30 de septiembre de 2009

Esos días.... Bi (sin 'cente') nario, Capote, David Sosa y la llave de Sabina

Si uno es desempleado, la vida se convierte en un eterno domingo (No me gustan los domingos, Héctor Abad).

Se supone que la tradición, de cada 31 de diciembre, en la cual quemamos un muñeco por el año que se va, y lo rellenamos de camaretas, viene de la colonial creencia de que el tiempo es cíclico, uno vuelve como cantan los Cruks, y no lineal como la ciencia indica. Y así con fórmulas demuestren que lo nuestro es algo más folclórico que efectivo (como el condón), hay veces en que el tiempo no se comporta como debe y le metemos unos tumbacasas por si quiere regresar. Hay veces que parece no moverse, o todo parece replay, o como si la realidad por fin encajara. De lo último, por ejemplo, mientras los diarios publican cómo la gente está buscando nuevas alternativas de ingresos por la falta de empleo, en cada conversación el tema de que están botando gente en las empresas es como un disco rayado; y de paso, en estos días, Ecuarisa, pasó la película de Jim Carrey y Tea Leoni, Fun with Dick and Jane, donde Dick Harper (Carrey), de ser vicepresidente de una empresa pasa a asaltar tiendas y hacernos cagar de la risa. Todo justo cuando uno anda buscando camello. Te martillean por todas partes con la pesimista realidad. Con Truman Capote, en cambio, hace tiempo que tenía ganas de volver a leer A sangre fría y coincidentemente el fin de semana pasaron la película Capote, además David Sosa escribió un excelente artículo y hoy, 30, cumpliría años el drogadicto, homosexual y genio escritor. La falla está en que a quien le presté el libro me dice que no lo encuentra. Por suerte tuve una entrevista pero sigo desempleado.


Y por otros lares pero volviendo a David Sosa, recuerdo que cuando el periodista cubano escribió para la revista Soho, mencionaba que del diario GRANMA, sus noticias son como avistamientos de OVNIS: tal vez uno sea verdad. Por eso si quiero saber de Cuba me dirijo al blog Generación Y. Lo que evito leer son los comentarios. Porque, por ejemplo, una entrada de un borracho gritando por comida termina en una discusión acerca de Miss Universo. Por lo que estoy de acuerdo con la diatriba que Renato Cisneros le hace a los bloggers, tildándonos de creernos dueños de la verdad y de utilizar el anonimato para darle rienda suelta a nuestros más bajos instintos. Sin olvidar que dichas diatribas son por encargo.

Sin embargo pienso que no es momento para referirse así de los blogs. No en un día como hoy de fin de mes, en que coinciden dos años del inicio de esta bitácora, de la que pensé que las opiniones iban a ser, en boca de los Soda, NADA PERSONAL, sino sólo de economía y desarrollo; y ahora que leo los últimos posts, veo que esto está medio personal. Lo único que puedo decir es que tras dos años, que también coinciden con 200 entradas y más de 20 mil visitantes, ya ni sé de qué va a este blog. Y ya que no pude releer A sangre fría (por suerte tuve una entrevista pero sigo desempleado) y copiar párrafos de esa historia que trata de mostrar cómo quedó un pueblo de Kansas después de un crimen, y volviendo a lo de las entradas muy personales, copio y pego un escrito de un tipo como Joaquín Sabina que con su libertina sinceridad vestida de versos con rima sí sabe escribir de estas cosas. Y aunque juré nunca copiar y pegar entero algo ya publicado en internet (mis entradas son excusas para citar), Sabina vale la excepción. Y hay que acordarse que son dos años y una canita al aire no está mal. Una canita no tan casual.


Lo único que siempre he querido es una llave en el bolsillo.

Por Joaquín Sabina.

Esta casa, que es la mía, está llena de tonterías. Soy un coleccionista de imbecilidades. Un cachivachero, como se dice en el Perú. Entonces no voy a decir que el mejor regalo que tengo es tal muñeca que guardo por ahí, o tal virgen o tal candelabro, ni tampoco la primera edición de tal libro. Prefiero ponerme un poco solemne al pensar en el regalo que más me ha hecho ilusión en la vida y decir con absoluta honestidad que mi mejor regalo fue una llave. Sí una llave: la primera que tuve, a los diecisiete años.

Todos los escritores y todos los cantantes y todos los pintores suelen decir que su patria es la infancia, y que quisieran volver a su infancia. Pero yo me siento un bicho muy raro porque, a pesar de haber tenido una infancia nada infeliz, pienso que lo único que siempre he querido es tener una llave en mi bolsillo para que nadie pudiera decirme a qué hora había que volver y para que nadie pudiera darme órdenes. Y esa llave la tuve por primera vez en una pensión mientras estudiaba en la Universidad de Granada. No recuerdo un momento más feliz en mi vida que al tener esa llave en el bolsillo y decir: «Ahora regreso cuando me salga de la punta de la polla, no cuando me diga mi padre». De veras la miraba como si fuera el Santo Grial. La llave es un símbolo fálico, ¡carajo! Abre cosas, no me joda. ¡Abre de todo! Si no tienes una llave, eres un eunuco, una mierda, no sirves para nada. Hay que tener una llave. Todos deberíamos tener una.

Desde aquel entonces hasta hoy, puedo decir que aún conservo esa llave. Es decir, hasta los diecisiete años yo era un niño de provincia, con una familia muy estricta, católica, apostólica, romana, franquista y fascista. Mi padre era comisario de policía, y muy buena gente y poeta de campanario. Pero la vida en un pueblo de provincia, en esos duros años del franquismo, era muy gris. Recuerdo esa época como si lloviera todo el tiempo, lo cual es mentira, por supuesto, un invento de imaginación, aunque la imaginación suele ser más justa que la realidad. Y yo quería huir de esa realidad. Quería crecer, quería ser mayor, ser adulto. Por eso digo que jamás he querido volver a mi infancia. Yo quería mi llave.

