12 de mayo de 2010

Leyendo a Graham Greene

Dentro del mundo de la literatura, y su comercialización, resulta bastante lógico pensar la existencia de un estudio con estadísticas y tendencias que reflejen el aumento o disminución de ventas de un texto después de que la trama haya sido llevada al cine. Espero que la novela The Road, de Cormac McCarthy tenga su propia torre de libros listos para ser despachados después de su adaptación; como imagino que debe haber sucedido después de habernos regalado Peter Jackson la versión en pantalla grande de The lord of the rings, librerías llena de ejemplares de la trilogía de Tolkien, e incluso con sus otros textos como The hobbit. Así también no resulta loco pensar en que después de haber visto Donnie Darko de Richard Kelly, muchas personas empezaron a interesarse en la obra de Graham Greene, a quien conocí gracias al cine.

Leyendo a Graham Greene uno entiende el porqué está catalogado como uno de los mejores escritores del siglo XX. Al igual que los poemas de Charles Bukowski, los cuentos de Edgar Allan Poe, la irreverente franqueza de Salinger, el cinismo narrado por Anthony Bourdain en sus viajes y experiencias en una cocina (un gran admirador de GG, que después de leer algunas de sus novelas quiso conocer Vietnam y otros lugares del Asia) y las aventuras de tirarse un pedo frente al novio que escribe Carrie en su laptop, como la mayoría de autores en inglés, la forma en que cuenta sus historias resulta envolvente, te hace parte de ellas, dándote un primer plano de lo todo lo visto, oído, sentido y percibido por los personajes. Casi en secuencia real el lector vive cada página. GG tiene ese estilo al escribir que tienen los hombres que han visto mundo, quienes están en permanente combate contra el aburrimiento: Jugó a la ruleta rusa, recorrió África por su cuenta, adúltero empedernido, fue amigo del General Torrijos de Panamá, espió para el Servicio Secreto Británico, como Faulkner y Hemingway viajaba a cualquier aldea o ciudad donde existiera un bar que sirviera scotch. Gracias a estas andanzas el cine concibió El tercer hombre, El factor humano, El americano impasible, novelas originalmente suyas, y Richard Kelly usó uno de sus cuentos, Los destructores, para darle vida a Donnie Darko.
GG además de escribir acerca de viajes y locaciones lejanas de su original Gran Bretaña, de diplomáticos y espías, también era alguien obsesionado con la niñez (a diferencia de Dickens sus personajes infantiles son crueles, obsesivos, poco inocentes) y con el catolicismo (específicamente con la moral que lo predomina). No fue un gran cuentista porque escribió solamente 21 relatos cortos, publicando un libro salpicado de estas dos últimas características. En Los destructores lo que se relata es el intento de una pandilla de adolescentes de crear su obra maestra, un acto de destrucción concebido porque esto también puede ser una forma de creación; como en la guerra, con el caos, esperan cambiar las cosas, y para conseguirlo deberán trabajar duro, organizadamente, siguiendo la cadena de mando. No lo hacen por odio ni por amor, pero al igual que el autor (presenció la Segunda Guerra Mundial en vivo y en directo), después de los bombardeos entendieron la banalidad de las cosas.
La frase: En el comedor habían quitado todo el parquet, los zócalos estaban levantados, habían quitado la puerta del marco, y los destructores habían subido un piso. Entraban franjas de luz a través de los postigos cerrados donde trabajan con la seriedad de creadores; y la destrucción, después de todo, es un acto de creación. Cierto tipo de imaginación había visto esta casa de la forma en que se había convertido ahora.

P.D. El cuento (que se puede encontrar en español acá) es una obra de arte de quince páginas; y el resto de los cortos relatos (acá en inglés) son materia prima para 8 mm.

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