22 de marzo de 2010

Por Los Ríos (no es una crónica de viaje)

Se supone que la provincia tiene su acuoso nombre después de que García Moreno pasó por la misma y viendo su hidrografía la llamó Los Ríos. Se supone que también era el lugar donde mayor cantidad de cacao, en el siglo XIX, se producía para la exportación. También de donde provienen los montubios más arraigados (que no sueltan el machete y tienen los rodeos de mayor fama) y de donde son originarias las historias de seres que penan, como la llorona, porque mataron a su hijo y ahora vagan en el mundo de los vivos. Y suponiendo que “La patria ya es de todos”, aprovechando que ahora trabajo en una consultora que asesora proyectos estatales y empresas públicas, durante dos semanas, de lunes a sábado, he ido y venido (y viceversa) a Babahoyo, cuento algo de lo que es la capital de la provincia, aclarando que esta no es una crónica de viaje ni que me he dedicado esos días netamente a caminar por la ciudad. Sólo lo que he visto. In my face.


Si se tiene vehículo propio el trayecto desde Guayaquil dura aproximadamente una hora y pocos minutos más, sino el transporte directo y símbolo de la ciudad es el F.B.I. (Flota Imbabura de Babahoyo), un bus verde, al igual que le follaje que uno va viendo mientras recorre el camino, que en una hora y veinte minutos, escuchando radio Canela (la radio de los choferes costeños), pasando por Yaguachi, Juján , el desvío hacia Milagro, Mata de cacao, el Rey Park (una especie del Trucusucus de la infancia en versión extra-grande, lleno de esculturas de dragones, Piratas del Caribe y tiburones entre piscinas) y otros pueblitos donde se pueden ver a los ganaderos arriando sus reses, gaviotas entre los charcos, cultivos de arroz, cacao y café, gente bañándose en los ríos los fines de semana, los típicos accidentes de carretera con los tráileres o buses a un lado y las decenas de mirones, y los vendedores del Extra , de colas y aguas, tortas de choclo, muchines, panes de yuca y fritadas (que son mas chifle que carne) que pegan si uno no ha desayunado bien (se recomienda comprar los muchines de veinticinco centavos a la altura del peaje de Yaguachi), te dejará en el centro de la ciudad. Dato aparte: se le puede decir al cobrador en el terminal que uno es viajero frecuente para que pagues $ 1.00 en lugar del $ 1.40 que es el precio del pasaje original.





La imagen que siempre tuve de Babahoyo era la de agua, un islote en medio de la inundación, pero estando acá la cosa se parece más al lugar donde el Pantaleón Pantoja de Vargas Llosa inicia sus operaciones para saciar las necesidades de los soldados del Ejército peruano: muchas – en serio muchas - mujeres caminando por todos lugares, en holgada ropa por un calor y sobre todo una humedad que provoca que la camisa se te pegue y sea un estorbo. Todo con un aire a Guayaquil, que recuerda el pasear por el centro de Babahoyo a recorrer la Av. 10 de agosto o el resto de calles aún no regeneradas y llenas de puestos comerciales de comida, discos piratas, ropa, vendedores de colas y caramelos. Aunque la regeneración también existe en Babahoyo: los mismos adoquines, las mismas farolas, algunas palmeras e incluso en hay un malecón (en este sí te dejan andar en bicicleta) con iguales rejas color verde y vista al río. Sin ser esa, pero tratando de serlo, una justificación para creer que mi comparación no sale de una mente obtusa que cree que fuera del puerto principal cualquier ciudad costeña es una copia del mismo (imitando su estético “modelo de desarrollo”); pero notando esas diferencias o singularidades de Babahoyo en su gente y en su forma de vida como el saber que casi todas las personas con las que hablé menores de 30 años tienen al menos un divorcio, que aunque parece el pueblo de Pantaleón sólo hay un chongo en la ciudad y que lo chévere es ir en auto hasta alguno de Durán o Milagro, avenidas llenas de motos y bicicletas que son la aspiración de las personas para llegar temprano a sus lugares de trabajo, que el recreo de los sábados es irse a bañar a algún río, que comer en un chifa del centro es algo de caché y símbolo de dinero, y que el dinero es lo principal de la ciudad, pero a diferencia de Guayaquil aquí se nota mucho más. Algunos arriesgarían su integridad y te mentan a la madre por diez centavos, y en restaurantes si pides un vaso de agua te dicen que no tienen pero te pueden vender botellas a $ 0.30 cada una.

Me hubiera gustado ir a algún río, ver una cosecha de cacao y acompañar a quien lo seca en la carretera... Eso no era parte del trabajo así que será para la próxima vez.

3 comentarios:

MamaQuil dijo...

Mi papá tiene una finquita más allá de Catarama. En un día cualquiera me fui en bus hasta allá, y agarré un asiento adelante cual moza de chofer de interprovincial. Fue bonito admirar el paisaje ahi con ese vidrio grandote que me separaba del campo. Me dio mucha nostalgia ver lo rico y fértil q es todo ahi, sin embargo los campesinos dejan eso y migran a la ciudad a trabajar de guardias de seguridad :(

Raul Farias dijo...

PQ: Conozco varias personas de Catarama... muy buenas persons e incluso los hijos de mi gata se van a vivir para allá, a una hacienda que tiene un amigo de mi mamá. Y sobre las historias de los buses, me hiciste recordar el carnaval del año pasado en el que tenia que regresar a Cuenca (porque vivia alla) desde Guayaquil y como todos los buses estaban saturados nos ofrecieron ir en un Expreso Milagreño pero este se quedo varado en medio parque del Cajas y estuvimos esperando un buen rato hasta que alguien que tenia unas gallinas se decidio a hacer un caldo con uno, otro saco el trago y nos quedamos ahi un par de horas... Me dieron ganas de vivir en un lugar asi

Saludos

Anónimo dijo...

se nota que no conoses babahoyo es mucho mejor que lo que cuentas te gustaria pasar un buen fin de semana en esta bella ciudad mas aun cuando estamos apunto de llegar a las fiestas patronales 24 sep sin duda las mejores del ecuador y aun mas las de la provincia este 5 de octubre
cristina

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