Resulta extraño y hasta chocante que una película del 2001 pueda considerarse como vieja, pasada de moda. No es tanto tiempo si se lo piensa bien. El día de hoy, casi diez años atrás, puede que haya estado sentado en mi banca de colegio, casi dormido, escuchando a la profesora de química con su chillona voz tratar de enseñarnos las combinaciones para formar un anhídrido carbónico. No es un clásico, pero con Donnie Darko, película dirigida en el año 2001 por Richard Kelly. La sensación mientras y después de verla es la de que podría ser tan contemporánea en el 2001 como ahora o en 1988, año en el que se acabaría el mundo.
No la vi en su estreno (nunca llegó a Ecuador). Compre el DVD cuando las tiendas de discos piratas eran algo común en la esquina de cualquier barrio. Digamos que en el 2007 ó 2008. Ya era una película de culto. La calidad del disco era muy buena hasta el minuto 104. Después se empezaba a trabar. Maldito dealer. La historia aunque resulta inexplicable (y tan fácil de entender a la vez) es algo que no se puede dejar de observar, analizar y desentrañar. El instante exacto cuando el disco se rayaba era en el que Donnie (Jake Gyllenhaal) le dice a su china y maltratada compañera de clases que él hará del mundo un lugar mejor. Luego lo peor. Antes pude ver ese excelente inicio con Donnie pedaleando hacia su casa (música de fondo de Never tears apart de INXS), al haber despertado en medio de una carretera, mostrando, junto a las peleas con su hermana y las cenas de familia republicana, que el sueño americano no es tan rosa como lo pintan; y también pude ver la historia que se desarrolla después que Donnie, un adolescente apartado, esquizofrénico según su psiquiatra, no muere al caer sobre su habitación una turbina de avión, porque un conejo, Frank, con aspecto diabólico lo invita a salir (además lo invita a inundar la escuela y quemar una casa). Una película de adolescentes (y comedia, de terro y de ciencia ficción) con mucha alma ochentera pero utilizando recursos de principios de este siglo con imágenes al principio que parecen casi de video juego o ese movimiento de cámaras de un costado hacia el frente, y con un Patrick Swayze que se vuelve un grande en su papel de pedófilo gurú de auto – ayuda, Donnie Darko es lo que no pudo ser, digamos, The butterfly effect. Imaginen que The Catcher in the rye no haya salido de la mente y experiencias de J.D. Salinger. Holden Caulfield pudo haber terminado en una historia tipo Gossip girl o peor.
Pasaron años pero por fin pude terminar de verla ayer. Y por supuesto todo tuvo que encajar, eso era lo primordial. Todos los eventos, las nimiedades de suburbio que se sucedían entre hechos violentos fuera de lo normal respondían a un destino. Darko justifica todos sus actos al final y el estar entre la realidad y un sueño se aclaró. Como en el cuento Los destructores de Graham Greene, que se cita varias veces, la destrucción también puede ser un acto de creación; o como en el corto de los Animatrix donde un callado skater debe huir y al final lanzarse de un edificio y suicidarse, aunque ese lanzarse al vacío le sirve para despertar en la realidad, el desenlace de la historia de RK, con la canción Mad world, redime todo los irracional y desmedido de la adolescencia.
«¿Cómo filmar a la adolescencia?», se preguntaba Mario Keiruz después de ver DD. «Un poco como una película de terror» él mismo respondía. Puede ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario