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16 de abril de 2012

Para Kurt

Ayer Página 12 publicó una carta del escritor Douglas Coupland para Kurt Cobain. Hoy la leo... Bajé a primera, STOP, prendo direccionales para que nadie me choque y freno de mano para no irme cuesta abajo. La belleza de la melancolía. Cada acto, cada segundo tiene a sus espaldas una historia infinita. Escuchar Nirvana es un estado. 18 años es la edad para votar, cuando alguien de una patada te dice que eres un adulto. Kurt nunca lo fue. Un niño rubio baila en mi cabeza buscando una niña, o buscando ESO. Siempre parece que fuera a dejar de ponerlos, pero a la larga mi subconsciente o los astros permiten que vuelva... Llega la calma, todo está en orden...

La respuesta reflexiva de todo el mundo era bromear sobre el tema, pero finalmente no podíamos. Dentro de nosotros hay discos de 33 1/3, y hacer una broma sobre vos era lo mismo que pasar una aguja por ese disco, la ironía estaba descartada. Hacíamos bromas, en cambio, sobre las compañías discográficas y sobre ambulancias italianas y sobre comida de hospital, pero nunca sobre vos. La radio pasaba tus canciones una y otra vez, siempre con la misma noticia: no hay noticias.

El chico de ayer.



31 de marzo de 2011

La maldición


Una gigantesca lagartija, llamada Godzilla, que aparece del fondo del océano de vez en cuando para destruir Tokio – la que apareció en NY en una patética película con Mathew Broderick no es la misma de acuerdo a un comentario nipón en otra cinta – no puede ser más que una ironía, sarcamo, a las prueblas nucleares realizadas en la isla Bikini y a las catástrofes de Hiroshima y Nagasaki. Las consecuencias. Lo que es totalmente real es el dolor y el drama sufrido por las víctimas de época de segunda guerra mundial, los pescadores del relato de Kenzaburo Oe que apareció en el Página 12, y todos los actuales evacuados de Fukushima que deben comer cierto tipo de algas con yodo que supuestamente los protegerá. Pareciera que cada generación japonesa de los últimos cien años está expuesta a una especie de maldición radioctiva. Amelie Nothomb mencionaba en su libro Ni de Eván ni de Adán, durante su viaje a Hiroshima, que ninguna nación podría mostrar con tanta solemnidad, con tantas pocas ganas de generar lástima, el horror vivido con el Proyecto Manhattan. Con el terremoto y tsunami no se vieron saqueos, ni ningún tipo de vandalismo o caos, aunque de acuerdo a Ryu Murakami (también en Página 12) los comestibles sí escasearon y la gasolina se acabó. Nadie duda que Japón volverá.

Respecto a lo que hoy sucede en Fukishima, específicame en los reactores nucleares; porque los diarios nacionales publiquen cada vez más cortas noticias acerca de la situación, no significa que la crisis esté controlada, sino que la historia va pasando de moda. En el caso de Chernóbil, los liberales a favor del uso de la energía atómica culpaban al comunismo por el desastre con total razón; su irresponsabilidad para tomar las medidas correctas no salvó millares de vidas. En la crisis actual de Japón, ¿se debe culpar al capitalismo? Después de todo es una compañía privada la responsable. Tampoco es motivo de celebración para los activistas de Greenpeace y el resto de ecologistas, así el partido verde haya derrotado al de Angela Merkel en Alemania. Ni jactarse porque tenía razón en la cuestión de riesgos. Por muy limpia que resulte la energía nuclear quedan las dudas de si estamos preparados para asumir el reto.
En materia ambiental hay algo llamado el principio de precaución, que según Wikipedia – quien mejor para resumir – “es un concepto que respalda la adopción de medidas protectoras cuando no existe certeza científica de las consecuencias para el medioambiente de una acción determinada”. Concepto de locos para los pensadores de libre mercado que creen que con eso se les está quitando su libertad. Según los hechos actuales en Japón a quien no se respetó fue al ser humano, exponiendo a millares de vidas a posibles futuros problemas de salud. Oe en su artículo continuaba diciendo que cuando Japón fue derrotado en la guerra, con la nueva Constitución se declararon “tres principios no nucleares” (no poseer, manufacturar ni introducir en el territorio armas nucleares). Los cuales no se cumplieron desde que EEUU empezó a introducir bombas atómicas en el archipiélago. “Una nación pacifista amparada bajo el paraguas nuclear de los Estados Unidos”. Como lo pensaba Murakami, queda la esperanza… de que termine la maldición.

