8 de diciembre de 2008

SELECCIONES (pero no las de Reader´s Digest)

En materia de lecturas nunca he tenido ideología alguna (esto se limita a leer y no a aplicar). Al correo electrónico diariamente me llega el boletín de la revista América Economía, así como el de Amazonía por la Vida y su campaña por salvar el Yasuní. Leo frecuénteme el IEEP (instituto liberal), y de igual manera la Revista Pueblos o Ecuador Debate (ambas inclinadas a la izquierda). Deshecho lo que no me gusta pero siempre después de haberlo analizado (Juan Torres López, un profesor que tuve en España, me comentaba e invitaba a apreciar la belleza y practicidad de los escritores de derecha, aunque estos podían estar equivocados), nunca prejuzgándolo, de esta forma se pueden valorar ciertas aspectos del diario El Telégrafo, como continuo, pese a sus cambios, comprando EL UNIVERSO. Esto se da igualmente a la hora de escoger libros u otros documentos para pasar el rato.

Varios ejemplos más tengo por ahí, revoloteándose en mi cabeza, pero ahora no los recuerdo. Así que me quedo con uno que tiene un alto potencial y en el cual en algún rato me gustaría participar:

Desde hace algún tiempo, vengo degustando una revista editada en Quito llamada Ecuador Terra Incógnita. Los textos son de tipo ecológico con una pisca de urbanismo. Son para personas con un paladar por lo silvestre, natural, amantes del caminar, hablar con desconocidos, aburridos de los fines de semana de las grandes ciudades, y con cierta conciencia ambiental. Aunque en su mayoría los artículos están escritos por biólogos (lo que a veces los hace demasiado técnicos y poco líricos), traen recuerdos de momentos que en otros tiempos uno también los ha vivido, o invitan a aventurarse en territorios desconocidos pero que están solo a unos pocos cientos de kilómetros de distancia.

Imaginando que los reportajes nuevos son más fáciles de encontrar, por ahora dejo unos retazos de ediciones del 2005.

Extracto de: Los anfibios en el pensamiento ecuatoriano, por Diego Lombeida. Artículo publicador en la edición No. 33 de enero – febrero del 2005.
(Leyenda de la tribu Siona que habita en el Oriente ecuatoriano).

Hace mucho tiempo vivió un siona que cazaba obsesivamente sapitos para comérselos. Dondequiera que cantasen, allí iba él a matarlos. Finalmente no quedó ninguno y se hizo el silencio.
Pero sucedió que un día el cielo se nubló repentinamente mientras un terrible viento se levantaba. Con esta tormenta llegó la madre de todos los sapos, buscó al hombre y lo derribó para posarse en su hombre, donde luego se enraizó.
La presencia de esta batracia le ponía el cuerpo y la ropa amarillos y con un hedor insoportable. Así tuvo que sufrir este hombre por mucho tiempo hasta que un día se le ocurrió una idea para obtener su libertad:
Primero buscó una palma de coco a orillas de un río y, cuando la halló, le pidió a la mama sapa que se bajara un momento para que él pudiera trepar y recoger cocos, pues tenía mucha hambre. A ella le dio pena y accedió, solo para ver cómo, en el instante mismo de bajarse, el hombre saltaba al agua y escapaba.
El siona se creyó libre de problemas. Pero nuevamente se levantó una tempestad, solo que esta vez llegaron muchos sapitos y la mama sapa se acercó al hombre y le dijo: “Vengo a llevármelo porque ahora usted va a ser mi marido”. Cuando la tempestad cesó, el cazador de sapos había desaparecido y se dice que desde entonces los sapitos volvieron a cantar de felicidad...

Extracto de: El nuevo paisaje esmeraldeño, por Karina Paredes. Artículo publicador en la edición No. 37 de septiembre – octubre del 2005.

(Las consecuencias del negocio de las plantaciones de eucalipto en los bosques de Esmeraldas).

