30 de abril de 2009

Time to say goodbye (un goodbye de chao y no de adiós)

La ópera nunca me ha gustado, en realidad nunca me han gustado las actuaciones histriónicas donde se debe hacer un esfuerzo supremo para contar una historia. Solo provocan nervios, sonrisas nerviosas. Lo de las grandes voces, acompañados únicamente de una orquesta o sus cuates tenores, es otra cosa: Un privilegio de escuchar. Y lo más destacable de estas composiciones son sus letras, precisamente por su sencillez que resultan perfectas acompañadas por una poderosa voz. Sarah Brightman canta junto a Andrea Bocelli y la Orquesta sinfónica de Londres “Time to say goodbye”. La letra es bellísima, originalmente cantada en italiano, de esas que dejan todas las emociones de uno desparramadas en el piso, como la escena de un atroz crimen; y ahora justamente la recuerdo porque después de nueves largos meses me despido de Cuenca (de esa Cuenca que pude descubrirla a medias, sin ser un completo voyeur porque los planes eran otros, pero de la que pude degustar muchas cosas y las ganas siguen ahí de seguir descubriéndola, desnudándola, verle su verdadero rostro) y las estrofas son un recordatorio del futuro planeado después de haber vivido y marcharme de otra ciudad: Es hora de decir adiós/ países que nunca/ he visto y vivido contigo,/ sí que los viviré ahora/ contigo partiré/ en los buques de mar/ yo sé qué/ no, no, ya no existen,/ es el momento de decir adiós…

Y aunque la lírica de la canción de Brightman no es una analogía de la realidad, porque no es como decía Drexler que solo necesita su Guitarra y a vos (en mi caso solo una mochila y un par de libros), el próximo destino será Buenos Aires, el 7 de mayo estaré ahí para gritarle: Hey, que te pasa Buenos Aires, es con vos, no es la tecno y el rock… cuando estés así sácate el diablo de tu corazón. Dos meses recorriendo Argentina por lugares que nunca he visto y vivido, visitando familiares y amigos en el primer otoño que tendré. “En ese frío que siempre complica las cosas”, como decía Julio Cortázar, porque “en verano se está tan cerca del mundo… hay que ponerse el pulóver azul, cualquier cosa que vaya con el traje gris, el otoño es un ponerse y sacarse pulóveres, irse cerrando, alejando”. Y como es primera vez, nervios incluidos, ojalá que le puede dar vuelta a las palabras del cínico de Cortázar.

Buenos Aires 6 días y luego a Montevideo (Uruguay), después Rosario, seguido de Santiago del Estero (tiempo con la familia), Tucumán, Jujuy, Mendoza, Chubut, Córdoba y de vuelta a Buenos Aires. 60 días entre tomar dos aviones. Buscando mudarme a la calle de la alegría como canta Sabina, pero mientras tanto disfrutar de la tierra de donde viene la mitad de mi ascendencia. Descubrirla por sus sabores, olores, mujeres y el resto de su gente, y no tanto por sus edificios, próceres o confort. Solo, en esa soledad que te restriega la realidad en la cara, te obliga a comerla y no te deja vomitarla, te rasca con su puntiaguda uña en la noche pero que es tan necesaria. Trabajar para disfrutar, así que ha llegado el momento de echar el resto, hacer el aguante porque el futuro monótono, ese de trabajo, familia, saludos convencionales, microondas, meriendas a las siete en punto aún no importa y el destino es ignorado. A partir del 7 de mayo la administración del blog entra en vacaciones, pero por lo pronto mañana será “time to say goodbye” a Cuenca (un goodbye de chao y no de adiós) y el último recorrido por el Cajas.

28 de abril de 2009

Fotos de empleos bizarros y Cadillacs para la crisis y los perdedores

La vemos negra con la crisis, y en verdad la vemos negra porque es algo invisible, que no pareciera estar ahí hasta que te golpea, te sacude y te exprime, dejándote en el limbo. Las estadísticas de que el desempleo aumenta no son nada hasta la llegada del terror y la inseguridad de que la empresa, negocio u oficina donde uno trabaja no está funcionando como debería hacerlo. Lo primero que hay que hacer, según el manual de ejecutivos, es recortar gastos y lo primero a cortar son los trabajadores. Esa inseguridad y ese terror materializados con: Señor gracias por servirnos ha llevado incluso en Estados Unidos que personas algo inestables y paranoicos, agarren un arma y maten a su propia familia o empiecen a disparar contra desconocidos. Creía que estas matanzas eran porque el 20 de abril se celebraba el cumpleaños de Hitler, pero me quedo con la opción de la crisis. Parece más sana o por lo menos más real. Creer que el mundo se acaba porque el sistema colapsa, suena más razonable que empezar a matar personas, como si fuera una cacería, solo por rendirle culto a alguien.


Catadora de olores.





Rellena grietas en monumentos y esculturas.





Diseña ropa interior de mujeres a la medida.

Insemina ganado.


En la revista Etiqueta Negra (Juan Villoro decía sobre ella que “si se hiciera en New York sería épica. Hecha desde América Latina resulta heroica. Muy pronto será legendaria”), la que comenzó con dos mil ejemplares sin secciones de chismes, horóscopo, salud o belleza, anunciando sus creadores peruanos que "nos portaremos como la orquesta del Titanic y seguiremos tocando nuestra propia música hasta que el barco se hunda", y nunca he tenido la chance de ver una en vivo pero visito su sitio en internet regularmente, mantiene una sección de portafolio con fotos temáticas. Nancy Rico Schiff, con su cara excéntrica y curiosa a falta de más datos porque no hay muchos en internet sobre ella, hace algunos meses publicó sus trabajos en la revista. El tema: Extraños trabajos realizados por personas que se niegan a estar desempleados. Así con un poco de humor negro estas fotografías de inseminadores de caballos, probadores de condones, diseñadores de brassiers podrían servirnos para meterle ganas y no desanimarnos por el asunto (desempleo), ser creativos y buscar una forma de ganarnos el pan. Y con la victoria de Rafael Correa en las elecciones presidenciales muchos (aunque no dejan de ser una minoría) sienten una amargura en la garganta, una patada al hígado; para ellos: “Carnaval toda la vida” de los Fabulosos Cadillacs. Un grupo eclético que nunca pasará de moda por utilizar un sin número de ritmos y tener letras inspiradoras, y personalmente la mejor banda de América Latina. Analogía de como deberíamos adaptarnos a toda clase de situación



Prueba preservativos.

Sepulturero de un cementerio de mascotas.
Contadora de peces en un acuario.
Por mi lado, el trabajo que quisiera definitivamente sería fotógrafo. Y la verdad me suena algo excéntrico, para algunos sé que no, porque en Ecuador por ser fotógrafo te puedes comer la camisa. Ahí vemos a Santiago Rosero, integrante de “Rocola Bacalao”, que además de fotógrafo corresponsal de la Rolling Stones es músico, periodista, licenciado en ciencias sociales y chef a medio tiempo para ganarse la vida. Así que al principio creo que me tocaría fotografiar matrimonios, bautizos, juras de bandera o con suerte tal vez hechos políticos en algún diario, mientras tanto armar un portafolio hasta conseguir financistas y una buena galería donde exhibir los primeros trabajos. Un tanto iluso suena ¡eh! Aunque viendo las fotos de Nancy puede ser, puede ser.














25 de abril de 2009

La esperanza de meterla en el ángulo

Trece años atrás, cuando mi abuelo se recuperaba de un derrame que lo había deja postrado desde hace varios meses, entre las primeras palabras que pronunció le preguntó a una de las personas que lo cuidaban si ya habían pasado las elecciones (las que ganó Abdalá Bucaram). Tenía 11 años pero siempre recordaré este evento. Jorge Enrique Adoum (poeta ecuatoriano) es el que mejor podría explicarlo. En su libro “Ecuador: Señas particulares” menciona que los ecuatorianos únicamente demostramos nuestro patriotismo cuando juega la selección de fútbol, cuando derrocamos a algún presidente o cuando nos toca ir a las urnas. Así el ejemplo de mi abuelo representa el sentimiento de gran parte de la nación creyente que con acudir cada cuatro años al respectivo recinto electoral (durante los dos últimos han sido cada seis meses), aportamos para el cambio que necesita la nación, sin importar, repitiendo otra parte del libro de Adoum, que “nos hemos convertido en espectadores de nosotros mismos, y lo que es peor, en espectadores pasivos de nuestra indolencia, de nuestra desgracia…” Y mañana domingo 26 de abril será otro día de elecciones, con un precedente de campaña electoral donde nunca se debatió, donde el objetivo no fue presentar propuestas sino vender un producto (en pulcro frasco), y que el candidato publicitado sea el top of mind entre toda la oferta.


