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29 de noviembre de 2009

El 26 fue un día de música (Charly en Guayaquil)

El jueves pasado fue un excelente día. Día de música que comenzó metiéndome en las primeras páginas de ¡Que viva la música! de Andrés Caicedo. Día de música que continúo viendo por 18ava vez el documental de Martin Scorsesse, No Direction Home, acerca de la vida de ese músico–poeta llamado Bob Dylan. Día de música que con semejantes previas no podía terminar mejor que con un concierto de Charly García. Que puede contarse desde el final o desde el comienzo de esa noche. Noche que terminó con Charly, de espaldas y sentado frente a su piano, cantando en Diva Nicotina Confesiones de invierno para 150 personas, estando yo presente, de pura suerte; o desde el comienzo comprando entradas de cancha y terminando en Golden, después de que casi me arrancaran el brazo ante la avalancha que quería estar más cerca del John Lennon del subdesarrollo.



Antes de las 20 corrían los rumores de que no se presentaría. Pero le tenía fe. Esperaba ansiosamente un espectáculo que nunca había presenciado, que lo tenía en mi lista de las 10 cosas de hacer antes de morir. Porque así como Ray Loriga escribía en su libro Días aún más extraños, que la respuesta existencial para darle a su hijo ante la mortal pregunta de ¿por qué venimos al mundo? sería sin duda que para escuchar las canciones de Bob Dylan, haré lo mismo con los míos y para justificar parte de mi existencia, sólo que a Dylan le sumaría otros cantantes entre los que incluiría a Charly en el Top. No defraudó. No importó que fuéramos pocos, que sólo 2500 personas hayan asistido, que a ratos el público tan sólo tarareaba las canciones, que en Guayaquil, tal vez, los empresarios no vuelvan a invertir en traer buen rock. Empezó con veinte minutos de atraso. Y sé que no tiene la misma voz ni el mismo histrionismo de años atrás, pero no le pude pedir más: El amor espera dio luz verde al concierto y el vertiginoso ascenso (cuando el mundo tira para abajo/ es mejor no estar atado a nada) a varias de las canciones que aprendí desde tiempos en los que también me enseñaban las tablas de multiplicar.

Dos horas entre Demoliendo hoteles, Promesas sobre el bidet, Pasajera en trance, Cerca de la Revolución, Nos siguen pegando abajo; todas con un excelente sonido que no te reventaba en los oídos sino que se te metía en los tímpanos como misil teledirigido para después hacer implosión. Después La Marce, Andrés, y este blogger con hambre y pensando en un after concert fuimos a Diva Nicotina a ver que pasaba. Dudé. Pero escuchando a Dylan: Don´t think twice it´s alright me subí al taxi que iba a Las Peñas. No podía ser de otra. Esa noche era parte del aguante, de un grupo del que no quiero salir. A los veinte minutos, mientras bebía mi cerveza, cerraron todas las puertas del bar y entró Charly. Estaban Los Niñosaurios, el vocalista de Los Pescados (Juan Fernando Andrade falto ahí), el blogger de Xavier Flores, este blogger y sus amigos, y el resto de tipos con verdadera suerte, haciéndole el cordón de honor a Charly, gritándole genio, ídolo, escuchando a su banda tocar Seminare, buen blues y harto Rolling Stones, que con la sencillez del caso agarraron los instrumentos y tocaron para los panas; y al final, cuando Charly cantó y nos pidió perdón por estar de espaldas, y ya sabíamos todos que se iba, no quedó más que gritarle GRACIAS. GRACIAS POR TODO. Say no more.


Tómalo con calma/ la cosa es así… Aún no puedo.


4 de noviembre de 2009

Violetas como una justificación

Un mes atrás Mercedes Sosa, La Negra, se fue. Se fue en el sentido de que su corazón dejó de latir y sus pulmones de inhalar aire, porque su voz se la sigue escuchando, difícilmente se apagará; y a diferencia de la canción que cantó varias veces junto a Fito Páez y Víctor Heredia, yo vengo a ofrecer mi corazón: y me iré tranquila, me iré despacio..., ahora más que nunca se siente que ella no se va.


Traté de escribir algo la fecha que murió, pero como siempre las palabras no me alcanzaron. Varios homenajes se le hicieron. Recuerdo dos. El primero que le hizo el diario Página 12 con el título Parte del aire, que a diferencia de muchos de los especiales que hace el diario fundado originalmente por Jorge Lanatta, pero ahora devenido a diario oficialista como te lo dicen muchos de los quiosqueros que abundan en las calles de Buenos Aires, aunque siguen escribiendo en el mismo personajes como Rodrigo Fresán y su sección Radar en serio que vale la pena leer, este especial de La Negra Sosa pienso que no estuvo acorde con ella.

La Negra más que partituras musicales y registros sonoros era puro sentimiento. No cabía el análisis musical como lo hizo Página 12, si no tal vez repasar la historia de alguien que siempre apoyó la música, que fue la madrina del rock argentino (cantando Inconsciente Colectivo con Charly García en Córdoba) cuando lo más probable era que muchos cantantes de folclore estén refunfuñando en un parque, plaza o en alguna cantina con luces pálidas que la música ya no es lo que era antes, y que hasta el último estuvo junto a artistas de la actual generación, como las versiones de sus canciones que tiene con Ceratti, Calle 13 o Shakira. Era lo más parecido a la Pacha Mamma, alguien que estaba en contacto con su tierra y que le gustaba contar historias sencillas, de labores que se repiten todos los días y que ella mostraba su escondido encanto.

