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11 de noviembre de 2008

Mientras en Kenia se baila, ¿Qué pasa en el Congo?

El martes 4 de noviembre, la villa de Kogelo, Kenia fue una fiesta con el triunfo electoral de Barack Obama. Los residentes del lugar donde de niño se crió, pastoreando cabras, el padre del 44avo presidente de los Estados Unidos de América ofreció sacrificar un buey si se daba la victoria, y la promesa se cumplió en una celebración donde estuvieron presentes la abuela, Sarah y el hermanastro, Malik del flamante mandatario hawaiano.

Las celebraciones llegaron a Nairobi (capital de Kenia) y otras localidades del país, el presidente keniata mando a asfaltar la carretera que conduce a Kogelo y dispuso de una mayor seguridad para la familia africana de Obama (lo que me recuerda a las discusiones que se mantienen sobre el tema de la seguridad en Guayaquil entre las Cámaras de turismo, un modelo de seguridad que no está enfocado hacia el ciudadano, sino al turista y del que colateralmente se podrían beneficiar los guayaquileños).


Y ya que África está tan de moda en estos días, trasladémonos un poco al sur de este continente y veamos lo que está sucediendo en la República Democrática del Congo (donde el Che Guevara estuvo en los años 60): Desde 1997, según OXFAM, 3.8 millones de personas han perdido la vida (por causas relacionadas con el hambre y enfermedades prevenibles) en una de las más crueles guerras civiles, conflicto provocado por la oposición hacia el dictador Mobuto, el genocidio en Ruanda y la violencia desatada en Burundi (hechos que provocaron que miles de desplazados se trasladen a lo que antes se conocía como Zaire y apoyen la insurrección).

La guerra civil finalizó en el año 2003 con un gobierno de transición y el 23 de enero del 2008, se firmó un acuerdo de paz entre el Gobierno congoleño y 22 grupos armados. Sin embargo, el 29 de octubre del presente año, unas 20 mil personas de la zona de Kibumba fueron desplazadas por enfrentamientos entre el Ejército y el grupo de oposición: “Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo” liderado por Laurent Nkunda.

José García Botía, que pertenece a uno de los “Comités de Solidaridad con África Negra”, duda de la presencia de cascos azules de las Naciones Unidas en suelo congoleño y la masiva cobertura de los medios a un país, que durante su más cruento periodo, no se le dio mayor importancia. Una prueba es la reciente manifestación en las localidades de Goma y Bukavu en contra de la presencia militar internacional.

Las razones para este rechazo del pueblo congoleño y la duda del investigador español, se debe a que varios residentes de las localidades donde se están dando los enfrentamientos, han visto a los soldados de la ONU cargando helicópteros con minerales hacia Ruanda y entregándoles armamento a las tropas de Nkunda. El apoyo hacia este señor de la guerra, tiene su razón de ser, porque el Congo es uno de los países con mayores riquezas minerales dentro del África: Oro, cobalto, diamantes, cobres y estaño son sus principales reservas, pero la joya de la casa es el coltán, el cual produce tantalio, que es esencial para la fabricación de teléfonos celulares y el Congo, debido a su escasez mundial, es un monopolio en cuanto a las reservas.



La sospechosa, reciente, intervención a cargo de Francia y Bélgica con los cascos azules, viene por la presencia de empresas y el Gobierno chino en negociaciones con los dirigentes del Congo para la compra del coltán, a cambio de porcentajes mayores de los que ofrecen actualmente las multinacionales occidentales, peligrando, además del negocio de las telefónicas europeas, también las ganancias de traficantes ruandeses que sacan las materias primas por sus fronteras y de las que se beneficia el presidente de Ruanda (a la que internacionalmente se declara como un ejemplo de desarrollo), Paul Kugame, que a su vez financia a Nkande.

Para África, con la llegada de Obama a la presidencia de EUA, también se esperan winds of change.

Fuentes:
Alguna de las claves para saber lo que está pasando en la R. D. del Congo, por José García Botia.
http://www.revistapueblos.org/spip.php?article1453
Oxfam da la voz de alarma sobre la escalada de violencia en el Congo.
http://www.oxfam.org/es/pressroom/pressrelease/2008-10-29/oxfam-da-la-voz-de-alarma-sobre-la-escalada-de-violencia-congo

7 de noviembre de 2008

El Kevin Carter que algunos llevamos por dentro

Existen fotografías que dan la vuelta al planeta por su crudeza y atrocidad. Su fama proviene del despertar que provoca en el resto de la humanidad, de que existe una realidad a varios miles de kilómetros de distancia.

Imágenes de la masacre de My Lai en Vietnam despertaron al mundo de lo que realmente sucedía en esa guerra, de igual forma; y para los almanaques de nuestra memoria tenemos escenas de los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial. Solo para nombrar unos pocos ejemplos de los horrores, retratados, que han sido autores y víctimas los seres humanos.