Churchill en su época a la cabeza de Gran Bretaña prometió sangre, sudor y lágrimas y los británicos confiaron en él. En el mes de febrero Alfonso Reece escribía en su columna del diario EL UNIVERSO que “lo perfecto es enemigo de lo posible… lo que se tiene que hacer es buscar lo bueno dentro de lo posible”, continuaba diciendo que “en una democracia donde las dos corrientes, liberalismo y socialdemocracia, se alternarían en el poder mediante procesos electorales. Cualquiera que gane se compromete a cumplir un mínimo que incluye la prevalencia del Estado del derecho, de la democracia representativa y de la separación de poderes… A los liberales puede que no les guste la salud y educación gratuitas; a los socialdemócratas no les gustará la intangibilidad del mercado y propiedad privada. Pero hay que llegar a ese tipo de transacciones si queremos llegar a alguna parte. De lo contrario estaremos fundando la República cada diez años”. Juan Villoro, genial escritor de fútbol, después de haber presenciado una práctica de la selección brasileña y observar como se habían desafiado Rivaldo y Giovanny apostando cual de los dos podía dar más tiros seguidos en el palo, entendió que para meterla en el ángulo el jugador debe tener una cantidad increíble de sufrimiento acumulado. Y así los ecuatorianos con un inmenso sufrimiento mañana esperaremos con nuestra elección de dignidades políticas ponerla en el ángulo, imposible para el arquero. Pero esas ganas de encontrar un salvador que todo lo pueda y que satisfaga a todos, tal vez haga que la bola pegue en el palo o la saquemos del estadio, con alguien que al final no cumpla nada y provoque caos.

El negro Fontanarrosa escribió, para la revista Soho, que en el fútbol los hombres por nuestros años de práctica somos casi unos profesionales: la cantidad de veces que hemos pagado por la cancha, por comprar zapatos, por levantarnos temprano un fin de semana para jugar. Por eso sabemos cuando alguien le pegó bien al balón, el dolor que sintió en las canillas un delantero que fue derribado por un sanguinario defensa, cuando un árbitro está en las nubes pitando otro partido. Razones por las que el negro (y muchos hombres) desconfían cuando señoritas aparecen en la televisión comentando fútbol (algo que tal vez nunca jugaron). Así los ecuatorianos con tantos comicios electorales deberíamos ser unos expertos en elegir a los candidatos. Lástima que otra vez ni siquiera le peguemos al palo porque muy pocos de los aspirantes valen la pena, y que como país no tengamos memoria y muchos se resignen a votar por alguien que fue derrocado año atrás.

23 de abril de 2009

Voyeurismo guayaco

Estoy parado al inicio de las escalinatas del Cerro Santa Ana, junto al bar Diva Nicotina, con un espeso calor que corta la respiración y vuelve más lento los movimientos, como si el tiempo también estuviera sofocado. Me acompañan una amiga del trabajo uruguaya y su hija, con las cuales en días anteriores visitamos otros puntos de la ciudad, además de recorrer por un día las calles coloniales y las catedrales de Cuenca. Pero volviendo al cerro y el calor, ambas beben una botella de agua cada dos minutos y descansan cada tantos escalones debido a los 38 grados de temperatura a las 3 de la tarde. Mientras jadean y se pasan la mano por la cara, les hablo un poco de la historia de la ciudad y que en Guayaquil difícilmente podrán encontrar obras de los jesuitas, franciscanos o cualquier otra orden religiosa que entró al Ecuador en tiempos de colonia. Les continúo explicando que la historia de Guayaquil, después de los pueblos originarios del lugar, está marcada por invasiones de piratas, su condición de puerto y astillero, la exportación de cacao y los incendios debido a sus casas de madera.

El barrio Las Peñas les agradó a ambas por su aspecto un tanto caribeño y a la vez bohemio. De esos donde pueden convivir en armonía los artistas junto a las prostitutas y malhechores. También les agradó bastante el saber que el sitio estaba vivo. Porque el paseo aquí no es igual al de un muerto museo donde se aprecian estáticas obras o a una tétrica iglesia. Las Peñas es lo opuesto a observar el trabajo acabado de un taxidermista. En el cerro Santa Ana, donde nació la ciudad, el atractivo está en que, para su bien o para su mal, muchas personas residen en el barrio Las Peñas. Y ahí en el recorrido de los cuatrocientos cuarenta y cuatro escalones, a manera de voyeur, uno puede apreciar la vida de los inquilinos de esta zona. Las casas pintadas de rosa, azul, verde, amarillo y otros vivos colores, para atraer el turismo, mayormente son cuadradas, de techos de tejas, con amplias ventanas y puertas, que durante la tarde permanecen totalmente abiertas para no dejar que el calor se encierre en los cuartos. Así mientras uno camina hacia el faro, puede tranquilamente ver como es la vida de los habitantes de cada casa. Se puede observar a ancianos en sus hamacas disfrutando de una película en formato pirata en su DVD; en la esquina siguiente un par de jóvenes sentados en la entrada de una puerta tomando un par de cervezas mientras escuchan “Guajira a Guayaquil” de Héctor Napolitano; siguiendo el ascenso un grupo de personas congregadas para ver el partido entre Barcelona y Liga de Quito; y al frente un anciano sin camisa apoyado en la ventana escucha a Julio Jaramillo mientras ve a la gente pasar dejando a la vista su equipo de sonido, su comedor con cuatro sillas y un par de cigarros apagados en un cenicero de madera.





Y en la ciudad esto no sucede únicamente en el barrio Las Peñas. Recuerdo años atrás, en época de colegio, cuando iba a estudiar a la casa de una amiga en Sauces 3. Mientras recorría los callejones de aquella ciudadela, podía apreciar instantes de las familias que vivían en las bajas casas con grandes ventanas a la entrada. Veía como a señoras les tinturaban el cabello, lo que había de cenar en una casa, fiestas de cumpleaños que casi se salían a la calle, abuelas con sueros sentadas frente a las ventanas para que el aire les llegue. Antecedentes que llevan a la pregunta: ¿Será por esta arquitectura que no permite intimidad (peor aún que la familia tenga un secreto) y la fraternidad de los barrios donde en cualquier lugar se puede conversar y por la cercanía se debe mantener una cálida convivencia, sean caldo de cultivo del porqué el chisme es tan popular en Guayaquil? Para constatar está que la mayoría (o todos) los programas televisivos de farándula (eufemismo de chisme) son guayaquileños. En Cuenca tal vez las señoras de clase media – alta para arriba se reúnen una vez a la semana, a la hora del café, para cotorrear a qué hija de fulanita la embarazaron, y de paso enterarse que el padre del futuro bebé no tiene un apellido hidalgo. Pero Guayaquil es algo intrínseco, de lo que incluso se puede obtener rentabilidad (programas de tv que su lema debería ser: Dadme un chisme y moveré el mundo). Nuestra calidad de extrovertidos en Ecuador va de la mano con la cantidad de tiempo que conversamos en el día y para mantener esa condición de extrovertidos, muchas de esas palabras tienden a ser chismes. También por la faceta de sabidos, el murmullo y los datos no confirmados permiten anticiparnos ante futuros hechos; y ante cualquier evento fuera de lo normal formamos conglomerados de espectadores que después darán sus distintas opiniones sobre lo sucedido.

Ahora que estoy releyendo “Crónica de una muerte anunciada”, descubro esa semejanza de Guayaquil con un Macondo donde cada habitante está avisado de lo que está pasando. Así como el pobre Santiago Nasar ya tenía el destino marcado, en Guayaquil es bastante probable que nuestra intimidad (por arquitectura, aspectos sociológicos o culturales) también tenga ya la muerte anunciada.