En verdad, ahora que lo pienso, creo que quería convertirme en un viejo verde, y lo estoy consiguiendo. Para mí esa llave, aunque parezca cursi, aunque parezca primario, aunque parezca lo que parezca, era mi pequeño símbolo de la libertad. Con esa llave por fin estaba solo: iba a la universidad, me enseñaban libros, me presentaban chicas, me daban whiskies baratos, y podía trasnochar a mi antojo. No había una estructura superior a mí. Ni mis padres ni la Iglesia ni el sindicato ni el pueblo ni la familia ni las vecinas ni la puta que los parió. Ya no había nadie que me diera órdenes. Nunca más.

***

Soy un regalón. Me gusta regalar, y entonces tengo muchas broncas con mis novias y con mis amigos, porque siempre regalo lo mejor que tengo. Si alguien me dice: «Este cuadro me gusta», y es el mejor cuadro que yo he tenido en mi vida, pues se lo regalo. Uno sólo debe regalar aquello de lo que le duele mucho desprenderse. Ir a una tienda y comprar cualquier cosa para una chica, no: regálale lo que más amas. Además, he tenido la suerte de algunos amigos que han oído esta teoría luego de que me han hecho unos regalazos. Por ejemplo, tengo dos capotes de toreo, uno de Antoñete y otro de José Tomás. A ambos toreros les pregunté: «¿Por qué me regaláis estas joyas?». Y me respondieron lo mismo: «Porque nos duele mucho». Eso me encanta. Lo otro, lo que compras, lo que te sobra, no vale nada.

Lo que sí me ha pasado una vez, debo admitirlo, es eso que dice Enrique Vila-Matas: que he comprado un libro y me lo he terminado quedando para mí. Hace poco un médico me revisó el estómago y me hizo una cosa cojonuda. Realmente genial lo que me hizo el tipo. Entonces me dije que tenía que hacerle un regalazo. Fui a un anticuario y conseguí L’Anatomie du corps humain, de 1684. Una absoluta joya, que decidí quedármela para mí. Es la única vez que me ha pasado. Debe ser porque lo único que me he regalado a mí mismo con verdadero cariño y orgullo son libros. Libros raros, que no aprecia nadie. He tenido mil guitarras, pero ninguna me ha emocionado. Tampoco tengo una gran discoteca ni suelo escuchar mucha música. Pero los libros me parecen objetos sagrados. Tengo primeras ediciones de Vallejo y un tesoro de Neruda: el ejemplar número cincuenta y siete de una edición cien de Residencia en la Tierra. Pero basta. Ya me estoy poniendo solemne otra vez.

Por eso diré otra cosa: que con mis músicos algunas veces nos hemos regalado unas cuantas putas para celebrar. Y siempre hemos pagado el doble, porque yo opino que las putas cobran muy barato para lo que dan. Yo me he arruinado con ellas, de modo que ahí está la fortuna de Sabina. Una vez vino a mi casa una chica de esas que se llaman por teléfono y que parecía Lady Di de lo impecable que estaba. Como yo no sabía qué decirle, ella me tranquilizó: «Desde los catorce años quiero ser puta», me dijo. Impresionante. Totalmente vocacional. Otra vez, un tío que era cura se salió del sacerdocio, y como ya estaba viejo y no conocía mujeres, se fue de putas, pero como seguía siendo un hombre religioso, al acabar con la puta le dijo eso que tantos hombres les han dicho haciendo siempre el ridículo: «¿Cómo has llegado a esta triste situación?». Ella le contestó: «Porque me gusta follar». Y mi pobre tío santo se quedó hecho mierda. Es decir, fantástico. Por eso yo les digo a mis hijas: «Vais a salir putas como vuestro padre», lo cual, ahora que hablamos de regalos, vendría a ser no un regalo, sino una herencia.

Así llego a mi peor regalo, que es un poco más solemne y literario. Podría tratar de ser más coloquial, pero una vez me contaron una historia sobre ese flaco maravilloso que fue Julio Ramón Ribeyro, y hasta ahora no puedo evitar recordarla. Yo conocí a Julio Ramón por Alfredo Bryce. Él me traía siempre sus libros, que acá en España empezaron a conocerse recién cinco minutos antes de que se muriera. Bueno, entonces un día me llega un artículo de periódico en el que decía que la hermana de Ribeyro había puesto en su tumba siete crisantemos en honor a una canción mía. Ella no sabía que yo adoraba a Ribeyro, y Ribeyro nunca debió haber sabido nada de mí, pero esa ceremonia me hizo pensar en qué es lo que yo no quisiera jamás que me regalaran. Y es precisamente eso: siete crisantemos en mi funeral. Porque yo no quiero morirme nunca.





P.D. Luego de dos años un GRACIAS TOTALES a Laura Avellaneda, Max de Rob, La Chica Cosmo (que ya no aparece), Pepe Zurita, Manu Sava, Manuela que leyeron algunas de las entradas y a cualquiera que se haya dado un vueltazo por este sitio.

29 de septiembre de 2009

Portafolio rural por Tucu - Tucumán y un poquito de Salta

Pedro Salinas escribe que a la ciudad de Juliaca (en el provincia de Puno, Perú), él nunca volvería después de haber estado ahí un par de horas. Una especie de purgatorio, a cuatro mil metros, antes de llegar al lago Titicaca. “Una creación de Stephen King luego de una mala siesta”. Creo que Tampoco volverá después de ser declarado el enemigo público número uno por los lugareños.

