-odio que tiene con su jefa, Cuddy, su adicción a las pastillas, algo de la vida persona del resto del elenco, todo hasta encontrar una epifanía que resuelva el acertijo, y todo se resuelve con melodías a lo Regina Spektor, Jack Johnson, blues o algo de folk (parecido a la banda sonoro de la excelente Away we go). Nada fuera de lo común en la forma, pero en el fondo, en la esencia, es donde se destaca la serie. Un programa con la premisa de todo el mundo miente puede aportar mucho. Casi una obra arte. Con capítulos que están considerados entres los mejores momentos de la historia de la televisión (uno es en el que a House le disparan).


Como a todo lo que me realmente me ha gustado, a House llegué tarde. Empecé a verla cuando pasaban la cuarta temporada en Universal Channel, por suerte también, gracias al ser la estrella del canal (la serie más vista en el mundo en el 2008), la transmiten todos los días. Siempre vi los capítulos de corrido. No esperé los seis meses de ley para cada nueva temporada. Por mi falta de cable tuve que comprar la versión pirata en una tienda de la 5 season. 24 episodios en 10 días. En 10 días ver a Wilson distanciarse de House, a Cuddy adoptar un hijo, a Kutner suicidarse y a House volverse loco (me quedo con el episodio en el que varias personas mueren por haber recibido transplantes de la misma persona, el del secuestro en el hospital, el del cura alcohólico y pedófilo, el del síndrome de encierro y el de la despedida de soltero de Chase). Esperaré la sexta temporada con House en un hospital psiquiátrico, libre de drogas.

Milagros Amondary para la Revista Rolling Stones escribía que House no tiene complejo de Mesías (salvar al mundo) como la mayoría de médicos, sino complejo de Cubo de Rubik (resolver el acertijo). Continua diciendo que en el capítulo final de la quinta temporada, las piezas se movieron, el verdadero acertijo es House y lo que sucederá ahora que se está volviendo loco. Tendré que esperar.







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