14 de abril de 2009

Street fighters

Años atrás, viajando desde Trujillo hasta Cajamarca, en Perú, para visitar la ciudad de barro donde apresaron a Atahualpa, acompañado de una amiga tomamos un bus en la noche. Tres horas después el vehículo se detuvo porque un puente había colapsado y no podíamos avanzar más. Lo curioso era que la infraestructura no había sufrido los daños recientemente, sino desde semanas atrás, y aún así la empresa de transporte nos vendió los boletos. Más curioso aún resulta la bendición que significó para los lugareños este hecho. En ese puente donde acababa el Perú para los turistas, se había improvisado un mercado (sin la arquitectura del caso) que beneficiaba a los habitantes cercanos porque una vez que uno se bajaba del bus: te ofrecían carpas, linternas y mantas para pasar la noche, transporte al otro lado del puente que te llevarían al pueblo más próximo, puestos improvisados de comida, y más productos promocionados por informales (aprovechando su oportunidad de ganar algo extra de dinero).
La mitad de la tarde se aproxima y estoy sentado en un bus que me lleva desde Cuenca hasta Guayaquil en la vía que pasa por el valle del Cajas. Dicha vía actualmente se encuentra en reparación, por lo que únicamente está habilitado un carril. El carril da paso por cuarenta minutos ininterrumpidos a los autos que van hacia Cuenca y después da paso, por el mismo lapso de tiempo, a los vehículos que salen de la ciudad. Así que casi siempre a uno le tocará esperar. Este tiempo durante el cual los vehículos están en fila estacionados, también es aprovechado por comerciantes informales que te venden botellas de agua u otras bebidas, cd´s de música o películas piratas, artesanías y comida. Lo mismo pasa, por ejemplo, frente al KFC de la Alborada en Guayaquil, donde se instalan en las calles niños mendigos, vendedores de cd´s, ropa interior, entre otros (ellos saben que lugares son buenos para el negocio).


En Cuenca el mercado de la 9 de Octubre (anteriormente la zona de mayor peligrosidad en la ciudad) ha sido remodelado con la finalidad de dar amplias facilidades en seguridad y acceso a los consumidores que se dirigen al lugar. Aunque en el edificio se instalaron 270 puestos de ventas (todos ocupados actualmente), en los sectores aledaños, principalmente en las calles Mariano Cueva y Gaspar de Sangurima, comerciantes informales se aglutinan para ofertar sus productos. Muchas quejas existen por estas actividades, sin embargo estas no vienen de parte de las autoridades municipales, transeúntes o moradores del sector, sino por los comerciantes (formales) que tienen un puesto dentro de las instalaciones del mercado.
Durante el mes de junio del 2008, cuatro mil comerciantes minoristas, pertenecientes a 57 organizaciones de diferentes mercados salieron a las calles cuencanas como medida de protesta para impedir que los comerciantes informales puedan trabajar, según lo relatado por el diario Hoy de Quito. Lo que indica que los reclamos en el mercado 9 de octubre no representan un hecho aislado. En un artículo del diario cuencano EL MERCURIO, Rosa Matute (presidenta de la asociación del mercado 9 de octubre) señala que los protagonistas de estos actos son sobre todo vendedores de otros mercados (especialmente El Arenal, menciona), agudizándose el problema los días jueves (el miércoles que es el día de feria libre no se ven a los informales en las cercanías del mercado porque estos pueden obtener sus mayores ganancias de la semana en el lugar donde se realiza la feria). La presidenta instó a los guardias de seguridad que desalojen a los informales. Sin embargo otras personas señalan, también diario EL MERCURIO lo menciona, que la mayoría de informales del sector no son comerciantes de otros mercados, sino campesinos productores de hortalizas y verduras que por evitar la intermediación en la venta de sus productos, se han ubicado en los parterres de las calles anteriormente mencionadas. La municipalidad no decomisa los productos de los informales y se encuentra en proceso de construcción de otros mercados populares, además de ocupar los puestos vacíos en los mercados 3 de noviembre, 27 de febreros, 10 de agosto y otros, para reubicar a los aproximadamente dos mil informales de la ciudad con un pago de 10 dólares mensuales por el puesto.

Ojalá la reubicación no sea para marginar a los vendedores ambulantes en puestos alejados de zonas de consumo, todo para despejar las áreas turísticas del desorden que podrían generar los vendedores de chicles, chifles, manzanas, lotería, etc., o para cumplir unilateralmente con las demandas de los comerciantes formales de los mercados. Y la construcción de estos nuevos mercados no debería ser la única solución. Las solución más óptima sería tratar de que se evite la migración rural hacia las ciudades, potenciando y generando fuentes de empleo en estos sectores que eviten el desplazamiento por cuestiones económica. Sin embargo al ser esto a largo plazo, se debería establecer mecanismos de diálogo entre los afectados, con el objetivo de generar igualdad de condiciones entre los tipos de vendedores: Comerciantes legales (pagan impuestos y una mensualidad por su local, además del desorden provocado por los vendedores ambulantes) y los comerciantes informales (que por su oferta de producto, condiciones socioeconómicas o aspectos culturales, no tienen un local definido para sus ventas); además de estimular la organización de los informales. En recientes días en la ciudad de Guayaquil se proyectó un documental que habla sobre la informalidad en el cantón. No lo he visto, y por lo tanto no lo crítico, pero pienso que iniciativas como estas podrían generar un espacio de diálogo sin son difundidas entre la población.

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