
16 de marzo de 2011
Jazzología 2.0

30 de agosto de 2009
Bird

Fue uno de los creadores del bebop junto a Bud Powell y Dizzy Gillispie. Uno de los músicos más influyentes de la primera mitad del siglo XX junto a Louis Amstrong y Duke Ellington. Un genio que constantemente se reinventaba al igual que Mile Davis y Thelonious Monk (con quienes grabó discos y compartió escenario). Antes de Charlie Parker, lo que se escuchaba eran las bandas de Glenn Miller, música favorita del abuelo Simpson, pero con su aparición al fin se pudo oír ese brrr pu pa tu ta chrrr que es hijo de la pura genialidad de la creatividad y la improvisación del jazz. Quien mejor describe a Bird es ese gran cronopio, Julio Cortázar, en el cuento El perseguidor: alguien que no vivía en el tiempo, o al menos en este tiempo: “La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. Pero entonces hay que creer que este tiempo no tiene nada que ver con... bueno, con nosotros, por decirlo así.” Era un hipster, como lo describe Robert Reisner en el excelente libro Nostalgia a Charlie Parker: “Es alguien amoral, anárquico, amable y tan educado que resulta decadente. Siempre va diez pasos por delante porque sabe de qué van las cosas… Ansía algo que trascienda toda esa mierda y encuentra la respuesta en el jazz”.
Esa improvisación, esa genialidad, ese desequilibrio, no sólo estaba en su música, como lo sigue contando Reisner: “Durante su breve existencia, Charlie Parker vivió más vidas que cualquier otro ser humano. Era un tipo de unos apetitos físicos desmedidos. Comía como una bestia, bebía como un cosaco y tenía la libido de un conejo. Él y el mundo eran todo uno, y todo le interesaba… Nadie amó la vida como Bird, y nadie puso tanto empeño como él en matarse.” Tenía varias personalidades y todas querían aparecer al mismo tiempo; y la mayoría de sus biografías no pueden describirlas porque a él lo quieren retratar de una manera lineal, desde sus inicios en Kansas, tocando por un dólar y algo más, hasta su muerte frente a un televisor. Charlie Parker no pasó por el mundo como el resto: Humilde al vivir en un barrio pobre judío pese a ser una estrella y capaz de estafar a su propio público contratando pésimos cantantes en los intermedios; regalaba melodías a amigos y desconocidos, y al mismo tiempo no asistía a presentaciones donde tenía un contrato y terminaba tocando en bares a cambio de tragos; un suicida que intentó absurdamente envenenarse con yodo luego de que le impusieran una multa, y un optimista que pensaba realizar un ballet con música de jazz; de un carácter insoportable que terminaba siempre en peleas con sus managers, pero que el resto de músicos se lo perdonaban porque podía pasar horas tocando sin parar y entonar sus mejores repertorios únicamente frente a un grupo de amigos o de camareros en un restaurante cerrado; podía ser tan amable y encantador que a las personas tímidas él mismo se les acercaba y se presentaba, y a la vez ser alguien cruel capaz de derramar la dosis de heroína, de sus amigos adictos, después de él haberse inyectado; un excéntrico que en ocasiones se presentaba al Bidrland, donde tocaba, vestido como campesino y al ver a alguien con ropas elegantes le decía: “músico de jazz, supongo”, y un genio capaz de hacer sonar cualquier instrumento como él quisiese; elogiaba a otros músicos (a Elle Fitzgerald le expresó: “Es fantástico que no toques un instrumento de viento. Nos quitarías muchos bolos”), y un autocrítico perfeccionista que siempre mencionaba que su mejor trabajo estaba por venir.