15 de octubre de 2010

33


622 metros no suenan a nada. Es la distancia que se que se camina para comer el encebollado favorito. Parte de la rutina. Y sin embargo a un grupo de mineros chilenos, ayudados por un exitoso equipo de rescate y un país entero, les tomó 70 días y un elaborado plan salir del lugar donde se encontraban atrapados, en un suceso que a ratos suena más a milagro – aunque el sitio es una ratonera y los culpables deben ser sancionados, dentro del refugio lograron sobrevivir 17 días; lo que indica que, a pesar de negligencias, las cosas en Chile no se están haciendo del todo mal –.

Poco queda para decir de lo ocurrido en la Mina San José dos días atrás, luego de la excesivamente amplia cobertura mediática que hacía del lugar un pequeño Woodstock – pronto se vendrán entrevistas, documentales, películas, libros y más –, con un final de los eventos que deja a los chilenos y al resto del mundo una excelente imagen de la nación, de ser capaces de lograr lo que deseen, de trabajar con la mayor eficiencia, profesionalismo y paciencia para llevar a cabo las operaciones de manera satisfactoria, y generando envidia a cualquier potencia; además un inmenso capital político para su presidente, que sin parecerme del todo ético la forma en que lo consiguió al aprovecharse de un acontecimiento catastrófico, se debe resaltar que no escatimó recursos en el rescate, demostrando su compromiso con la igualdad y el bienestar de cualquier chileno.

Anteriormente a Chile se lo consideraba un cementerio por todos los desaparecidos y muertos en la época de Pinochet; ahora son otros tiempos, los de maternidad en que nacen excelentes ideas y mejores condiciones para los hombres. Todo perfecto hasta enterarnos que el día de ayer falleció un trabajador en otra mina de Chile - además dos mineros, sin esperanzas de vida, se encuentran atrapados en Colombia y cuatro en Ecuador –. Hay cosas que en ninguna parte deberían volver a suceder.

P.D. De todo lo escrito en estos días, y que es mucho – en serio – me quedo con el artículo de Martín Granovsky para Página 12. Varias cosas que no se han mencionado y otras para recordar.

Urzúa, el minero 33.

Se paró frente al presidente Sebastián Piñera y, de jefe a jefe, le dijo: “Espero que esto nunca vuelva a ocurrir”. Y también: “Estoy orgulloso de vivir en este país”. Después, Luis Urzúa se abrazó con Piñera, abrazó fuerte al ingeniero Andrés Sougarret, de la Corporación del Cobre, abrazó muy fuerte a su hijo, habló con ellos y con otros y rompió el protocolo médico. Nada de camilla. Nada de apuro. Terminó de pie cantando ese himno que pone a Chile como “tumba de los libres” o como “asilo contra la opresión”.

Si fuera por la vida de Urzúa según la contó para el diario El Mundo de España el periodista Jorge Barreno, hasta anoche su país fue más tumba que asilo. Su padre era dirigente sindical del Partido Comunista. Está desaparecido desde el comienzo de la dictadura de Augusto Pinochet, que el 11 de septiembre de 1973 derrocó a Salvador Allende. Su padrastro, Benito Tapia, era dirigente sindical de los mineros del cobre y miembro del Comité Central de las Juventudes Socialistas. En octubre de 1973 lo asesinaron en el cementerio de Copiapó y lo enterraron en una fosa común sin ataúd junto a dos compañeros. Fue una de las víctimas de la Caravana de la Muerte, el escuadrón de exterminio que partió de Santiago en helicóptero al mando del general Sergio Arellano Stark y fue matando selectivamente a dirigentes sociales y funcionarios de Allende. Tapia tenía 32 años. Luis Urzúa, 17.