21 de abril de 2009

La suma sacerdotisa del soul

Celine y Jesse tienen 24 años. Él es norteamericano nacido en Texas y ella una francesa que dio su primer grito de vida a la orilla del Sena. Los dos se conocen en un tren con destino a Viena. Él viene de recorrer Europa y romper con su novia, y ella de visitar a su familia. Tienen una conversación de esas donde uno no quiere separarse del otro por temor a dejar de saber que sorpresa traerá la siguiente frase. Pasan la mejor tarde y noche de sus vidas y al amanecer ambos se despiden prometiéndose encontrarse seis meses después en la misma estación de trenes. Pasan nueve años y nos enteramos que el encuentro nunca se dio. Jesse ahora es un escritor y su última novela le está permitiendo dar vueltas al mundo. Él ahora se encuentra en una librería de París dando una entrevista y la ve. No sabe cómo reaccionar. Celine luce madura, más delgada pero lo esencial sigue ahí. Ambos deciden ir a tomar un café antes de que Jesse tome el vuelo de vuelta a New York. Camino a la cafetería empiezan a hablar de lo banal, lo dictado por el contrato social: Trabajo y familia, pero esa intimidad y confianza, con forma de burbuja, única entre los dos se vuelve a crear. Los diálogos son más interesantes y pronto descubrimos que ella se ha vuelto neurótica, vive en total desesperanza y todos sus sueños e ilusiones se fueron en el tren en el que él se marchó nueve años atrás. Jesse también está en una época de bajas. Es infeliz en su matrimonio. Luego de una discusión entre Jesse y Celine es hora de despedirse, es hora de ir al aeropuerto. Pero antes él le pide conocer su departamento y ella accede. Él pide a ella una canción con su guitarra y Celine lo hace. Él pone música en el stereo mientras ella le ofrece preparar una taza de café y de los parlantes sale la voz de Nina Simone cantando “Just in time”. Los dos lamentan su muerte y Celine empieza a contarle la ocasión que tuvo oportunidad de verla en vivo y empieza a imitar el personaje histriónico que Nina había resultado ser. Ella simula la voz de la cantante y le dice: “Baby, you´re gonna miss your flight”. Jesse responde: “I know, I know”, mientras su sonrisa demuestra por fin saber lo que está haciendo después de haber vivido nueve años en tinieblas. La pantalla se oscurece y aparecen los créditos, pero la música continúa.

La historia pertenece a “Before the sunset”, que si hablamos de películas netamente románticas, esta es la mejor. Pero el día no está para hablar de cintas de amor, sino para hablar de Nina Simone, originalmente: Eunice Kathleen Waymon, y apodada: “High priestess of soul” (algo así como “La suma sacerdotisa del soul”). Nacida en Tryon (Carolina del Norte), Estados Unidos y fallecida exactamente hace seis años en Carry-Le-Route, sur de Francia. Así como dijo Hemingway que los norteamericanos van a París a escribir bien, pues Nina Simone fue a Francia a cantar, vivir y morir bien. Ella murió durmiendo en estos tiempos donde nadie puede darse el lujo de dejar el mundo de manera natural, menos aún si eres una estrella de la música con drogas, sexo, depresiones y delirios en menú a la carta. Años duros de juventud tuvo debido a la segregación racial en Norteamérica. Inspirada por Marian Andersson (Arturo Toscanini dijo sobre ella: “una voz así solo se escucha una vez en el siglo”) y estar rodeada en toda su familia por músicos (el primer recuerdo de niñez de Nina es su madre cantando góspel), empezó a cantar en la iglesia de su ciudad y a tocar el piano desde los cuatro años de edad. Logró estudiar en la famosa escuela de artes de Julliard en New York, aunque no le alcanzó el dinero para presentar un concierto y ser la primera pianista negra en darlo. También se presentó en el Instituto Curtis a fin de obtener una beca y seguir estudiando piano, pero al igual que años después en Filadelfia, fue rechazada por el color de su piel. Así de la música clásica pasó al blues y al jazz y se dio a conocer con éxitos como "I love you porgy" (en Estados Unidos) y "My baby just cares for me" (en el Reino Unido). En la década de los sesentas se une a varios grupos de lucha contra el racismo y canta varios temas políticos como "Mississippi Goddam" (por el ataque terrorista de religiosos blancos contra una iglesia de Birmingham, Alabama). En el año 1969, en el que fallece Martin Luther King, se va de los Estados Unidos con dirección hacia Barbados porque ya no podía resistir el racismo. Vuelve en los setentas a EUA pero al poco tiempo regresa a Bárbados y tiempo después también reside en Inglaterra, Liberia, Suiza y Holanda hasta asentarse en 1992 en el sur de Francia.

Su estilo es bastante eclético, desde el góspel hasta el blues y el jazz (tal vez porque su ascendencia no solo era de esclavos negros sino también india e irlandesa), dándole ese toque de música clásica europea, aprendido años atrás, además de una pizca espiritual. Con mucha improvisación, al estilo de Duke Ellington, de moda en esa época, cortaba las canciones, conversaba con el público, coqueteaba con alguien y seguían cantando, pasando de susurros a gritos. Se alimentaba de todo lo que veía, vivía y le llamaba la atención. Así no solo se concentró en estilos negros sino también adaptó y cantó canciones como "Here comes the sun" de los Beatles, "My way" de Sinatra y "My sweet lord" de George Harrison; además de dar a conocer otros temas provenientes de sus raíces o de lo que la influyó durante su infancia y juventud como la canción góspel "Sinnerman" y "The house of rising sun", adaptada por muchos otros artistas y grupos tiempo después. Los del Sur y Centro América, que hablan español y nunca la han escuchado, deberían imaginarse a una trovadora, una mezcla de Chabela Vargas y la Negra Sosa, con un carácter explosivo, nihilista y que disfruta de todo a su alrededor.

Con un amigo, el cual es el único conocido a quien también le gusta Nina Simone, cuando vemos un cartel con estilo de la década de los setentas con una persona de raza negra y un afro no decimos: Ahí está Jimmy Hendrix, sino: Ahí está Nina. Tal vez ese sea el mejor homenaje a darle: Un par de palabras, comprar su biografía, tener un par de recuerdos de estar acompañado por su música en viajes, y otros momentos, volver a escuchar sus discos, y ser ella la primera imagen al imaginar aquella surrealista década. Seguramente han visto muchas películas donde les ha gustado una canción y no saben quién la canta: Es probable que sea Nina Simone.

















20 de abril de 2009

Noventa minutos: La dosis dominical que necesito para el resto de la semana

De Argentina con amor: La mayor ventana de la nación gaucha, en cuanto a medios y cultura, en el Ecuador, no son las novelas de Sabato, los escritos de Borges o los cuentos de Cortázar. Tampoco pienso en alguna telenovela de Telefe u otro canal, sino en Marcelo Tinelli, José María y compañía en Videomatch, transmitido en el país desde hace más de diez años hasta el día en que finalizó el programa. Cuando estaba en el colegio recuerdo que al concluir Videomatch había un show del chiste donde aparecían el gordo Larry, un panadero (o pizzero) y un bigotudo con pinta de tanguero, en traje a rayas, que solo contaba chistes machistas y finalizaba su presentación pisoteando el suelo y gritando: “Así las debemos tener. Aplastaditas, en el piso a las mujeres”.

A nivel de medios (imagino que deben seguir existiendo casos puertas adentro), esta demostración del macho a través de la fuerza, la galantería y el humillar al resto, a excepción de sus compadres, ahora únicamente podemos verla en los partidos de fútbol, y el clásico Boca Jrs. – River Plate es el mayor recordatorio de lo que es ser hombre a la antigua.

