25 de febrero de 2009

Volviendo a Macondo city

De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera, perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos; rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte. En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de anteriores catástrofes a ella misma, esparció en la calle su confusa carga de desperdicios. Y esos desperdicios, precipitadamente, al compás atolondrado e imprevisto de la tormenta, se iban seleccionando, individualizándose, hasta convertir lo que fue un callejón con un río en el extremo y un corral para los muertos en el otro, en un pueblo diferente y complicado, hecho con los desperdicios de otros pueblos.

…Uno vuelve, uno vuelve, uno vuelve a su interior/ uno vuelve, uno vuelve, uno vuelve al lugar en que nació/ uno vuelve a su familia y aunque pese a la razón/ uno vuelve a su primer amor. Como el coro de la canción de los Cruks, con bises incluidos, uno al final vuelve a su inicios y en cuanto a literatura, desde día artrás he vuelto a mis raíces, a lo que más disfruto, y más me vuela los neuronas con sus irreales paisajes, es decir he vuelto a Macondo city, con su pinta de obra de arte expresionista por sus verdes intensos y su fauna hecha de figuras geométricas, un calor intenso en el que se puede escuchar el zumbido del sol por las calles y el aire concreto puede ser torcido como una barra de acero, mujeres que ven pasar a los muertos descuidando el arroz o la leche en la olla, y el pito de un tren amarillo y polvoriento que no se lleva a nadie e interrumpe en el silencio cuatro veces al día, en Macondo, un pueblo que Dios al parecer lo ha declarado innecesario.

Allí vinieron, confundidos con la hojarasca humana, arrastradas por su impetuosa fuerza, los desperdicios de los almacenes, de los hospitales, de los salones de diversión, de las plantas eléctricas; desperdicios de mujeres solas y de mujeres que amarraban la mula en un horcón del hotel, trayendo como un único equipaje un baúl de madera o un atadillo de ropa, y a los pocos meses tenían casa propia, dos concubinas y el título militar que les quedaron debiendo por haber llegado tarde a la guerra.

“La hojarasca” es la primera novela escrita por García Márquez y es en la que poco a poco, el autor, nos va revelando el mundo de un Macondo en decadencia. Lugar que podría estar ubicado en cualquier planicie, valle o playa América Latina y en cualquier espacio de tiempo. Volver a Macondo es recordar el pasado de riquezas de sociedades que vivían pacíficamente en estas tierras antes de las invasiones y conquistas; y volver a Macondo también es ver el pasado más presente de década atrás y ahora, de pueblos muertos después de haber sido saqueados. Las minas de Salinas en la provincia de Bolívar podrían ser un Macondo si los curas misioneros no hubieran ayudado a crear “El Salinerito”, San Lorenzo en Esmeraldas es un Macondo que recién está comenzando a reactivarse, y muchos pueblos escondidos, desolados, polvorientos y con un cruel sol donde solo al percatarnos que algo se mueve podemos estar seguros que el tiempo transcurre, son una imagen del mundo construido por el Nobel nacido en Aratacata.
Hasta los desperdicios de amor triste de las ciudades nos llegaron en la hojarasca y construyeron pequeñas casas de madera, e hicieron primero un rincón donde medio catre era el sombrío hogar para una noche, y después una ruidosa calle clandestina, y después todo un pueblo de tolerancia dentro del pueblo.

En medio de aquel ventisquero, de aquella tempestad de caras desconocidas, de toldos en la vía pública, de hombres cambiándose de ropa en la calle, de mujeres sentadas en los baúles con los paraguas abiertos, y de mulas y mulas abandonadas, muriéndose de hambre en la cuadra del hotel, los primeros éramos los últimos: nosotros éramos los forasteros; los advenedizos.


