En los dos meses que llevo viviendo en Cuenca, la propaganda electoral para el referéndum sobre el proyecto de Constitución ecuatoriana es casi nula. Se ven algunas camionetas con fotos de Lucio Gutiérrez y con altavoces que dicen No al aborto, No al alza de precios; en el parque Calderón cuelga un letrero, como de heladería, que dice Si, pero en el resto de calles, nada más que llame la atención. Muy aparte de lo que leo en los diarios a través del internet, o veo en los noticieros y la constante propaganda gubernamental, la única dosis de política que he tenido en esta ciudad fue la semana que pasó, en el teatro del Banco Central, donde asistí a una presentación de Carlos Michelena (ese mismo, el toque del Miche), todo sea por apoyar a la Liga de Cuenca con sus problemas financieros. El Miche se vistió de juglar, habló como juglar y se comportó como juglar. Se disfrazó del presidente Correa, pidió plata como Abdala y cantó música protesta. Al final dio un consejo, sobre el voto, a todos y unos posters de caricaturas de los últimos presidentes ecuatorianos. En una ciudad inclinada a la izquierda y al ser el Miche un hombre de la misma dirección, sus palabras fueron apreciadas. 
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Con esas palabras y algunas risas que deje flotando en el frio ambiente cuencano, me dirigí a lo que por ahora llamo mi casa, satisfecho de la glotonería cómica, pensando en que al día siguiente cuatro horas de trémulo viaje me esperaban para llegar a Guayaquil. Fueron casi cinco de tembloroso aburrimiento, pero al fin ya asomaba el manso Guayas. Me recibió con un cartel gigante de fondo blanco y escrito En Guayaquil decimos No. Así comienza esta travesía por el lugar que me vio nacer y que aun me parece tan familiar, aunque con muchos cambios en su atmósfera.
Es medio día de sábado, el sol en su cenit, y decido con una amiga ir a comer al malecón del salado esos mariscos que tanto extraño. Tomo el bus que me deja
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Esquirlas sobre el recorrido: Francamente, no me sorprendió esta actitud súper política del puerto principal, después de ver el sinnúmero de mensajes en mi correo electrónico de amigos y sus nicks en el MSN. Mis únicas preocupaciones o diferencias con las personas que van por el No, es que no proponen ningún cambio o propuesta. Así: ¿A quién pretenden convencer? Con ese individualismo de: por un lado autonomistas, por otro conservadores, por otro estudiantes; profesores por el Si solo por un articulo que los beneficia, religiosos por el No porque solo velan por sus intereses, etc. Nadie se ha preocupado por establecer consensos y nuevas reglas de juego. En mi estadía en Guayaquil, solo recibí una sobredosis de intereses y algo de inconformismo, pero nada de cambio.
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