15 de septiembre de 2009

Remember the day when we were young...

Ya lo dijo la revista Rolling Stone, que el 9 de septiembre de este año quedará inmortalizado como el día Beatle, por la remasterización de todo el material grabado por la banda de Liverpool, y por el lanzamiento del videojuego en su honor: Rock Band. John, Paul, George y Ringo (además de George Martin) son los creadores de ese genial disco conceptual llamado Sgt. Pepper´s lonely heart club. Lo concibieron en los estudios de Abbey Road entre diciembre de 1972 y abril de 1973. No es mi favorito pero el disco que sí es mi favorito también nació en los estudios de Abbey Road. Un 15 de septiembre de 1975. Un día como hoy. Y creo que el Wish you were here hubiera salido a la luz así no haya existido el Sgt. Pepper´s… pero me gusta pensar que las canciones de los Beatles les sirvieron de inspiración.



Me gusta, también, pensar que empecé a escuchar Pink Floyd, cuando tenía dieciséis años, sin recomendación de nadie. Sin intermediarios. Que buscando el resto de canciones de los manes que cantaban The Wall me haya estrellado, haya muerto y ascendido al paraíso al descubrir el resto del repertorio de la banda británica. Como si estuviera premeditado. No recuerdo como los descubrí, pero ahora que todo me parece tan sin sentido, como si todo lo que se llama yo estuviera en pausa, como si en realidad el mundo en lugar de expandirse se comprimiera y esos eventos llamados realidad encajaran perfectamente, imitando a un juego de legos, pero de eso nada pudiera entender, la idea no parece tan descabellada. Nunca he creído en el destino o en frases del tipo por algo pasan las cosas, aunque el concepto del karma no me desagrada, pero hay cosas con las que no me concibo, y no me concibo sin nunca haber escuchado Pink Floyd. Y con esa perfección de algunos actos no me parece coincidencia que en estos días (que me han dado ganas de reventarme la cabeza con sus canciones y que cumple un años más de haber sido concebido) me hayan devuelto mi disco Wish you were here que lo tenia prestado. Un álbum que se suponía iba a contener tres canciones que la banda británica estaba tocando desde anteriores presentaciones, según lo sugirió David Gilmour, pero Roger Waters recomendó grabar un disco conceptual que empiece y finalice con la épica Shine on your crazy diamond, y en medio Welcome to the machine y Have a cigar (ambas critican la hipocresía de la industria musical), que termina en el sonido de una radio encendida y le da paso a la canción que nunca dejo de escuchar (bendito seas Roger Waters por haberlo creado y Syd Barrett por haberlo inspirado). Wish you were here (la canción), con su guitarra melancólica y con sus estrofas es puro corazón en medio de la perfección.

El Wish you were here (album) no es tan famoso como The Dark Side of the moon. Ni tiene tantas leyendas. Lo componen únicamente cinco canciones (aunque son de la época en que uno podía grabar temas de quince minutos sin que nadie te jodiera para que los empaquetes en formato de cuatro minutos para video de MTV). Pero cada una de las melodías de ese disco, cuando lo escuché por primera vez, me calaron hasta los huesos. Apenas sabía unas palabras de inglés pero sabía de lo que hablaba Rogers. Ahí están descritas todas las emociones de las que tengo alguna idea. ¿A quién, después de haberle puesto Play, no le han dado ganas de aprender a tocar guitarra, saxofón y de paso a hablar inglés? Y ahora que vuelvo a escucharlo completo el pasado se vuelve palpable y el presente disfrutable. Es una de esas etapas en que todo el día de los parlantes de mi computadora y equipo de sonido sólo saldrán estrofas y notas compuestas por Pink Floyd, y mi voz las repetirá. Y eso significa que todo volverá a estar bien.













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