Una de la tarde, hora de Ecuador, y el partido que todo Argentina espera está a punto de empezar, pero la preli arrancó el fin de semana. En Fox Sports (el América está demás, debería ser Fox Sports Argentina) desde el viernes Fernando Miembro y compañía analizan el choque. Entrevistan al árbitro preguntándole lo que siente al ser parte de semejante evento, a los presidentes de los equipos si han hecho una apuesta entre ellos, a cracks de décadas pasadas se los interroga con cuáles fueron los mejores clásicos de sus vidas, entre otros. Pero volviendo a la una de la tarde, enciendo el televisor, desde miles de kilómetros de distancia y siento una extraña sensación, prestada pero que me agrada y por noventa minutos me arropo con ella, porque la sensación es el verdadero amor. El amor por un cuadro, una camiseta que te ha dado tantas alegrías y además te brinda la dosis necesaria de sufrimiento que uno como todo hombre necesita en la vida. Esa descarga de adrenalina, lo que nos permite no cagarnos a patadas entre compañeros de trabajo, o mantener la compostura ante cualquier actitud sospechosa de la novia. Y en un clásico la adrenalia se mete en todas partes del cuerpo. A la bombonera de Boca me la imagino como una caldera, como una olla a presión que puede explotar en cualquier momento. El detonador puede ser lo que sea. Una embarrada del árbitro, algún codazo o cualquier encontronazo entre barras. Porque a un Boca – River, imagino, por más que uno quiera no puede ir como a un evento turístico. (Todavía como suposición) uno podría ser linchado, podría terminar en la cajuela de un auto desconocido o en un tumulto donde todos pelean por el ticket en tu pantalón. Lo imagino porque uno mayormente, a través del televisor, no ve a los hinchas en un clásico acompañados de la familia. Ahí mínimo uno tiene que ir en medio de diez amigos o hermanos de equipo más altos, con cicatrices y con experiencia en más de una pelea callejera. La señora se queda en casa, los hijos también y el viejo, ahora convertido en abuelo, más hincha que uno también lo verá, aunque la mayor parte del partido sus ojos permanecerán cerrados, en algún sitio que por esos noventa minutos tendrá apariencia de geriátrico, solo que en este los abuelos putearán, beberán, se comerán las uñas y fumarán de los nervios, maldiciendo el que ya no se puedan colgar de las mallas o el tener el riesgo de sufrir un paro cardíaco en caso de que el árbitro pite una mano inexistente en el minuto 89.

Del clásico que se jugó a la una de la tarde de ayer, es verdad que está algo devaluado, pero las ganas de comerse a los rivales siguen ahí. Jóvenes desconocidos pero con la confianza de la hinchada porque desde los 13 años el equipo los arropó con su maternal ala; y glorias de años atrás que regresan al cuadro donde alguna vez juraron volver están ahí. Las estrellas del momento están en sus casas en Madrid, Barcelona, Turín o Milán viendo las acciones, hinchando al equipo donde alguna vez jugaron y también comiéndose las uñas. Y dentro de la cancha todo es atropello, reclamos, nervios, vértigo. En las gradas cantos, tomaduras de cabeza. Segundo tiempo y a Palermo lo dejan solo. Ante tal insulto manda un remate al único lugar donde el arquero vestido de rojo no podía alcanzarla. Minutos después Gallardo manda una pinturita imposible y más vistosa ante el esfuerzo del Pato. El partido terminó a uno, y sincerándome, al River tener tipejos tan viles y canallas como el muñeco Gallardo, Ahumada, Ferrari, Falcao y anteriormente haber cobijado a malhechores como el chileno Alexis Sánchez o D´Alessandro, por noventa minutos mi corazón estuvo con Boca.

Una hora después de concluido el clásico vuelvo a encender el televisor y juega el Barcelona de Guayaquil contra el Olmedo de Riobamba. Ahora soy yo el que sufro, puteo, asustó a mi tía con las palabras que se me salen, envejezco cinco años con cada cagada de los jugadores, pero al final de cuentas he recibido la dosis de sufrimiento que necesito para empezar la semana.

18 de abril de 2009

Astrología interna como ayuda para elegir, y sentido del humor y lectura para entender

A través de códigos propios (como alguna clase de religión o astrología interna) que detectan atributos y defectos de otras personas en su expresión corporal, creo que los políticos y periodistas graciosos, los que saben utilizar el chiste (con su alta dosis de inteligencia y criterio) para hacer crítica punzante y para volver más entendible la realidad, son los mejores entendidos de los contextos, los problemas y también son los más curiosos para seguir preguntando y tratar de encontrarle una respuesta al asunto; además de convertirse en los mejores educadores porque a todos nos dan ganas de leerlos. Ahí tenemos al Pájaro Febres – Cordero como un medidor de las acciones tomadas por los gobiernos y otros poderes del Estado, porque mientras más no hace cagar de la risa el periodista capitalino, más sabemos que la están cagando los gobernantes; y el Miche con sus crónicas futboleras y perfiles nos permite, a través de eventos cotidianos o costumbres arraigadas, entendernos un poco más y preguntarnos hacia dónde vamos.


Por eso resulta preocupante ver hablar de política a la mayoría de editorialistas y analistas de medios escritos tan seriamente como algo totalmente abstracto e inmaterial que no dan ganas de leerlos porque pensamos que no vamos a entender nada (no tanto en los análisis económicos porque la econometría y los números no causan ningún chiste. Lo mismo pasa con opiniones sobre linchamientos u otros males arraigados). La seriedad debería quedarse en la entrevista o en el debate en medios como radio o la televisión donde al candidato o funcionario público puede sentárselo y sometérselo al interrogatorio del caso. Es que el sentido del humor da esa seguridad de entender la causa de los hechos. Y al final si hay más lectores en un país podríamos tener más candidatos con gusto por la lectura. No es una verdad absoluta pero así como algunos economistas creen en la completa libertad de comercio para acabar con la pobreza, en la política electores y elegidos lectores podrían acercarnos más a tomar una decisión correcta. Es por eso que cuando estuve en España y conversé con alguien simpatizante de Mariano Rajoy, candidato de centro derecha a presidente, me estremecí y sentí compasión por él, porque me había enterado antes que Rajoy solo leía revistas deportivas. Y no solo textos técnicos debería ser el material literario de los políticos y resto de ciudadanos sino también novelas o algo de ficción (la mejor explicación de la realidad). Javier Cercas meses atrás nos decía que Hitler nunca leía novelas (considerada por la gente seria como frivolidades degustadas solo por personas sin tiempo), sino pura basura ocultista y datos confirmatorios de sus ideas. Otra recomendación de Cercas es leer lo que destruya nuestras creencias para así salir de la burbuja en la que vivimos. Personalmente le he hecho caso pero confieso estar a punto de volverme loco, peor aún ahora que me he enterado que Hitler también era un lector compulsivo.

La mejor pluma que he tenido oportunidad de leer en el Universo, Javier Ponce (ahora como ministro muchos críticos tendrá y lo único en su defensa a mencionar es lo dicho por Malraux: “¿Dónde vale más estar para ponerle fin a la guerra de Argelia? ¿En el café de Floré o en el gobierno?”), señalaba hace un año en un editorial: “Qué triste historia la del libro y la revista en el Ecuador. A la pobreza de los contenidos le hace honores el gasto dicharachero de las ediciones. A la riqueza de contenidos le toca buscar la forma de ahorrar centavos en publicaciones modestas”. Porque además de los abstractos escritos de los articulistas de los diarios, también debería añadirse la poca cantidad de revistas de calidad que pueden llegar, por el interés generado, a una gran parte de personas (y no solo de revistas políticas habla). Fernando Balseca, editorialista y por su condición de poeta, se ha preguntado en algunas de sus columnas lo qué lee el presidente en sus ratos libres. También debería preguntarse lo que (con el sobrante del magro sueldo) leen los electores.

16 de abril de 2009

Otros tres cadáveres no tan exquisitos

Continuando con la lectura de la Revista Etiqueta Negra y la opción de bajarse primer capítulos de distintos libros que publican editoriales relacionadas con la revista, para en un futuro tratar de comprarlos y verles las caras a los vendedores quienes creerán que les estoy tomando el pelo con la existencia de estos títulos, tuve la chance de hojear: “Un hombre en la oscuridad” de Paul Auster, “Punto de Fuga” de Jeremías Gamboa, y “Casi nunca” de Daniel Sada.

Un hombre en la oscuridad, Paul Auster.