De la capital de la provincia de Tucumán, muchos argentinos de otras partes me hablaron mal de ella. Algo de razón tenían. San Miguel me pareció como estar en un gran mercado de calles estrechas, con paredes llenas de humedad, un caótico tráfico y una capa de neblina amarilla en las noches producto de la contaminación de las industrias. Demasiadas personas para un lugar tan pequeño. Pero con una Plaza de la Independencia con edificios que parecen traídos de otra parte. También fue el único lugar donde llovió todos los días que estuve, y cuando hice un city - tour una fantasmagórica neblina no me dejo ver nada de lo que promocionaban. Aunque cuando salí de la ciudad, los alrededores de la provincia valen mucho la pena: Un recorrido que sólo iba a ser de dos días terminó en cuatro días: Tafí del valle, Quilmes y sus ruinas, la ruta de los vinos desde Cafayate hasta Cachi y la capital de la provincia de Salta con sus momias. Portafolio de fotos que no abarcan (porque se dañó la cámara en una estrepitosa caída) todo el paisaje que vi por escapar de San Miguel de Tucumán (faltan imágenes de la Garganta del diablo, El Sapo, viñedos entre Cafayate y Cachi, la Plaza de la Independencia de la capital de Tucumán y el centro de Salta).

1. Cerro San Javier en la afueras de San Miguel de Tucumán (capilla y cementerio de la Villa Nougues, y monasterio de monjes benedictinos).





2. Ruta de camping y trekking en Tafí del Valle.





3. Ruta a la ruinas y Ruinas de los Quilmes.








4. Cafayate.

5. Ruta de los vinos hasta Cachi.

6. Salta.

27 de septiembre de 2009

Pobre Pepe

José Alejandro Castaño, en la edición nº 67 de la revista Etiqueta Negra (junio del 2008), escribe que en Puerto Olaya, pueblito de pescadores en Santander, Colombia, sus habitantes están habituados a presenciar el espectáculo de lo atroz: “Llevaban años viendo pasar los cadáveres de gente asesinada, quién sabe dónde... Los llamaban los pasarápido y todos se santiguaban al verlos correr río abajo”. Pero este hecho común en el río Magdalena no fue lo que motivó la investigación del autor sino un suceso extraño que le dio nombre a su crónica: ¿A dónde van dos hipopótamos tristes? La historia de dos hermanos que se escaparon de la hacienda de Pablo Escobar, Napóles, en Puerto Triunfo, a trescientos kilómetros de Puerto Olaya, donde convivían con jirafas, monos, elefantes que adornaban el Edén construido por el capo de la droga (y que murieron, fueron robados o donados a zoológicos con la muerte de Escobar), porque Pablito, el macho alfa del grupo, no compartía las hembras y este par se fueron de la hacienda en busca de descendencia. Lo más probable es que ambos hayan llegado hasta un corredor de aguas estancadas, lugar sembrado por minas explosivas. Nunca más se supo de ellos.

En estos últimos días un trío de hipopótamos (Pepe, su pareja Matilde y su hija Hip) también hicieron noticia. El 18 de junio de este año apareció una foto donde un grupo de soldados colombianos y dos expertos cazadores posan junto al cadáver de Pepe, el hipopótamo (diario EL UNIVERSO publicó un reportaje al respecto que vale la pena leer), después de que se hiciera efectiva una orden de captura para los animales. Todo con la aprobación del Ministro de Ambiente colombiano (por lo cual piden su renuncia).

Varias protestas y defensas aparecen al respecto. Por un lado se dice que los hipopótamos son animales peligrosos que matan más gente en África que cualquier otro animal (sin incluir al hombre, claro), aunque en Colombia no existe ninguna denuncia de ataques de hipopótamos. Por otro se dice que es una buena oportunidad para la supervivencia de esta especie en caso de que en África empiecen a extinguirse, pero habría que recordar la alteración al medioambiente que generaría su propagación. Así que la estrategia fue mantener a los animales dentro de la hacienda del Tony Montana colombiano y en caso de que estos escapen: ejecutarlos (pareciera que ésta es la solución a todos los problemas por parte del Gobierno de Uribe). Porque el costo de capturarlos y mantenerlos, a cada uno, es de aproximadamente 40 mil dólares y los burócratas fueron incapaces de buscar una solución que no incluya la muerte de los animales. Dinero que podría utilizarse para beneficiar a personas que viven en la pobreza. Hasta ahora todo podría ser justificable. Pero de ahí a sacarse una foto, para el orgulloso recuerdo, junto a la presa: sólo los militares acostumbrados a resolver las cosas con plomo.
Pobre Pepe que nunca sabrá lo que pasó. Sólo quería vivir sin hacerle daño a nadie (su muerte suspendió la cacería del resto de la manada, por lo menos hasta que pase el escándalo). Ante los hechos habría que quedarse como conclusión con el final de la crónica de JAC: “La inútil travesía de los dos hermanos tal vez sea otra constancia de esta reiterada habilidad humana de joderlo todo”.

P.D. Acá, el escalofriante detalle de la operación militar para cazar a Pepe; acá, un artículo de opinión de la mejor pluma que tiene Diario EL TIEMPO de Colombia, Daniel Samper Pizarro; y acá, unas letras de la escritora Claudia Mar Ruíz.