Perdía sus saxofones. Nunca creyó ver 1955. Esa búsqueda de emociones finalmente acabó con su vida. El genio más ingobernable desde Van Gogh según Steve Choice. Sú música era su más fiel biografía. Ayer hubiera cumplido 89 años. Todo lo que salió del saxofón de Charlie traspasa el tiempo y desde su aparición todos los músicos de la época cambiaron la forma en que tocaban. Como El perseguidor de Cortázar: “Esto lo estoy tocando mañana.”
P.D. Aunque la literatura y la música no van de la mano, pero caminan más juntas de lo que parece, acá dejo algunos links acerca de la vida y la inspiración que dejó Bird.
La primera parte de “Nostalgia de Charlie Parker” de Robert Reisner:
http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/recuerdo_a_bird.pdf
“El perseguidor” de Julio Cortázar:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaArgentina/Cortazar/elperseguidor.asp
Una breve biografía de Bird de el diario EL UNIVERSO:
http://archivo.eluniverso.com/2004/05/17/0001/259/CE3A0826AB3F411195F39FF353F1790B.aspx
12 de febrero de 2009
Veinticinco años y no mueren

Julio con su pinta de intelectual siempre en blanco y negro, totalmente alejado del snobismo, de aquellos que ven las cosas cotidianas con otros ojos y que trataba a esa sencillez como su musa para describir el mundo fantástico de sus cuentos, los relatos de microcosmos en autopistas del sur embotelladas por años camino a París o casas tomadas que debemos abandonar, echando la llave por un acaso cualquier idiota quisiese entrar; ese Julio era el que nos enseñaba que todas nuestras posibles verdades tenían que ser invención (“todas las turas del mundo”) y uno como lector inexperto toma a Rayuela y se ven inmiscuido en circunstancias contradictorias, a veces sin sentido para finalmente darnos cuenta que esa realidad de un día, meses o años ya no vuelve a ser igual.
“Toco tu boca, con un dedo toco el borde tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabiera… la boca que mi mano elige y se dibuja en tu cara” eran los consejos que Cortázar daba para conquistar a nuestras magas que “entre dos medialunas nos contaban un gran pedazo de sus vidas”, así también nos enseño a dibujar nuestro mundo, “en un tiempo que corremos el engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismo”, y nos mostraba lo que somos porque exactamente él nos daba la pista de saber lo que no somos, a no calzar en moldes ya establecidos; a escuchar de otra manera a Charlie Parker, a no solo oír lo del momento sino todo las tragedias, catástrofes, engaños, pasiones que debieron suceder para que en ese momento Blue bird entonara esas notas; y a estar tranquilos solos para en un futuro poder comunicarnos con el resto de soledades, que como satélites con y sin importancia nos rodean.

En el año y en el mismo día que murió Cortázar, Ricardo Bada que se encontraba en Colonia, Alemania escribe para su programa de radio, tal vez uno de los póstumos homenajes más hermosos que existen para el Gran Cronopio, y en la revista Soho no cuenta como con un inmenso dolor relataba que "Ya no vendrá. Ya no volveremos a escuchar su voz en el contestador automático, cuando llamábamos a su apartamento de París… "Pero el mensaje te lo dejo igual, Julio, que te quedaste anclao en París. El mensaje es el de siempre. Los cronopios no mueren. Vos, Julio, tan solo saltaste una casilla más en la rayuela de tu vida. Del infierno tan temido, te marchaste a la gloria para siempre".
Y así con esas palabras a uno le dan ganas de agarrar de su estante todas esas rayuelas, cronopios y fama, finales del juego, todos los cuentos y modelos para armar pero nunca para desarmar que forman junto a conversaciones con amigos y pocos viajes, ya parte de la vida de uno; y es que Cortázar es de aquellos que con su honestidad y buena onda lo invitas a pasar a casa, y uno pone algo de jazz, esperando que Ronald salté un John Coltrane que haga bufar a Perico y tal vez también al resto del club de la serpiente que nos acompaña en estos veinticinco años en que también le dejamos un mensaje a Julio, entre botellas de alcohol y algo de literatura, diciéndole que los cronopios nunca mueren.