“Un hombre…” trata de la vida de un abuelo que vive con su hija y nieta en Vermont, después de haber sufrido una enfermedad. Pasa todo el día encerrado en su casa, pero a diferencia del personaje de “La ventana indiscreta”, película de Hitchcock, que con un binocular empieza a ver (con estilo voyeur) la vida de los vecinos. Aquí el hombre empieza a inventarse historias para pasar el rato. El estilo es simplón y la realidad que está ubicada en la periferia de la trama principal, que es la historia inventada, parece mucho más interesante que el relato de un mago en tiempos de guerra.



Miriam, de cuarenta y siete años, que se acuesta sola desde hace cinco, y Katya, de veintitrés, única hija de Miriam, que antes dormía con un joven llamado Titus Small, pero ahora Titus ha muerto, y mi nieta duerme sola con el corazón destrozado/. Luz radiante, y luego oscuridad. El sol fulgurando por todos los rincones del cielo, seguido de la negrura de la noche, el silencio de las estrellas, el viento que agita las ramas. Ésa es la monotonía diaria/. Es un nombre maldito (Titus), un nombre que debería retirarse para siempre de la circulación. Pienso a menudo en el fin de Titus, la horrorosa historia de su último trance, las imágenes de su agonía, las demoledoras consecuencias de su muerte en mi atribulada nieta…/. Me quedo tumbado en la cama y me cuento historias. Quizá no sean gran cosa, pero siempre y cuando no me salga de ellas, me evitan pensar en cosas que prefiero olvidar/. Situar a un hombre dormido en un pozo, para luego ver lo que pasa cuando se despierte e intente salir trepando/. Pero ¿cómo se pueden abrir los ojos cuando ya están abiertos? Parpadea unas cuantas veces, en un intento pueril de romper el encantamiento; pero no hay hechizo alguno, y la cama mágica no llega a materializarse/. Que le den por culo a Irak. Esto es Norteamérica, y Norteamérica está luchando contra Norteamérica/. Porque la guerra es cosa suya. Es un producto de su imaginación, y todo lo que ocurre o está a punto de ocurrir se encuentra en su cabeza. Si se elimina esa cabeza, cesará la guerra. Así de sencillo.


Punto de fuga, Jeremías Gamboa.


En esta novela de autor peruano, la nueva movida literaria parece estar en Perú, un personaje asustado que le gusta tener un espacio para él solo, su soledad sin compartir, está asustado por un suceso que se ha salido de lo que considera normal. El texto da muchas vueltas por el mismo círculo y las acciones se repiten demasiado, lo cual no le da un mayor valor o entendimiento a la historia, sino que la desgasta. Sin embargo el intento del autor de que las emociones de sus personajes giren de acuerdo al entorno en que viven la vuelve interesante.



Llevaba acostado una hora, tenía los ojos cerrados e intentaba dormir infructuosamente después de haber sido relegado a un extremo de la cama por Lorena. Me estaba empeñando en evitar esas ideas absurdas que todas las noches se suceden en mi mente antes del sueño, cuando de pronto escuché que el timbre sonó/. Lo primero que me sorprendió del edificio de la calle Los Pinos fue su aspecto: era una construcción aparatosa, horrenda y delirante. Seguramente la peor de cuantas haya habido en Miraflores… Pensé inmediatamente en un enorme acordeón puesto de pie, en un sánguche desacertado, en una enorme nave espacial que nadie se animó a lanzar al espacio y que ahora existía como una absurda pieza de museo o una guarida de ratas o de locos/. Después de esa cita, echados en la cama, Lorena y yo descubrimos asustados que ese espacio era perfecto para cometer un crimen, violar a una mujer o torturar a una víctima a lo largo de una noche lenta y minuciosa/. Cuando ella se fue no sé por qué me arrepentí de haberme quedado con él, pero ahí estaba, sin tener claro qué decir/. Pensé de pronto que cada quien, en el fondo, busca el sitio en que está cómodo y nadie lo obliga a permanecer en él, el sitio en el que uno siente que encaja y al que pertenece como yo pertenecía a esa quinta en Barranco, a ese sitio en el que Lorena dormía y que nuestro gato recorría una y otra vez.



Casi nunca, Daniel Sada.

Daniel Sada ganó un premio en México con este libro, y la verdad no tengo idea que otras obras participaron, pero si el concurso hubiera sido con los textos arriba subrayados, “Casi nunca” hubiera ganado por goleada. Está escrito en un estilo desordenado, a pesar de que se cuenta la historia en primera persona, lo que lo vuelve interesante y la trama es más aún: El sexo como válvula de escape de la monotonía. Fue del que más subraye, principalmente por su estilo delirante.



El sexo, como pretexto válido para romper con la monotonía; el sexo-motor; el sexo-ansiedad; la costumbre del sexo, como un hartazgo cualquiera que se volverá lastre; el sexo colosal, incontenible, frenético, ambiguo como un juego que confunde y luego aclara y vuelve a confundir; el sexo-simulacro, el sexo-obviedad. El placer, al fin, como un encomio que vaya justo en sentido inverso a lo que se vive/. Cuadras de calles en declive y en ascenso. Dificultades al paso, y también en la mente/. Y así la hartura y ¿qué hacer?: pensar presintiendo certezas y dudas: cuántos descartes y cuántos reacomodos, mismos que, sin exprimirse mucho el seso, justo durante aquella tarde nublada, le ayudaron a hallar la chispa que le hacía falta/. Fue el sexo la elección más fácil, aunque el reto consistía en practicarlo cada veinticuatro horas. ¡Ojalá! Sí, sería todo un desembolso que valdría la pena/.Lo bueno fue que pronto hubo un distingo: notó a una morena grandullona de buenas carnes, una vulgaridad excéntrica que sonreía como nadie. Ella, sabiéndose elegida, se arrellanó de tal modo en su sillón que dejó ver para el mirón sus deliciosas piernas en largo, adrede/. Lo anterior queda como un vasto encuadre. Pareciera todo un pinturreo morboso, con coágulos de óleo apelmazados a propósito. Lo que sigue es una adivinanza: ¿en qué época estamos? La respuesta es 1945, año del estallido de la bomba atómica y fin de la Segunda Guerra Mundial/. Detestables los estrictos horarios de desayuno, comida y cena. Lapsos clave, porque en el comedor se suscitaba al sesgo cualquier plática, sobre todo de esa Rolanda, que destilaba amargura/. Mireya le dijo que mientras fuese rápida la bañada... Bueno, quitarse el polvo del campo no era cosa de una simple mojadura, había que estar buen rato bajo la regadera enjabonándose a fondo, por lo que Demetrio le dijo que por tal favor le pagaría una cuota adicional. Dinero para Mireya, en secreto, ¿eh?, y ella aceptó sonriente/. Al tiempo que te meto mi pistola, quiero meterte todo mi dedo índice izquierdo en tu fundillo... ¡Déjate!; o: Quiero que te portes mucho más puta que ayer; quiero que me hagas cosquillas en los güevos. Pero lo que más quiero es que me comprendas. La perversión sexual podía ir mucho más lejos: el sexo diabólico; el descaro del sexo, como arrebato ulterior, pero ya la índole de esas frases representaba el terror rarefacto por venir/. Primera vez que un cliente acudía tan puntual a pecar como ir campante a su trabajo de diario...

14 de abril de 2009

Street fighters

Años atrás, viajando desde Trujillo hasta Cajamarca, en Perú, para visitar la ciudad de barro donde apresaron a Atahualpa, acompañado de una amiga tomamos un bus en la noche. Tres horas después el vehículo se detuvo porque un puente había colapsado y no podíamos avanzar más. Lo curioso era que la infraestructura no había sufrido los daños recientemente, sino desde semanas atrás, y aún así la empresa de transporte nos vendió los boletos. Más curioso aún resulta la bendición que significó para los lugareños este hecho. En ese puente donde acababa el Perú para los turistas, se había improvisado un mercado (sin la arquitectura del caso) que beneficiaba a los habitantes cercanos porque una vez que uno se bajaba del bus: te ofrecían carpas, linternas y mantas para pasar la noche, transporte al otro lado del puente que te llevarían al pueblo más próximo, puestos improvisados de comida, y más productos promocionados por informales (aprovechando su oportunidad de ganar algo extra de dinero).
La mitad de la tarde se aproxima y estoy sentado en un bus que me lleva desde Cuenca hasta Guayaquil en la vía que pasa por el valle del Cajas. Dicha vía actualmente se encuentra en reparación, por lo que únicamente está habilitado un carril. El carril da paso por cuarenta minutos ininterrumpidos a los autos que van hacia Cuenca y después da paso, por el mismo lapso de tiempo, a los vehículos que salen de la ciudad. Así que casi siempre a uno le tocará esperar. Este tiempo durante el cual los vehículos están en fila estacionados, también es aprovechado por comerciantes informales que te venden botellas de agua u otras bebidas, cd´s de música o películas piratas, artesanías y comida. Lo mismo pasa, por ejemplo, frente al KFC de la Alborada en Guayaquil, donde se instalan en las calles niños mendigos, vendedores de cd´s, ropa interior, entre otros (ellos saben que lugares son buenos para el negocio).


