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12 de agosto de 2011

De la vieja escuela

Vía intravenosa tengo metida la música de la segunda temporada de Treme. La escucho por todas partes. Baila, da giros en mi cabeza. Malabarismo. La busco. Olvido los nombres pero no los ritmos. ¿Cómo se llama esa de Louis Armstrong que empieza con un lamento y el bueno de Batiste le enseña a sus alumnos como máximo acto de creación? Algo con la palabra blues (que termina siendo West end blues, solo que no llega en el momento). Y la que toca el hijo del jefe indio Lambreux en NY. Ésa es más vieja. Por ahora recuerdo al holandés sin talento en las calles entonando Bassin street blues. Down the Mississippi... La busco en Youtube esperando encontrar algo de la vieja escuela. Cincuenta años atrás. Sorpresa a medias. Suena a clásico, pero quien canta y hace vibrar el saxofón es una niña de catorce años, contemporánea. ¿Quién diablos es Andrea Motis? Seguramente una reencarnación del espíritu de NOLA. Lleva el jazz en las venas. Ternura y sabiduría. De un rato acá me doy cuenta que empiezo a descargar todo lo relacionado con sus actuaciones. Piel de gallina, sensación de emoción en la nuca. Siempre es bueno llevarse sorpresas. Toca compartirlas. Altas probabilidades de maldición al no esparcir lo que vale la pena de este mundo...



Con seguridad volveré a este tema...

16 de marzo de 2011

Jazzología 2.0


Una vez hubo un Louis Amstrong que tocaba sus hermosas frases en el barro de Nueva Orleans; antes que él, estaban los músicos locos que habían desfilado en las fiestas oficiales y convertido las marchas de Sousa en ragtime. Después estaba el swing, y Roy Eldridge, vigoroso y viril, que tocaba la trompeta y sacaba de ella todas las ondas imaginables de potencia y lógica y sutileza... miraba su instrumento con ojos resplandecientes y amorosa sonrisa y transmitía con él al mundo del jazz. Después había llegado Charlie Parker, un niño en la cabaña de su madre en Kansas City, que tocaba su agudo alto entre los troncos, que practicaba los días lluviosos, que salía para escuchar el viejo swing de Basie y Benny Molten, en cuya banda estaban Hot Lips Page y los demás... Charlie Parker dejó su casa y fue a Harlen y conoció al loco de Thelonius Monk y al más loco aún de Gillespie... Charlie Parker en sus primeros tiempos cuando flipeaba y daba vueltas mientras tocaba. Era algo más joven que Lester Young, también de Kansas City, ese lúgubre y santo mentecato en quien queda envuelta toda la historia del jazz; mientras mantuvo el saxo tenor en alto y horizontal era el más grande tocándolo, pero a medida que le fue creciendo el pelo y se volvió perezoso y despreocupado, el instrumento cayó cuarenta y cinco grados, hasta que finalmente cayó del todo y hoy lleva zapatos de suelas muy gruesas y no puede sentir las aceras de la vida y apoya el saxo contra el pecho y toca fríamente y con frases muy fáciles. Esos eran los hijos de la noche bop americana.

En el Camino, Jack Kerouac.

30 de agosto de 2009

Bird

“There are no second acts in american lives” (F. Scott Fitzgerald).


Fue uno de los creadores del bebop junto a Bud Powell y Dizzy Gillispie. Uno de los músicos más influyentes de la primera mitad del siglo XX junto a Louis Amstrong y Duke Ellington. Un genio que constantemente se reinventaba al igual que Mile Davis y Thelonious Monk (con quienes grabó discos y compartió escenario). Antes de Charlie Parker, lo que se escuchaba eran las bandas de Glenn Miller, música favorita del abuelo Simpson, pero con su aparición al fin se pudo oír ese brrr pu pa tu ta chrrr que es hijo de la pura genialidad de la creatividad y la improvisación del jazz. Quien mejor describe a Bird es ese gran cronopio, Julio Cortázar, en el cuento El perseguidor: alguien que no vivía en el tiempo, o al menos en este tiempo: “La música me sacaba del tiempo, aunque no es más que una manera de decirlo. Si quieres saber lo que realmente siento, yo creo que la música me metía en el tiempo. Pero entonces hay que creer que este tiempo no tiene nada que ver con... bueno, con nosotros, por decirlo así.” Era un hipster, como lo describe Robert Reisner en el excelente libro Nostalgia a Charlie Parker: “Es alguien amoral, anárquico, amable y tan educado que resulta decadente. Siempre va diez pasos por delante porque sabe de qué van las cosas… Ansía algo que trascienda toda esa mierda y encuentra la respuesta en el jazz”.

