Las crónícas-beatnik-punk-autobiográficas de Patti Smith, Éramos unos niños, son consideradas (¿cada vez más?) una guía para recorrer un New York que ya no está. Su lado B. Esa ciudad de mierda en los setenta que se caía a pedazos (primeros planos cortesía de la BBC en el tercer episodio de su documental Las Siete eras del rock), pero donde a la vez se creó harto...
Una o dos semanas después,
entré en El Quixote buscando a Harry y Peggy. Era un bar restaurante contiguo
al hotel que estaba comunicado con el vestíbulo por una puerta, por eso lo
considerábamos nuestro bar, como les había ocurrido a muchos desde hacía
décadas. Dylan Thomas, Terry Southern, Eugene O'Neill y Thomas Wolfe eran algunos
de los clientes que habían bebido más de la cuenta en El Quixote. Yo llevaba un
vestido azul marino de lunares blancos y un sombrero de paja, mi conjunto de Al
este del Edén. A mi izquierda, Janis Joplin estaba conversando con su banda
en una mesa. A mi derecha vi a Grace Slick con Jefferson Airplane y a
componentes de Country Joe amp; The Fish. En la última mesa, delante de la
puerta, estaba Jimi Hendrix con la cabeza gacha, comiendo con el sombrero
puesto, delante de una rubia. Había músicos por doquier, sentados a las mesas
con montañas de gambas con salsa verde, paella, jarras de sangría y botellas de
tequila. Pese a mi asombro, no me sentía una intrusa. El Chelsea era mi casa y
El Quixote mi bar. No había guardias de seguridad ni ningún trato de
privilegio. Estaban allí por el festival de Woodstock, pero yo estaba tan
encerrada en el hotel que no era consciente del festival ni de qué significaba.
Grace Slick se levantó y pasó por mi lado. Llevaba un vestido indio hasta los
pies y tenía los ojos violetas como Liz Taylor. —Hola —dije, advirtiendo que yo
era más alta. —Hola —respondió ella. Cuando regresé a mi habitación, sentí una
inexplicable afinidad con aquellas personas, aunque no tenía forma de
interpretar tal sentimiento. Jamás habría podido predecir que un día tomaría su
camino. En aquella época, aún era una larguirucha dependienta de librería de
veintidós años que lidiaba con varios poemas inconclusos.
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