Recuerdo en el funeral de Mario Benedetti, el mismo día que dejé Montevideo estuve presente ahí en el Edificio de Congreso (era un lunes lluvioso de mayo), mientras veía por primera y última vez al autor de Los Montevideanos y de Gracias por el Fuego, un ramo de flores con la firma de Joaquín Sabina presente en el auditorio. A La Negra, Sabina le dedicó unas violetas que es el mejor homenaje que he leído y que lo publico aquí como justificación a mi falta de palabras.





Violeta para Mercedes.
Por Joaquín Sabina.

Se nos murió la gran dama,
Negra Sosa, pacha mama
de Corrientes,
que bordó puntos y comas
en las prisas del idioma
de la gente.

Martina Fierro de ley
que sin dios, patria ni rey
tiró p’alante,
antes de decir adiós
me propuso un blues a dos
voces distantes,
distintas, y, sin embargo,
cerquita del ron amargo
que consuela,
que abruma,
que mortifica,
que suma, que santifica,
que desvela.

Cuando rompió la baraja,
hizo del bombo su caja
de Pandora,
entre el mestizo y el yan
quise quedaba con Yupanqui
hasta la aurora.

Todos menos uno, dijo,
provocando el acertijo
de Cosquín,
militante del futuro,
no pudo con ella el muro
de Berlín.

Canto ancestral de Argentina,
la más frutal de las minas,
todo es nada,
no sabe cómo la lloro,
desafinando en el coro
de las hadas.

Madrina de los roqueros
más intrusos, más villeros,
menos brutos;
en calle melancolía
mi letra y su melodía
visten de luto.

Más de una vez la besé
pero nunca olvidaré
la noche aquella:
aquel piano y su voz
y mi sonanta y la coz
de las estrellas.

Me aterran las despedidas
pero gracias a la vida de Violeta,
Mercedes inventó el son
que duerme en el corazón
de los poetas.





23 de octubre de 2009

Feliz cumple Charly García (el 25 nos vemos en Guayaquil)

Si antes de los 25 no has estado en ninguna guitarreada donde se toque a Charly García (o a Sui Generis, Serú Girán o La Máquina de hacer pájaros) es porque hasta entonces no has tenido amigos, o por lo menos amigos con buenos gustos en los que puedas confiar. Corear en algún momento Canción para mi muerte (sobre todo la parte que dice: y encontrarte una mañana/dentro de mi habitación/y prepararás la cama para dos/ turuturutururu) o Rasguña las piedras viene dentro del paquete contratado. Pero el verdadero momento de alguien que siente que vivió y no sólo pasó por la década de los ochenta o noventa es cuando uno se compra, escucha y disfruta el nuevo álbum de Charly en el momento en que sale a la venta. A todos nos llega el momento porque Charly siempre te dará la oportunidad de escucharlo. Te dirá: aquí está mi música… tómala o dejala. Es como escoger entre la pastilla azul y roja (hay mucho en juego), y si tomas la correcta decisión podrás ver que todo eso llamado actualidad está influenciado por su obra, que no sólo es música sino rock en todo el sentido de la palabra. Lo respira y lo vive. Lo ha llevado a cometer excesos para saber que se siente, How does it feel? a lo Dylan.

EL primer disco que escuché entero de García (es decir de corrido, encerrado en el cuarto) fue el Hello! MTV Unplugged. No fue al mismo tiempo que salió porque en su estreno, 1995, tenía 11 años. Sé que en eso estoy en deuda. Sin embargo cuatro años después, en onda quinceañera (cuando te empieza a salir bigote), lo oí y lo reoí hasta el cansancio. Fue una suerte que escuché el Unplugged porque además de estar en versión acústica, en un ambiente desenchufado que implica reláx, intimidad, ganar de utilizar la imaginación, y que en la mayoría de ocasiones son de los mejores discos de un artista, un unplugged casi siempre es una recopilación de Greatest hits. Descubrí los clásicos Demoliendo hoteles, Yendo de la cama al living, Nos siguen pegando de abajo y otros temas, que son himnos plagados de frases para la posteridad. Ahí me di cuenta que estaba escuchando a un profeta existencialista que entendía mejor que nadie lo que pasaba.

Y es una suerte también que mi primer disco fue el Unplugged porque este está en vivo. Ahí Charly no se transforma sino que está en estado puro. Sus canciones trascienden. Después de ver alguno de sus conciertos uno necesita más, es algo que no se puede dejar, y uno piensa el porqué no estuvo en aquel show donde llovía y cuando canta la mejor canción que, personalmente creo, ha compuesto: Seminare, dice “No llueve, escupen”; o la vez que La Negra Sosa lo invita y entonan Inconsciente colectivo en Córdoba y el resto de cantantes folclóricos lo querían linchar; o cuando pone a prueba a sus admiradores pidiéndoles que se arrodillen; o la ocasión en que le pregunta al público cómo empieza su disco Filosofía barata y zapatos de goma, y nadie le contesta bien y él grita, entre las cortinas, que empieza con Los Beatles y manda a aprender la lección y que vuelvan mañana. Hay tantas anécdotas que anotar porque, concordando con muchos de los creyentes, los conciertos del hombre que enciende y apaga las luces (como lo denominó el diario Página 12 en el excelente especial dedicado en su honor) son tan importantes como los lanzamientos de sus discos.


Por eso nadie duda que hoy, 23 de octubre, el estadio de Veléz Sarfield será un orgasmo. Es el cumple de Charly García y su regreso a los escenarios después de haber creído que se nos había ido para siempre. Qué ganas de estar ahí. Que ganas de volverte a ver (como se llama su tour). Suerte que podremos hacerlo el 25 de noviembre que viene a Guayaquil. Ahí habrá que hacer todos los sacrificios. Faltar al trabajo, no salir en un mes, endeudarse con el chulquero, donar un órgano. Todo con tal de estar presente el 25. Say no more.





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