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«Sentirte como Jim Morrison no te convierte en Jim Morrison, pero no sentirte como Jim Morrison te convierte en casi nada. Yo nunca saldría a la calle sin sentirme como Jim Morrison o Dennis Hopper por lo menos» nos dice Ray Loriga en su novela Días extraños. Lo conocía y sabía que era un gran actor de una contestataria generación, sin embargo no entendía la parte de Dennis Hopper hasta que vi Easy Rider. Una road-movie, un western en motocicletas acerca de dos personajes que deciden recorrer los Estados Unidos, conociendo a varias personas y conociendo la discriminación, deseando llegar al Mardi Grass en New Orleans luego de ganar dinero y su libertad gracias a la venta de varios kilos de cocaína. Encontrarse a uno mismo en las carreteras acompañado de la música de Steppenwolf, Jimmy Hendrix, Jefferson Airplane y otros marcó una época, y DH, que era un hipster (siempre adelantándose a los hechos), se transformó en la cara de la contra-cultura norteamericana con la película que dirigió, escribió y co-protagonizó.
Pero no sólo era Easy Rider, ni el eterno actor secundario que podía sin problemas meterse en la piel de personajes extremadamente complejos como el psicópata gánsgter Frank Booth en Blue Velvet y el perturbado fotógrafo seguidor del coronel Kurtz (Marlon Brando) en Apocalipsis now; o los villanos que interpretó en los noventas como el vengativo terrorista de Speed y el serbio General antiguamente servidor de Milosevic que buscaba la muerte de David Palmer y Jack Bauer en la primera temporada de 24. Ni tampoco el fotógrafo que retrató la cultura de los sesentas llenas de psicodelia, happenings entre celebridades, las marchas por los derechos civiles y las rutas de su país (recientemente se publicó un libro con las imágenes que capto con su cámara); ni el coleccionista amigo de Warhol y Basquiat. Hopper respiraba y vivía por el arte (actor, director, guionista, fotógrafo, escultor). Tal vez eso fue lo que lo salvó y lo convirtió en un sobreviviente.
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Se sorprendió de haber llegado a los 70 años porque no pensaba siquiera que alcanzaría los 30. En su funeral su hijo recitó el poema de Walt Whitman Leave of grass, ese que dice (maltraduciéndolo al español): Y yo y tú, sin tener un centavo, podemos comprar lo más precioso de la tierra… Y no hay oficio ni profesión en los cuales el joven que los sigue no pueda ser un héroe… Esperamos que haya alcanzado la paz en el final de ese viaje que fue su vida y que empezó con las guitarras de Born to be wild y el estribillo (otra vez mal traducidas): Como un auténtico hijo de la naturaleza/ Nacimos para ser libres/ Podemos escalar muy alto/ No quiero morir nunca/ Nacido para ser libre/ Nacido para ser libre…
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