25 de septiembre de 2009

El pasado ya pasó

A Usain Bolt lo comparan con un extraterrestre. Personalmente, en carne y hueso, es lo más parecido que he visto a aquella animación del mundo de Matrix, llamada WORLD RECORD, donde un corredor por sobrepasar la marca mundial y alcanzar un tiempo inferior a los nueve segundos en los cien metros planos, exige tanto su cuerpo y su mente que lograr despertarse del idílico mundo creado por el computador y logra ver la horrible realidad (el personaje del Animatrix también tiene pinta de jamaiquino – aunque en su camiseta están escritas las siglas USA -; y esto puede deberse a que Jamaica es un país donde correr “forma parte del crecimiento como lo es jugar al beisbol en Estados Unidos o al fútbol en Europa, África o América Latina”, según el reportaje del NY TIMES publicado en EL UNIVERSO: Cuando se trata de correr, Jamaica gana). Bolt es el actual dueño de los récords mundiales en los cien y doscientos metros planos de atletismo. Marcas que estableció en el mundial de Berlín este año después de superar sus propios récords en las Olimpiadas de Beijing del 2008. Juegos olímpicos donde también el nadador Michael Phelps ganó ocho medallas de oro. Algo que nadie había alcanzado. Lo curioso es que Bolt y Phelps lograron estas proezas hace poco. En esta generación.


Lo de curioso lo digo porque últimamente también estuve a punto de embarcarme en esa nostalgia que se ha apoderado del ambiente, de las conversaciones y de varias lecturas. Como si todo lo que es presente y palpable fuera insuficiente y tuviéramos que hacer memoria. No como el personaje de El Túnel, Juan Pablo Castel, que recalcaba que la frase “todo tiempo pasado fue mejor” no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que la gente las echa al olvido. Pero sí como si nada fuera a volver y nada más se pudiera crear. Lo que también ha generado, por ejemplo, que un grupo de escritores (Rodrigo Fresán, Alberto Fuguet) quieran evitar comparaciones con todo lo que significó el boom latinoamericano y el realismo mágico, y desestimen muchas de las obras que tanto se leyeron años atrás (Tomás Eloy Martínez mencionaba que las amas de casa compraban Rayuela y Cien años de soledad como si fueran parte de la canasta básica). Cometiendo un parricidio. Aunque esa nostalgia en la literatura puede servir para recordar (o para citar y pegar videos de cosas que siempre quisiste citar y pegarlas en un blog), como en la edición de Soho del mes pasado, dedicada a los ochenta, donde la crónica del Miche del empate con sabor a triunfo y la del Pájaro Febres Cordero sobre los célebres asesinos ecuatorianos fueron lo mejor. Porque al final lo único que está ahí, frente a los ojos, es el presente y si no te gusta deberías aplicar la de Frank Costello en Los Infiltrados; y al pasado siempre lo tendremos en DVD y en CD. Ahí tenemos los discos remasterizados de Los Beatles. Como diría Rodrigo Fresán en ese buenísimo especial que le hizo Página 12 a las grabaciones de Joh, Paul, George y Ringo: "Los Beatles son como Peter Pan y nosotros somos el retrato de Dorian Gray de los Beatles/. Y, aun así, mientras nos vamos deshaciendo, seguimos disfrutándolos como chicos". El pasado como una excusa para citar.



22 de septiembre de 2009

"La historia es una puta" (¿eso lo dijo Perón o Tomás Eloy Martínez?)

Lo poco que sé de Perón lo he aprendido de la literatura: El cuento Casa tomada de Julio Cortázar habla del languidecimiento cultural de Argentina con su llegada al poder (al Gran Cronopio no le caía bien el General). Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato se sitúa en la revolución que derrocó al General, y con la muerte de los Vidal Olmos nos cuenta como la historia argentina (llena de esplendor) también muere (a Sábato le caía bien Evita pero no Perón). Además sé que su esposa fue casi una santa y después, al igual que él, más que una leyenda, un prócer, una figura pop (que Madonna interpretó) que todo el mundo utiliza a su antojo. Por eso no es tan difícil comprender que Macri (y compañía) y los Kirchner son Peronistas (Justicialistas). A mi tía tampoco le gusta Perón y al igual que lo que piensan Cortázar y Sábato: no sé si eso sea algo bueno o malo.

“Como no la voy a tener. Una excelente obra”, “un clásico argentino” fueron algunas de las respuestas de los libreros, mientras recorría la calle Corrientes, cuando les preguntaba si tenían La novela de Perón de Tomás Eloy Martínez (quien la escribió después de investigar por cerca de diez años la infinidad de documentos, entrevistas y declaraciones que Perón le hizo a él y otros periodistas; y después que el secretario del General le entregara unas memorias, supuestamente, escritas por su jefe), ante la petición de llevársela que me hizo mi viejo. Así que no fue difícil comprarla y ahí la tengo, pero recién en las últimas semanas, por curiosidad, la leí y puedo decir que es una de las mejores biografías que he tenido en mis manos. Sin embargo ahora entiendo menos a Perón y su legado. Cada vez que leo algo sobre él nuevas cosas salen a la luz y atar cabos me es cada vez más difícil. Pero volviendo a lo que vale, lo que me hizo disfrutarla está: 1) que como toda buena historia que trata de alguien que sí existió, empieza o tiene de premisa un punto en particular de su vida. Así como en el documental de Martin Scorsesse, No Direction home, el clímax está en el concierto que Bob Dylan dio en Inglaterra, La novela de Perón se concentra en el regreso del General a Ezeiza el 20 de junio de 1973. 2) Porque Tomás Eloy Martínez mezcla brillantemente ficción con realidad y no deja nada suelto. Uno no sabe donde acaba lo que en realidad pasó y comienzan los supuestos (utilizando un reportaje de la revista Horizonte separa los pasajes que se cuentan en los libros de historia y por otra parte utiliza las memorias - entregadas por el secretario - personales para mostrar un Perón más humano). Como en JFK de Oliver Stone; 3) además que en la novela, mientras se relata la escritura de aquellas memorias, se puede ver a un hombre común que juega con sus perras y carece de sentimientos, y no al prócer que inspira tanto; y todas las versiones resumen el camino vivido por un tipo que quería serlo todo y agradarles a todos a la vez. Ahí está la historia de Argentina durante 20 años. 4) Porque varios de los personajes, como Nun Antezana (el que secuestro a Aramburú y lo ejecutó – relato digno de otro libro o de una gran película -), Doña Luisa (embarazada a sus 60 años) y el periodista Zamora, son ficción, pero parecen más reales que Perón y caen mucho mejor; 5) también porque el autor no mancha el relato enjuiciando a Perón sino que, despedazándola en infinitas versiones, te da la verdad tal como es y el lector es el que decide; y 5) porque gran parte de la historia, sobre todo la íntima (la que relata el pasado y presente de un secretario brujo, la convivencia del General con una muerta que, habitando el altillo de la quinta, a veces sopla y cambia el ambiente de la casa, o sus sueños en el Polo Sur), parece sacada del realismo mágico y como gran parte de lo que sucede en América eso hace a la historia más verdadera y perenne de lo que en realidad fue.