Luis, a quien los asesores de la NASA caracterizaron como “un líder natural”, tiene 54 años y es minero desde 1979. Era el más experimentado de los 33 mineros que quedaron bajo tierra, fue quien los organizó desde el derrumbe y quien resolvió, como lo narró con elegancia a Piñera, “administrar las provisiones”. También contó que lo primero que se preguntaron, cuando las piedras taparon el fondo de socavón, fue qué habría pasado con los demás. Se habían salvado, pero ellos lo ignoraban. Estaban bajo un mar de polvo que tardó tres horas en disiparse. Y además, con razón, no confiaban en los propietarios. “Cuando escuchamos ruido, unos días después, pensamos que estaban trabajando en la mina”, contó Luis. Es decir, imaginaron que no buscaban mineros vivos sino más cobre justo ahora, cuando el mineral que Allende llamaba “el sueldo de Chile” alcanzó su precio internacional más alto en los últimos cincuenta años.

La historia no es una línea recta. Allende nacionalizó la gran minería del cobre (no la San José, que en Chile es considerada minería mediana) en 1971. Designó al frente de la empresa estatal Codelco a uno de sus asesores jóvenes, Jorge Arrate. La nacionalización aceleró el golpe. Pinochet dio marcha atrás con buena parte de las decisiones económicas de Allende, pero no reprivatizó el cobre, que siguió asegurando divisas a Chile y financiamiento a las Fuerzas Armadas. Lo estableció una cláusula por ley. Codelco siguió formando cuadros técnicos y transmitiendo oficios y saberes y durante los últimos dos meses organizó con éxito el rescate que el sector privado chileno era incapaz de afrontar. Ahí abajo, a 622 metros de la superficie seca de Atacama, un hijo de víctimas de la dictadura escribió un día un papelito informando que los 33 estaban vivos y organizó la rutina cotidiana sin dejar de alertarse cuando decaía la moral del grupo.

Nelly Iribarren, su madre de 78 años, relató que “yo me imaginaba cómo mi negro debía estar dando vueltas por el refugio pasando lista a sus compañeros, racionando la comida y entregándoles labores, porque él es así, mandón pero ordenado”. Describió a Urzúa como “muy disciplinado” y dijo que “en la casa era el que llevaba la batuta entre sus seis hermanos”.

Sociedad con tradición autoritaria, que a veces parece fragmentada en castas, Chile no trató bien a sus trabajadores y se ensañó con ellos –con su vida, con sus organizaciones, con su salario, con sus condiciones de trabajo– desde 1973.

Para un minero no es novedad la vida de otro. Mario Castillo, dirigente de los estatales de Río Turbio, recordaba ayer que cuando él empezó en el oficio todavía largaban un pajarito a las galerías. “Si vivía es que había oxígeno sufriente”, dijo. “O prendíamos una llama y veíamos el color para darnos cuenta de si había gases peligrosos en el ambiente”, dijo también. En junio de 2004 murieron en Río Turbio 14 trabajadores. La empresa que había sido concesionaria hasta 2002 perteneciente a Sergio Taselli, deslindó responsabilidades. “La seguridad mejoró después del accidente”, dijo Castillo.

Según la OIT, que encabeza el chileno Juan Somavía, existe constancia de que más de dos millones de personas mueren por año en el mundo por causa directa de sus condiciones de empleo o por enfermedades contraídas en él. Nadie puede decir seriamente que la simple exposición de un problema a mil millones de personas a la vez, en transmisión desde Copiapó, dejará ese problema resuelto. Pero si la política y la acción sindical se sumaran con eficacia a la exposición pública contarían a su favor con un dato evidente: el rescate que terminó anoche hizo más visible para el mundo cómo es la vida de un minero y qué riesgos corre cuando aumenta la desproporción entre la rentabilidad empresaria y la seguridad de los trabajadores.