Pero, ¿quiénes son los personajes que inmortalizan estos momentos? No aliento a que los veamos cómo héroes, sino simplemente como testigos presentes, en vivo y en directo, de momentos cruciales que quedarán grabados en la historia y preguntarnos: ¿Cómo afectaron estos hechos en sus vidas?



Kevin Carter nació en Sudáfrica en 1960, en plena época de apartheid. Cuando cumplió los 24 años y a sabiendas de los enormes privilegios que tenía por haber nacido blanco y de las enormes injusticias que esta diferenciación conllevaba, empuñó su cámara fotográfica como arma para luchar contra el racismo de aquel entonces.

Con la liberación de Mandela en 1990 y durante los 4 años siguientes, tiempo en el cuál se iniciaron los procesos de paz que llevarían hacia la democracia sudafricana, a causa de los opositores de este proyecto, se vivió el período más violento en este país. En las periferias de Johannesburgo diariamente se produjeron masacres en las que murieron cerca de 12,000 personas. Ahí, copiando las palabras del fantástico John Carlin (periodista el cual sería mi referente si me dedicara a esa profesión), Carter se presentaba, todos los días por las mañanas, a esos campos de la muerte, como se presentan los oficinistas a su trabajo.

John Carlin estuvo también presente en estos sitios como corresponsal de guerra (razón por la qué tomo de su historia los principales hechos para este post) y vio como el fotógrafo sudafricano, por realizar su trabajo, se exponía a los mayores peligros con tal de obtener una imagen. Kevin trabajaba junto a tres compañeros más, a los cuáles denominaban “el Bang Bang Club”. Dormían poco y consumían drogas de todo tipo para adaptarse de la mejor manera, en ese mundo frenético al que debían asistir durante el tiempo que duró el conflicto.


En marzo de 1993, Carter viaja de vacaciones a Sudán y apenas llega al lugar, ve la escena de una niña, que si no supiéramos que se trata de un ser con alma, podríamos decir que era un famélico saco de carne buscando como sobrevivir, acechada por un buitre. Carter tomó varias fotografías durante veinte minutos esperando que el ave carroñera extienda sus alas para darle más dramatismo a la foto. Que el animal extienda sus alas no fue necesario, porque la imagen dio la vuelta al orbe y le sirvió a Carter para ganar el Pullitzer en 1994.

Para él, el compromiso profesional era realizar la mejor foto posible, porque con esto despertaría la sensibilidad de los que la vieran, pero Carter fue comparado con el buitre por su egoísmo de no haber corrido a auxiliar a la niña, además de la constante pregunta que le realizaban sus conocidos: ¿Ayudaste a la niña?

Esta constante y agobiante persecución, sumada al asesinato de uno de sus compañeros del “Bang Bang club” y al cese de la guerra en Sudáfrica, que lo puso a Carter en una situación de trabajo estable, provocó que el 27 de julio de 1994, en el sitio donde pasó los mejores momentos de su niñez, el fotógrafo sudafricano se quitara la vida.



Esta historia me recuerda a una conversación que tuve a principios de año, con una persona que trabajó en la organización “Médicos sin fronteras”, durante la guerra civil en Angola. Me contó las barbaries que presenció en ese lapso, y como al final se sintió en un estado donde trataba a sus pacientes como objetos a los que no debería prestársele mayor interés, porque no sabía si seguirían vivos el día de mañana, y si embargo, cuando quiso regresar a su hogar junto a su familia, vio que su vida no era la misma y a los dos meses compró un ticket de avión, solo de ida, con destino a África.

No sé si esté dispuesto o mi carácter sea el suficiente para trabajar dentro de una zona de conflicto donde el único aire que se respire es el de la muerte, pero el ejemplo de Kevin Carter, a pesar de todos sus errores como ser humano, me recuerda como algunas personas estamos dispuestas a ir a lugares lejos de nuestro hogar y en situaciones adversas, por cumplir una labor que realmente apasione, y cuando nos preguntan el por qué lo hacemos, no sabemos que responder, solo sentimos que es algo innato.

Fuentes:
La fotografía de la pesadilla, por John Carlin.
http://www.elpais.com/articulo/paginas/fotografia/pesadilla/elppor/20070318elpepspag_10/Tes

Kevin Carter, por Rubén Pinella.
http://elsenialador.blogspot.com/2006/04/kevin-carter.html

17 de septiembre de 2008

Un hombre corriente

“Imagínese una jaula llena de ratones rodeada de gatos, gatos que entran y salen de la jaula”, dice Paul Rusesabagina “imagínese eso y quizá podrá a empezar a tener una idea de lo que vivimos los que nos refugiamos dentro del hotel durante el genocidio”. Pero: ¿Quién es Paul Rusesabagina? Un hombre corriente, como él mismo se describe en su libro. Les explico un poco el contexto.