Hombre no parecía. Perón era un autómata, un golem, lo que los japoneses llaman un bunraku. Varias veces lo vi distraído. Eso no le ha pasado a casi nadie: ver distraído a Perón. Quedaba desenmascarado. Era una figura vacía, sin alma. Luego, al volver en sí, se iba llenando con los sentimientos y los deseos de los demás, con las necesidades. Usted salía en busca de un caballo y ya Perón se lo traía ensillado. Encontraba un refugio en la nieve y él lo esperaba dentro. Distraído, no se le veía odio ni tristeza ni felicidad ni cansancio ni entusiasmo. Se le notaba el vacío. Atento, entonces sí: los sentimientos de los otros se reflejaban en él, como si en vez de cuerpo tuviera espejo.

Trató de imaginar donde estaría el puente al cual iban a llevarlo para que arengase a la multitud. López le había contado que casi un millón de personas lo esperaba. Familias completas estaban abandonando sus casas sin trancar la puerta, como si aquello fuera el fin del mundo. Un cantante famoso, que aún recorría las carreteras para dar ánimo a los peregrinos, se había exaltado al recordarlo: «¡Un rayo misterioso nos ilumina! ¡Esta es la fe que mueve las montañas! ¡Dios está con nosotros! ¡Dios es argentino!»


(Sobre Diana Bronstein) Desde entonces, no permitió que ningún hombre la eligiera. Los elegía ella, en las fábricas de tejido y en las enlatadoras de dulces, donde se infiltraba para adoctrinar a los obreros. Desnuda, en la cama, iba leyéndoles con paciencia los manuales de Martha Harnecker y los diarios del Che, los inclinaba tiernamente sobre las biografías de Trotski y de Rosa Luxemburgo, y los ayudaba luego a descubrir las novedades del placer con una paciencia que siempre los sorprendía. «La revolución del cuerpo no tiene por qué oponerse a la revolución de los pueblos. Si a los pobres se nos niega todo, ¿por qué también negarnos el placer?», solía repetirse, para disculpar el enloquecimiento de sus orgasmos.

Nada iba a desunirlos desde entonces. Cámpora estimulaba los amores clandestinos del coronel con Evita, y ella, en reconocimiento, decidió adoptarlo. Mi damo de compañía, lo llamaba. A mediados de 1948, Eva lo impuso como presidente de la Cámara de Diputados. ¿No será demasiado, señora?, se inquietó él. Usted no piense, Cámpora: obedezca. Y Cámpora , sumiso, la seguía a todas partes.


Que me dejaran sin ejército, en cambio, me dolió mucho: era como si la familia me hubiese abandonado. Y enseguida pensé: soy como la Argentina, también yo tengo destino de desierto. Pretenden condenarme a la inexistencia, a la vaciedad, a la llanura sin nadie. Que no me llame, que no tenga pasado, que viva sin raíces.

(Sobre el entrenamiento de Lito Coba a Arcángelo Gobbi) Cada vez que sentía los músculos desgarrándose, le cambiaban el dolor de lugar con una picana eléctrica: en la encías, en las ingles, en las tetillas. Querían que fuese reconociendo en su propio cuerpo el lenguaje que más tarde oiría en las víctimas.

Y ya es junio 18. En pocas horas dejaré todo esto. Amanece. Al menos me consuela saber que lo vivido aquí, aquí se queda. Que los recuerdos no los pudre el tiempo. Uno puede llevarlos de un lado a otro, bajo los pies, abrazados en el fondo del cuerpo. ¿Se podrá hacer lo mismo con los lugares? ¿Qué le parece, López? Mirar por la ventana en Buenos Aires y tener a Madrid del otro lado: el clima fresco y seco, los palomares, las perritas saltando bajo los álamos. ¡Ah, entonces otro sería el cantar!


El 1º de junio, como a las cuatro de la madrugada, nos retiramos a deliberar. Éramos seis y queríamos que, aún tratándose de Aramburu, funcionara la justicia. Fernando Abal Medina leyó los cargos. Yo [Nun Antezana] asumí la defensa. Separé la moral de la política. Argumenté que los crímenes de aquel hombre databan de hacía ya mucho tiempo y que podíamos encontrar alguna forma de perdón. Poco antes de que amaneciera, cada uno de nosotros escribió su sentencia en un papel. Seis veces leí: muerte.