Por eso Luis Urzúa, el minero 33, el último del grupo que dejó el socavón, el último al que le gritaron “Chichichi/lelele/ Minerosdechile”, se merece un buen pisco.

27 de agosto de 2010

¿Parricidio o no parricidio?

Quemar, desterrar, abolir y otras son las consignas para no llegar a transitar los mismos caminos andados por los padres o aquellos que empiezan a presentar calvicie y canas. Construir algo nuevo y hermoso. Quitarse los grilletes que atan al pasado. Por algo Bob Dylan decía en una de sus canciones – escuchen “My back pages” – que ahora es más joven de lo que antes lo era. Sentir esa libertad de decidir.

“Los años pasan y nos vamos poniendo viejos” cantaba la Negra Sosa. Pero no tanto como para que el cuerpo se empiece arrugar, los órganos a fallar y apreciar cada nuevo amanecer con cierta nostalgia; sino esa edad pasada los veinte, más cercana a los treinta, en que se pierde toda inocencia y se cae en cuenta de cómo uno pudo ser tan crédulo para guardar como tesoro ciertas historias – censuradas para los niños – que los mayores utilizaban para moldearnos de acuerdo a lo que ellos pensaban correcto. Época para cuestionar, para golpearse con el concreto de la realidad.

No estoy de acuerdo con el parricidio de todo legado dejado que varios escritores, cineastas, políticos y personas comunes propugnan, sin embargo destruiría de mis recuerdos eso de no hablar en la mesa, no meterse a la piscina después de haber comido, o que tengamos cuidado a la salida de la escuela porque existen hombres que venden stickers con drogas a los niños - no es que no crea en la maldad de la gente, pero resulta difícil imaginar una industria y redes de distribución de cocaína para el mercado infantil –. Cuestiones que parecen insignificantes pero son ideas teledirigidas a lo más profundo del subconsciente que marcan de por vida, y en nada se parecen a un útil consejo de un anciano sentado en la banca de un parque.

Y en caso de que se vuelva realidad toda aniquilación de nuestros antepasados, una vez confirmado el primer hecho violento después de que alguien se cansó de escuchar la misma cantaleta de que las cosas no son como antes, - tal vez fueron mejores, solo que por esa razón todo lo que viene no va a ser una repitición de lo escrito - en una hermética cápsula guardaría las películas de Godard, Psycho y otras. Al menos eso lo hizo el diario Página 12 en su suplemento RADAR rememorando, con sendos artículos a cargo de Rodrigo Fresán, Alan Pauls y otros escritores, las películas de los 60 que sentaron base para lo que conocemos como cine el día de hoy.

Porque en algunas cosas las décadas pasadas la cagaron para con nosotros, El perdón es gracias a aquella mujer de pelo corto gritando “New York Herald Tribune”. Godard nos mostró que sí tenían sentimientos y ellos, los antes rebeldes y ahora ancianos cobrando su jubilación, también trataban de crear.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-6405-2010-08-27.html



La mejor escena jamás filmada. Bertolucci también lo sabe.

2 de junio de 2010

Un viaje que terminó


Ha pasado un año desde que compré un diario Página 12 en Bs. As. Violeta Gorosdicher trataba de explicar el intento de captar la “América Profunda” de David Lynch, después de un viaje por carretera alrededor de los Estados Unidos, en Interview Project. La idea: entrevistar a personajes anónimos que encontraban en la ruta. Demasiado sencillo. La realidad pura y dura. Desde el mes de junio del 2009, en la página web del director (no dirige las entrevistas pero se ve su mano en la edición), se colgaba cada tres días un episodio nuevo. El jueves pasado se proyectó el último; y ahora finalizado el recorrido, y que al comenzar con cierta incertidumbre no sabía que esperar del mismo (incluso escribí algo en ese entonces), no me queda nada más que transmitir en pocas líneas algo acerca de lo que vi de los Estados Unidos.

