8 de junio de 2010

Una chica Almodóvar (mas guapa que cualquiera)

En una isla paradisíaca, dentro de un hotel lujoso de egipcias sábanas blancas, la femme fatale ve a su amante paralizado, en un gesto petrificado de lucha por su vida, producto del exceso de pasión (seis polvos seguidos en alguien con más de sesenta años puede causar la mejor forma de morir existente), mientras ella sale del baño. No intenta revivirlo ni llama a urgencias esperando salvarle la vida. No hay signos de angustia, desesperación en su rostro. Se sienta tranquilamente junto al reciente cadáver, enciende un cigarrillo y al mismo tiempo que sus mejillas se iluminan, arquea su ceja en señal de «¡que se le va a hacer!». El hombre que está a su lado no está muerto, pero todos los que vemos la escena en el cine sentimos que el corazón se nos detiene. Así es: Penélope Cruz nos puede matar en cualquier instante con solo una mirada.

Cada vez que Pedro Almodóvar se encuentra filmando una película no me mata el saber que lo está haciendo, ni la trama; pero al final de cuentas la termino viendo. Cuando era pequeño lo recuerdo como el tipo que vistió de mujer a Miguel Bosé en Tacones lejanos, y con varios amigos a veces nos topamos discutiendo cuál es la mejor entre toda su filmografía. Algunos dicen Todo sobre mi madre, otros Mujeres al borde de un ataque de nervios. Yo me quedo con Hable con ella por lo surrealista del guión (PC no actúa). Lo que no se puede discutir es que cada vez sus películas son más detalladas, con esa estética pop art tan calibrada que parece que sus personajes viven en una realidad de ensueño. Y al igual que en Los abrazos rotos, donde cada plano es casi perfecto (sin por esto olvidar que es su trabajo más light), el director español ha sabido pulir a su musa al máximo, creándole un personaje casi irresistible.

Aunque en una frase de su película, al describirla, se menciona que es demasiado guapa para ser graciosa, personalmente, no me parece tan guapa como Eva Green o Scarlett Johansson; y en las primeras actuaciones de renombre que tuvo, como Vanilla sky o Pretty horses, con su pésimo inglés, casi daba lástima. Sin embargo, los últimos años, cada vez que Almodóvar la usa es un regalo poder verla. En Los abrazos rotos, tan acostumbrada a realizar papeles marginales, la película más cinéfila del director, hace de la chica humilde metida en problemas (un clásico del cine) queriendo ser actriz. Y ahí la podemos ver en la película que está dentro de la película vestida a lo Audrey Hepburn, con peluca rubia lacia y platino con rizos a lo Marylin Monroe. Cada una es una fotografía para enmarcar, y sus gestos pareciera que ocurrieran en cámara lenta, robándose toda la atención, resplandeciendo sobre el resto en una historia donde los chicos Almodóvar, en esta ocasión, son más importantes que las féminas.


Cantaba Sabina, Calamaro y Fito que aunque no era la más guapa del mundo/ juro que era más guapa que cualquiera. Habría que dedicarle esa canción a Penélope, que parece una actriz de cine clásico. Alguien a la que no tiraríamos por las escaleras, a diferencia de su inescrupuloso amante en esa bendita escena, que ya es un patrimonio audiovisual por las tantas cosas que han pasado en los peldaños, y que es el momento cumbre de la otra Chica Almodóvar que es su película.

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