Obsérvenla - indica el General -. Vean esos ojos. Ocupan casi toda la cabeza. Son ojos muy extraños, de cuatro mil facetas. Cada uno de esos ojos ve cuatro mil pedazos diferentes de la realidad. A mi abuela Dominga le impresionaban mucho. Juan, me decía: ¿Qué ve una mosca? ¿Ve cuatro mil verdades, o una verdad partida en cuatro mil pedazos? Y yo nunca sabía que contestarle…

19 de septiembre de 2009

Sujetos peligrosos

Durante el mundial de Alemania 2006 quería que Francia levante la Copa. El sueño se esfumó con el cabezazo de Zidane a Materazzi. Muchos todavía no pueden comprenderlo. Me quedo con la explicación de Juan Pablo Meneses: “… la actitud fue más que entendible: patear un penal, en una final del mundo y de esa manera, sólo lo hace alguien que ya lo ganó todo y haga lo que haga, sigue con la pelota en los pies y todo el equipo descansando en su trabajo. Un fuera de serie que, cansado de todos los insultos y patadas y escupitajos que recibió en su carrera, tumbó a un rival que simbolizaba a los miles de defensores que le jugaron sucio por años y por el sólo hecho de verse ridiculizados al lado de él ¿Cuántos quisieran -y no pueden- permitirse esos caprichos en su despedida mundial? El actual mejor jugador del mundo se retiró permitiéndose dos grandes gustos personales. Un fuera de molde. Chau, Zizou”.



El 14 de diciembre del año pasado, durante una conferencia conjunta del Primer ministro iraquí, Nuri al Maliqui y el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, mientras estos bromeaban, se prometían cenas y esbozaban sonrisas en la cara, el periodista iraquí de 29 años, Muntazer Al Zaidi, quien siempre cerraba sus coberturas con la frase desde el “ocupado Bagdad” y que pospuso su boda hasta que se retiren las tropas norteamericanas del país, repasaba el inventario de los logros de la invasión norteamericana a Iraq con “más de un millón [de] asesinados, la destrucción y humillación de las mezquitas, violaciones contra mujeres iraquíes, ataques contra los iraquíes cada día y cada hora…”; hasta que no aguantó más y le lanzó uno de sus zapatos a Bush diciéndole: “este es el beso de despedida del pueblo iraquí, perro” y enseguida también le arrojó su otro zapato gritándole: “esto es por las viudas y por los huérfanos y por todos los asesinados en Iraq” (ambas acciones son consideradas ofensas graves). Días atrás salió el reportero de prisión tras nueve meses en la cárcel.

Desde el zapatazo Al Zairi se ha convertido en una celebridad, sobre todo en el mundo árabe. Jeques le han ofrecido sus hijas para que las despose, en Libia le otorgaron la orden del coraje, Hezbolá lo considera un héroe, cadenas de televisión de Egipto y Líbano se pelean por tenerlo entre su nómina, y los ciudadanos comunes, los que más han sufrido con la invasión norteamericana a Iraq, lo ven como alguien que pudo hacer lo que el resto no se atrevió. Mostrarle a Bush y su política lo que muchos piensan de ella. Seguramente Al Zaidi no lanzó el zapato para volverse famoso, sino que este fue un acto producto de la desesperación y la frustación que él vive a diario en Iraq. Desesperación y frustración parecida a la de Pánfilo, aquel borrachito cubano que pide jama y que aparece en un video que circula en Youtube. Los actos de ambos están más del lado de lo que hizo Zidane durante la final en Berlín. No querían ser héroes. Lo único que pedían era justicia. Pero de verdad que, en lenguaje macho - social - cristiano, hay que tener huevos para hacer algo así. Sabiendo que a los dos (a diferencia de Zizou) les esperaba la cárcel. Para las autoridades eran sujetos peligrosos que mostraron lo que no debían.




17 de septiembre de 2009

El lugar donde todo está en stand by


Aunque al valle del Cajas lo recorrí por última vez el 1 de mayo de este año, haciendo ese last tour en automóvil, disfrutándolo mejor que otras veces porque estaba en el asiento del frente y pude ver ese cielo totalmente gris que parecía una pausa de una lluvia interminable, montañas pintadas de diferentes tonalidades de verde que se mezclaban con el amarillo y rojo que hacen el aguante en ese monótono paisaje, volviendo esa vista una buena despedida para un lugar al que no pienso volver en algún tiempo, sino hasta que me haya acostumbrado a no recordarlo y la sensación de verlo de nuevo sea como esa experiencia que esperan volver a tener los junkies: disfrutar otra vez de la primera inhalación, de la primera pitada, de la primera aspiración, de la primera inyección, ese valle, en cada recorrido, no estaba frente mis ojos. Pero lo importante no era mirarlo sino sentirlo. Absorberlo. El bus podía ser cualquiera pero la ruta era siempre la misma. POR EL CAJAS siempre le repetía al de la boletería durante nueve meses. Desde Guayaquil hasta Cuenca y desde Cuenca hasta Guayaquil cada 15 días. En esas dos horas que recorría el camino (las otras dos horas, en la costa, eran para algún buen libro o revista), lleno de montañas y curvas, del valle con un televisor pasando una mala película o escuchando los grandes éxitos de la tecnocumbia, se me despertaban la imaginación y todos los sentidos. En el valle era como estar unplugged. Todo lo relacionado a trabajo, familia, amigos, obligaciones y cosas pendientes se olvidaban, quedaban en stand by. FOREVER YOUNG hubiera cantado Bob Dylan. Lejos del UNDER PRESSURE que David Bowie y Freddy Mercury entonaban. Y en ese rato de paz uno pasaba todo lo que estaba en borrador a limpio.

