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7 de agosto de 2009

Bono, yo te apoyo

Un bebé – muñeco, en los tiempos que MTV todavía valía algo, preguntaba lo que nos parecería si Tony Blair, Ariel Sharon y Nicolás Sarkozy tomaran una guitarra y armaran juntos una banda, produjeran un disco y se lanzaran por una gira internacional, ante la ola de cantantes activistas que critican a gobiernos del primer mundo y hablan de política.



Que la música pueda cambiar al mundo resulta bastante difícil de creer, casi imposible, una utopía. Igual de difícil resulta creer que un concierto pueda cambiar la forma de pensar de los políticos que toman las decisiones de mayor relevancia, así este se realice al mismo tiempo en distintos continentes, se reúna a Pink Floyd y The Who, se lance un disco y varias toneladas de leche en polvo sean donadas a África. Sin embargo no concuerdo con el muñeco con voz de fumador (y me alegra no concordar con un muñeco) cuando menciona su desdén por los músicos, digamos: políticamente activos (activismo que les brinda también fama, no hay por qué dejar de mencionarlo). Qué además de las letras de canciones (Bob Dylan), campañas (como la de Chris Martin por un comercio más justo), donativos realizados (Michael Jackson por ejemplo), o darle fama a ciertas ONG´S (la guapísima Scarlett Johansson auspicia a OXFAM), estrellas de cine o de la música apoyen iniciativas ecológicas o en contra de la pobreza y a favor del desarrollo, permite también que ciudadanos de países del primer mundo sepan lo que ocurre en otros continentes, y en las condiciones infrahumanas en las que tienen que vivir una parte de su población. Por eso veo con agrado los programas donde Ewan McGregor (Obi Wan Kenobi en los episodios I, II y III de Star Wars) recorre Ruanda después del genocidio y conversa con los sobrevivientes y con los agresores, y habla de los peligros de extinción en que se encuentran los gorilas de las montañas por la casa furtiva; o Flea (bajista de los RHCP) que pasea por Haití y además de conectarse con el inmenso arte de ese país, también relata historias comunes del país más pobre de América Latina y el Caribe. Y por eso también recibí con extremo agrado que Bono (quien le ha dedicado canciones a Martin Lurther King - In the name of love - y ha recorrido en varias ocasiones África y los Balcanes), desde Enero, escribe (aunque no tan seguido como quisiera) una columna en el New York Times (lo que también le trae marketing al diario, no hay porque negarlo), entre las plumas de columnistas superstar como Paul Krugman, Thomas Friedman y Nicholas Kristoff (de lo mejor que se publica en diario EL UNIVERSO por estos lares).


Para consuelo de lo que tienen el pensamiento del cicciobello de MTV o predican el dicho de “zapatero a sus zapatos”, la primera columna de Bono no se refería a política o sobre sus campañas para evitar la propagación del SIDA en África: Era una oda a Frank Sinatra – Notes from a chairman – en vísperas de año nuevo mientras se encontraba en un bar escuchando My way y todos coreaban las estrofas esperando al año siguiente con esperanzas entre vasos de whisky y cervezas Guinnes; pero en la segunda (escribe del constraste entre el carnaval y su tiempo para las fiestas, y la pascua como época para la reflexión en: It´s 2009. Where your soul is?; una analogía entre el tiempo de consumismo egoísta y ahora, con la crisis mundial, dedicarse a mirar a las víctimas de sus consecuencias) y la tercera (Rebranding Africa trata de la visita de Obama a Ghana y las oportunidades de este continente para salir del estado de pobreza y marginación en el que se encuentra) columna habla de los problemas que ha podido conocer y en algo palpar.
Con las acciones de famosos filántropos y las fundaciones de millonarios (“Bill y Melinda”, ¿no suena tan romántico? ) no se resolverán los problemas del mundo (y muchos prefeririamos que no anduvieran tanto en jets privados), pero que otras personas desinteresadas de lo que sucede en el tercer mundo comiencen a tener una idea de los problemas, sepan cuáles son las causas, los culpables y los daños producidos, ya es un comienzo. Y que las letras de Bono o los programas donde aparece Nicole Kidman con mujeres víctimas de la violencia, tengan más impacto que las letras de Friedman, Kristoff y Krugman, dicen mucho de nosotros y nuestros intereses.

