30 de marzo de 2010

Portafolio luso

Saramago es portugués, sin embargo no creo que Ensayo sobre la ceguera haya transcurrido en Lisboa. Se supone que en la novela nadie tiene nombre y la ciudad aún menos. Todos víctimas de sus propios pecados y el castigo es la ceguera blanca como un mar de leche. Aunque ahora que lo pienso, pese a que Lisboa es una ciudad demasiada linda, demasiada cálida, entrañable, con gente extremadamente amable y romántica (y la mayoría de personas se veían mucho más felices que el resto de europeos que observé, teniendo en cuenta que es uno de los países con menores ingresos de la UE), y coqueta, quedarse ciego en Lisboa sería un verdadero castigo. Por algo Fernando Pessoa al contemplarla dejó su casi lúgubre y suicida estilo de escribir para recomendarnos que caminarla es «errar sin pensar», mencionando que «Si yo tuviese el mundo en la mano, lo cambiaría, estoy seguro, por un billete para la Calle de los Doradores».

Fado, bacalao y fútbol son lo principales referentes. El primero música triste parecida a un bolero; el otro algo delicioso, llevado a la perfección donde cada uno tiene su receta; y el último un fútbol vistoso y elegante pero que pocos títulos internacionales ha alcanzado. Eso era de lo único que me habían informadoen versión ultra zippeada. Por suerte algo más vi.

Se suponía que cuando estuve era invierno: llevar guantes, bufanda y varios abrigos encima, la comida casi hirviendo, fumar cigarrillos como desquiciado y una copa de jerez nunca venía mal. Madrid fue así, Barcelona casi, Sevilla también. En Portugal lo único frío fue la carretera llena de olivos. El sol nos esperaba ni bien cruzamos el puente 27 de abril y en Lisboa pudimos ir a la playa y andar en zapatillas (alguno se atrevió a surfear), quitarnos los abrigos, caminar sin descanso porque el clima era propicio, beber cerveza negra hasta hartarnos y el vino oporto que fue un lujo para un grupo de chiros, tratando de conversar con personas y únicamente respondiendo brigado, respirando una brisa extremadamente fresca con aroma a pasado.

Casas con techos rojos, azulejos por doquier, vistas al Tajo desde más de un rincón, puertos a montón, palacios, monasterios, el barrio alto de los bares, The dark side, donde los dealers no se cansan de ofrecerte hachís, los mendigos, los emigrantes angoleños, de Mozambique o Tanzania trabajando en las terrezas donde se ubican los bares, son algo de lo que pude visitar, observar y sacar algunas fotos, que son un montón pero acá solo dejo algunas.












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