Viajar a Esmeraldas siempre fue un encuentro con lo voluptuoso: el cálido clima, la deliciosa comida, su gente bullanguera y activa, la exuberancia de su vegetación, los tibios ríos con los que el cuerpo puedo comulgar, la playa... ECUAPACIFIC empezó a adquirir terrenos mejorando ostensiblemente el precio de la oferta local, con lo cual muchos campesinos se sintieron tentados a abandonar sus añejas propiedades dedicadas a la ganadería o a la agricultura, cansados de las constantes pérdidas económicas ocasionadas por la dificultad de transportar sus productos y el poco apoyo crediticio que recibían, o muchas veces confundidos por la posibilidad de tener en manos cantidades importantes de dinero y retirarse a vivir con acomodo a la ciudad (un sueño, que desgraciadamente, termina en una incómoda pesadilla). Los pequeños propietarios que no quisieron vender en ese entonces se ven presionados constantemente, pues sus terrenos poco a poco han sido rodeados por las plantaciones de eucaliptos y su paso hacia las fuentes de agua o a los caminos que necesitan utilizar, y a los que antes tenían libre acceso, ahora restringido... Las constantes fumigaciones que se requieren para mantener el antiecológico modelo de monocultivo ya han afectado la salud de estos ríos y consecuentemente de los habitantes que consumen esta agua y la utilizan en sus tareas domésticas... La disminución de la biodiversidad en el lugar, pues los eucaliptos no están adaptados al sistema donde han sido introducidos, y no han establecido lazos con otras especies vegetales y animales, a las que terminan por desplazar, razón por la que sus plantaciones son como desiertos verdes...

Extracto de: Redescubriendo Riobamba, por Diego Tirira. Artículo publicador en la edición No. 34 de marzo - abril del 2005.

(Relato de un riobambeño que vuelve después de varios años a su ciudad natal).

Eran años donde no había fútbol profesional en Riobamba: el equipo de la ciudad, el Olmedo, más que un ídolo de multitudes por sus campañas deportivas, era un compañero silencioso del paso de la ciudad, ya que desde su fundación como club deportivo desde 1919, convivía con sus habitantes, aunque muy pocos lo habían visto jugar un partido oficial.
Despertar con un cielo despejado, rodeado con cinco montañas cubiertas de nieve, era lo cotidiano. Contemplar desde la terraza de la casa de mis padres las tres cumbres del Chimborazo o la caldera de Altar era tan normal como la llegada del día o la noche. El frío de Riobamba, en especial a primeras horas de la mañana, cuando caminaba con mochila al hombro rumbo al colegio, era parte de mi vida.
En aquellos años, visitar alguno de los mercado de la ciudad un día sábado cualquiera no me despertaba más admiración que la conglomeración de gente y sus quejas por los precios altos... En busca de aquellos detalles que nunca antes vi, escogí un sábado para recorrer la ciudad, a sabiendas que en este día se revive una de las mayores tradiciones de Riobamba, y su población se duplica, ya que llegan decenas de miles de indígenas de las comunidades cercanas a la feria que se organiza en todos los mercados de la ciudad; vienen con el afán de vender sus productos, comprar artículos que les sean necesarios, e incluso en algunos sitios, todavía a practicar el ancestral trueque.
A temprana hora decidí empezar por el mercado de La Merced, en el centro de la ciudad. Mi objetivo era disfrutar de un vaso de jugo enfriado con el hielo del Chimborazo, una larga tradición de la cuál nunca fue partícipe y que ahora se la ha limitado a dos o tres expendedores. No fue difícil encontrar uno de los sitios “sobrevivientes”. Un bloque de hielo algo irregular, de unos 40 centímetros por lado, todavía envuelto en paja de páramo, reposaba a vista del público sobre una pequeña mesa de madera colocando en un tiesto construido con viejas llantas de camión.
Me acerqué a la propietaria del local y le solicité un vaso grande de jugo de frutilla, otra tradición del mercado de La Merced, recalcándole que lo quería con hielo del Chimborazo. “Y con que otro hielo más le voy a dar pes mi varón”, me respondió...

Se recomiendan estas SELECCIONES, que nada tienen que ver con las cursis del Reader´s Digest, acompañadas con el paisaje desde la ventana de un bus perdido entre valles y montañas de la serranía, descansando en alguna cascada del Oriente o con una cerveza (el coctel o bebida es a gusto personal) en cualquier playa de la costa y región insular ecuatoriana.

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