...jodíamos mucho
y, para suerte mía, Linda tenía
un polvo magnífico. Todo aquel hotel estaba lleno de gente como nosotros, que bebían vino y jodían y no sabían después qué. De vez en cuando, uno de ellos se tiraba por la ventana. pero el dinero siempre nos llegaba de algún sitio; justo cuando todo parecía indicar que
tendríamos que comernos nuestra propia mierda, una vez trescientos dólares de una tía muerta, otra un reembolso fiscal demorado.
otra vez, iba yo en autobús y en el asiento de enfrente aparecen aquellas monedas de cincuenta centavos.
yo no sabía, ni lo sé todavía, qué significaba
aquello, quién lo había dejado allí. Me cambié de asiento y empecé a guardarme las monedas. cuando llené los bolsillos,
apreté el timbre y bajé en la primera parada. Nadie dijo nada ni intentó detenerme. en fin, cuando estás borracho, sueles ser afortunado; aunque no
seas un tipo de suerte, puedes ser afortunado...
De Tres mujeres - La máquina de follar.
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