Esa improvisación, esa genialidad, ese desequilibrio, no sólo estaba en su música, como lo sigue contando Reisner: “Durante su breve existencia, Charlie Parker vivió más vidas que cualquier otro ser humano. Era un tipo de unos apetitos físicos desmedidos. Comía como una bestia, bebía como un cosaco y tenía la libido de un conejo. Él y el mundo eran todo uno, y todo le interesaba… Nadie amó la vida como Bird, y nadie puso tanto empeño como él en matarse.” Tenía varias personalidades y todas querían aparecer al mismo tiempo; y la mayoría de sus biografías no pueden describirlas porque a él lo quieren retratar de una manera lineal, desde sus inicios en Kansas, tocando por un dólar y algo más, hasta su muerte frente a un televisor. Charlie Parker no pasó por el mundo como el resto: Humilde al vivir en un barrio pobre judío pese a ser una estrella y capaz de estafar a su propio público contratando pésimos cantantes en los intermedios; regalaba melodías a amigos y desconocidos, y al mismo tiempo no asistía a presentaciones donde tenía un contrato y terminaba tocando en bares a cambio de tragos; un suicida que intentó absurdamente envenenarse con yodo luego de que le impusieran una multa, y un optimista que pensaba realizar un ballet con música de jazz; de un carácter insoportable que terminaba siempre en peleas con sus managers, pero que el resto de músicos se lo perdonaban porque podía pasar horas tocando sin parar y entonar sus mejores repertorios únicamente frente a un grupo de amigos o de camareros en un restaurante cerrado; podía ser tan amable y encantador que a las personas tímidas él mismo se les acercaba y se presentaba, y a la vez ser alguien cruel capaz de derramar la dosis de heroína, de sus amigos adictos, después de él haberse inyectado; un excéntrico que en ocasiones se presentaba al Bidrland, donde tocaba, vestido como campesino y al ver a alguien con ropas elegantes le decía: “músico de jazz, supongo”, y un genio capaz de hacer sonar cualquier instrumento como él quisiese; elogiaba a otros músicos (a Elle Fitzgerald le expresó: “Es fantástico que no toques un instrumento de viento. Nos quitarías muchos bolos”), y un autocrítico perfeccionista que siempre mencionaba que su mejor trabajo estaba por venir.



Perdía sus saxofones. Nunca creyó ver 1955. Esa búsqueda de emociones finalmente acabó con su vida. El genio más ingobernable desde Van Gogh según Steve Choice. Sú música era su más fiel biografía. Ayer hubiera cumplido 89 años. Todo lo que salió del saxofón de Charlie traspasa el tiempo y desde su aparición todos los músicos de la época cambiaron la forma en que tocaban. Como El perseguidor de Cortázar: “Esto lo estoy tocando mañana.”

P.D. Aunque la literatura y la música no van de la mano, pero caminan más juntas de lo que parece, acá dejo algunos links acerca de la vida y la inspiración que dejó Bird.

La primera parte de “Nostalgia de Charlie Parker” de Robert Reisner:
http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/recuerdo_a_bird.pdf

“El perseguidor” de Julio Cortázar:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaArgentina/Cortazar/elperseguidor.asp

Una breve biografía de Bird de el diario EL UNIVERSO:
http://archivo.eluniverso.com/2004/05/17/0001/259/CE3A0826AB3F411195F39FF353F1790B.aspx




21 de abril de 2009

La suma sacerdotisa del soul

Celine y Jesse tienen 24 años. Él es norteamericano nacido en Texas y ella una francesa que dio su primer grito de vida a la orilla del Sena. Los dos se conocen en un tren con destino a Viena. Él viene de recorrer Europa y romper con su novia, y ella de visitar a su familia. Tienen una conversación de esas donde uno no quiere separarse del otro por temor a dejar de saber que sorpresa traerá la siguiente frase. Pasan la mejor tarde y noche de sus vidas y al amanecer ambos se despiden prometiéndose encontrarse seis meses después en la misma estación de trenes. Pasan nueve años y nos enteramos que el encuentro nunca se dio. Jesse ahora es un escritor y su última novela le está permitiendo dar vueltas al mundo. Él ahora se encuentra en una librería de París dando una entrevista y la ve. No sabe cómo reaccionar. Celine luce madura, más delgada pero lo esencial sigue ahí. Ambos deciden ir a tomar un café antes de que Jesse tome el vuelo de vuelta a New York. Camino a la cafetería empiezan a hablar de lo banal, lo dictado por el contrato social: Trabajo y familia, pero esa intimidad y confianza, con forma de burbuja, única entre los dos se vuelve a crear. Los diálogos son más interesantes y pronto descubrimos que ella se ha vuelto neurótica, vive en total desesperanza y todos sus sueños e ilusiones se fueron en el tren en el que él se marchó nueve años atrás. Jesse también está en una época de bajas. Es infeliz en su matrimonio. Luego de una discusión entre Jesse y Celine es hora de despedirse, es hora de ir al aeropuerto. Pero antes él le pide conocer su departamento y ella accede. Él pide a ella una canción con su guitarra y Celine lo hace. Él pone música en el stereo mientras ella le ofrece preparar una taza de café y de los parlantes sale la voz de Nina Simone cantando “Just in time”. Los dos lamentan su muerte y Celine empieza a contarle la ocasión que tuvo oportunidad de verla en vivo y empieza a imitar el personaje histriónico que Nina había resultado ser. Ella simula la voz de la cantante y le dice: “Baby, you´re gonna miss your flight”. Jesse responde: “I know, I know”, mientras su sonrisa demuestra por fin saber lo que está haciendo después de haber vivido nueve años en tinieblas. La pantalla se oscurece y aparecen los créditos, pero la música continúa.