Los lugareños de Arizona son verdaderos camaleones tratando de enmendar sus errores; en Utah se respira tranquilidad; los texanos tienen en su mayoría historias duras; la excentricidad de los residentes de Oklahoma es capaz de perturbar a cualquiera; en Arkansas y Georgia Dios está en primer lugar; Alabama es un rincón que se niega a dejar el pasado; en las Carolinas son tolerantes, aventureros y soñadores; Virginia, Pensilvania, Michigan y Ohio son lugares de gente pesimista y recta en su comportamiento; en New York las personas tienen algo de bohemio; en Tennessee la tradición manda; para los de Indiana el mundo es el paraíso; en Wisconsin los sueños no existen, sólo trabajar; Iowa parece una película de motociclistas con un bar abierto 24/7; en Minnesota las leyendas se toman en serio; Wyoming es un desierto de casas donde sus habitantes no paran de irse; y los de Montana no le encuentran sentido al materialismo.


Retratos comunes que sin generalizar muestran rasgos de un estilo de vida, el alcanzar el sueño americano o morir en el intento; y que además de varias películas tipo Away We Go, Into the wild, Elizabethtown y Easy Rider (ojalá Dennis Hopper siga cabalgando su Harley en rutas celestiales y tenga varias conversaciones con Marlon Brando), a pesar de que tuve mi rato de anti-norteamericano-lector-de-Las-venas-abiertas-de-América-Latina, y si me dan la visa, espero hacer un recorrido por EUA (exceptuando Miami, que con palmeras y pésimas series de tv ambientadas en sus playas me trae algo de repulsión). Teniendo como sitios seguros Louisiana por el jazz, Carolina del Sur por sus solitarias playas, toda la Costa Este por sus verdes senderos y sus ferias de langostas, Tennessee por Nashville, Oregon por el grunge y sus cocineros, sin importar quedarme por un largo tiempo en Dakota del Sur, un lugar en el que al parecer terminan las personas con buenas historias según IP.

Son 121 episodios contados en primera persona. El entrevistado habla acerca de su pasado, lo que es vivir en su localidad, sus arrepentimientos, esperanzas y la forma en la que le gustaría ser recordado; con primeros planos de sus rostros, sus manos, además de tomas de sus hogares, de las calles llenas de secretos, objetos que podrían decir mucho de su vida, acompañada de música folk que le da el toque estético a cada video que dura entre tres y cinco minutos. Desde personas que les gustan los cachorritos hasta mujeres que han sido violadas por sus padres, pasando por veteranos de Vietnam y la Segunda Guerra Mundial, otros que dedican su día a ver las nubes y uno que intentó prenderse fuego. «La gente cuenta sus historias. Es tan fascinante mirarlos hablar, conocerlos. Es algo humano, no pueden quedarse afuera de eso» nos explica David Lynch en la presentación. Pasando del conócete a ti mismo de su libro Atrapando al pez dorado a conocer al resto. La materia prima de sus obras, como tan bien lo menciona VG, tratando de captar lo bizarro del american way of life.

Thoreau decía que «en vez de amor, dinero o fama, dame la verdad». ¿Cómo encontrarla? ¿Viajando igual que él? ¿Construyendo una cabaña en la mitad del bosque? ¿Y si es así en qué bosque, a través de qué carretera? Lynch está ayudando a contestar esas preguntas y espera que nos unamos en su recorrido.

P.D. En Youtube se encuentran pocos videos de Interview Project, acá la página con el viaje completo.



4 de noviembre de 2009

Violetas como una justificación

Un mes atrás Mercedes Sosa, La Negra, se fue. Se fue en el sentido de que su corazón dejó de latir y sus pulmones de inhalar aire, porque su voz se la sigue escuchando, difícilmente se apagará; y a diferencia de la canción que cantó varias veces junto a Fito Páez y Víctor Heredia, yo vengo a ofrecer mi corazón: y me iré tranquila, me iré despacio..., ahora más que nunca se siente que ella no se va.


