1 de octubre de 2008

Durante el invierno

Enciendo el televisor y saltan ante mí imágenes de las pinturas de Carlos Alonso, hombres y mujeres desgarrados, sin esperanza, sin dignidad y conciencia, flagelados por sus propios actos o las consecuencias de los cometidos por otros. En ese momento recuerdo a los ciegos, ciegos inventados por Saramago que recorren una ciudad convertida en ruinas, casi animales, sin rumbo, sin las emociones que le daban sus ojos, sin nombres porque eso ya no importa. “Ciegos que ven, ciegos que viendo no ven, porque no quieren ver”, como decía la única persona con ojos útiles de ese mundo babieco, antropófago y escarnecido que podemos distinguir los que aún no hemos sido víctimas de ese mar de leche, de esa ceguera blanca.

Ciegos con un corazón vejado, ciego expoliados de su vida, de su futuro. Ciegos que traen a mi memoria la Guernica de Picasso. Guernica de Picasso que a nosotros nos enceguece, como dice Palau, nos aturde y no quiere ser contemplada, quiere ser participe de la historia. Palau que hasta ahora tan solo era la primera calle que pisé en Barcelona, la que me conducía desde Las Ramblas hacia el Barrio Gótico, la que camine aquella soleada mañana de febrero del dos mil ocho, sin saber que al mismo tiempo, ese día veintitrés, Palau dejaba de existir, dejaba de sentir el arte, dejaba de interrogarnos. Palau en ese instante en que moría, para mí recién cobraba vida y dejaba, en mi memoria, de ser un montón de adoquines en una ciudad tan radiante como Barcelona.

Guernica de Picasso que recuerda una barbarie, barbarie con el consentimiento del caudillo Franco. Guernica de Picasso que presenta una victoria del espíritu sobre la materialidad de los poderes fácticos, un símbolo de destrucción, una muestra de realidad y representación de la tragedia, un recuerdo de que todo lo que amamos morirá como decía Michael Leiris. Destrucción que no la he vivido, destrucción de la que no puedo ser empático, destrucción que me recuerda a los ciegos de Saramago y sus más bajos instintos. Destrucción que son como esos objetos que he leído pero nunca los he visto, objetos que solo conozco por nombres: zapador, plañidera, noria, cazo, palangana, zaguán, linfa, calcañar, que sólo son algunos que recuerdo.

Guernica de Picasso que nos recuerda a García Lorca, García Lorca que nos recuerda a los desaparecidos de la Guerra Civil española, García Lorca sin tumba, sepultado en el barranco de Viznar, víctima también de la destrucción. Viznar que pertenece a Andalucía, Andalucía que recorrí: Córdoba, Granada, Sevilla, Huelva, el río tinto y el Moguer de Juan Ramón Jiménez, la Málaga de Picasso. García Lorca que también es un Guernica, García Lorca grande como Picasso. Picasso que tiene una torre con su nombre en Madrid, Madrid que la camine como nos enseño Fito, por El Retiro que en Madrid hacía un rico frío, andando por Castellana que abrigaba el cielo y la mañana. Fito Páez que en Madrid se juntó con Sabina. Sabina que canta Yo me bajo en Atocha. Atocha que también es un Guernica. Atocha que lo recorrí después del horror de aquel once marzo del dos mil tres y me llevó a Toledo. Toledo que fue la última fortaleza de Franco. Franco que con su terror hizo posible el Guernica de Picasso.
Guernica de Picasso y canciones de Fito y Sabina que nunca podré realizar, entonces por el momento palabras, palabras que no lisonjean pero están ahí, palabras que son la vividas, palabras que se unen con otras para formar sinestesia. Palabras que por ahora son escritas por un ciego que ve, ciego que viendo no ve, porque no quiere ver.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico artículo Raúl.
Escribes diabolicamente bien.
Voy a brindarle el link de este artículo a otros amigos blogueros.

Saludos

Max

Raul Farias dijo...

Gracias Max.... todos esperamos un blog tuyo o mas articulos, si te abres uno, tenlo por seguro que por aca tienes un lector.

Gracias y saludos

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