Los artículos de Bono en inglés (original):
http://www.nytimes.com/2009/01/11/opinion/11bono.html?_r=1
http://www.nytimes.com/2009/04/19/opinion/19bono.html
http://www.nytimes.com/2009/07/10/opinion/10bono.html

Los artículos de Bono traducidos al español:
http://u2fanlife.com/2009/01/11/erase-hace-un-par-de-semanas-bono-en-the-new-york-times
http://u2fanlife.com/2009/04/19/bono-es-2009-%c2%bfsabes-donde-esta-tu-alma
http://u2fanlife.com/2009/07/11/reposicionando-africa-articulo-de-bono-en-the-new-york-times

7 de noviembre de 2008

El Kevin Carter que algunos llevamos por dentro

Existen fotografías que dan la vuelta al planeta por su crudeza y atrocidad. Su fama proviene del despertar que provoca en el resto de la humanidad, de que existe una realidad a varios miles de kilómetros de distancia.

Imágenes de la masacre de My Lai en Vietnam despertaron al mundo de lo que realmente sucedía en esa guerra, de igual forma; y para los almanaques de nuestra memoria tenemos escenas de los campos de concentración nazis en la Segunda Guerra Mundial. Solo para nombrar unos pocos ejemplos de los horrores, retratados, que han sido autores y víctimas los seres humanos.


Pero, ¿quiénes son los personajes que inmortalizan estos momentos? No aliento a que los veamos cómo héroes, sino simplemente como testigos presentes, en vivo y en directo, de momentos cruciales que quedarán grabados en la historia y preguntarnos: ¿Cómo afectaron estos hechos en sus vidas?



Kevin Carter nació en Sudáfrica en 1960, en plena época de apartheid. Cuando cumplió los 24 años y a sabiendas de los enormes privilegios que tenía por haber nacido blanco y de las enormes injusticias que esta diferenciación conllevaba, empuñó su cámara fotográfica como arma para luchar contra el racismo de aquel entonces.

Con la liberación de Mandela en 1990 y durante los 4 años siguientes, tiempo en el cuál se iniciaron los procesos de paz que llevarían hacia la democracia sudafricana, a causa de los opositores de este proyecto, se vivió el período más violento en este país. En las periferias de Johannesburgo diariamente se produjeron masacres en las que murieron cerca de 12,000 personas. Ahí, copiando las palabras del fantástico John Carlin (periodista el cual sería mi referente si me dedicara a esa profesión), Carter se presentaba, todos los días por las mañanas, a esos campos de la muerte, como se presentan los oficinistas a su trabajo.

John Carlin estuvo también presente en estos sitios como corresponsal de guerra (razón por la qué tomo de su historia los principales hechos para este post) y vio como el fotógrafo sudafricano, por realizar su trabajo, se exponía a los mayores peligros con tal de obtener una imagen. Kevin trabajaba junto a tres compañeros más, a los cuáles denominaban “el Bang Bang Club”. Dormían poco y consumían drogas de todo tipo para adaptarse de la mejor manera, en ese mundo frenético al que debían asistir durante el tiempo que duró el conflicto.


En marzo de 1993, Carter viaja de vacaciones a Sudán y apenas llega al lugar, ve la escena de una niña, que si no supiéramos que se trata de un ser con alma, podríamos decir que era un famélico saco de carne buscando como sobrevivir, acechada por un buitre. Carter tomó varias fotografías durante veinte minutos esperando que el ave carroñera extienda sus alas para darle más dramatismo a la foto. Que el animal extienda sus alas no fue necesario, porque la imagen dio la vuelta al orbe y le sirvió a Carter para ganar el Pullitzer en 1994.

Para él, el compromiso profesional era realizar la mejor foto posible, porque con esto despertaría la sensibilidad de los que la vieran, pero Carter fue comparado con el buitre por su egoísmo de no haber corrido a auxiliar a la niña, además de la constante pregunta que le realizaban sus conocidos: ¿Ayudaste a la niña?

Esta constante y agobiante persecución, sumada al asesinato de uno de sus compañeros del “Bang Bang club” y al cese de la guerra en Sudáfrica, que lo puso a Carter en una situación de trabajo estable, provocó que el 27 de julio de 1994, en el sitio donde pasó los mejores momentos de su niñez, el fotógrafo sudafricano se quitara la vida.



Esta historia me recuerda a una conversación que tuve a principios de año, con una persona que trabajó en la organización “Médicos sin fronteras”, durante la guerra civil en Angola. Me contó las barbaries que presenció en ese lapso, y como al final se sintió en un estado donde trataba a sus pacientes como objetos a los que no debería prestársele mayor interés, porque no sabía si seguirían vivos el día de mañana, y si embargo, cuando quiso regresar a su hogar junto a su familia, vio que su vida no era la misma y a los dos meses compró un ticket de avión, solo de ida, con destino a África.

