Si yo fuera Maradona viviría como él/ si yo fuera Maradona frente a cualquier portería/ si yo fuera Maradona nunca me equivocaría / si yo fuera Maradona perdido en cualquier lugar. (La vida tómbola, Manu Chao).
Varias veces he escuchado, de voces con algo de sensatez, que las peores características que podría tener un guayaquileño es ser barcelonista y social cristiano. De la primera me considero un orgulloso culpable (“sufrido” también se le podría añadir dadas las circunstancias) en caso de ser cierta la aseveración, porque muchas dudas me caben. De la segunda confieso que hasta la fecha no he votado por candidatos, gente del jet set, de la lista 6. Pero por varios casos públicos se puede deducir que el coctel de ambas en una persona es algo desastroso, peor aún si aspiras a un cargo en el equipo. Posterior a los caudillajes de hombres de negocios o políticos como presidentes de Barcelona, todo para proyectar una imagen ganadora, caso de Bohrer, Roggiero, y Romero Carbo, sin olvidarnos de aquel loco que una vez tuvimos como presidente de la República (no era social cristiano pero su partido tenía semejantes principios) y que escribió para alguna revista Soho, en su cómodo exilio en Panamá, que ser presidente de Barcelona era más difícil que gobernar al país, tenemos a Maruri (invitado por Nebot a la inauguración del Centro de convenciones) hundiendo en excremento al equipo más grande del país. Equivocándose cada año, pero no por eso sin dejar de mostrar su pedante orgullo, en las contrataciones de técnicos y jugadores, y en la administración. Sólo pensando en el marketing y la rentabilidad. Viendo como estafar a través del abuso de la fe de los fanáticos que van al estadio y compran camisetas. Su última solución es traer a la Comisión de Fútbol a Alfonso “Pocho” Harb. Porque al parecer él como buen social cristiano si tiene los pantalones para manejar la situación actual de Barcelona. Harb que no tiene miedo de portar y mostrar un arma dentro del Congreso Nacional o decir que se va a Alemania a ver el mundial de fútbol sin importarle si le daban permiso o no, es la mejor apuesta de Maruri para manejar el caos imperante en el primer plantel, en lugar de otro de similares características como el funesto Bejarano (lo único que hizo fue gritar y culpar a los medios como escudo para su incompetencia). Y ahí tratando de vender una nueva esperanza veremos que se les ocurre a estos caudillos, hombres de negocios y del uso de las nuevas herramientas de la mercadotecnia para manejar a una institución como Barcelona, que no es igual a una sociedad anónima, pero llena de futbolistas que ya no responden a ningún aliento, a ningún estímulo, a ningún amor propio y no corren por ninguna bola, les molesta sudar y sólo esperan cobrar a fin de mes. Lejos del Barcelona de años atrás que hacía sufrir pero que al final ganaba, como genialmente decía Sergio Galarza Puente en su libro “El paseador de perros” que ir a la cancha provee de la dosis justa de sufrimiento semanal que el hombre necesita. Barcelona era eso: pasión. Porque si tan sólo lo viéramos como eso, como un equipo que lucha por la camiseta, que no dan bola por perdida, la cosa sería diferente. La prensa seguiría hostigosa, los hinchas exigentes por algún campeonato, pero lejos de la total vergüenza de hoy. Con menos recursos que otros equipos pero Barcelona con la misma garra de antes, repito, la cosa sería diferente. Así como se vio a Estados Unidos contra España: un conjunto de gladiadores, de rocosos hombres que se arrojaban ante todas las pelotas portadas por algún jugador de blusa roja, con un arquero que era puro temple, pura agilidad y los otros diez eran mártires defensas, dispuestos a todos por la gloria, reconociendo que los españoles eran técnicamente superiores pero eso les daba mayor razón para irrespetarlos. Jugadores de un país donde los habitantes no saldrán a celebrar sus triunfos ni grandes diarios pondrán en sus primeras páginas la consecución de una hazaña, pero lo hacen por amor propio, porque saben que están haciendo algo grande, no como el grupo de burgueses vestidos de amarillo en los que se han convertido los canarios
No dan ganas de volver al estadio, acto que se ha convertido en el masoquismo de imaginar la siguiente pesadilla planeada por dirigencia, cuerpo técnico y jugadores; a excepción de sólo ir un rato y ver a los ojos a ese grupo de personas venidos a menos, y que supuestamente representan a una institución, extenderles la mano si se puede, y gritarles: GRACIAS HIJOS DE PUTAS.
No dan ganas de volver al estadio, acto que se ha convertido en el masoquismo de imaginar la siguiente pesadilla planeada por dirigencia, cuerpo técnico y jugadores; a excepción de sólo ir un rato y ver a los ojos a ese grupo de personas venidos a menos, y que supuestamente representan a una institución, extenderles la mano si se puede, y gritarles: GRACIAS HIJOS DE PUTAS.
Por lo menos hace 5 años que no voy al estadio, por culpa de los malos resultados, dirigentes y demás hasta apático me he vuelto por el fútbol local.
ResponderEliminarSeré mal hincha por no estar en las malas y en las buenas pero me cansé de ese equipo turro que queremos.
Pepe: Se acabó la frase de que "ya solo nos queda Barcelona"...
ResponderEliminarRaul, comparto contigo algo calientito que escribí al respecto de Maruri y sus comentarios. Te los dejo aquí: http://fecuro.blogspot.com/2009/08/eduardo-maruri-y-sus-desaciertos.html
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