Cagada y media que dos viernes, atrás por motivos archiconocidos y a los que ahora no vale la pena volver, no tocaron los locos charrúas de El Cuarteto de Nos en Guayaquil. El Pescado Andrade en su blog lo había posteado, diciendo que su banda estaría abriendo el concierto. «Bacán loco, por fin algo de rock entre tanto reggaetón y salsa que abundan en estas fechas». La falla. No hubo chance de escuchar las demenciales letras que cuentan las historias, como los describe Gabriel Peveroni en la Rolling Stones, de alocados, enfermizos y juveniles personajes provenientes de la imaginaria localidad de Tajo, que traen al presente esa bizarra etapa de teenagers – del pobre Andamio que se quedó dormido a pleno sol todos tenemos algo – y que mi hermano me los puso por primera vez, con “Invierno del 92” a todo volumen, mientras recorríamos en su auto las coloniales calles de la conservadora Cuenca, a la que de seguro el Cuarteto la pondría patas arriba. El terror de cualquier mamá.
Dale loco… uno – dos – tres – cuatro…. toca…
Para quitarme la pica, como si se tratara de un estuche para abrir en caso de emergencias, me queda ese disco en vivo de Buitres que me regaló una gran amiga en Montevideo después de llevármelos a escuchar en Velódromo por motivo de los casi veinte años que llevaban (llevan) tocando. Una banda nacida para estar sobre los escenarios, que a manera de misión se ha dedicado a propagar el virus del rock por todo su oriental país, recorriendo las rutas y presentándose en esos lugares donde los buses y viajantes únicamente paran poner gasolina y que la gente aproveche yendo al baño. Buitres mantienen el perfil bajo al igual que muchas de las locaciones donde se presentan.
Varias de sus canciones, las que prefiero, tienen algo de los Ramones en sus melodías, con ese punk clásico y pedagógico; y sus letras son relatos sencillos, de las que fácilmente se puede deducir que fueron escritas en la carretera, en la parte de atrás de una van, después de haber bebido un par de cervezas y haber arrojado las latas al gris asfalto, recordando amores pasajeros y borracheras en la playa. Esas cosas mundanas que al final son las que se guardan en la memoria.
Tener una banda como Buitres parece sencillo, algo que cualquiera con una guitarra podría formar. Convertir esos temas, triviales en manos de otra agrupación amateur, en himnos coreados por enfermos junkies del rock solo lo pueden hacer quienes tienen tantas horas de vuelo y un criminal cariño a la música. La fama injustamente no les ha llegado, pero el roll de estos charrúas es del bueno.
Brindo por volverte a ver...
P.D. Buena forma de celebrar estos tres años del blog, 50 mil visitantes y más de 300 posts.
Dale loco… uno – dos – tres – cuatro…. toca…
Para quitarme la pica, como si se tratara de un estuche para abrir en caso de emergencias, me queda ese disco en vivo de Buitres que me regaló una gran amiga en Montevideo después de llevármelos a escuchar en Velódromo por motivo de los casi veinte años que llevaban (llevan) tocando. Una banda nacida para estar sobre los escenarios, que a manera de misión se ha dedicado a propagar el virus del rock por todo su oriental país, recorriendo las rutas y presentándose en esos lugares donde los buses y viajantes únicamente paran poner gasolina y que la gente aproveche yendo al baño. Buitres mantienen el perfil bajo al igual que muchas de las locaciones donde se presentan.
Varias de sus canciones, las que prefiero, tienen algo de los Ramones en sus melodías, con ese punk clásico y pedagógico; y sus letras son relatos sencillos, de las que fácilmente se puede deducir que fueron escritas en la carretera, en la parte de atrás de una van, después de haber bebido un par de cervezas y haber arrojado las latas al gris asfalto, recordando amores pasajeros y borracheras en la playa. Esas cosas mundanas que al final son las que se guardan en la memoria.
Tener una banda como Buitres parece sencillo, algo que cualquiera con una guitarra podría formar. Convertir esos temas, triviales en manos de otra agrupación amateur, en himnos coreados por enfermos junkies del rock solo lo pueden hacer quienes tienen tantas horas de vuelo y un criminal cariño a la música. La fama injustamente no les ha llegado, pero el roll de estos charrúas es del bueno.
Brindo por volverte a ver...
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