9 de mayo de 2011

Lo que no se ve

La foto de la tapa ANAGRAMA es bastante buena. El brillo en el agua, un día de verano, felicidad. Atrapa, hipnotiza. Pero algo no está bien, engaña… El tipo acostado en el regazo de una mujer (¿su amante?, ¿amiga?, ¿hermana?), si se observa bien, se encuentra flotando. Los pies y espalda despegadas del suelo, la figura femenina es lo único que lo sostiene. Lección: La realidad muchas veces dista de lo que se ve a primeras. Aquella imagen dice demasiado. Aunque hasta antes de Invisible no había leído ninguna novela de Paul Auster, sabía que en todas sus ficciones nada de lo que parece suceder es la verdad.

Caminando por los pasillos de Mr. Books, a los tiempos, con desesperadas ganas de comprar y consumir literatura, esperando encontrar algo de Fresán o Missing de Fuguet, ante cierta decepción y sin querer quedarme con las manos vacías, pensé que era hora de darme una vuelta por las historias de Brooklyn de Paul Auster (aunque muy caras la mayorías, más de USD $ 30.00 sus novelas). Un autor que es más conocido en Barcelona o Buenos Aires que en su natal NY. Lo que queda en el paladar, con Invisible es un gusto agridulce. La incertidumbre de algo que no se sabe si se volverá a probar.

El novelista en una entrevista publicada en la web mencionaba que este libro, como la mayoría, lo escribió muy rápido, tratando de quitarse una idea que le revoloteo en la cabeza por un par de meses. Se nota. Agarró un poco de una historia que se parece mucho a The Dreamers de Bertolucci, con la pareja de franceses queriendo introducir al protagonista Adam Walker en su bizarro mundo, la relación casi incestuosa entre hermanos y la tumultuosa víspera del mayo del 68; varias referencias literarias como escritos de Dante, alusiones a Milton y homenajes a T.S. Elliot; y a ratos un thriller en que se debe buscar la verdad, lo que pasó en realidad una primavera de 1967, un asesinato, una extraña relación entre un proyecto y estudiante, lo que en realidad sucedió… Invisible más que una novela parece un ejercicio de un taller de literatura, colocando en la trama la perspectiva de diferentes personajes, y dándole valor al uso de los pronombres y el tono en que están escritas las escenas (primera, segunda o tercera persona); teniendo más importancia el estilo que lo que intentan decir sus personajes.

Diálogos mediocres, situaciones extrañas, personajes de cartón son las primeras apreciaciones. Sin embargo continuo con más dudas que respuestas… ¿Ganas de más?, ¿en un futuro otra novela de Auster? Puede que sí. Como un buen ají, muy en el fondo deja su marca y esta no sé si es buena, pero es única.


Born dijo que Margot y él estaban a punto de marcharse, pero entonces me vieron solo en el rincón, y como tenía aquel aire tan desdichado, decidieron acercarse para animarme un poco: sólo para asegurarse de que no me rebanaría el cuello antes de que acabara la noche.

El chico ya no era una persona. Era aquella pistola y nada más, el revólver de pesadilla que vivía en la imaginación de cada neoyorquino, el arma inhumana, sin corazón, destinada a encontrarte una noche a solas en una calle oscura y enviarte tempranamente a la tumba.

Los temores se han materializado. La inocencia se ha convertido en culpa, y esperanza es una palabra cercana a la desesperación. En todos los barrios de París hay gente tirándose por la ventana. El metro está inundado de excrementos humanos. Los muertos están saliendo de sus tumbas. Fin del Acto II. Telón
.

Westfield (Nueva Jersey) no es Westfield (Nueva Jersey). El lago Eco no es el lago Eco. Oakland (California) no es Oakland (California). Boston no es Boston, y aunque la que no es Gwyn trabaja en una casa de edición, no es directora de una editorial universitaria. Nueva York no es Nueva York, la Universidad de Columbia no es la Universidad de Columbia, pero París si es París. Sólo París es real. He estado en condiciones de mantenerlo porque el Hotel du Sud desapareció hace mucho, y todas las pruebas documentadas de la estancia en 1967 de quien no es Walker también se han esfumado tiempo atrás.

Cuando me levanté de la silla y me marché del comedor, él seguía hablando, continuaba la perorata con su voz pastosa, de borracho, sin darse cuenta siquiera de que ya no estaba sentada en la mesa. Las capas de hielo polar se están fundiendo, afirmó. Dentro de quince o veinte años vendrán las inundaciones. Ciudades anegadas, continentes arrasados, el fin de todo. Tú seguirás viviendo, Cécile. Alcanzarás a verlo, y luego morirás ahogada. Te ahogarás con todos los demás, con otros miles de millones, y ahí se acabará todo. Como te envidio, Cécile. Podrás presenciar el fin de todas las cosas.

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