28 de octubre de 2008
Jazzología
Como concepto, descripción, analogía, o como se entienda, las palabras de Cortázar, que pueden encontrarse en la página 107 de la Rayuela, que finalmente terminé el día de ayer (así que tomo nota para comenzar a escribir de otros libros), es en palabras, la mejor referencia (junto a la que escuché viendo Sex & The city, donde el personaje de Sarah Jessica Parker mencionaba que el jazz le parecía un Pim Bum Bam Pom Pam Pum, mientras su pareja del rato la abrazaba por la espalda tocándole el estómago, simulando que ella era un contrabajo) que he escuchado sobre esa música que yo la defino simplemente como libertad.

La verdad es que mi historia con el jazz no puede estar alejada de la Rayuela de Cortázar, ambas son compartidas: Las descubrí al mismo tiempo y me acompañaron por decisión unánime durante varios pasajes de mi recorrido. Miguel, un amigo saxofonista, alumno de Lucho Silva y que ha compartido algunas veces escenario con Bolaños Jazz (lo que da una vaga idea de que no es un novato en la jazzología), me ayudo a dar los primeros pasos, escuchando a Groover Washington, Kenny G y algo de Norah Jones (ustedes saben: con los novatos siempre se comienza con lo pop, él no iba a profanar a los ídolos mostrándolos de buenas a primeras). Y yo, en ese entonces, un hippie en gustos del oido, que años atrás había sido un grundge, que empezó su historia musical escuchando Nirvana, Pearl Jam, Soda Stereo, Guns ´n roses, Fito Páez, Charly García, Héroes del silencio y el resto de moda noventera; para después avanzar (pero retrocediendo en tiempo) con Metallica, Yngwie, Ozzy, The Outfield y el resto de moda ochentera; y finalmente haber creído que por fin iba a encontrar algo de estacionalidad musical con Pink Floyd (los mejores discos del mundo: El wish you were here y the dark side of the moon), The doors, Dylan, The Rolling Stones…

Y yo (volviendo en las líneas), en ese entonces, un hippie en gustos del oído, que años atrás… (etc., etc., etc.), tuve que librarme de mi maestro jazzologo (Miguel un saludo a la distancia) y empezar a conocer mi propia adicción musical, y si sobraba el tiempo: a mí mismo. Y así el jazz como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra (gracias otra vez Cortázar) me fue introduciendo en su mundo sin orden, anarquía de New Orleans color negro, que es la mezcla de todos los colores (como el jazz es la mezcla de todos los ritmos), y entonces en ese mundo sin control, sin partituras y sin guías cayó de forma bizarra, Rayuela; libro que es un caos, pero al final a mí me sirvió como tutoría, y mientras Ronald les saltaba un John Coltrane (y otros grandes que eran preferencia de la Maga, Babs Oliveira, Etienne, Wong y al resto del Club de la Serpiente), que hacía bufar a Perico, desde la página 62 hasta la 109, yo en varios viajes y diferentes hogares, tenía la compañía de Duke Ellington, Satchmo, Charlie Parker y otros genios (inclúyase a Cortázar en esta lista). A Sonny Rollins, apoyándome con sus melodías mientras caminaba por el volcán Cayambe, a Nina Simone mientras jugaba al truco (y me daban una paliza) con Inti (uruguayo de Rocha), Jorge (argentino de Córdoba) y María Laura (argentina misionera); a Ray Charles en Madrid, ya solo y a un día de volver a casa, en el Populart (bájense del metro en Tirso de Molino o Anton Martín y avancen hasta la calle Huertas, o si no se dan, simplemente sigan la melodía) un grupo de dominicanos, cubanos y del resto del Caribe, tocaban what i´ve said y un repertorio propio de invenciones maravillosas, donde con una cerveza de 8 euros disfruté una de las mejores noches de mi vida; y en Cuenca, por ahora me acompaña Mile Davis y Amy Winehouse.
La verdad es que al jazz, con la excepciones de Fitzgerald, Sinatra y otro que no recuerdo, nunca ha necesitado de palabras, así que mejor dejo de escribir y comparto a estos genios de la libertad, porque ya son las 4 A.M. y la ciencia deductiva ya se deja entender.
- Nina Simone: Sinnerman
- Sonny Rollins: St. Thomas
- Ray Charles: What i´ve said
- Amy Winehouse: Tears dry on their own