28 de junio de 2009

Retratos comunes

Mi nombre es Tommie Holliday. Vivo en Kigman, Arizona. Tengo 54 años. ¿Y qué era lo otro?... Últimamente soy un cero a la izquierda, no tenga vida, no hago nada. Ando por ahí, no sé. Mi novia, el amor de mi vida, tuvo un novio antes que yo. Nosotros estábamos saliendo hacía como seis años pero este novio la acechaba: ella se mudó como veinte veces para alejarse de él. Y tres días antes de que ella lo matara, él me dijo que si no volvían a estar juntos iba a matarla con sus hijos. Aparentemente, fue, la atacó con un hacha, y ella tenía una ametralladora y lo mató. Me quedan 16 meses hasta que pueda verla, entonces vamos a casarnos e irnos lejos de acá. Vamos a tener una vida juntos. Me gustaría irme a Montana, lejos de la gente, en el medio de la nada, lejos de la sociedad. Lejos de estos idiotas, ¿entiendes? Esa gente que te trae nada más que problemas. Esos son mis sueños y esperanzas: agarro a mi novia y me voy a Montana. Sería el hombre más feliz sobre la Tierra. (Tommy, entrevistado en Kingman, Arizona).


Cada vez que me voy de un lugar (son algunos a los 25, sin dejar que esa palabra “algunos” sea sinónimo de cantidad), mientras tomo el metro o el bus que me lleve hacia el lugar que me sacará de ahí, empiezo a escrutar y a mirar a la gente, no con el ánimo de juzgarlos sino de conocer la historia detrás de aquel rostro, de esas arrugas, de esos ojos. Pienso que tienen algo que contar, sólo que nadie se atreve a preguntárselo. Y no es la excepción el trayecto desde que tomo el metro hacia a la estación San Martín, donde tomaré un bus hacia el lejano y estéril aeropuerto de Ezeiza. En el metro observó aquel señor barbado que no suelta una bolsa, como si esta fuera el único recuerdo de una vida previo a un desastre; también poso mi vista sobre una madre impaciente por llegar a algún lugar en una ciudad desierta en día domingo de sus tumultuosas soledades de otras fechas.

Una anécdota cuenta que previo al estreno de la primera “Star Wars”, George Lucas le había mostrado la película a sus amigos David Lynch o Brian de Palma (no recuerdo cual de los dos), además de Steven Spielberg. El creador de E.T. le dijo que sería un éxito de taquilla mientras el otro le vaticinó un fracaso completo. En caso de que ese pesimista haya sido Lynch, esto se puede comprender viendo que su filmografía es una obsesión por la vida cotidiana y lo escondido detrás de ella. Lynch cuenta historias alejadas de las grandes ciudades, las suyas tratan de vecinos que salen a podar el césped de sus jardines, de madres que acompañan a sus hijos a los partidos de beisbol, de huraños y solitarios ex militares, en fin, un retratista de la “América profunda”. “Se lo considera un director oscuro, o al menos uno capaz de filmar la oscuridad para volverla aterradoramente visible” escribe Violeta Gorosdicher en el Página 12 que compre en Ezeiza (puede que sea un periódico oficialista, pero es el de mejor sección cultural), y Violeta también escribe sobre el último proyecto de Lynch: “Interview Project”.


En “Interview Project”, al igual que el resto de sus películas y series, David Lynch cuenta las historias de seres al parecer comunes. La diferencia está en que aquí las historias no se deforman como en el resto del universo de Lynch, o por lo menos eso no lo podemos ver. La idea es sencilla: Un equipo recorre por setenta días 30 mil kilómetros por todos los Estados Unidos entrevistando personas que conocen en el camino. Todo, supuestamente, sin libreto alguno. El proyecto no es de primera mano. David Lynch no dirige, ni está presente en las entrevistas, sino las hacen diferentes cineastas. Son 103 episodios que comenzaron a circular a partir del 10 de junio y aparece uno nuevo cada 3 días. Hasta la fecha 10 están colgados en internet. Todos están filmados al estilo de documental. Con ese ruido, esa suciedad que se siente en el ambiente y la cual me encanta por estar tan alejada de la perfección. Los planos que se ven pueden ser de un viejo canoso de gorra y gafas, al lado suyo un bastón o una van como sus únicos compañeros. Tal vez la ruta por segundos, pero la voz nunca deja de hablar. Tomas del lugar donde viven. De casas con techos vetustos y perros en la calle. Y aunque por el tiempo de 4 minutos, que dura el episodio, sólo se puede escarbar superficialmente la vida de alguien que está contando su historia, la filmación de estos objetos, o un águila volando cerca, (imagino a Bob Dylan viendo lo mismo mientras iba a New York) completan el cuadro.

Debido a los realities, que por volverlos interesante o rentables se trastoca la naturalidad que en principio tenía la idea, maquillándola (en “Interview Project” también se añaden efectos y la música folk, esa de carretera, aparece al principio y al final), uno poco a poco va perdiendo la fe en su sinceridad. Sin embargo por la sencillez que tiene esta idea de Lynch, como un homenaje a la gente común, su fuente de inspiración, a uno le dan ganas de creer que algo de los cuatro minutos es verdad, y también dan ganas de hacer lo mismo y tomar las maletas y emprender un viaje sin saber las personas que uno encontrará. Es casi una obligación hacerlo para así dejarse de prejuicios y generalizaciones de grupos e individuos que supuestamente nada tienen que ver con uno, y saber que hay un mundo más allá de nuestras narices, pero mejor dejo que los expertos hablen y acá la reseña de Página 12 y la página donde se proyectan los episodios.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-5362-2009-06-14.html
http://interviewproject.davidlynch.com/



1 comentario:

Anónimo dijo...

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