Katherine sabía que había algo en mí que pasaba de todo lo que podía considerarse
saludable. Yo estaba sumergido en todas las cosas supuestamente malas: me gustaba beber, era un vago, no
tenía dios ni conciencia política, ideas,
ideales. Estaba metido en la inanidad más completa; una especie de no-ser, y lo aceptaba. Eso no podía hacerme una persona
muy interesante. Yo no quería ser interesante, de todos modos, era algo muy duro. Lo único que quería
realmente era un lugar blando e impreciso
donde poder vivir y donde me dejaran tranquilo. Por otro lado, cuando me emborrachaba pegaba gritos, me volvía loco, perdía
todo tipo de control. Un comportamiento no pegaba mucho con el otro. No me importaba. Aquella
noche el sexo estuvo muy bien, pero fue la
noche que la perdí. No había nada que pudiera hacer para remediarlo. Me eché a un lado y me limpié con la sábana
mientras ella se iba al baño. Arriba, un helicóptero de la policía sobrevolaba Hollywood.