Nunca me he puesto a clasificar cuales han sido mis mejores posts. Ni siquiera sé si existe uno; pero los que escribí después de que se me haya ocurrido alguna idea mientras empezaba a divagar en El Cajas fueron a los que les puse más feelin´. El estar ahí era materia prima y de la buena para la mente. Recuerdo uno de Hemingway y la monotonía que me generaba apreciar las montañas, y uno sobre un libro de García Márquez después de haber creído encontrar en el bus a uno de esos personajes que los pensaba ficticios. Era como si en el Cajas pudiera manipular la realidad o inventarla. Es un sitio que me ha dado más de lo que imaginaba. No hay como estar en la playa, tener en una mano un buen libro, en la otra una cerveza y en las sillas de al lado a tus amigos; pero para estar solo, para uno mismo (uno de esos que si no lo tuvieras te sería imposible sobrevivir): el Cajas.

Lo transitaba desde pequeño cuando, junto a mi hermana y mi primo, nos mandaban de vacaciones a Cuenca y la vía que pasaba por La Troncal y por Azogues se volvió el camino largo. Mi tío me contaba que a él cuando le tocaba viajar a Guayaquil, y a veces pasaba por el Cajas y el bus se dañaba en las pendientes, alguno de los pasajeros mataba una gallina, otro sacaba el trago y hacían fiesta hasta que repararan el bus; y el mismo tío me contaba también que sus padres hacían el mismo recorrido en carretas tiradas a caballo y en caravana, y demoraban ocho horas hasta llegar a Naranjal, pasando la noche en el cantón y al día siguiente tomaban rumbo hacia Guayaquil. No eran viajes sino aventuras. Como la que Juan Fernando Andrade escribe, en una de sus crónicas para la revista Soho, cuando los primeros raidistas llegaron a Quito desde Chone, hartos del anterior recorrido: Quito - Bahía de Caráquez - en barco a Guayaquil - en tren a Chone, en diciembre de 1939. Casi un mes de viaje con todas las peripecias de ley pero al final todos los tripulantes y el automóvil llegaron sanos y salvos. Y el día jueves leí una columna de Ricardo Tello (está bueno que EL UNIVERSO ponga esta clase de columnistas que parecen escribir con libertad y no con obligación) dedicada a los primeros raidistas que cruzaron El Cajas hace 40 años. En este momento en que aquella vía, donde a uno lo obligaban a estacionarse por lapsos de hasta cuarenta minutos porque la estaban rellenando de hormigón, está finalmente pavimentada en todo su recorrido. Y sin ganas de obstruir el progreso, pienso que los que viajan hasta Cuenca deberían detenerse por un rato en la autopista, en medio de la nada, olvidarse del apuro por llegar y dejarse llevar por la vista, la monotonía y todo lo que ellas traen.

15 de septiembre de 2009

Remember the day when we were young...

Ya lo dijo la revista Rolling Stone, que el 9 de septiembre de este año quedará inmortalizado como el día Beatle, por la remasterización de todo el material grabado por la banda de Liverpool, y por el lanzamiento del videojuego en su honor: Rock Band. John, Paul, George y Ringo (además de George Martin) son los creadores de ese genial disco conceptual llamado Sgt. Pepper´s lonely heart club. Lo concibieron en los estudios de Abbey Road entre diciembre de 1972 y abril de 1973. No es mi favorito pero el disco que sí es mi favorito también nació en los estudios de Abbey Road. Un 15 de septiembre de 1975. Un día como hoy. Y creo que el Wish you were here hubiera salido a la luz así no haya existido el Sgt. Pepper´s… pero me gusta pensar que las canciones de los Beatles les sirvieron de inspiración.



Me gusta, también, pensar que empecé a escuchar Pink Floyd, cuando tenía dieciséis años, sin recomendación de nadie. Sin intermediarios. Que buscando el resto de canciones de los manes que cantaban The Wall me haya estrellado, haya muerto y ascendido al paraíso al descubrir el resto del repertorio de la banda británica. Como si estuviera premeditado. No recuerdo como los descubrí, pero ahora que todo me parece tan sin sentido, como si todo lo que se llama yo estuviera en pausa, como si en realidad el mundo en lugar de expandirse se comprimiera y esos eventos llamados realidad encajaran perfectamente, imitando a un juego de legos, pero de eso nada pudiera entender, la idea no parece tan descabellada. Nunca he creído en el destino o en frases del tipo por algo pasan las cosas, aunque el concepto del karma no me desagrada, pero hay cosas con las que no me concibo, y no me concibo sin nunca haber escuchado Pink Floyd. Y con esa perfección de algunos actos no me parece coincidencia que en estos días (que me han dado ganas de reventarme la cabeza con sus canciones y que cumple un años más de haber sido concebido) me hayan devuelto mi disco Wish you were here que lo tenia prestado. Un álbum que se suponía iba a contener tres canciones que la banda británica estaba tocando desde anteriores presentaciones, según lo sugirió David Gilmour, pero Roger Waters recomendó grabar un disco conceptual que empiece y finalice con la épica Shine on your crazy diamond, y en medio Welcome to the machine y Have a cigar (ambas critican la hipocresía de la industria musical), que termina en el sonido de una radio encendida y le da paso a la canción que nunca dejo de escuchar (bendito seas Roger Waters por haberlo creado y Syd Barrett por haberlo inspirado). Wish you were here (la canción), con su guitarra melancólica y con sus estrofas es puro corazón en medio de la perfección.

