De volada, como si el mundo sí se extinguiera el 21 de
diciembre, me metí en las, en apariencia, tétricas y morbosas páginas de “La
literatura nazi en América”, sin oportunidad a otro ticket para repetir, más
una maratón que un paseo. SPOILER ALERT: Creyendo todos que a lo que nos metemos es a un ensayo de oscuras
celebridades y oscuros personajes anónimos, en realidad lo que Bolaño hace es
jugar con su imaginación y presentarnos a manera de enciclopedia un conjunto de
biografías de infames inventados. Amantes del Tercer Reich , fascitas, racistas
y otros engendros de ultraderecha salidos de su pluma. Y teniéndonos ya
enganchados RB hace lo que mejor sabe. Transformar en poesía la vida de sus
personajes, elevarlos o llevarlos al infierno. No importa cuál pero siempre los
extremos, con viajes llenos de curvas y turbulencias que sin embargo no
resultan nauseabundos, más bien la cara del lector pasajero está pegada al
vidrio lateral.
Sencillas, resumidas en datos generales a lo Reader’s Digest y a ratos contando anécdotas, Bolaño a
las vidas inventadas las mezcla con sucesos reales. Entonces aparecen los
cameos y las asociaciones de los poetas y escritores del libro con autores que
sí pisaron este mundo. Aparece Lezama Lima (no real) y su futuro contrincante a
duelo de espadas en la playa, y también
por ahí se cree que están Lugones y otros de carne y hueso escondidos entre las
letras. La maldad en oscuros callejones y
luminosos cócteles de sociedad queriendo crear, y lo que despiertan en
sus sueños y fantasías se parece a este mundo pero con un aire más pesado y
tóxico. Nubes negras y ratas saliendo en la noche. Catedrales y seres que recuerdan las atormentadas fantasìas de Ernesto Sabato.
Al final uno de los retratos pintados se mueve y del
tomo enciclopédico pasamos a una historia salida de cine negro. Bolaño es un
personaje como lo fue en los “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, y acá
tiene que resolver un misterio. Lo que también nos dice es que las cosas recién
han empezado.
En 1929, mientras el crac mundial obliga a Sebastián
Mendiluce a retomar a laArgentina, Edelmira y sus hijos son presentados a
Adolfo Hitler, quien cogerá a la pequeñaLuz y dirá: «Es sin duda una niña
maravillosa. » Se hacen fotos. El futuro Führer del Reichcausa en la poetisa
argentina una gran impresión. Antes de despedirse le regala algunos desus
libros y un ejemplar de lujo del Martín Fierro, obsequios que Hitler
agradececalurosamente obligándola a improvisar una traducción al alemán allí
mismo, cosa que nosin dificultad consiguen entre Edelmira y Carozzone. Hitler
se muestra complacido. Sonversos rotundos y que apuntan al futuro. Edelmira,
feliz, le pide consejo sobre la escuelamás apropiada para sus dos hijos
mayores. Hitler sugiere un internado suizo, aunqueapostilla que la mejor
escuela es la vida. Al terminar la entrevista, tanto Edelmira comoCarozzone se
confesarán hitlerianos convencidos.
Cada cierto tiempo sus actividades o la bruma que
encubría sus actividades erannoticia en los periódicos nacionales. Se hablaba
de orgías paganas, de esclavos sexuales yajusticiamientos secretos. Testigos
presenciales no del todo fiables juraban que en el patioprincipal no se alzaba
la bandera chilena sino la enseña roja con el círculo blanco y la cruzgamada
negra. También se decía que allí habían estado ocultos Eichman,
Bormann,Mengele. En realidad el único criminal de guerra que pasó unos años en
la Colonia(dedicado en cuerpo y alma a la horticultura) fue Walther Rauss, al
que luego se quisovincular con algunas prácticas de tortura durante los
primeros años del régimen dePinochet. La verdad es que Rauss murió de un ataque
al corazón mientras veía por la tele elpartido de fútbol que enfrentó a las dos
Alemanias durante el Mundial de 1974 en laRepública Federal
Al año siguiente viaja a Nueva York en autostop y
se reúne con Ginsberg y un poetanegro en un hotel del Village.
Conversan, beben, leen poemas en voz alta. Luego Ginsbergy el negro le proponen
hacer el amor. O'Bannon al principio no entiende. Cuando uno delos poetas
comienza a desnudarlo y el otro a acariciarlo la terrible verdad se abate sobre
él.Durante unos segundos no sabe qué hacer. Luego la emprende a puñetazos con ambos
y semarcha. «No los maté a patadas —dirá más tarde— porque me dieron pena. »
Necesito hablar contigo sobre temas periodísticos. Gracias.
ResponderEliminarClaudia