Tengo cuatro años y me estoy quedando dormido en una casa donde se han puesto butacas formando filas, y desde lo alto un hombre con biblia en mano nos predica. Esa imagen es perdurable porque desde los cuatro años hasta los veinte y tres todos los días domingos asistía (obligado) a la iglesia evangélica. El frente más conservador (con el Opus Dei) en la guerra contra el enemigo que es el mundo. Donde todos se llaman hermanos. Sólo los veía los domingos, pero en situaciones que seguramente sus compañeros de oficina no habían presenciado: era normal ver “hermanos” desmayados, hablando en lenguas y convulsionando. A la biblia te la presentaban como un manual de administración espiritual y familiar, porque, a diferencia del catolicismo, además del perdón, se necesita llevar una vida en paz para alejarse de las llamas y el azufre eterno.
Aquel manual de administración también era utilizado (y lo continúa siendo) en sermones acerca de cómo manejar el dinero, y el predicador siempre te señalaba que el sueldo que ganabas no era producto de tu esfuerzo sino una bendición, por lo que el diezmo (un impuesto voluntario) era un acto de justicia y la ofrenda una prueba de amor, y ambas permitirían que el mensaje de salvación se expanda. Lo irónico es que en la religión evangélica lo que más abundan son pobres (a excepción de esa América profunda que retrata David Lynch, donde además de esa carga de intolerancia por otras ideas, racismo, xenofobia y homofobia, muchos de los conservadores norteamericanos son hombres prósperos).
Los diezmos y las ofrendas son un camino hacia la prosperidad y la salvación en las religiones, digamos protestantes, y eso lo utilizó el Obispo Edir Macedo, creador de la Iglesia Universal del Reino de Dios, para amañar una inmensa fortuna gracias a las permisivas leyes que tienen las iglesias en materia tributaria, y que ahora es investigado por la Fiscalía de Brasil (la revista Vistazo presenta un excelente artículo de estos hechos). Basándose en una fe que predica que mientras más das más recibirás, los pastores de esta iglesia han puesto de moda la comercialización de la religión. Uno puede adquirir el agua bendita traída de Israel y así sentirse más cerca del reino de Dios.
La religión, si se quiere, es un gran negocio (no necesita marketing). Eduardo Galeano escribía que en Colombia las tasas de matrimonios variaban de acuerdo a los precios del café. Con las crisis aumentan el número de fieles y en lugares como Nobol parece no existir (desde su santificación, las limosnas hacia Narcisa se han duplicado). Y es verdad que uno puede hacer con su dinero lo que le da la gana, y ante consejos de que te compres un auto y no te vayas de mochilero a Argentina uno puede mandar a esas personas a la reputaquelosparió; pero eso no implica que no existan controles de cómo estas instituciones gastan su dinero, o sea imposible investigar si han instigado a sus fieles a que donen sus casas o realicen grandes contribuciones, que en esta vida o en la otra serán devueltas. Recordemos que son organizaciones sin fines de lucro y no de lucro sin fin.
P.D. Dejo las mejores canciones que he escuchado en las que se nombra a Jesús y que se deberían corear en cualquier misa, culto, salón del reino o congregación, aunque la verdad ya no asisto a ninguna de ellas. Pero ojalá las toquen.
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