Jazzología, ciencia deductiva, facilísima de entender después de las 4 A.M.
Como concepto, descripción, analogía, o como se entienda, las palabras de Cortázar, que pueden encontrarse en la página 107 de la Rayuela, que finalmente terminé el día de ayer (así que tomo nota para comenzar a escribir de otros libros), es en palabras, la mejor referencia (junto a la que escuché viendo Sex & The city, donde el personaje de Sarah Jessica Parker mencionaba que el jazz le parecía un Pim Bum Bam Pom Pam Pum, mientras su pareja del rato la abrazaba por la espalda tocándole el estómago, simulando que ella era un contrabajo) que he escuchado sobre esa música que yo la defino simplemente como libertad.
La verdad es que mi historia con el jazz no puede estar alejada de la Rayuela de Cortázar, ambas son compartidas: Las descubrí al mismo tiempo y me acompañaron por decisión unánime durante varios pasajes de mi recorrido. Miguel, un amigo saxofonista, alumno de Lucho Silva y que ha compartido algunas veces escenario con Bolaños Jazz (lo que da una vaga idea de que no es un novato en la jazzología), me ayudo a dar los primeros pasos, escuchando a Groover Washington, Kenny G y algo de Norah Jones (ustedes saben: con los novatos siempre se comienza con lo pop, él no iba a profanar a los ídolos mostrándolos de buenas a primeras). Y yo, en ese entonces, un hippie en gustos del oido, que años atrás había sido un grundge, que empezó su historia musical escuchando Nirvana, Pearl Jam, Soda Stereo, Guns ´n roses, Fito Páez, Charly García, Héroes del silencio y el resto de moda noventera; para después avanzar (pero retrocediendo en tiempo) con Metallica, Yngwie, Ozzy, The Outfield y el resto de moda ochentera; y finalmente haber creído que por fin iba a encontrar algo de estacionalidad musical con Pink Floyd (los mejores discos del mundo: El wish you were here y the dark side of the moon), The doors, Dylan, The Rolling Stones…
Y yo (volviendo en las líneas), en ese entonces, un hippie en gustos del oído, que años atrás… (etc., etc., etc.), tuve que librarme de mi maestro jazzologo (Miguel un saludo a la distancia) y empezar a conocer mi propia adicción musical, y si sobraba el tiempo: a mí mismo. Y así el jazz como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra (gracias otra vez Cortázar) me fue introduciendo en su mundo sin orden, anarquía de New Orleans color negro, que es la mezcla de todos los colores (como el jazz es la mezcla de todos los ritmos), y entonces en ese mundo sin control, sin partituras y sin guías cayó de forma bizarra, Rayuela; libro que es un caos, pero al final a mí me sirvió como tutoría, y mientras Ronald les saltaba un John Coltrane (y otros grandes que eran preferencia de la Maga, Babs Oliveira, Etienne, Wong y al resto del Club de la Serpiente), que hacía bufar a Perico, desde la página 62 hasta la 109, yo en varios viajes y diferentes hogares, tenía la compañía de Duke Ellington, Satchmo, Charlie Parker y otros genios (inclúyase a Cortázar en esta lista). A Sonny Rollins, apoyándome con sus melodías mientras caminaba por el volcán Cayambe, a Nina Simone mientras jugaba al truco (y me daban una paliza) con Inti (uruguayo de Rocha), Jorge (argentino de Córdoba) y María Laura (argentina misionera); a Ray Charles en Madrid, ya solo y a un día de volver a casa, en el Populart (bájense del metro en Tirso de Molino o Anton Martín y avancen hasta la calle Huertas, o si no se dan, simplemente sigan la melodía) un grupo de dominicanos, cubanos y del resto del Caribe, tocaban what i´ve said y un repertorio propio de invenciones maravillosas, donde con una cerveza de 8 euros disfruté una de las mejores noches de mi vida; y en Cuenca, por ahora me acompaña Mile Davis y Amy Winehouse.
La verdad es que al jazz, con la excepciones de Fitzgerald, Sinatra y otro que no recuerdo, nunca ha necesitado de palabras, así que mejor dejo de escribir y comparto a estos genios de la libertad, porque ya son las 4 A.M. y la ciencia deductiva ya se deja entender.
