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12 de enero de 2009

Pensamientos en tiempos de crisis: When in doubt... Fuck

(Los eventos críticos ocurren a primera hora de la mañana dentro de la cabeza de nuestro anónimo personaje, entre el desayuno y salir al trabajo).


When in doubt… Fuck es el primer pensamiento de nuestro personaje en los pocos minutos que lleva para él transcurrido el día, aunque algunos madrugadores ya deben estar en media jornada, pero como saben: de nadie es el tiempo (repite en su cabeza). Y así como rayo pasó por su mente esa frase sin recordar por qué, rememora los eventos transcurridos previos a este crucial instante, pero el improvisado inventario solo contiene aquellos hechos que componen la vil rutina; el escuchar las campanadas de la iglesia, la luz del sol filtrándose insolentemente por la ventana, el frío con olor a tierra mojada que le espera afuera, su rostro incambiable en el redondo espejo, el apretar la pasta de dientes como lo hacen los sujetos calculadores: desde la parte inferior, el ver su cuarto en un orden que solo él es capaz de entender y que lo lleva a inmutarse ante las chillonas e infaltables quejas, el preparar café y sus dos cucharaditas de azúcar, unas gotas de leche para revolver y cuando la esencia esté lista le derramamos todo el líquido lácteo, con suerte, proveniente de alguna vaca, para luego de acompañarlo con un pan relleno de salado queso de campo y mantequilla de marca, desayunar como todas las mañanas parado frente a una gran ventana con vista a un novel parque y a una centenaria iglesia donde también está presente una estatua con la cabeza de Cristo decapitada, presuntamente por la Pacha Mamma, por algún rayo como esos que pasan por su mente.

- Ahora que recuerdo - dice nuestro confundido personaje - When in doubt... Fuck es el vago indicio que trae de regreso al presente a Scent of a woman - aquella película que siempre le resultara cautivante donde el Coronel no vidente Frank Slater emprende junto a su lazarillo el último viaje a New York. Ahí Al Pacino bailará tango, se acostará con una espectacular mujer, conducirá un Ferrari, todo antes de pegarse un tiro en la cama de un hotel de cinco estrellas. Pero previo a la travesía, aún en su rutinaria casa de Boston, el Coronel no vidente agarra a su gato y como despedida le dice: When in doubt... Fuck -.


Nuestro algo educado personaje sabe que esa frase es original del genial Picasso que siempre repetía lo mismo pero traducido al español: Cuando dudes... jode (en el sentido de follar, tirar o coger), pero lo que aún no sabe es porque le vino a la memoria la tan magistral y carnal sentencia del andalúz.

- Tal vez sea esa maldita televisión que solo habla de la crisis - presiente -, mientras la negra caja hueca menciona que el magnate Larry Flint pide un plan de rescate para el entretenimiento adulto (eufemismo de la pornografía) porque como señala el mismo Flint (viejo libidinoso con película propia), en época de crisis las personas buscan con qué distraerse.

- Nacionalizar la pornografía parece un acto patriótico de los norteamericanos - piensa ahora nuestro interesado personaje mientras bebe un sorbo del negro y amargo líquido que lo acompaña en la mañana -. Y tal vez después se pueda nacionalizar a todas las prostitutas, para continuar con Paris Hilton y seres parecidos, finalizando en que todas las estrellas de Hollywood sean parte del Estado. Después de todo es la quinta economía del mundo en palabras de Donald Trump – dice para él mismo nuestro ahora empresario personaje –.


Y repensando la célebre crisis, y todo los datos y análisis que ha almacenado en su memoria, y al ver como todos estos billones en rescates irán a industrias que fracasaron por su ineficiencia y codicia, dándoles montos mayores a los necesarios para acabar con la pobreza y mendicidad mundial - repite nuestro conocedor personaje de los problemas del desarrollo -. Esa es la misma crisis que lo vuelve loco porque no sabe si es existente después de que nuestro personaje vio como mas de un millón de personas se dirigían a la playa sin ningún problema a disfrutar del feriado de principio de año, pero después en otros eventos contemporáneos a este del pasado donde se detiene a escuchar las quejas de sus amigos y compañeros que se flagelan con los valores de sus últimas ventas y los precios de las materias primas, nerviosamente empieza a dudar, llegando a la equilibrada y diplomática conclusión nuestro metafórico personaje de que a la crisis aún únicamente le estamos viendo las sombras de sus garras.