Traté de escribir algo la fecha que murió, pero como siempre las palabras no me alcanzaron. Varios homenajes se le hicieron. Recuerdo dos. El primero que le hizo el diario Página 12 con el título Parte del aire, que a diferencia de muchos de los especiales que hace el diario fundado originalmente por Jorge Lanatta, pero ahora devenido a diario oficialista como te lo dicen muchos de los quiosqueros que abundan en las calles de Buenos Aires, aunque siguen escribiendo en el mismo personajes como Rodrigo Fresán y su sección Radar en serio que vale la pena leer, este especial de La Negra Sosa pienso que no estuvo acorde con ella.

La Negra más que partituras musicales y registros sonoros era puro sentimiento. No cabía el análisis musical como lo hizo Página 12, si no tal vez repasar la historia de alguien que siempre apoyó la música, que fue la madrina del rock argentino (cantando Inconsciente Colectivo con Charly García en Córdoba) cuando lo más probable era que muchos cantantes de folclore estén refunfuñando en un parque, plaza o en alguna cantina con luces pálidas que la música ya no es lo que era antes, y que hasta el último estuvo junto a artistas de la actual generación, como las versiones de sus canciones que tiene con Ceratti, Calle 13 o Shakira. Era lo más parecido a la Pacha Mamma, alguien que estaba en contacto con su tierra y que le gustaba contar historias sencillas, de labores que se repiten todos los días y que ella mostraba su escondido encanto.

Recuerdo en el funeral de Mario Benedetti, el mismo día que dejé Montevideo estuve presente ahí en el Edificio de Congreso (era un lunes lluvioso de mayo), mientras veía por primera y última vez al autor de Los Montevideanos y de Gracias por el Fuego, un ramo de flores con la firma de Joaquín Sabina presente en el auditorio. A La Negra, Sabina le dedicó unas violetas que es el mejor homenaje que he leído y que lo publico aquí como justificación a mi falta de palabras.





Violeta para Mercedes.
Por Joaquín Sabina.

Se nos murió la gran dama,
Negra Sosa, pacha mama
de Corrientes,
que bordó puntos y comas
en las prisas del idioma
de la gente.

Martina Fierro de ley
que sin dios, patria ni rey
tiró p’alante,
antes de decir adiós
me propuso un blues a dos
voces distantes,
distintas, y, sin embargo,
cerquita del ron amargo
que consuela,
que abruma,
que mortifica,
que suma, que santifica,
que desvela.

Cuando rompió la baraja,
hizo del bombo su caja
de Pandora,
entre el mestizo y el yan
quise quedaba con Yupanqui
hasta la aurora.

Todos menos uno, dijo,
provocando el acertijo
de Cosquín,
militante del futuro,
no pudo con ella el muro
de Berlín.

Canto ancestral de Argentina,
la más frutal de las minas,
todo es nada,
no sabe cómo la lloro,
desafinando en el coro
de las hadas.

Madrina de los roqueros
más intrusos, más villeros,
menos brutos;
en calle melancolía
mi letra y su melodía
visten de luto.

Más de una vez la besé
pero nunca olvidaré
la noche aquella:
aquel piano y su voz
y mi sonanta y la coz
de las estrellas.

Me aterran las despedidas
pero gracias a la vida de Violeta,
Mercedes inventó el son
que duerme en el corazón
de los poetas.





14 de octubre de 2009

Portafolio ajeno

Tengo las esperanzas de que algún día se erradique el reggaetón. O al menos sabotearlo. Formar una logia tipo The Fight Club en su contra. Y así contribuir con un granito de arena para que se deje de escuchar a Daddy Yankee cuando uno va a la farmacia y al comisariato. Que la gente lo piense dos veces antes de poner Wisin & Yandel a todo volumen en sus autos, en lugares lejos de una discoteca con su hora loca y todo lo demás. El día en que el reggaetón desaparezca estoy seguro que el mundo será un lugar mejor. Pero que eso pase es más jodido, por ejemplo, a que un miembro del partido republicano de USA gane el Nobel de la Paz.