El Wish you were here (album) no es tan famoso como The Dark Side of the moon. Ni tiene tantas leyendas. Lo componen únicamente cinco canciones (aunque son de la época en que uno podía grabar temas de quince minutos sin que nadie te jodiera para que los empaquetes en formato de cuatro minutos para video de MTV). Pero cada una de las melodías de ese disco, cuando lo escuché por primera vez, me calaron hasta los huesos. Apenas sabía unas palabras de inglés pero sabía de lo que hablaba Rogers. Ahí están descritas todas las emociones de las que tengo alguna idea. ¿A quién, después de haberle puesto Play, no le han dado ganas de aprender a tocar guitarra, saxofón y de paso a hablar inglés? Y ahora que vuelvo a escucharlo completo el pasado se vuelve palpable y el presente disfrutable. Es una de esas etapas en que todo el día de los parlantes de mi computadora y equipo de sonido sólo saldrán estrofas y notas compuestas por Pink Floyd, y mi voz las repetirá. Y eso significa que todo volverá a estar bien.













13 de septiembre de 2009

Nuestros Rockstars

“Si no fuera emelecsista sería perfecto” fue lo que gritó, como una fan enamorada, la joven mujer que estaba a mi lado en el concierto de Silvio Rodríguez al llegar el presidente, Rafael Correa, al estadio Alberto Spencer de Guayaquil. La respuesta de su acompañante, una mujer un poco mayor que ella, también hablaba de las bondades del mandatario, mientras el público más cercano al escenario deliraba y vitoreaba su arribo, esperando que en algún momento se levante del asiento para cantar como lo había prometido. No es la primera vez. No pertenezco a Alianza País ni tampoco he ido a algún mitin proselitista, pero he coincidido en actos del Gobierno en los que ha estado presente el presidente. Las respuestas de los asistentes han sido similares.

No es algo reciente. He escuchado a abuelas que hablan de Velasco Ibarra como si se estuvieran hablando de Bogart o de Tyron Power. Que resaltan su oratoria y su virilidad. Al igual que el comentario acerca de Jaime Roldós y Osvaldo Hurtado que dice que llegaron al poder porque las mujeres votaron por ellos por guapos y jóvenes. Ecuador no es un caso aislado si recordamos que el 20 de junio de 1973, al menos un millón de argentinos fueron a recibir a Ezeiza a Juan Domingo Perón, y que en California el Gobernador es una estrella de películas de acción. Lo que si es un caso aislado en la nación, es que nosotros no tenemos ningún cantante que sea realmente un ídolo, tampoco un escritor (Sábato en su cumpleaños pudo hablar recién diez minutos después de su ingreso porque todos en el escenario lo ovacionaron de pie) o un actor que haga delirar a las mujeres y que los hombres copiemos sus técnicas de conquista y critiquemos sus actos. A lo mucho uno de los futbolistas que triunfan en el exterior y los integrantes de la selección de fútbol, u otros deportistas que generan admiración. Pero no son competencia para los políticos que son los verdaderos rockstars del país. Es el puesto al que la mayoría, principalmente de hombres, gustaría llegar porque es símbolo de poder, fama y respeto. Uno ahí puede hacer lo que le da la gana. Puede pasarse demoliendo hoteles e insultando, y ser deseado y envidiado. El sueño de todo hombre ecuatoriano. Debe ser por eso que acá siempre en las reuniones hablamos de política y no de otras cosas, y por lo que de vez en cuando tratamos despectivamente a personas supuestamente en una condición inferior a nosotros, o aplicamos el típico Usted no sabe con quien se está metiendo. Ser actor o alguien relativamente famoso te abre las puertas en la política. Pero ser político es estar dentro del círculo de estrellas en este país.

Estrellas que además de ser seguidos por las cámaras de televisión, tener un sueldo codiciado y que todo el mundo esté pendiente de sus actos, también tienen leyes que los favorecen. Como aquellas que dan inmunidad en caso de que atropellen a un ciudadano sin tantos privilegios y manejen en estado etílico como al juez ecuatoriano Jorge Guzmán, o como el diputado extranjero que quedó libre, después de dispararle a una policía que pretendía detenerlo por manejar ebrio, alegando que se le metió el diablo pero que pudo exorcizarlo (Xavier Flores lo señalan en su bitácora). Tienen al Ecuador a sus pies. Y que nuestra admiración y críticas se concentre más en las individualidades de los políticos y no de los problemas que aquejan al país (Jaime Rumbea en una columna escrita para diario EL UNIVERSO lo exponía) de quien habla mal es de nosotros y no de ellos. Nuestros rockstars criollos.


11 de septiembre de 2009

Portafolio casi boliviano

Dieciocho horas de viaje en bus son demasiadas para un ecuatoriano (peor si no hay comida). Es lo que uno demora desde Rosario hasta San Salvador de Jujuy. No sabía que esperar y tal vez eso fue lo mejor. Ese monstruo llamado Ruta 40, Pumamarca, la Quebrada de Humahuaca, huáncares para practicar sandboard, lagunas, el reencuentro con una buena amiga y desconocidos que se volvieron buenos amigos, hicieron que la pasará del hijueputa. Tantos paisajes, emociones, comidas y personas en una provincia tan pequeña cercana a Bolivia que algún rato pretendo conocer. Olvidarse del ambiente citadino nunca está demás.

1. Rumbo a Pumamarca.



2. Pumamarca (pueblo).


3. Cerro de siete colores y camino de los colorados.





4. Carretera sinuosa a cinco mil metros de altura.


5. Salinas grandes.



6. La Puna y las llamas en Ruta 40.



7. Huáncar de Abrapampa.





8. Laguna de los pozuelos.



9. Quebrada de Humahuaca y los respectivos pueblos de Umahuaca y Tilcara.


10. Un asado de tira para celebrar los 25.

Powered By Blogger