En Cuenca el mercado de la 9 de Octubre (anteriormente la zona de mayor peligrosidad en la ciudad) ha sido remodelado con la finalidad de dar amplias facilidades en seguridad y acceso a los consumidores que se dirigen al lugar. Aunque en el edificio se instalaron 270 puestos de ventas (todos ocupados actualmente), en los sectores aledaños, principalmente en las calles Mariano Cueva y Gaspar de Sangurima, comerciantes informales se aglutinan para ofertar sus productos. Muchas quejas existen por estas actividades, sin embargo estas no vienen de parte de las autoridades municipales, transeúntes o moradores del sector, sino por los comerciantes (formales) que tienen un puesto dentro de las instalaciones del mercado.
Durante el mes de junio del 2008, cuatro mil comerciantes minoristas, pertenecientes a 57 organizaciones de diferentes mercados salieron a las calles cuencanas como medida de protesta para impedir que los comerciantes informales puedan trabajar, según lo relatado por el diario Hoy de Quito. Lo que indica que los reclamos en el mercado 9 de octubre no representan un hecho aislado. En un artículo del diario cuencano EL MERCURIO, Rosa Matute (presidenta de la asociación del mercado 9 de octubre) señala que los protagonistas de estos actos son sobre todo vendedores de otros mercados (especialmente El Arenal, menciona), agudizándose el problema los días jueves (el miércoles que es el día de feria libre no se ven a los informales en las cercanías del mercado porque estos pueden obtener sus mayores ganancias de la semana en el lugar donde se realiza la feria). La presidenta instó a los guardias de seguridad que desalojen a los informales. Sin embargo otras personas señalan, también diario EL MERCURIO lo menciona, que la mayoría de informales del sector no son comerciantes de otros mercados, sino campesinos productores de hortalizas y verduras que por evitar la intermediación en la venta de sus productos, se han ubicado en los parterres de las calles anteriormente mencionadas. La municipalidad no decomisa los productos de los informales y se encuentra en proceso de construcción de otros mercados populares, además de ocupar los puestos vacíos en los mercados 3 de noviembre, 27 de febreros, 10 de agosto y otros, para reubicar a los aproximadamente dos mil informales de la ciudad con un pago de 10 dólares mensuales por el puesto.

Ojalá la reubicación no sea para marginar a los vendedores ambulantes en puestos alejados de zonas de consumo, todo para despejar las áreas turísticas del desorden que podrían generar los vendedores de chicles, chifles, manzanas, lotería, etc., o para cumplir unilateralmente con las demandas de los comerciantes formales de los mercados. Y la construcción de estos nuevos mercados no debería ser la única solución. Las solución más óptima sería tratar de que se evite la migración rural hacia las ciudades, potenciando y generando fuentes de empleo en estos sectores que eviten el desplazamiento por cuestiones económica. Sin embargo al ser esto a largo plazo, se debería establecer mecanismos de diálogo entre los afectados, con el objetivo de generar igualdad de condiciones entre los tipos de vendedores: Comerciantes legales (pagan impuestos y una mensualidad por su local, además del desorden provocado por los vendedores ambulantes) y los comerciantes informales (que por su oferta de producto, condiciones socioeconómicas o aspectos culturales, no tienen un local definido para sus ventas); además de estimular la organización de los informales. En recientes días en la ciudad de Guayaquil se proyectó un documental que habla sobre la informalidad en el cantón. No lo he visto, y por lo tanto no lo crítico, pero pienso que iniciativas como estas podrían generar un espacio de diálogo sin son difundidas entre la población.

10 de abril de 2009

El otro talento de Fito

De alguna u otra forma, a todos los hombres las mujeres nos marcan, nos tatúan con tinta imborrable que traspasa la piel y llega a las células más recónditas, con el riesgo de que se vuelva una infección necrótica y nos mate por dentro. En un principio es la vieja abnegada y preocupada, la abuela con su sabiduría y moral de antaño, un par de tías desquiciadas; y cuando uno crece alguna compañera del colegio, de la universidad, del trabajo o alguna que te presentan inesperadamente, de esas que uno cree que jamás podría conocer a alguien así. Y Fito Páez, definitivamente, es el tipo más marcado por las mujeres que he visto. Las tiene metidas en la cabeza, y esos recuerdos, pasajes, memorias de todas sus conocidas o inventadas ahora él los usa a su antojo. No lo digo simplemente por su disco titulado “Mi vida sin ellas”, ni por la estrofa de “Al lado del camino” que canta: “mi padre, la cerveza, las pastillas los misterios el whisky malo/ los óleos, el amor, los escenarios/ el hambre, el frío, el crimen, el dinero y mis diez tías/ me hicieron este hombre enreverado”, sino porque el día sábado, en un fin de semana puertas adentro, tuve la chance de ver su película “¿De quién es el portaligas?”, donde en 24 pulgadas claramente se puede descifrar como las mujeres lo han trastornado (para bien de algunos que degustamos de las canciones del rosarino canaya de corazón).

A Fito, desde hace algunos discos atrás, los críticos le han restregado que ya ha perdido la magia y la calidad de sus obras está bastante distante de lo que ofrecía a principio de los noventa. Y algo de razón tienen, con canciones como “Salir al sol” que parece la hermana con embolia de “Y dale alegría a mi corazón”. Pero Fito ya cumplió dando un legado al mundo con sus letras y todo lo que hace ahora es pura y neta diversión. Y después de todo, sus canciones de últimos discos no san tan malas, tienen onda. Con “¿De quién es el portaligas?” pasa lo mismo: Fito también tiene ganas de divertirse y además él estudio cine, así que tal vez los reparos son de más, aunque esta peli cosecha mejores opiniones que la anterior, porque algunos nunca pudieron concebir que el cantante de “dar es dar” tratara un tema tan sensible como la dictadura con “Vidas privadas”. Fito quería la revancha, ganar holgadamente y gustando, así que juntó a varios de sus amigos como al negro Fontanarrosa, Fabiana Cantillo, su esposa Romina Ricci, entre otros y decidió rodar el film en su natal Rosario (ambientada en los ochentas con pinta de "Volver al futuro", "Robocop" o el peinado de Ceratti cuando cantaba “Nada personal”). La plata no le debió haber sido muy difícil de conseguir, así como la idea loca que es la película, porque de esas debe tener montones que le vuelan por esa cabeza con peinado de Tim Burton, ahora que es director.

