20 de abril de 2009

Noventa minutos: La dosis dominical que necesito para el resto de la semana

De Argentina con amor: La mayor ventana de la nación gaucha, en cuanto a medios y cultura, en el Ecuador, no son las novelas de Sabato, los escritos de Borges o los cuentos de Cortázar. Tampoco pienso en alguna telenovela de Telefe u otro canal, sino en Marcelo Tinelli, José María y compañía en Videomatch, transmitido en el país desde hace más de diez años hasta el día en que finalizó el programa. Cuando estaba en el colegio recuerdo que al concluir Videomatch había un show del chiste donde aparecían el gordo Larry, un panadero (o pizzero) y un bigotudo con pinta de tanguero, en traje a rayas, que solo contaba chistes machistas y finalizaba su presentación pisoteando el suelo y gritando: “Así las debemos tener. Aplastaditas, en el piso a las mujeres”.

A nivel de medios (imagino que deben seguir existiendo casos puertas adentro), esta demostración del macho a través de la fuerza, la galantería y el humillar al resto, a excepción de sus compadres, ahora únicamente podemos verla en los partidos de fútbol, y el clásico Boca Jrs. – River Plate es el mayor recordatorio de lo que es ser hombre a la antigua.

Una de la tarde, hora de Ecuador, y el partido que todo Argentina espera está a punto de empezar, pero la preli arrancó el fin de semana. En Fox Sports (el América está demás, debería ser Fox Sports Argentina) desde el viernes Fernando Miembro y compañía analizan el choque. Entrevistan al árbitro preguntándole lo que siente al ser parte de semejante evento, a los presidentes de los equipos si han hecho una apuesta entre ellos, a cracks de décadas pasadas se los interroga con cuáles fueron los mejores clásicos de sus vidas, entre otros. Pero volviendo a la una de la tarde, enciendo el televisor, desde miles de kilómetros de distancia y siento una extraña sensación, prestada pero que me agrada y por noventa minutos me arropo con ella, porque la sensación es el verdadero amor. El amor por un cuadro, una camiseta que te ha dado tantas alegrías y además te brinda la dosis necesaria de sufrimiento que uno como todo hombre necesita en la vida. Esa descarga de adrenalina, lo que nos permite no cagarnos a patadas entre compañeros de trabajo, o mantener la compostura ante cualquier actitud sospechosa de la novia. Y en un clásico la adrenalia se mete en todas partes del cuerpo. A la bombonera de Boca me la imagino como una caldera, como una olla a presión que puede explotar en cualquier momento. El detonador puede ser lo que sea. Una embarrada del árbitro, algún codazo o cualquier encontronazo entre barras. Porque a un Boca – River, imagino, por más que uno quiera no puede ir como a un evento turístico. (Todavía como suposición) uno podría ser linchado, podría terminar en la cajuela de un auto desconocido o en un tumulto donde todos pelean por el ticket en tu pantalón. Lo imagino porque uno mayormente, a través del televisor, no ve a los hinchas en un clásico acompañados de la familia. Ahí mínimo uno tiene que ir en medio de diez amigos o hermanos de equipo más altos, con cicatrices y con experiencia en más de una pelea callejera. La señora se queda en casa, los hijos también y el viejo, ahora convertido en abuelo, más hincha que uno también lo verá, aunque la mayor parte del partido sus ojos permanecerán cerrados, en algún sitio que por esos noventa minutos tendrá apariencia de geriátrico, solo que en este los abuelos putearán, beberán, se comerán las uñas y fumarán de los nervios, maldiciendo el que ya no se puedan colgar de las mallas o el tener el riesgo de sufrir un paro cardíaco en caso de que el árbitro pite una mano inexistente en el minuto 89.

Del clásico que se jugó a la una de la tarde de ayer, es verdad que está algo devaluado, pero las ganas de comerse a los rivales siguen ahí. Jóvenes desconocidos pero con la confianza de la hinchada porque desde los 13 años el equipo los arropó con su maternal ala; y glorias de años atrás que regresan al cuadro donde alguna vez juraron volver están ahí. Las estrellas del momento están en sus casas en Madrid, Barcelona, Turín o Milán viendo las acciones, hinchando al equipo donde alguna vez jugaron y también comiéndose las uñas. Y dentro de la cancha todo es atropello, reclamos, nervios, vértigo. En las gradas cantos, tomaduras de cabeza. Segundo tiempo y a Palermo lo dejan solo. Ante tal insulto manda un remate al único lugar donde el arquero vestido de rojo no podía alcanzarla. Minutos después Gallardo manda una pinturita imposible y más vistosa ante el esfuerzo del Pato. El partido terminó a uno, y sincerándome, al River tener tipejos tan viles y canallas como el muñeco Gallardo, Ahumada, Ferrari, Falcao y anteriormente haber cobijado a malhechores como el chileno Alexis Sánchez o D´Alessandro, por noventa minutos mi corazón estuvo con Boca.

Una hora después de concluido el clásico vuelvo a encender el televisor y juega el Barcelona de Guayaquil contra el Olmedo de Riobamba. Ahora soy yo el que sufro, puteo, asustó a mi tía con las palabras que se me salen, envejezco cinco años con cada cagada de los jugadores, pero al final de cuentas he recibido la dosis de sufrimiento que necesito para empezar la semana.

4 comentarios:

Lola dijo...

Masoquismo del macho argentino: ya sea para sufrir durante noventa minutos frente al televisor o largarse a llorar como un bebé por la mina que lo dejó (los tangos son el testimonio que los más malevos, esos mismos que en el siglo 21 contaban chistes en un programa de televisión, lloraron por amor).

Y es así...

Raul Farias dijo...

Deberias recomendarme algo de lectura para tener un perfil completo del macho argentino. Por otra parte imaginate si el futbol no existiera y los hombres no tendriamos esa dosis de sufrimiento y descarga de adrenalina. Los hogares serian como un campo de guerra y los hombre bombas de tiempo que ante cualquier señal reventariamos en un monton de insultos, amarguras y resentimientos.

Saludos

Lola dijo...

¿Lectura del macho argentino?

Ay, se pone difícil...

Bueno, para empezar (para darme tiempo a mí a pensar) podría recomendarte al autor Roberto Alrt, que escribió durante la época más linda de Buenos Aires (la de los tangueros) y sus personajes son netamente masculinos. Y también ahí, si es que te interesa, podrás observar mucho de la cultura porteña.

"El juguete rabioso" es su primera novela. Luego vienen "Los siete Locos" con su continuación en "Los lanzallamas". Estoy pensando en otros autores que todavía no leí, pero dejame investigar antes y luego te digo.

Raul Farias dijo...

Mmm hace unos meses lei: El triste encanto de ser argentino de Marco Aguinis (no se si este bien escrito). No me gusto mucho. Muy politico y muy liberal (ideologicamente). Ahi habian un par de ejemplos de lo que tu hablas. Tambien Borges tiene un personaje asi, aunque por el lunfardo no entiendo mucho.

A juguete rabioso desde hace algun tiempo me lo vienen recomendado. Cuando lo vea lo compro.

Gracias por las recomendaciones

Saludos

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