A la salsa tampoco le hago, pero es soportable y después de todo estamos en Guayaquil. Que no es Cali ni La Habana ni Panamá, pero, como en las fiestas guayacas que recién terminaron, sí es una ciudad donde pueden tocar el mismo día y a la misma hora Gilberto Santa Rosa, El Gran Combo y Víctor Manuel en distintos puntos de la ciudad; y también es un lugar donde uno de ley tiene amigos salseros fundamentalistas que la escuchan mientras juegan ecuavolley o están sentados en una chancleta cervecera, y que te ponen por dos horas, sin tregua, Eddie Santiago y otras cosas del mismo género si vas en su auto camino a la playa. La salsa es más pasable, más tragable, digerible que el reggaetón y después de todo, si se hace memoria, lo más probable es que uno tenga buenos recuerdos con Héctor Lavoe y Rubén Blades poniendo la música de fondo.

Esto va porque estuve viendo las fotos de Marcos López. Un fotógrafo santafesino que estrenó una exposición en su natal ciudad y que después recorrerá varias urbes argentinas y extranjeras (esperemos que algún día llegue a Guayaquil), y sus imágenes, principalmente las relacionadas con su obra Pop Latino, tienen algo de eclético. Muestran la vida del latinoamericano pero al estilo Andy Warhol. Muestra el lado B de la gente de a pie. Lo que muchas veces no se ve en las producciones de digamos: Ibermedia o cualquier persona rica o extranjera que decide filmar a lo Eduardo Galeano la miseria de los pobres o lo folclórico de la clase media. Con las fotos de López el lente capta el ritmo, la fe, el ingenio y ese ambiente con colores de carnaval que le dan vida a la ciudad y al campo, y se esconden entre los tugurios, las crisis y la necesidad. Y eso viene al caso porque estuve escuchando el otro día Calle 13 (para mí es reggaetón y el que no lo considere así que me lo explique por favor) y no le di mucha bola hasta que escuché “No hay nadie como tú” (que la cantan con Café Tacuba), y no estaba tan mala esa huevada, así que sumergiéndome en aguas desconocidas encontré una canción llamada La Perla (junto al salsero mayor, Rubén Blades) que por su letra y la mezcla de ritmos (los que mejor hacen ese plato de bandera musical, personalmente, son Los Fabulosos Cadillacs – que cantaron con la salsera Celia Cruz, Vasos Vacíos -), me pareció la mejor banda sonora para acompañar a este portafolio del que no escribo porque sus imágenes son las que hablan. Denle play al youtube antes de seguir.


Internalizar la mística y los ideales del muralismo mexicano para luego hacer “switch” y traspasarlo a los códigos actuales de comunicación de esta insensata aldea global: ‘Armani – Dolce Gabanna – misiles a Belgrado – realidad virtual’ (Manifiesto de Caracas, 1998).

1. Terraza de la fundación Proa - Buenos Aires, Argentina.




2. Todo por dos pesos - Córdoba, Argentina.




3. Criollita - Santa Fe, Argentina.




4. Reina del queso - Santa Fe, Argentina.




5. Antena - Jujuy, Argentina.



6. Feliz cumpleaños - Buenos Aires, Argentina.





7. En el jardín botánico - Buenos Aires, Argentina.



8. El jugador Carlos Paz - Córdoba, Argentina.




9. Santuario - México D.F., México.




10. Botero en el parque - Buenos Aires, Argentina.



11. Taxista cubano - La Habana, Cuba.



12. Plaza de Mayo - Buenos Aires, Argentina.



13. Leyendo en la cocina - Buenos Aires, Argentina.



14. La ciudad de la alegría - Buenos Aires, Argentina.




15. Gardel apareció en el picnic - Buenos Aires, Argentina.


16. Bolívar y las tres potencias - Caracas, Venezuela.

Para ver el resto de la obra y otras temáticas que ha trabajado Marcos López, acá; y para leer algunos de sus escritos, acá.