No sé si esté dispuesto o mi carácter sea el suficiente para trabajar dentro de una zona de conflicto donde el único aire que se respire es el de la muerte, pero el ejemplo de Kevin Carter, a pesar de todos sus errores como ser humano, me recuerda como algunas personas estamos dispuestas a ir a lugares lejos de nuestro hogar y en situaciones adversas, por cumplir una labor que realmente apasione, y cuando nos preguntan el por qué lo hacemos, no sabemos que responder, solo sentimos que es algo innato.

Fuentes:
La fotografía de la pesadilla, por John Carlin.
http://www.elpais.com/articulo/paginas/fotografia/pesadilla/elppor/20070318elpepspag_10/Tes

Kevin Carter, por Rubén Pinella.
http://elsenialador.blogspot.com/2006/04/kevin-carter.html

9 de octubre de 2008

Bob

El día en que muera, sin que eso importe mucho para el lívido y maltrecho cuerpo anteriormente mío metido en un catafalco de pino sin respeto a mi ya difunta claustrofobia, durante el funeral no quisiera disparos al cielo ni discursos que conmuevan, sino que se escuche en el orbe de los aún vivos esta melodía:

Old pirates, yes, they rob I;
Sold I to the merchant ships,
Minutes after they took I
From the bottomless pit.
But my hand was made
strongby the and of the almighty.
We forward in this generation triumphantly.
Won’t you help to sing these songs of freedom?
cause all I ever have:
Redemption songs;
Redemption songs.

Para muchos, Bob Marley no pasa de ser un rato en la playa, en Montañita sentados en la arena siendo parte del breve ambiente epicúreo, con hippies del momento que se pasan los porros (los fasos diría Spinetta en su lunfardo) y esperan el final de la semana para volver a sus rutinas, a sus modas. Esos céfiros momentos también los sentí yo, pero entendí que mi realidad no es lo que determina a Bob y lo que fue él.

Bob Marley no es solo el símbolo de los bohemios del mar, de los adictos al elixir (entiéndase esto por alucinógenos) o de los aventureros con un montón de kilómetros y una mochila en la espalda, también es una influencia directa (aunque muchos no se den cuenta) en la gente que propone un cambio, en los que tenemos de profesión permanente al idealismo (sin que el idealismo sea excluyente de las tres actividades anteriormente mencionadas), esto siempre y cuando dejemos atrás los tabúes y las criticas a expresiones culturales que no entendemos.

Bob fue un activista no – político, brindaba conciertos gratis en su Kingston, Jamaica para promover la paz amenazada por los gángsters. Un 3 de diciembre de 1976, dos días antes de una de sus gratuitas presentaciones (Smile Jamaica), sufrió un intento de asesinato, provocado por los que en la Jamaica de entonces vivían del terror, donde fue gravemente herido junto a su productor y su esposa, Rita. A los dos días, a pesar de tener heridas de bala en el pecho, se paró en el escenario y cantó frente a 80 mil personas en el Smile Jamaica. Su justificación fue: “La gente que está tratando de hacer este mundo peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo? Ilumina la oscuridad”.

Dos años después, luego de un exilio para evitar otro atentado, fue invitado por los dos candidatos a la presidencia de Jamaica para que participara en el evento “Concierto de la paz un solo amor”, evento realizado para confirmar la tregua entre las bandas criminales de Kingston. Durante el acto, Marley hizo posible que los dos principales líderes opositores se dieran la mano frente a 100 mil personas, demostrando una vez más que la música es el camino ideal a la convivencia pacifica. Por sus acciones de esa noche y su lucha contra la opresión, recibió la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas y fue invitado por varios mandatarios africanos a las celebraciones de independencia de sus naciones; en un continente africano donde aun se respiraba esperanza, pasó por Kenia, Etiopia y Zimbawe.

No solo por su activismo Bob Marley es un referente para el idealismo, solo escuchando sus canciones tenemos un grito de libertad. ¡Que mejor himno que Get up stand up para las Naciones Unidas! y Redemption Songs para expresar lo que es dejar los rencores y el pasado a un lado; mientras mi memoria aun recuerda las incontenibles emociones que rezumaban de mi cuerpo que escuchaba a Gilberto Gil (ministro de cultura de Brasil) cantando Kaya (canción de Bob) frente a Kofi Annan en el día mundial de la paz.

Ahora que estamos en época de premios Nobel: propongo un Nobel póstumo de la paz para Marley y su obra.


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