Como concepto, descripción, analogía, o como se entienda, las palabras de Cortázar, que pueden encontrarse en la página 107 de la Rayuela, que finalmente terminé el día de ayer (así que tomo nota para comenzar a escribir de otros libros), es en palabras, la mejor referencia (junto a la que escuché viendo Sex & The city, donde el personaje de Sarah Jessica Parker mencionaba que el jazz le parecía un Pim Bum Bam Pom Pam Pum, mientras su pareja del rato la abrazaba por la espalda tocándole el estómago, simulando que ella era un contrabajo) que he escuchado sobre esa música que yo la defino simplemente como libertad.
La verdad es que mi historia con el jazz no puede estar alejada de la Rayuela de Cortázar, ambas son compartidas: Las descubrí al mismo tiempo y me acompañaron por decisión unánime durante varios pasajes de mi recorrido. Miguel, un amigo saxofonista, alumno de Lucho Silva y que ha compartido algunas veces escenario con Bolaños Jazz (lo que da una vaga idea de que no es un novato en la jazzología), me ayudo a dar los primeros pasos, escuchando a Groover Washington, Kenny G y algo de Norah Jones (ustedes saben: con los novatos siempre se comienza con lo pop, él no iba a profanar a los ídolos mostrándolos de buenas a primeras). Y yo, en ese entonces, un hippie en gustos del oido, que años atrás había sido un grundge, que empezó su historia musical escuchando Nirvana, Pearl Jam, Soda Stereo, Guns ´n roses, Fito Páez, Charly García, Héroes del silencio y el resto de moda noventera; para después avanzar (pero retrocediendo en tiempo) con Metallica, Yngwie, Ozzy, The Outfield y el resto de moda ochentera; y finalmente haber creído que por fin iba a encontrar algo de estacionalidad musical con Pink Floyd (los mejores discos del mundo: El wish you were here y the dark side of the moon), The doors, Dylan, The Rolling Stones…
Y yo (volviendo en las líneas), en ese entonces, un hippie en gustos del oído, que años atrás… (etc., etc., etc.), tuve que librarme de mi maestro jazzologo (Miguel un saludo a la distancia) y empezar a conocer mi propia adicción musical, y si sobraba el tiempo: a mí mismo. Y así el jazz como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra (gracias otra vez Cortázar) me fue introduciendo en su mundo sin orden, anarquía de New Orleans color negro, que es la mezcla de todos los colores (como el jazz es la mezcla de todos los ritmos), y entonces en ese mundo sin control, sin partituras y sin guías cayó de forma bizarra, Rayuela; libro que es un caos, pero al final a mí me sirvió como tutoría, y mientras Ronald les saltaba un John Coltrane (y otros grandes que eran preferencia de la Maga, Babs Oliveira, Etienne, Wong y al resto del Club de la Serpiente), que hacía bufar a Perico, desde la página 62 hasta la 109, yo en varios viajes y diferentes hogares, tenía la compañía de Duke Ellington, Satchmo, Charlie Parker y otros genios (inclúyase a Cortázar en esta lista). A Sonny Rollins, apoyándome con sus melodías mientras caminaba por el volcán Cayambe, a Nina Simone mientras jugaba al truco (y me daban una paliza) con Inti (uruguayo de Rocha), Jorge (argentino de Córdoba) y María Laura (argentina misionera); a Ray Charles en Madrid, ya solo y a un día de volver a casa, en el Populart (bájense del metro en Tirso de Molino o Anton Martín y avancen hasta la calle Huertas, o si no se dan, simplemente sigan la melodía) un grupo de dominicanos, cubanos y del resto del Caribe, tocaban what i´ve said y un repertorio propio de invenciones maravillosas, donde con una cerveza de 8 euros disfruté una de las mejores noches de mi vida; y en Cuenca, por ahora me acompaña Mile Davis y Amy Winehouse.
La verdad es que al jazz, con la excepciones de Fitzgerald, Sinatra y otro que no recuerdo, nunca ha necesitado de palabras, así que mejor dejo de escribir y comparto a estos genios de la libertad, porque ya son las 4 A.M. y la ciencia deductiva ya se deja entender.
- Nina Simone: Sinnerman
- Sonny Rollins: St. Thomas
- Ray Charles: What i´ve said
- Amy Winehouse: Tears dry on their own