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18 de noviembre de 2009

La obra de Diablo

Lo mejor de Jennifer´s body, además de la Megan Fox, es la frase inicial: “Hell is a teenage girl” (me recuerda la increíble Suicide Virgins de Sofía Coppola, cuando la primera de las hermanas suicidas le responde al doctor, que le pregunta el porqué de quitarse la vida, que él nunca había sido una adolescente de 14 años). Lo dice la otra chica, la que no aparece en los afiches pero comparte protagonismo. Y no es que la película esté mal, sino que había escuchado tantas cosas buenas de su guionista, Diablo Cody, que después de verla era normal sentirse un poco desilusionado.



Megan Fox está bien en su papel de come-adolescentes en un pueblo desconocido de algún estado como Minnesota o Dakota del Norte. No va a ganar críticas favorables en altos círculos ni va a ser candidata al Oscar, aunque es bastante probable que gane el premio MTV dedicado a los filmes. Pero siento que al terminar de ver la película, a esta le faltó algo, se quedó a media maratón. Porque las pretensiones son grandes: emolar, a lo Tarantino, el cine de clase B, sólo que este es el de pueblitos desconocidos y sus asesinos en serie; volver a ese cine ochentero de adolescentes que atrapa (sin embargo en Karate Kid o Dirty dancing, por ejemplo, el mundo de los protagonistas gira alrededor de las artes marciales y el baile respectivamente, y todo los nerds, niños de mamá y los rufianes se dedican a lo mismo y representan su papel en dicha actividad); regresar a lo de la heroína no tan agraciada físicamente pero que al final es la única sobreviviente; tratar de mostrar el ambiente de las preparatorias después de haber sufrido alguna tragedia (que sí suceden en la vida real como la muerte de un grupo de amigos después de que algún loco empiece a dispararles en el aula); y enseñar a todas las mujeres que lo único que quieren los adolescentes (deportistas, góticos, nerds) es sexo, y están dispuestos a hacer cualquier cosa por conseguirlo. Todo esto trayéndolo a nuestra era para crear un video musical de una hora y media de estilo KORN, Linkin´Park y el resto de creadores de ese abominable ser que es el rock de hoy.

Jennifer´s body fue la primera película que vi de Diablo Cody. Pensé que podría ser el inicio de un sinnúmero de colaboraciones entre Megan Fox y la guionista ganadora del Oscar. Lo dudo. Por suerte me motivó a comprar en la esquina pirata de confianza, Juno, la historia de una peladita que se cree mejor al resto (y sólo por tratarlo en algo tiene razón) y queda embarazada de su mejor amigo. No puedo dejar de pensar en ella. Creada con una armonía de locos. Algo que sentí únicamente después de ver Eternal sunshine of a spottles mind. Que uno sabe que no trascenderá en la historia del cine pero pegó tan en lo personal que no quieres separarte de ella. Le agarraste cariño a la historia que empieza durante el invierno y termina en el otoño, a los amigos que rodean a Juno (más los padres, el novio y la pareja que adoptará a su hijo), la música que encaja perfectamente (Superstar de Sonic Youth), el inicio animado, y a Juno, el personaje, con una personalidad que podría servir de inspiración, al igual que Michelle, Lucy, Penny Lane y Eleanor Righby, para una canción de los Beatles que en algo te recuerda que eso que ves en la pantalla lo has vivido. Y sigues vivo para bien o para mal, esperando ese final que no es de musical pero lleva música y a todo el mundo le gustaría tener antes de que empiecen los créditos.

Diablo Cody, la guionista, trabajó de stripper en Minnesota, sin saber porqué, sólo sabía que odiaba su trabajo en la publicidad, después escribió un libro y debutó en el cine ganando un Oscar con Juno. Charlie Kauffman y Robert Price ya tienen una compañera en esa tarea de la que nadie se ocupa que es escribir buenos guiones originales.


