Karl Marx le decía a su amigo Engel que para escribir la obra que tantos años de su vida le quitó: El Capital, no se inspiraba en la obra de Hegel sino en la de creadores como Dickens, porque ahí, en la literatura, se encontraban los más claros ejemplos de la forma en que vivían los desposeídos durante la revolución industrial (algunos críticos no califican a El capital como un tratado de economía, sino como una bizarra y victoriana novela del estilo del Drácula de Bram Stocker o el Frankenstein de Mary Shelley). Y algo de razón tenía el viejo barbón, porque Charles Dickens, antes de convertirse en uno de los más grandes escritores de su época (creador de Oliver Twist e Historia de dos ciudades), fue un niño pobre que vivió en prisión con el resto de su familia, y que tuvo que trabajar desde los doce años en una fábrica de botellas pegando etiquetas. Pero además de ser el vocero que mostraba a los ricos la vida de los marginales en el Londres victoriano, Dickens fue lo único bueno que leí recomendado por mis profesores en el colegio (junto a Julio Verne), en una época donde te obligaban a leer A la costa o Huasipungo más por un cuestión de patria-o-muerte que por disfrutar una obra que te enseñe a querer y no olvidar la literatura y sus personajes. El escritor inglés fue lo más cercano en mi adolescencia a las palabras del Holden Caulfield de J.D. Salinger cuando decía: "Los libros que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras".
El libro en cuestión de la clase de inglés fue Great Expectations, que no trata precisamente sobre un rebelde sin causa, a lo James Dean, como lo era Holden Caulfield, sino de un chico pobre, inseguro, con una vida ya predestinada, llena de necesidades, que sueña vagamente con un día convertirse en un caballero, un gentleman (antes se estudiaba para ser esto, un tipo que sabe todas las reglas de urbanidad, que le permiten el ingreso a clubes, asiste a bailes y es invitado a reuniones familiares). Pero antes de que eso se convierta en realidad, el pequeño Pip, que cae muy simpático, enfrentará un largo camino: deberá ayudar a un convicto que lo amedrenta al principio del texto, cuando el personaje principal visitaba la tumba de sus padres, y que lo hace muerto de miedo (un hecho que cambiara su vida), traicionando a su hermana que lo ve más como una carga que como a un familiar (por suerte tiene de mejor amigo a su cuñado, el herrero del pueblo); visitar constantemente la casa de una extravagante mujer (que parece la madre inspiradora de esas entreñables, locas y excéntricas mujeres de otras novelas como la Madame Trepard del capítulo 23 de Rayuela – aquella cantante a quien nadie iba a escuchar en París – o la tutora de Sofía en El pasado – vieja sabia, elevada casi a Dios por un grupo de mujeres y discapacitados que habían encontrado en ella finalmente la paz, y que muere confesándole a Rímini como entre colillas de cigarrillos, después de las fiestas que daba, se pajeaba pensando en lo hermoso de la pareja que formaba junto a Sofía); y Estella, la obra maestra de Miss Havisham, que después de ser plantada en el altar y pasar el resto de sus días encerrada en su mansión, tiene como única misión formar a aquella niña con un corazón tan frío que podría conquistar a cualquier hombre. Y por supuesto Pip la ama y nunca se olvidara de ella, y vivirá en Londres, se convertirá en un gentleman y se avergonzara de su familia del pasado, pero nunca la olvidara a ella. El resto es literatura.
Recuerdo que años atrás vi la versión adaptada al cine. La recuerdo muy bien por la escena en la fuente entre Gwyneth Paltrow (Estella) e Ethan Hawke (Pip). La película también me pareció muy buena (Pip es aprendiz de pescador y no de herrero; y el convicto es Robert De Niro); además de que ahí me di cuenta de que la versión que leía en el colegio era una bastante resumida. Ayer agarre esa misma versión editada para aprendices de inglés y la volví a repasar. Ganas no me faltan de devorarla tal cual como la creo su autor. Que al final es una autobiografía. La de un gentleman.
The man stared at me for a moment. Then with a sudden movement, he picked me up and turned me upside down. A piece of bread fell out of my pocket. The man pushed me onto a gravestone. Then he grabbed the bread and began eating greedly.
‘Mrs. Joe leapt up and grabbed me by the ear.
People are put in the Hulks because they murder and rob and do all kind of bad things’, she said. ‘And they all begin by asking questions!’
I had learnt to read and write a little and Joe was very proud of me. I was trying to teach him the alphabet. But only letters he could recognize were J,O, and E.
‘I think it´s too late for me to learn, Pip old chap,’ Joe said sadly. ‘I never went to the school. My mother wanted me to go to school but my father would not let me. He was a hard man, Pip. My father was a blacksmith. He kept me away from school and made me work for him. He was cruel to my mother and often beat her.
‘That´s why I let your sister do what she wants’…
‘Are you afraid to look at me?’ the lady asks me slowly. ‘Are you afraid to look at a woman who hasn´t seen the sun shine since before you were born?’
‘Look here,’ Miss Havisham whispered touching her heart. ‘My heart is broken, broken. And I am so tired… But I thought I would like to see a child play… So play, boy, play.
‘Look, Pip,’ she said. ‘Can you see my wedding-cake? Eaten by mice and spiders. Ruined!
Miss Havisham held my shoulders hard with her thin hand.
‘Help me walk, Pip,’ she said.
We walked slowly round and round the long table, the strange old lady leaning on my shoulder.
‘Today is my birthday, Pip,’ Miss Havisham said. ‘Many years ago, it should have been my wedding-day. The dress I am wearing now was new then I was young. Everything is old and ruined now. Time has ruined me too and broken my heart.
‘When did she adopt Estella?’, I asked.
‘I don’t know’, Herbert replied. ‘As long as I have known Mis Havisham, Estella has been at Satis house.
‘Miss Havisham wants to take revenge on all men,’ he went on. ‘Miss Havisham has brought up Estella to break me´s hearts, because her own heart was broken’.
‘Everyone who sees Estella must admire her,’ I replied.
‘Then love her, love her, Pip!’ Miss Havisham cried. ‘It does not matter how she behaves towards you. If she is good to you, love her. If she tears your heart to pieces, love her, love her.’
‘Never forget, Pip,’ Miss Havisham went on, ‘you must give everything for real love. You must give your whole heart, as I did, as I did!’
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