17 de octubre de 2007

Ciudad de Dios

El nombre de este artículo precede a una película brasileña que tuvo una buena crítica a nivel mundial - estuvo de candidata a algunos premios Oscar -. En resumen el guión trata de como en los barrios más pobres de Río de Janeiro se formaron pandillas juveniles, que incluso crearon una pequeña guerra civil por el control de la droga.


Este ejemplo viene al caso, no por la situación de narcotráfico, si no porque al seguir recorriendo los campos, valles, lagunas, quebradas, bosques y en sí toda la zona rural de la Sierra - Norte de nuestro Ecuador, de igual forma voy recogiendo y atesorando testimonios y anécdotas entre las personas que voy conociendo; y entre todas esas una me llamó la atención porque era repetida por más de uno de los pobladores de la zona: Me decían que tenga cuidado y que apenas anochezca me encerrara en mi habitación porque la zona se ha vuelto peligrosa.

Entre mi sorpresa y asombro, las justificaciones que me dieron eran que se habían formado pandillas de jóvenes por razones tan tercermundistas y subdesarrolladas cómo: Después de concluir la escuela los niños o jóvenes dejan sus estudios porque creen que su futuro no pasa de trabajar en las floricultoras, otros no pueden costearse el pasaje ida y vuelta hasta el colegio más cercano, siendo estos dos casos ejemplos de jóvenes que no tienen en qué aprovechar su tiempo productivamente y además está el caso del trabajo infantil, con menores ocupados pero sin la educación necesaria para saber en qué cuestiones invertir el tiempo presente y futuro.

A riesgo de que me califiquen de comunuista, terrorista, etc. Quisiera expresar unas palabras de Marx: "Los filósofos hasta ahora no han hecho más que interpretar el mundo de diversos modos; de los que se trata ahora es de trasformarlo". Esto me recuerda a personas pragmáticas como Nelsa Curbelo, los colegios formados por las distintas cooperativas rurales que funcionan los fines de semana, o las distintas ONG que luchan por un desarrollo humano real y la formación de un verdadero capital humano, y no simplemente lograr un objetivo del milenio que es reducir las tasas de analfabetismo, objetivo que se queda corto con una finalidad tan necesaria para el desarrollo como es el de formar personas capaces.

Creo que toda la culpa no la tiene el Estado, porque raros son los casos de empresas públicas con mano de obra infantil, esto es una cuestión de costos y pese al relativo crecimiento de la responsabilidad social, como señalaba Javier Ponce en un artículo respecto al Yasuní: Las élites económicas no se han manifestado respecto al tema.

Fuentes:
Ciudad de Dios, Película de Fernando Meirelles.
¿Y el Yasuní?, Javier Ponce

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