Alfred Hitchcock definía al término MacGuffin, empleado en el cine, con la historia: “Dos viajeros se conocen en un tren. Uno le dice al otro: ‘Perdone, señor, pero ¿qué es ese paquete de curioso aspecto que está encima de su cabeza'. ‘Ah, es un MacGuffin’. ‘¿Y para qué sirve eso?’ ‘Sirve para atrapar leones en las montañas de Escocia’. ‘Pero si no hay leones en las montañas de Escocia’. ‘Ah, entonces, no es un MacGuffin’". Y la ópera prima de Fito tiene mucho de MacGuffin. ¿De quién es…? empieza con una especie de clon de él mismo (mismo peinado, misma forma de actuar), que llega de viaje de la Alemania comunista y en su maleta aparece un portaligas que su novia lo encuentra y se obsesiona con la historia de este. La novia tiene dos amigas inseparables y de este disparate (MacGuffin = Portaligas) surge una pelea entre la novia y una de sus amigas que termina en un accidente de moto de la primera y la necesidad de un trasplante de corazón. Sus dos amigas inseparables deciden buscarle el corazón, lo que dará origen a la delirante historia. La idea de la película es también un MacGufin porque más allá de contar una historia, Fito como parte de la cultura pop llena el film de un montón de clichés que mezclan mujeres neuróticas con apariencia de chicas Almodóvar, personajes salidos de películas de Tarantino, madres de familia que se visten como Julieta Venegas (que seguramente le copió el estilo a algún ícono ochentero con estilo punk y este a su vez se lo copió a algún indio Apache, que fue el único sin recibir un céntimo por vestirse así); además de una edición que intercala escenas: una seria sin música y en colores oscuros para seguir a una disparatada con melodías de locos; un guión con algunas genialidades, especialmente cuando conversan las tres amigas (y al final de cuentas esa es la historia: las tres amigas que están ahí juntas, pese y contra todo); todo con una ambientación ochentera, que pareciera salir de un cruce de ideas, entre tragos (faltaba más), de Jodorowsky y Andy Warhol.

¿De quién es el portaligas? es tal vez una película que no se la recomendarías a algún familiar, y puede que por allí vaya la crítica. La disfruté aunque a partir de las escenas del secuestro esta se diluye, además que seguramente quedará grabada en mi cabeza más por el hecho de que está dirigida por Fito que por su calidad artística. Cuando vi el tráiler me esperaba algo del estilo de “Fue amor”, “Giros”, o “Brillante sobre el mic”, pero me encuentro algo más del estilo “Circo beat”, “Polaroid de locura ordinaria” o como el video de “Dos en la ciudad”. Esta comparación a pesar de que el muy hijueputa de Fito solo tiene una canción propia dentro de la película (por ahí sale vestido de mujer en una pequeña escena en el hospital): “Enloquecer” del disco “El mundo cabe en una canción”. Suena como la hija de “Y dale alegría a mi corazón” y “Salir al sol”. No es genial pero para el final del rollo es perfecta.

Enloquecer.

No hay nada que el tiempo, amor,
no cure y no lave,
no hay nada en tu corazón
que algún día no se quiera ir;
cortala, no exageres,
no seas tan drástica,
por fin sacudítelo,
si no nunca vas a ser feliz.
Llevá los golpes de la vida
mañana va a ser otro día
hoy mejor vayámonos al cine.
Tan sólo es el tiempo, amor,
nos lleva adelante,
entiendo de tu terror
de que todo se termine aquí.
Lo que hay en tu corazón
te abriga y te chala,
me pierde y me da calor,
nos volea y nos hace reír.
Nos queda el resto de la vida,
no creo que haya una salida,
sólo quiero darte cosas simples…
y un maravilloso amanecer,
y un maravilloso amanecer.
Si te vuelvo a ver
si te vuelvo a ver
si te vuelvo a ver
me voy a enloquecer,
si te vuelvo a ver
si te vuelvo a ver
te voy a enloquecer.
Nos queda el resto de la vida,
no creo que haya una salida,
sólo quiero darte cosas simples…
y un maravilloso amanecer,
y un maravilloso amanecer.
Si te vuelvo a versi te vuelvo a ver
si te vuelvo a verme voy a enloquecer,
si te vuelvo a ver
si te vuelvo a ver
te voy a enloquecer
te voy a enloquecer
me voy a enloquecer
me voy a enloquecer.




6 de abril de 2009

Prohibidas las fiestas

En tiempos de campaña electoral, Cuenca definitivamente es una excelente ciudad para vivir. Un sitio recomendable como cuando, comparando, hay un mundial de fútbol y las mujeres y hombres no amantes del deporte rey quieren encontrar un espacio de tranquilidad ante tanto jolgorio (aunque para el mundial de Sudáfrica, parece que todo el Ecuador será una tumba), o los que odiamos el reggaetón entramos a bares a prueba del asqueroso ruido. Las gracias de que no haya un fuerte eco de la propaganda política podríamos dárselas a la condición de Patrimonio cultural de la humanidad que tiene Cuenca; por lo que en el centro histórico y otros sitios no se puede pegar banderas o pancartas de los candidatos y sus respectivos movimientos políticos, a riesgo de que el material electoral sea confiscado y el partido o movimiento multado.

Puede que sea también el resultado previsible de la elección para presidente, porque esta es, entre todas las dignidades a escoger, la campaña donde más se derrocha y más bulla se hace. En Cuenca la única riña y la única incertidumbre está entre los aspirantes a alcalde. Sin embargo son las once de la mañana y me encuentro en el Parque Calderón, frente a la Catedral. El lugar más transitado de la ciudad, donde si quieres llamar la atención: ahí debes estar. Y ninguna caravana se asoma, ni veo las caras de futuros padres de la patria o de Cuenca, por lo menos, saludándome en una gigantografía desde edificios. Grupos de adolescentes con uniforme de colegio caminando por las calles hacia algún museo o actividad cultural, niñas de cuatro años danzando entre las astas de banderas, mujeres vendiendo flores frente a la iglesia, y rubios turistas buscando un desayuno típico son la postal que adornan el lugar. Fuera del centro histórico se pueden ver algunos caballetes con publicidad electoral y jóvenes regalando panfletos que luego se mezclan con la basura de los bolsillos. Este es el límite de la conmoción de la campaña electoral. Totalmente diferente a lo que viví en un solo fin de semana en una visita a Guayaquil, en época de referéndum aprobatorio, donde la publicidad por el Sí o por el No, uno podía encontrarla desde la entrada a la ciudad, pasando por las universidades, o en la radio mientras estabas en el bus. Estar sentado en un banco, en una soleada mañana, ausente el frío en el aire, también me recuerda una crónica de Pedro Navia, observador de comicios electorales, que leí meses atrás en la revista Etiqueta Negra (la fuente: http://etiquetanegra.com.pe/?p=281200), donde relata todo lo que vio durante su estadía en nueve países latinoamericanos, en esta llamada “fiesta democrática”.

Navia comienza señalando que lo único en común fue la ley seca (ironía la prohibición de alcohol en la “fiesta democrática”). Claro que existen leves diferencias: En Costa Rica y Chile la ley seca empieza la noche anterior a la elección; en Colombia y Perú, sesenta horas antes; en Brasil termina el mismo instante en que cierran las urnas; y en México cada estado decide su aplicación. Así el observador, viendo si le vendían alcohol en estas fechas, pudo comprobar que tan fuertes son las instituciones democráticas de cada país. En Perú, a cambio de un billete de 20 dólares, un mesero le pasó, tapiñada, una botella de Pisco; en Chile los hoteles solo le pueden vender licor a los extranjeros; en Costa Rica ninguno de los meseros quiso ganarse un dinero extra; y en Brasil por barreras de idioma no pudo llevar a cabo efectivamente la transacción. Además de anécdotas relacionadas con el consumo de alcohol, el cronista pudo ver otras particularidades electorales en cada país visitado: En Costa Rica los presidiarios pueden votar, ganando el actual presidente, Oscar Arias, en las cárceles del país; Álvaro Uribe se paseo por los canales de televisión dando entrevistas y hablando desde el aborto hasta la cocina nacional el día previo a las elecciones, porque en Colombia todo el país sabía quién sería el ganador; en Nicaragua para el conteo de los votos, los secretarios de mesa y vocales debieron utilizar sus celulares para terminar las labores, porque en la mayoría de escuelas que sirvieron como recintos no existe electricidad; en México un perdedor se impuso a él mismo la banda presidencial; en Venezuela la revolución no podía ser fotografiada, porque ante un intento que hizo Navia por tomarle una foto a una figura tridimensional de Hugo Chávez junto a la frase: “Vota contra el diablo. Vota contra el imperio”, un grupo de militares lo incriminaron y amenazaron; en la ciudad de Managua, tiendas te ofrecen descuentos el día de votaciones si vas con tu pulgar manchado; en Perú te embadurnan de tinta el dedo medio, porque en el pasado Sendero Luminoso juraba cortarte el pulgar si ibas a votar; y al último pero no menos importante (y anecdótico), en Ecuador, país donde tenemos un presidente cada dos años, un taxista con el que Pedro Navia iba conversando, durante las últimas elecciones presidenciales, le dijo: “Da lo mismo quien gana. Igual lo van a sacar antes”.