Y al finalizar el café y masticar el crocante y costoso plan (lo de costoso es producto de la crisis), nuestro responsable personaje se dirige a la calle, saliendo de ese cúbil funcional llamado hogar tan solo para aproximarse a otro llamado labor, sin saber que en ese momento, en cubos parecidos y desayunando de forma parecida miles o tal vez millones de personas tienen los mismos pensamientos críticos (o crisicos por crisis), sin notar aún que algo interior les grita desesperadamente: When in doubt... fuck (pero esta vez no en el completo sentido de follar, tirar o coger).

21 de octubre de 2008

En un café

En un café se vieron por casualidad, cansados en el alma de tanto andar, ella tenía un clavel en la mano. Él se acercó y la preguntó si andaba bien, llegaba a la ventana en puntas de pie y la llevó a caminar por Corrientes.

Miren todos, ellos solos pueden más que el amor y son más fuertes que el Olimpo. Se escondieron en el centro y en el baño de un bar sellaron todo con un beso.

En un café – Fito Páez.

Café: El territorio neutral para los apátridas del alma.

Rayuela – Julio Cortázar.

Entre sueño y realidad y otro sueño mezclado con realidad, una vieja gitana viene hacia mí, me agarra la mano y se hace de mi futuro. Yo no se lo comparto, sino que ella me lo brinda por un instante, como un voyeur en mi mano, drogado por sus palabras, a través de esas líneas, creo que voy a conocer todo mi destino, pero ella solo egoístamente me dice: Veo un café.

Entonces un nuevo sueño entra y no me apuñala con un botella rota, como lo hacen la mayoría de estos engendros, esperando que uno reencarne en la realidad que el subconsciente desea, este sueño se presenta como un tren que me embarca en un viaje de primera clase, lo hace amablemente para que no se pierda el yo del sueño de la gitana y la mano, y al final del recorrido me empuja a ese nuevo laberinto que no ha sido conquistado.

Las primeras nuevas imágenes son del café inventado por la Gitana, palabra Gitana con aires de vieja, que comienza con mayúsculas porque dejó de ser objeto – adorno y ahora se convierte en ser, en parte de mi memoria. El local no tiene paredes, solo largos pretiles para evitar que aventureros caigan al limbo, mesas con patas de caballo, sillas hechas de cannabis. Quien atiende es la Gitana, que cobra una rupia para acceder a tu futuro, y con su milenaria magia puede reproducirse y atender a los clientes que entran y salen de mi nuevo sueño con aires de añagaza.

En una de las mesas está sentado Sartre con Danny “el rojo”, hablan de la pasividad y la falta de lugares para conversar de los guayaquileños y como lenta y tácitamente se van convirtiendo en corderitos de un pastor que no recuerda el nombre pero comienza con N y termina en T, y mientras continua con el discurso, Van Gogh lo interrumpe entrando a tropezones al local con su otra oreja en la mano, buscando a Paris Hilton para dársela como regalo. La música es animada por la chica tatuada Winehouse con nariz judía. Janis Joplin la aplaude y Satchmo se enamora de ella, y al lado Charly García discute con Mozart del por qué las personas están obstinadas con la repetición y que con la música del hoy, basta con ir una canción y ya lo habrás escuchado todo.

Sábato y Borges llegan juntos y la Gitana les ofrece una mesa, pero ellos prefieren sentarse en las barandillas porque es un mejor lugar para continuar sus charlas sobre el suicidio, Virginia Wolf que bastante experiencia tienen en estas situaciones, los escucha y decide unirse, pero Sarah Palin la muerde, cual pitbull con lápiz de labio, representando a las buenas mujeres, para que no siga cometiendo vergüenzas de la que las vivas, preocupados en el buen nombre, tienen que hacerse cargo quemando sus libros.

Con la quema de libros aparece Marx, que al escuchar las conversaciones entre Friedman y Goldwin, que lleva en sus brazos a una pequeña Mary Shelley, y por tanto a un Frankestein de peluche, solo se limita a decir: Enajenados y su tocayo Groucho le sirve un vodka de Siberia, que lo tomó el mismo Trotsky con Dostoievsky en alguna de mis pesadillas de Gran Inquisidor.