En Ruanda, por siglos, convivieron de manera simbiótica varias tribus provenientes de otras regiones, entre estas se hallaban los hutus y los tutsis, hasta que los jefes militares de estos últimos, iniciaron campañas militares contra los hutus, asesinando a sus príncipes y humillando a sus contrincantes, recordándoles que los tutsis eran sus amos. Así empezó una relación de vasallaje, aunque los dominadores eran la minoría y las relaciones socioeconómicas no estaban totalmente definidas. Pero la colonización europea, sea tarde o temprano, debía llegar en algún instante, Alemania y Bélgica, y ahora sí los distanciamientos entre ambas etnias se acrecentaron, llegando a utilizar incluso un documento de identidad para distinguirlos. En 1958, por las tensiones entre tribus, se produjo una revuelta de hutus pidiendo la salida de la monarquía tutsi, siendo de ahí en más, Ruanda, una supuesta república democrática, aunque con un periodo de dictadura en la década de los ochentas (350 mil hutus asesinados).

Ya en 1994, Ruanda, con un Gobierno hutu, es el escenario del peor genocidio después de la segunda guerra mundial. El presidente ruandés, acompañado con su homologo de Burundi, es asesinado cuando tutsis radicales derriban su avión. Este evento sumado a las presiones por el desplome de la economía nacional, las bajas en el precio del café y la rivalidad existente, provocó lo que algunos ya señalaban inevitable. En cien días 500 mil personas fueron asesinadas, 50 mil por día, cuatro cada minuto, casi todas tutsis, aunque también los hutus que quisieron salvar a sus amigos con diferente carnet, corrieron igual suerte. Mientras tanto, las fuerzas militares de EUA y la ONU se retiraron del país, y Al Gore inauguraba el museo del genocidio judío repitiendo varias veces ese hipócrita “nunca jamás”. El machete fue el instrumento predilecto de las bandas rebeldes, lo que volvía al suicidio o al pago por ser asesinado de un tiro, la mejor opción.

Aquí aparece Paul. Hutu con esposa tutsi, padre y Gerente de un prestigioso hotel belga, el Mille Collines (no es un puesto para cualquier ruandés). Pero: ¿Qué vuelve diferente a este hombre corriente? Durante la peor parte del genocidio, Paul fue capaz de salvar (o ayudar según propias palabras) a 1268 personas. En un principio solo le interesaba la supervivencia de su familia. Sin embargo a medida que se acrecentaban las matanzas, el hotel donde trabajaba sirvió de refugio para ruandeses de ambas etnias. Utilizó sus influencias, medios corruptos para hombres corruptos (alcohol y dinero para sobornar), y una línea telefónica, para que no ocurriera una masacre dentro del Mille Collines. ¿Pero por qué los militares no incumplían su palabra y asesinaban a todos los presentes? Después de todo, la mentira no era el mayor pecado cometido. En entrevista para diario EL PAIS de España, Paul decía que la clave consistía en detenerse a negociar y tratar a estos generales o comandantes con respeto y con honor, como si fueran personajes importantes, porque eso les importaba más que el dinero. Ahora el antes gerente vive en Bélgica y trabaja como taxista, debido un intento de asesinato mientras apoya la reconstrucción de Ruanda

Escribo sobre esto, aunque a muchos no les interese, porque estas barbaridades que para la mayoría no existen (en Ecuador gracias a los medios de comunicación), se siguen repitiendo en Darfur y el Congo; y también para recordar que existe un mundo más allá de nuestros ojos, incluso en Ecuador, que sin ser África, también tiene gente vegetariana a la fuerza porque el dinero no alcanza (el hambre después de la guerra, el peor asesino). Este vegetarianismo, que es el menor mal, sucede aquí y ahora, con regeneración urbana y con revolución ciudadana.

Fuentes:
Un hombre corriente, por Paul Rusesabagina.
Película: Hotel Ruanda, dirigida por Terry George.
El hutu salvador, por diario EL PAIS de España.
http://www.elpais.com/articulo/portada/hutu/salvador/elpepusoceps/20050227elpepspor_2/Tes
Paul Rusesabagina: Las palabras pueden salvar y pueden matar, para EL PERIODICO.
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=396704&idseccio_PK=1006
Hotel Ruanda: Sobre héroes y premios, por BBC mundo.
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/newsid_4267000/4267399.stm
El genocidio de Ruanda, por Jesús Sordo medina para el proyecto HOMO HOMINI SACRA RES.
http://www.homohominisacrares.net/sec/historia/rwanda/ruanda1.htm

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