3 de agosto de 2011

Como la vida misma

Allá en la gélida Islandia, un lugar del que casi nunca nos enteramos lo que pasa por su alto estatus de vida – entre paréntesis aburrido –, un año atrás luego del fuerte azote financiero y el plan de ajuste por la recesión mundial algo curioso, aunque sabio, ocurrió: no fue el hecho de que un comediante haya la ganado la alcaldía de la capital Reikiavik prometiendo lo incumplible, sino una consecuencia: para pactar con la oposición el major sólo pedía una cosa: que sus compinches políticos se hayan visto todos los episodios The Wire. Esa novelita rusa que transcurrió y transcurre en Baltimore, Maryland (la tierra donde Edgar Allan Poe acabó con sus días en medio del delirio). Nada raro, excéntrico o descabellado (al igual que ver a Michael Williams – Omar Little – dando conferencias en la universidad de Harvard) para aquellos que hemos presenciado ese estudio de nuestra sociedad, y tal vez la gran obra de este siglo. Una serie que no es realista sino real mencionaba Rodrigo Fresán. La verdad tan dura como puños.

Cable a tierra. Cabeza fría una semana después, sin toda esa emoción que hace que uno escriba como desenfrenado, un ser irracional que habla con la emoción, recuerdo haberme sentado y preparado para ver el último episodio de The Wire, sabiendo que después de sesenta horas (de la forma recomendada: de un solo tirón porque es imposible aguantar una semana) nada iba a ser igual que antes. Un vaso de vino, un cigarro y mucha nostalgia. Tom Waits cantando Down in the hole. El final fue un disparo al pie, el dolor de haber perdido un dedo. Los personajes mejor diseñados en la historia de la televisión diciendo adiós. La maestría en el guión de Burns, Simons, Price y otros. Capítulos llenos de historias al parecer insignificantes, pero a la larga todo se conectaba. Caras que se volvían familiares y conocidas. Casi todas con un trágico destino. Y en verdad dolía cuando algo pasaba: Omar con sus aires de gitano, ese silbar y su viril homosexualidad muriendo en las manos de un niño y el espectador esperando que todo sea un juego. Bodie acribillado injustamente en una de las tantas equinas anónimas. Frank Sobotka caminando hacia el puente sin conocer su fatal destino. Cine negro con algo de western la ocasión que Omar se encuentra con Brother Muzzone. La escena de los diez mil fucks para burlarse de CSI. Los niños de la cuarta temporada sin salvación alguna. Snoop aterrorizando a Stephen King. El intento de suicidio del bueno de Bubbles - mi personaje favorito -. It´s all in the game.



Los historiadores hablan de que Marx escribió El Capital como una fábula de horror luego de haber visto las precarias condiciones de los obreros durante la Revolución Industrial. Simon hizo lo mismo con una ciudad olvidada. Entres sus crónicas periodísticas pudo observar a su ciudad desnuda, sin maquillaje, y la retrató tal cual y elaboró una obra maestra de la corrupción, doble moral e ineficacia en todos los ámbitos – desde los políticos hasta los dealers – de nuestros tiempos ante ciertos males. Y ahí es donde todo pasa: al aire libre con los ruidos de sirenas y pistolas automáticas. Pienso en Guayaquil y no estamos muy lejos: municipales persiguiendo a informales, basureros clandestinos en Bastión Popular y las mafias de la basura. Ladrones por doquier. Policías haciendo de la vista gorda y solicitando que no se los critique. Vigilantes de tránsito recibiendo coimas a diestra y siniestra. The Wire no puede ser lo que es sin poner como personaje principal a la ciudad. Que se joda el espectador promedio con series en las que todo se resuelve fácil. Mostrar la forma en que todo se conecta con todo. Atesorarla al igual que se hace con el Ulysses de Joyce o las grandes tragedias griegas. McNulty en la última frase diciéndole al vagabundo que es hora de ir a casa. Por dos meses, quien la ve, siente a Baltimore propia.






2 comentarios:

filipina heart dijo...

The ram posts a target in the unwelcome potato. The cycle inserts the reactionary receipt throughout the worker. The disturbed slave grows. The race negates the satisfactory wheel underneath the subsidiary. The guitar relates the blasting steam.

ethiopian women dijo...

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