La ciudad es una locura y algunos de los que estamos acostumbrados a pasar puertas adentro, leyendo, escuchando música, viendo alguna película, lo más lejos posible del frenetismo, sin ver como Guayaquil afuera está casi en llamas, no podemos escapar de ese Maelstrom que se lleva todo a su paso: vienen familiares de otras ciudades y debes acompañarlos a algún mall, a comer, o de paso a la bahía para que compren bueno–bonito–barato; toca también hacer las filas en los bancos o esperar 40 puestos para cobrar cheques y estar ahí parado, fumando, esperando que avance la cola o toque el turno de pararse frente a la ventanilla y tener el alivio de estar pronto a salir (por suerte no tengo auto que matricular y no tengo que estar desde las madrugadas haciendo la eterna fila anual). Me siento como otra persona en estas fechas, leyendo menos, yendo menos al dealer de confianza y casi no posteando, ni escribiendo. Lo que me recuerda un portafolio del fotógrafo (uno de los mejores empleos del mundo, o al menos uno de los que más te dan), Vasco Szinetar, publicado en la revista Etiqueta Negra, quien siempre aparece en sus retratos, junto a algún escritor (él siembre detrás), frente a un espejo en hoteles, salas de convenciones o ferias del libro. Una doble vida, como este traje que sólo volveré a utilizar en este mes de diciembre, que parece no acabar, del año que viene.
Lo dejo para despedir el año y agradecer a toda persona que pasó por aquí, por casualidad, interés, curiosidad o como quieran llamarlo. Dejando un año agridulce, con contratos que se acabaron, infructuosa búsqueda de empleo, andar peloteado por varios meses; pero también con viajes a Argentina, Bolivia y Uruguay, concierto de Charly García y verlo a centímetros de distancia, de Silvio Rodríguez, y escribiendo y leyendo más de lo que pensé. Esperando que en el próximo año pueda leer más blogs, comentarlos y seguirlos. Por ahora se viene el invierno y algo de playa, aunque el 1/01/10 toque trabajar hasta la noche, deseando ver una ciudad ruidosa y a punto de colapsar.
Esta foto de Vasco Sznietar es un éxito porque revela tres fracasos. No me gusta que nadie esté a mis espaldas. Mucho menos un hombre, mucho menos en el baño de mi habitación de un hotel de Cartagena de Indias. Pero mi vanidad me venció: a cambio del retrato de un fotógrafo famoso, aparezco en un baño con un hombre a mis espaldas. ése es el primer fracaso que esta foto revela. Para seguir, uno de mis oficios es el de humorista en prosa. En la foto, mientras yo sonrío, el fotógrafo ?a quien he visto reír o hacer muecas en otros retratos? permanece serio. Tengo la certeza de que estoy haciendo algún chiste en esa escena, con el cepillo de dientes en la mano; pero mi interlocutor permanece impávido. ése es el segundo fracaso. Para terminar, mis ojos apuntan hacia arriba, hacia una suerte de luz que el espectador puede adivinar pero no ver. Seguramente, como siempre, estoy buscando a Dios: ése es mi tercer fracaso en esta foto. (Marcelo Birmajer)
Es extraordinario cuán feliz soy cuando estoy en el Caribe. Aun después de todos estos años, aquél es el único lugar donde me siento normal, en todo el sentido loco del término. Me tomaron esta foto en Cartagena, Colombia, y fue una experiencia rara. Pero ahora que veo todas las fotos de Szinetar juntas, su poder es innegable. ¡Vamos, Szinetar! En la foto estoy muy flaco, tan físicamente en forma, que casi no puedo soportar verme ahora. Otra razón por la que, imagino, estuve tan feliz fue que había terminado mi novela de una maldita vez y eso me quitó un gran peso de encima. Créanme. (Junot Díaz)
Era 2006, era un hotel y era Caracas. Hacía calor, pero él usaba una camisa de franela gruesa, zapatones. Tenía una simpatía de pocas palabras, una forma de estar como si no estuviera. No recuerdo el tono de su voz, y es raro: yo recuerdo cosas como ésa. Enseguida entramos al baño. Entornó la puerta, se puso a mi lado y me pidió que no mirara: que no lo mirara. Entendí esto: entendí que para mirar estaba él. Después, me hizo algunas tomas en el cuarto: en un sillón, en el borde de la cama. Me hablaba, pero no puedo recordar qué me decía. Cuando se iba le pregunté ?al que había fotografiado a Allen Ginsberg, Bryce Echenique, Arthur Miller, Roa Bastos? por qué quería fotos mías. Fue amable: quiero decir que me mintió. Me dijo: ?Tengo que pensar en mi futuro?. Yo le dije (o pensé): Ya no se consiguen elogios como esos. Le escribí meses más tarde. Como debe ser, no me contestó. (Leila Guerriero)
En la repisa de mi biblioteca donde atesoro los libros de Borges, tengo una postal de 1982 donde el maestro sonríe divertido delante del espejo, mientras un pelucón Vasco Szinetar es incapaz de reprimir una descacharrante expresión de felicidad. Muchos años más tarde, en la Feria del Libro de Guadalajara dedicada a Andalucía (2006), Vasco Szinetar me ha regalado una foto como la de Borges y por eso la expresión de felicidad es mía (y el pelo largo también), mientras Vasco sonríe divertido. No he seguido los consejos de mi madre, pero ha merecido la pena: a veces sí hay que entrar al baño con extraños. (Fernando Iwasaki Cauti)
Yo estaba en el hotel en Cartagena, era parte del jurado del Premio Garcia Marquez y en diez minutos saldriamos a deliberar. Antes de saltar a la calle pense: debo ir al baño a retocarme y tambien a hacer pipi, como te enseñan en Cuba desde pequeña. Cuando me retocaba entro Szinetar y me propuso un trato a cambio de nada. (Wendy Guerra.)
Este retrato es como ningun otro retrato mio. Me obliga a mirarme a la propia cara reflejada, y lo que veo ahora no esperaba verlo, porque luzco inusualmente triste. (Jon Lee Anderson.)
Como tantas de sus fotografias, esta de Vasco Szinetar muestra un rostro, un espejo, un acontecimiento cualquiera. El rostro lo pongo yo (joven todavia en el 2001), el espejo es de un hotel de Caracas y Paula de Parma esta en la habitacion de al lado, el acontecimiento esta en ese lavabo pero tambien esta por venir: por la tarde me otorgan el Romulo Gallegos. (Enrique Vila-Matas.)
Bonus track:
Fernando Savater.
Gabriel García Márquez.
Roberto Bolaño.
Jorge Luis Borges.