6 de julio de 2009

Foxxxy




Baila rica nena, sabrosito, baila rica nena, mas pegadito/ me gusta chichi, me gusta chacha, yo/ quiero que me des/, que me des papaya (Rastaman – Dita, Molotov).

Esos ojos. Ese color de piel. Esos labios. Ese pequeño bikini. Esas tetas. Ese culo. Ese nombre de actriz porno. La única razón para regresar al cine a la segunda parte de Transformers, es volver a ver aquella mujer que en la primera entrega destapa el capó de un auto y sus firmes abdominales son enfocados acompañados de su cuerpo arqueado que denota unas deseables curvas. El resto me imagino que es basura. Un montón, calculado en millones de dólares, de efectos especiales para generar vértigo durante casi dos horas (otro placebo para la falta de argumento en esta película). No la he visto pero me la imagino. ¿Por qué? Porque Michael Bay siempre hace lo mismo. La misma puesta en escena al estilo Armaggedon donde el mundo está en peligro y solo los Estados Unidos y sus instituciones militares podrán salvarnos.

Pero volviendo a lo de aquella chica que en estos días nos tiene con las hormonas a flor de piel a todos los hombres, en la sección Radar del diario Página 12, Mariano Kairuz le escribe un artículo con el título: “Megan Fox, la estrella que todavía no hizo nada”. Acompañada de una carcajada ante el descuido de lo obvio, la frase no pudo ser más certera, porque la Fox al verla calienta y muchas cosas de las cosas que habla también calientan (gran parte del resto son estupideces), pero de ahí a destacar sus dotes de actriz o recordarla por alguna representación, hasta ahora naranjas. Y la verdad es que, tal vez, todavía no lo ha podido hacer porque no tiene muchas películas en su haber, y quizá (lejanos y dudosos "quizá" y "tal vez") en un futuro pueda sorprendernos, pero volviendo al presente cabe la pregunta: ¿Entonces por qué la tachan de superestrella? La respuesta es fácil: Esos ojos. Ese color de piel. Esos labios. Ese pequeño bikini. Esas tetas. Ese culo. Ese lascivo nombre de actriz porno (sin olvidar sus calenturientas frases y esa pinta de mujer independiente y que no le teme a nada).

Y la Fox también me recuerda, pero creo que es más el artículo del Página 12, a muchas de las modelos, vedettes y supuestas actrices que vemos en televisión, a todas ellas que al final terminan siendo un adorno más en la escenografía, un exuberante adorno como símbolo de éxito para los hombres, o como distracción para olvidar lo patético que es el programa. Carne fresca para el carnal de las estrellas como dirían los de Molotov. Y nos harán babear, aullar como lobos, decirles lo buenas que están y provocar que el resto de las mujeres las odien. Porque para eso están (con su consentimiento, faltaba más). Y claro que sus vidas no se resumen en ser una obra de arte o un pedazo de filete (visto por un experto en admirar cuerpos, o por un curuchupa moralista, o por algun híbrio de los dos), pero eso no las termina convirtiendo en estrellas. A menos que sea la Fox, quien no necesita saber actuar, con su ejército de adolescentes que la tienen presentes en sus húmedos sueños; o a menos que ahora el destacarse en el cine no signifique buenas interpretaciones sino carnes y curvas en el lugar correcto que cualquier dealer cirujano pueden proveer. Si todo sigue así Giselle Bundchen y Alessandra Ambrossio, que cada navidad vemos en el desfile de Victoria´s Secrets, podrían ganar el Oscar en un par de años.

No es que no me guste ver a las despampanentes brasileñas pero me gusta verlas donde están. Y por otra parte, ver a la Fox es un montón de pensamientos que se traducen en: Esos ojos. Ese color de piel. Esos labios… y tal vez lo piense y dude pero no creo que le pondría los cuernos a Anne Hattaway con ella. En Hollywood la mujer de mis sueños.
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