¿Cómo será la vida de matrimonio después que sus hijos se marchen? Eso se lo pregunta Leonardo (Oscar Martínez, el mago en esa vieja serie argentina) al llegar a casa y después de una pelea con su esposa (la chica Almodóvar Cecilia Roth). Empieza pensando con un matrimonio que se encuentra flotando en el mar, sin saber si están muertos. Y esa es la mecha de la imaginaria trama de ENV. Lo que será la existencia de ambos cuando estén solos. Lleno de escenas independientes la una con la otra que conforman un prolongado pensamiento de una vida after children. Con ritmo de jazz (a excepción de las escenas en Israel donde la música la pone Jorge Drexler, alguien que si no han escuchado corran a Youtube o algún programa para descargar MP3 porque es uno de los mejores cantantes en la actualidad), que recuerda a Cortázar y los eventos inesperados que pueden suceder, lo que se cuenta es algo salido de una mente pero no por eso menos real.
Daniel Burman la dirige. Un autor reconocido, con favorables críticas en otras de sus películas, que puede generar expectativa y atraer taquilla al aparecer un afiche con las letras “una película de…” y su nombre. Es el primer film que veo de él y al parecer no es el más alabado. No cuadra del todo el protagonista con su casi bucólica actitud y a ratos las escenas que se presentan son casi olvidables, como si en momentos de la proyección hubiera sufrido de Alzheimer. Sin embargo la historia, además de la escena musical y cuando aparece el neurólogo que son lo mejor, es extremadamente personal y eso vale. Embarrada de sinceridad, melancolía e intimidad, un relato que trata de mostrar las inseguridades, temores, sentimientos sin expresar que se presentan a esa edad. No lo sé, no lo he vivido y no tengo ganas de llegar a ese momento. Burman nos lo muestra de la única forma que lo puede hacer (porque después de todo una forma de vivir es imaginando lo que hubiésemos querido ser) y aunque tal vez no gane en el marcador, su victoria es moral.
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