Salí de los clásicos Cartero, Factotum
y La Máquina de follar – los textos de sus inicios – y me encuentro con Se
busca una mujer. Me gusta y mucho. Bukowski maduro, con esa austeridad de
los escritores norteamericanos en sus cuentos. Frases del tipo. “Ana tenía una
linda casa afuera de la ciudad antes de que la violaran y asesinaran”. Directo
al grano, al estilo Fitzgerald o Hemingway. Las historias de Bukowski… Bueno,
siguen siendo las mismas: borrachos, pendencieros, mujeres de mala vida y esos
tipos de grandes dientes amarillos y sin bañarse que vemos todos los días
camino a la oficina…
Como cualquiera podrá deciros, no
soy un hombre muy agradable. No conozco esa palabra. Yo siempre he admirado al
villano, al fuera de la ley, al hijo de perra. No aguanto al típico chico bien
afeitado, con su corbata y un buen trabajo. Me gustan los hombres desesperados,
hombres con los dientes rotos y mentes rotas y destinos rotos. Me interesan. Están
llenos de sorpresas y explosiones. También me gustan las mujeres viles, las
perras borrachas, con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de
maquillaje barato. Me interesan más los pervertidos que los santos. Me
encuentro bien entre marginados porque soy un marginado. No me gustan las
leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la
sociedad.
Una noche, estaba bebiendo con
Marty, el ex-presidiario, en mi habitación. No tenía trabajo. No quería tener
trabajo. Sólo quería sentarme con los zapatos quitados y beber vino y conversar,
y reírme, a ser posible. Marty era un poco estúpido, pero tenía manos de trabajador,
una nariz rota y ojos de topo; no era gran cosa pero lo sabía llevar.
Del Cuento Cojones.