Allan Poe se emborracha con Pisco y Ron que Hemingway trajo después de pescar en Cabo – Blanco y Cuba, y Tim Burton le ruega un autógrafo al primero. Marilyn Monroe sale de un pastel y le canta cumpleaños feliz a Saddam Hussein, que en una silla alejada se siente solo y triste hasta que llega su compadre de caos, Marulanda. Attila el Huno se une al dúo y Bram Stoker se inspira para escribir Drácula, y Rembrandt, el padre de la luz e hijo de un ciego, enfurecido con Saramago, le reclama el por qué de su fascinación con los no videntes. García Lorca huyendo de España, se refugia en el café con ayuda de Walt Whitman y Oscar Wilde. Y García Lorca, al creador de Dorian Grey, le pinta un cuadro, con el auxilio de sus compatriotas: Picasso, Miro, Goya y Dalí, en el cual no morirá apreciándolo

Entonces yo, harto de solo ser un voyeur, quiero también entrar, pero la misma Gitana no me deja pasar, así me convierto en un esclavo de ella y de mis propios sueños, y la realidad poco a poco va muriendo entre fantasías y pesadillas que comienzan en un café.

1 de octubre de 2008

Durante el invierno

Enciendo el televisor y saltan ante mí imágenes de las pinturas de Carlos Alonso, hombres y mujeres desgarrados, sin esperanza, sin dignidad y conciencia, flagelados por sus propios actos o las consecuencias de los cometidos por otros. En ese momento recuerdo a los ciegos, ciegos inventados por Saramago que recorren una ciudad convertida en ruinas, casi animales, sin rumbo, sin las emociones que le daban sus ojos, sin nombres porque eso ya no importa. “Ciegos que ven, ciegos que viendo no ven, porque no quieren ver”, como decía la única persona con ojos útiles de ese mundo babieco, antropófago y escarnecido que podemos distinguir los que aún no hemos sido víctimas de ese mar de leche, de esa ceguera blanca.

Ciegos con un corazón vejado, ciego expoliados de su vida, de su futuro. Ciegos que traen a mi memoria la Guernica de Picasso. Guernica de Picasso que a nosotros nos enceguece, como dice Palau, nos aturde y no quiere ser contemplada, quiere ser participe de la historia. Palau que hasta ahora tan solo era la primera calle que pisé en Barcelona, la que me conducía desde Las Ramblas hacia el Barrio Gótico, la que camine aquella soleada mañana de febrero del dos mil ocho, sin saber que al mismo tiempo, ese día veintitrés, Palau dejaba de existir, dejaba de sentir el arte, dejaba de interrogarnos. Palau en ese instante en que moría, para mí recién cobraba vida y dejaba, en mi memoria, de ser un montón de adoquines en una ciudad tan radiante como Barcelona.

Guernica de Picasso que recuerda una barbarie, barbarie con el consentimiento del caudillo Franco. Guernica de Picasso que presenta una victoria del espíritu sobre la materialidad de los poderes fácticos, un símbolo de destrucción, una muestra de realidad y representación de la tragedia, un recuerdo de que todo lo que amamos morirá como decía Michael Leiris. Destrucción que no la he vivido, destrucción de la que no puedo ser empático, destrucción que me recuerda a los ciegos de Saramago y sus más bajos instintos. Destrucción que son como esos objetos que he leído pero nunca los he visto, objetos que solo conozco por nombres: zapador, plañidera, noria, cazo, palangana, zaguán, linfa, calcañar, que sólo son algunos que recuerdo.

Guernica de Picasso que nos recuerda a García Lorca, García Lorca que nos recuerda a los desaparecidos de la Guerra Civil española, García Lorca sin tumba, sepultado en el barranco de Viznar, víctima también de la destrucción. Viznar que pertenece a Andalucía, Andalucía que recorrí: Córdoba, Granada, Sevilla, Huelva, el río tinto y el Moguer de Juan Ramón Jiménez, la Málaga de Picasso. García Lorca que también es un Guernica, García Lorca grande como Picasso. Picasso que tiene una torre con su nombre en Madrid, Madrid que la camine como nos enseño Fito, por El Retiro que en Madrid hacía un rico frío, andando por Castellana que abrigaba el cielo y la mañana. Fito Páez que en Madrid se juntó con Sabina. Sabina que canta Yo me bajo en Atocha. Atocha que también es un Guernica. Atocha que lo recorrí después del horror de aquel once marzo del dos mil tres y me llevó a Toledo. Toledo que fue la última fortaleza de Franco. Franco que con su terror hizo posible el Guernica de Picasso.
Guernica de Picasso y canciones de Fito y Sabina que nunca podré realizar, entonces por el momento palabras, palabras que no lisonjean pero están ahí, palabras que son la vividas, palabras que se unen con otras para formar sinestesia. Palabras que por ahora son escritas por un ciego que ve, ciego que viendo no ve, porque no quiere ver.


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