6 de julio de 2009

Foxxxy




Baila rica nena, sabrosito, baila rica nena, mas pegadito/ me gusta chichi, me gusta chacha, yo/ quiero que me des/, que me des papaya (Rastaman – Dita, Molotov).

Esos ojos. Ese color de piel. Esos labios. Ese pequeño bikini. Esas tetas. Ese culo. Ese nombre de actriz porno. La única razón para regresar al cine a la segunda parte de Transformers, es volver a ver aquella mujer que en la primera entrega destapa el capó de un auto y sus firmes abdominales son enfocados acompañados de su cuerpo arqueado que denota unas deseables curvas. El resto me imagino que es basura. Un montón, calculado en millones de dólares, de efectos especiales para generar vértigo durante casi dos horas (otro placebo para la falta de argumento en esta película). No la he visto pero me la imagino. ¿Por qué? Porque Michael Bay siempre hace lo mismo. La misma puesta en escena al estilo Armaggedon donde el mundo está en peligro y solo los Estados Unidos y sus instituciones militares podrán salvarnos.

Pero volviendo a lo de aquella chica que en estos días nos tiene con las hormonas a flor de piel a todos los hombres, en la sección Radar del diario Página 12, Mariano Kairuz le escribe un artículo con el título: “Megan Fox, la estrella que todavía no hizo nada”. Acompañada de una carcajada ante el descuido de lo obvio, la frase no pudo ser más certera, porque la Fox al verla calienta y muchas cosas de las cosas que habla también calientan (gran parte del resto son estupideces), pero de ahí a destacar sus dotes de actriz o recordarla por alguna representación, hasta ahora naranjas. Y la verdad es que, tal vez, todavía no lo ha podido hacer porque no tiene muchas películas en su haber, y quizá (lejanos y dudosos "quizá" y "tal vez") en un futuro pueda sorprendernos, pero volviendo al presente cabe la pregunta: ¿Entonces por qué la tachan de superestrella? La respuesta es fácil: Esos ojos. Ese color de piel. Esos labios. Ese pequeño bikini. Esas tetas. Ese culo. Ese lascivo nombre de actriz porno (sin olvidar sus calenturientas frases y esa pinta de mujer independiente y que no le teme a nada).

Y la Fox también me recuerda, pero creo que es más el artículo del Página 12, a muchas de las modelos, vedettes y supuestas actrices que vemos en televisión, a todas ellas que al final terminan siendo un adorno más en la escenografía, un exuberante adorno como símbolo de éxito para los hombres, o como distracción para olvidar lo patético que es el programa. Carne fresca para el carnal de las estrellas como dirían los de Molotov. Y nos harán babear, aullar como lobos, decirles lo buenas que están y provocar que el resto de las mujeres las odien. Porque para eso están (con su consentimiento, faltaba más). Y claro que sus vidas no se resumen en ser una obra de arte o un pedazo de filete (visto por un experto en admirar cuerpos, o por un curuchupa moralista, o por algun híbrio de los dos), pero eso no las termina convirtiendo en estrellas. A menos que sea la Fox, quien no necesita saber actuar, con su ejército de adolescentes que la tienen presentes en sus húmedos sueños; o a menos que ahora el destacarse en el cine no signifique buenas interpretaciones sino carnes y curvas en el lugar correcto que cualquier dealer cirujano pueden proveer. Si todo sigue así Giselle Bundchen y Alessandra Ambrossio, que cada navidad vemos en el desfile de Victoria´s Secrets, podrían ganar el Oscar en un par de años.

No es que no me guste ver a las despampanentes brasileñas pero me gusta verlas donde están. Y por otra parte, ver a la Fox es un montón de pensamientos que se traducen en: Esos ojos. Ese color de piel. Esos labios… y tal vez lo piense y dude pero no creo que le pondría los cuernos a Anne Hattaway con ella. En Hollywood la mujer de mis sueños.
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