Ésta es la crónica de una muerte anunciada: Walter White es un buen tipo. Un buen vecino. Un buen profesor. Un buen padre (casi ejemplar). Un buen esposo. Nunca se aprovecha de nadie. Deja las cosas pasar. No le pone mala cara a la mierda que lo rodea y bombardea. No se queja. Tuvo la oportunidad de ser rico, más joven, y no la tomó (por orgullo, por no confrontar, por pendejo). Ahora endeudado, con la hipoteca persiguiéndolo, su hijo con parálisis cerebral y su esposa embarazada en un momento no conveniente, a los cincuenta años la vida le regala un cáncer. Al pulmón. Inoperable. Ese punto de inflexión es lo que vemos. Lo que queda de su corta existencia, el comienzo, lo que vale la pena contar. La historia de un hombre dispuesto a hacer cualquier cosa para dejarle algo a su familia, una herencia, un futuro, tranquilidad; y de paso para vengarse de todo el tiempo que desperdició, coger al fin al toro de los cuernos y arrastrarlo al matadero. El más grande antihéroe que la televisión ha visto anda suelto produciendo metanfetaminas en el vasto desierto de Nuevo México.
Breaking bad es una serie de culto por excelencia. Una serie de cambio. Un cuadro en lento movimiento de una metamorfosis, de un tipo que tras subir una empinada cuesta, su castigo, su cruz, llegará al dark side por voluntad propia. Resulta incomprensible entender cómo una historia que cuenta poco muestra tanto, y al final siempre termino con un ¡QUE DEL HIJUEPUTA ESTA HUEVADA!, levantándome del sofá como si me hubieran inyectado adrenalina directo al corazón. Cada temporada parece una larga película que se extiende por horas y por semanas, aunque todo lo que se relata sucede en un puñado de días, meses, en contado escenarios. Una novela desesperada. Deprimente y con humor negrísimo. No es facilona a lo CSI o Bones donde todo se resuelve rápido, se ajusta a la perfección para televidentes a los que les da pereza pensar. Acá hay mucho en medio y el relleno está bueno. Los capítulos mezclan ese estilo, a veces innecesario pero diferente, a lo Tom Scott en Hombre en llamas de cámaras en alta velocidad, mucho zoom y efectos visuales, con el silencio, esterilidad, la monotonía de la vida común, los pasillos llenos de sueros y enfermos de cáncer, los planos del desierto, dándole un estilo de los hermanos Coen: Entre cocinar drogas caseras y llevar una vida decente. Lleno de secretos. Bryan Cranston (anteriormente el jocoso padre desesperado de Malcolm y ahora Walter White) tiene el papel de su vida en una serie llena de elogios y que en dos temporadas no se ha vendido ni suavizado.
2 comentarios:
que buen comentario sobre esta serie y te hago una pregunta:¿Has visto la serie Dexter?. Y en un acto egocentrico dejo aqui mi blog algunas con lo que he escrito sobre esa serie
http://traselcamino.blogspot.com/search/label/Dexter%20Morgan
Saludos
Gracias Sabrina, estaré viendo tu blog que en nombre parece tocayo del mío.
Saludos
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