Es probable que la falta de propaganda política en Cuenca provoque desinterés por los actuales comicios electorales. Sin embargo las ruidosas caravanas o la foto de algún candidato que le dan el ritmo y los colores a esta falsa fiesta, no es la verdadera o única forma de expresión de la democracia. Por otro lado, lástima que el domingo no estaré en Cuenca para disfrutar con unas cervezas y algo más, en ley seca, la ausencia de la “fiesta democrática”.

P.S. Faltan anécdotas electorales en Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay, Panamá, El Salvador, Guatemala y países del Caribe.

3 de abril de 2009

Naturaleza muerta

…Al cabo de un tiempo descubrió que cada miembro de la familia repetía todos los días, sin darse cuenta, los mismos recorridos, los mismos actos, y que casi repetía las mismas palabras a la misma hora. Solo cuando se salían de esa meticulosa rutina corrían el riesgo de perder algo. (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez)

El vino que pagué yo, con aquel euro italiano, que había estado en un vagón antes de estar en mi mano. Y antes de eso en Torino y antes de Torino, en Pratto, donde hicieron mi zapato sobre el que, caería el vino. (Todo se transforma, Jorge Drexler)


Su rostro es un cuadro de naturaleza muerta donde todo está perfectamente definido. Las líneas y las formas no varían, todo se encuentra en idéntico sitio desde la primera vez que la vi. Tiene la misma dura expresión cuando está dormida que cuando está despierta. La única diferencia son los ojos, cerrados como flores de loto. No parece un cadáver porque el resto de su cuerpo se mueve, y los músculos de su cara también se contraen y expanden, pero siempre manteniendo ese milenario semblante. Ahora que lo pienso, cuánto daría porque el cuadro se moviera un poco, el vino se derramara, las uvas se pudrieran por el paso del tiempo, la manzana se llene de gusanos y el pan se ponga mohoso. Pero si el cuadro se moviera, nada estaría bien, o al menos como lo conocemos. Si el cuadro se alterara un poco sería el definitivo caos, una total locura. Si ella quisiera salir de la actual imagen y pintar otra por un rato, los teléfonos se volverían gatos, las alfombras en arena, los excusados en relojes, el amarillo en verde y el sol en un tirano que nos manejaría a su antojo.


Nadie me llama por el nombre, a secas, a excepción de mi familia o personas que el nombre es lo único que conocen de mí. Lo detecto con facilidad, como detecto con facilidad repeticiones en los números. Por ejemplo desde pequeño siempre supe que los números elevados al cuadrado son sumatorias de número impares seguidos; es decir el dos al cuadrado que es igual a cuatro, resulta lo mismo a sumar uno más tres; el nueve como resultado de tres al cuadrado, también es la suma de uno más tres más cinco; y así cuanto potencia quieran. No soy un Einstein por eso y no lo califico como un don, pero es algo que la mayoría de personas que conozco nunca han estado conscientes y este hecho me hace pensar que vivo en otra dimensión; como también aún no perciben que las calles adoquinadas de Cuenca, las cercanas al terminal de bus están adornadas en un principio por un cuadrado grande, color tomate, formado por dieciséis cuadrados más pequeños y el siguiente por nueve y el próximo por cuatro hasta llegar a un solo cuadrado pequeño, para después repetirse la misma secuencia pero de menor a mayor hasta llegar al de los dieciséis cuadraditos. Algo parecido me puede suceder con las personas. Sin ser psicoanalista puedo descifrar su estado de ánimo. Lo relaciono con lo dicho en un principio que nadie me llama por el nombre, a excepción de familiares y desconocidos, porque he notado, específicamente con las mujeres, que cuando alguien me llama por Raulex, ella es atrevida, sexy y fulgura algo de sensualidad, estando perfectamente consciente de esto; Raulo es para aquellas que no me conocen pero en lo poco, algo simpático les caigo; Raulinho y Raulillo para amigas de confianza que se siente bien en mi compañía, pero para eso, no más que amigas; y Raulito para las que tienen muchos años de confianza conmigo o algún vínculo más allá de la amistad. Para las que les caigo mal o son indiferentes conmigo, simplemente Raúl, o señor, o joven. También sé que cuando alguien está de buen humor y pasa por mi oficina, la mayoría de veces hará un sonido sobre el escritorio, apoyando las yemas de sus dedos, por separado, sobre la madera, tal vez con el sentido de darse a notar, parecer simpático, o de querer transmitirme algo de su buen humor, eso si no lo sé, lo único que puedo descifrar es que en ese momento la persona que golpea, al pasar, el escritorio con sus dedos, está algo más cerca a eso llamado felicidad. Así constato no ser un completo pendejo en eso del lenguaje corporal, lo de completo en la frase “completo pendejo” va porque de ella, quien más me intriga y de quién quiero conocer más, aún no he podido reconocer nada en sus gestos, y tal vez esa naturaleza muerta que veo en su rostro sea solo un reflejo para mí, una postal para la extraña dimensión donde vivo, porque tal vez haya alguien, seguramente, que en su rostro pueda encontrar algo además de dureza.


La he visto tan pocas veces que podría beberme una cerveza mientras cuento con los dedos las ocasiones en que sus ojos han estado frente a los míos. Pero esa ignorancia, tal vez, es lo que más me atrae de ella, ese espacio que nos separa puede ser lo que me impulsa a escribir esto, porque al final de cuentas de todas las otras mujeres, las del pasado, ni bien las conocí ya no las aguantaba, quería que vuelva esa distancia que tanto acercaba. Días atrás, viajando en autobús por un recorrido más que conocido, domado y algo maniatado a mis necesidades, esperando un asiento me encuentro con ella en la terminal de buses, en el sitio menos esperado, en un ambiente que no era para ninguno de los dos. Se la notaba decaída; sin maquillaje; vestida con el primer atuendo que encontró; su voz se notaba pedregosa, cavernosa, lo que le daba una gravedad desconocida. Pensé que tal vez era mi oportunidad, esa de descubrir algo más allá de su rostro semejante a un cuadro de naturaleza muerta. Me puse la armadura de paciencia y humanidad, la de buen oyente, la que generaría algo de confianza, la de compresión. Pero nada de eso sirvió, el vino no se derramó ni los teléfonos se convirtieron en gato y para colmo todas las armaduras sirvieron para que me invada una incomodidad descomunal. No encontraba donde apoyar los codos, ni un adecuado tono de voz para la ocasión, la mente divagaba ante el familiar paisaje, no sabía cómo modular el rostro para crear ese rostro que no había tenido oportunidad de practicar frente al espejo, quería volver a la bendita ignorancia que era desconocerla. Y el mundo concentrado en su cara no se alteró y no escape de la dimensión en que vivo. Cruzamos palabras banales, como las de dos compañeros de trabajo, como cuando hablas con alguien en la fila mientras esperas en la cola de un trámite, parecido a las conversaciones con el taxista. Lástima que no tenemos amigos en común me dije, pero pensándolo bien, no conozco nada que tengamos en común. Bajamos del bus, la ayudé con su maleta hasta que tomara un taxi y desapareciera en las entrañas de ese dragón con apariencia de inocente iguana llamado Guayaquil. Me subí a un taxi sabiendo que estaba en casa pero sin pensar en nada. Ante el primer pensamiento recordé que su rostro no había cambiado, había desaparecido. Traté que nadie notara mi comportamiento, no sé si fui convincente, pero lo que hice fue no llamar a ningún amigo para contarles este relato, ni a ningún mago que saque de ese sombrero llamado experiencia algún consejo desempolvado. Simplemente tomé el cuadro que antes era de naturaleza muerta y lo puse en el sótano de los recuerdos, de esos que te olvidas, como con las anteriores lo había hecho antes. Solo para que todo volviera a ser como antes, o por lo menos hasta que alguna de esas resacas del destino, mal llamadas casualidad, me permitiera volver a escrutar su rostro asesinado.

Powered By Blogger