28 de mayo de 2010

Una película de HL y sus amigos

¿Cómo podría definirse a “The imaginarium of Doctor Parnasuss? ¿Un tributo a Heath Ledger (que nos regaló a un sádico y anarquista Joker en The dark knight - y con eso hizo del mundo un lugar mejor -), o una película con todas las de ley acerca de las consecuencias de las decisiones que tomamos? La respuesta apuntaría hacia la primera opción porque al final, en la parte de los créditos, cuando se supone debe aparecer el nombre del director, en su lugar se muestra la frase “Una película de Heath Ledger y sus amigos”; y, como otra pista, en las declaraciones el realizador Terry Gilliam menciona que tenía una considerable cantidad de escenas del fallecido actor que no podían desperdiciarse. The imaginarium… es el intento de inmortalizar, con sus últimas imágenes, a alguien que se lo considera el James Dean de nuestra generación, y de paso ganar algo de dinero, gracias a una mayor recaudación por la comercialización del morbo y la melancolía, con esto.

Es fácil de deducir que en principio el proyecto no fue pensado en grande. Aunque la trama pertenece al género fantástico, lo que se cuenta es algo sencillo, algo tan excesivamente poco original narrado de la forma más original posible, que vendría a ser algo así: El Dr. Parnassus es una especie de monje que hace mil años apostó con un demonio llamado Nick (un demonio con pinta de borracho irlandés, interpretado por el maestro Tom Waits) su inmortalidad porque pensaba en que sus historias siempre serían contadas. El Dr. ganó, lo que no sabía era que la gente se cansaría de escuchar historias; y en su decadencia, en un Londres actual, donde tiene un teatro ambulante que ofrece recrear las fantasías de los espectadores metiéndose en la cabeza de Parnassus, vuelve a apostar a su hija a cambio de la felicidad. Esa más o menos era la idea. Es difícil pensar que todo se desarrolló de acuerdo a lo originalmente planeado. Lo que sabemos es que el proyecto adquirió relevancia con el fallecimiento de Ledger y además de Christopher Plummer y Tom Waits, después se unieron otros actores de la talla de Johny Depp, Jude Law y Collin Farrell para llenar las escenas que HL no pudo terminar.



Su actuación es casi bufonesca, improvisada (el papel que desarrolla es el de un estafador con amnesia que se une al elenco del teatro), un poco ausente, como si la cosa no fuera con él o si no supiera qué hace ahí, algo parecido a la resaca de una buena borrachera. Y en un aspecto más personal, y a la vez morboso, no se sienten signos depresión en Ledger, tal vez cierta melancolía. Es algo que uno no puede evitar pensar mientras la mira, tratando de detectar algo que justifique lo sucedido después. Lo peor y mejor de la película. La proyección gira en torno a un fantasma (Tom Waits es quien originalmente se roba las cámaras) y el resto son arreglos llenos de efectos especiales típicos ingleses, reflejando la mente del Dr. Parnasuss (Terry Gilliam antes trató de meterse en la mente del psicópata periodista Hunter S. Thompson con Fear and loathing in Las Vegas) que recuerdan al Yellow Submarine de los Beatles, un video de la copia noventera del cuarteto de Liverpool llamado Oasis (creo que la canción se llama All around the world) y a Somewhere only we know de Keane; además de una dirección de arte que recuerda una obra de teatro de alto presupuesto y un vestuario bastante juglaresco. Un rato de fantasía donde los sueños se recrean haciéndolos parecer realidad, para olvidar la cruda realidad en la que incluso las personas que consiguieron alcanzar sus sueños pueden aparecer muertas en sus cuartos de hotel.




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