La historia pertenece a “Before the sunset”, que si hablamos de películas netamente románticas, esta es la mejor. Pero el día no está para hablar de cintas de amor, sino para hablar de Nina Simone, originalmente: Eunice Kathleen Waymon, y apodada: “High priestess of soul” (algo así como “La suma sacerdotisa del soul”). Nacida en Tryon (Carolina del Norte), Estados Unidos y fallecida exactamente hace seis años en Carry-Le-Route, sur de Francia. Así como dijo Hemingway que los norteamericanos van a París a escribir bien, pues Nina Simone fue a Francia a cantar, vivir y morir bien. Ella murió durmiendo en estos tiempos donde nadie puede darse el lujo de dejar el mundo de manera natural, menos aún si eres una estrella de la música con drogas, sexo, depresiones y delirios en menú a la carta. Años duros de juventud tuvo debido a la segregación racial en Norteamérica. Inspirada por Marian Andersson (Arturo Toscanini dijo sobre ella: “una voz así solo se escucha una vez en el siglo”) y estar rodeada en toda su familia por músicos (el primer recuerdo de niñez de Nina es su madre cantando góspel), empezó a cantar en la iglesia de su ciudad y a tocar el piano desde los cuatro años de edad. Logró estudiar en la famosa escuela de artes de Julliard en New York, aunque no le alcanzó el dinero para presentar un concierto y ser la primera pianista negra en darlo. También se presentó en el Instituto Curtis a fin de obtener una beca y seguir estudiando piano, pero al igual que años después en Filadelfia, fue rechazada por el color de su piel. Así de la música clásica pasó al blues y al jazz y se dio a conocer con éxitos como "I love you porgy" (en Estados Unidos) y "My baby just cares for me" (en el Reino Unido). En la década de los sesentas se une a varios grupos de lucha contra el racismo y canta varios temas políticos como "Mississippi Goddam" (por el ataque terrorista de religiosos blancos contra una iglesia de Birmingham, Alabama). En el año 1969, en el que fallece Martin Luther King, se va de los Estados Unidos con dirección hacia Barbados porque ya no podía resistir el racismo. Vuelve en los setentas a EUA pero al poco tiempo regresa a Bárbados y tiempo después también reside en Inglaterra, Liberia, Suiza y Holanda hasta asentarse en 1992 en el sur de Francia.

Su estilo es bastante eclético, desde el góspel hasta el blues y el jazz (tal vez porque su ascendencia no solo era de esclavos negros sino también india e irlandesa), dándole ese toque de música clásica europea, aprendido años atrás, además de una pizca espiritual. Con mucha improvisación, al estilo de Duke Ellington, de moda en esa época, cortaba las canciones, conversaba con el público, coqueteaba con alguien y seguían cantando, pasando de susurros a gritos. Se alimentaba de todo lo que veía, vivía y le llamaba la atención. Así no solo se concentró en estilos negros sino también adaptó y cantó canciones como "Here comes the sun" de los Beatles, "My way" de Sinatra y "My sweet lord" de George Harrison; además de dar a conocer otros temas provenientes de sus raíces o de lo que la influyó durante su infancia y juventud como la canción góspel "Sinnerman" y "The house of rising sun", adaptada por muchos otros artistas y grupos tiempo después. Los del Sur y Centro América, que hablan español y nunca la han escuchado, deberían imaginarse a una trovadora, una mezcla de Chabela Vargas y la Negra Sosa, con un carácter explosivo, nihilista y que disfruta de todo a su alrededor.

Con un amigo, el cual es el único conocido a quien también le gusta Nina Simone, cuando vemos un cartel con estilo de la década de los setentas con una persona de raza negra y un afro no decimos: Ahí está Jimmy Hendrix, sino: Ahí está Nina. Tal vez ese sea el mejor homenaje a darle: Un par de palabras, comprar su biografía, tener un par de recuerdos de estar acompañado por su música en viajes, y otros momentos, volver a escuchar sus discos, y ser ella la primera imagen al imaginar aquella surrealista década. Seguramente han visto muchas películas donde les ha gustado una canción y no saben quién la canta: Es probable que sea Nina Simone.

















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