La hojarasca como un zoom de microscopio nos narra desde tres perspectivas generacionales de una familia (abuelo, hija y nieto) un día, de año bisisesto, en la vida de este mohoso, pero antes próspero, pueblo. El entierro de un odiado y rumiante forastero que se negó a atender, en su condición de doctor, los muertos durante una masacre, da inicio al relato que también nos transporta a los orígenes de Macondo y donde como voyeurs podemos que años atrás el pueblo era considerado un becerro de oro (por trasquilar) para los que huyeron de la guerra; y después con la llegada de la compañía bananera esporádicamente todo mejoro, hasta que la hojarasca se lo llevó todo dejando un Macondo que al final del libro pareciera que se va a caer en pedazos. Ahí en ese pasado, con un tono personal y familiar, también se relata el matrimonio de la hija (Isabel)con un hombre al que lo veía como un espejismo y que dos años después por negocios la abandonaría dejándole un hijo como recuerdo; hijo con extrema curiosidad por los muertos y con una temprana homosexualidad; y un abuelo chapado a la antigua al que únicamente le queda su pasado y su palabra, jurando cuidar y mantener al rumiante recomendado por el mismísimo Coronel Aureliano Buendía, así esto provoque la ira del pueblo que desde hace años espera este evento que finalmente llegó, en un miércoles (de ceniza pero no de septiembre) en Macondo. Un buen día para enterrar al diablo.


Después de la guerra, cuando vinimos a Macondo y apreciamos la calidad de su suelo, sabíamos que la hojarasca había de venir alguna vez, pero no contábamos con su ímpetu. Así que cuando llegamos sentir la avalancha lo único que pudimos hacer fue poner el plato con el tenedor y el cuchillo detrás de la puerta y sentarnos pacientemente a esperar que nos conocieran los recién llegados. Entonces pitó el tren por primera vez. La hojarasca volteó y salió a recibirlo y con la vuelta perdió el impulso, pero logró unidad y solidez; y sufrió natural proceso de fermentación y se incorporó a los gérmenes de la tierra.

Macondo, 1909.

20 de febrero de 2009

Al parecer el proteccionismo es cool (y el intervencionismo también)

Me camello algo de lectura para el primer tramo de carnaval, ruta de ida Cuenca – Guayaquil, específicamente la revista Newsweek (que circula periódicamente en el diario capitalino, Hoy). La magazine es conocida por su ideología conservadora (curuchupa), es decir 100 por ciento libre mercado concentrándonos en la parte netamente económica. Y por esta ideología, dentro del ejemplar (que tenía en mis manos) dedicado al Fórum Financiero que cada año se realiza en Davos, resulta curioso que haya un especial acerca de las naciones que mejor afrontarán la crisis mundial, y las medidas que han tomado para resolverla. Aquí el por qué:



(1) Un artículo, dentro de la Newsweek escrito por Rana Foroohar, dedicado a China señala que esta nación es posiblemente la única que muestre un crecimiento significativo este año, porque rompe rutinariamente con toda regla del manual económico, al no existir un verdadero mercado libre y el Estado falsificar estadísticas, manipular las bolsas de valores, fijar precios en industrias claves, poseer abiertamente industrias estratégicas, y dar puestos bancarios claves a miembros del Partido Comunista (decidiendo el Gobierno en qué invertir y a quién prestar). Durante los últimos tiempos, China también ha limitado la inversión extranjera en el sector bancario y no le dio mayor bola a las innovaciones financieras que terminaron siendo los activos tóxicos, uno de las mayores causas de la debacle crediticia. Se debe recalcar que la mayor parte del crecimiento económico de China (60% del PIB y 2/3 de la nueva creación de empleos) se debe a la inclusión de la inversión privada, sin embargo varios expertos chinos señalan que una China democrática no hubiera sobrevivido a una recesión global.

(2) Jason Overdof en su artículo escribe que India es uno de los pocos puntos brillantes de una economía global de mal augurio para 2009, con un crecimiento del PIB esperado entre el 5% y 6%. Esto aunque su mercado bursátil está de picada, el desempleo aumenta, el sector inmobiliario es parecido al norteamericano y una de las principales compañías de tecnología informática ha cometido un fraude financiero. Sin embargo lo que levanta a este país es el impulso de millones de pobres con ingresos suficientes para crear una demanda poderosa de bienes. La “incompetencia” de los políticas indios al no volver al país una potencia exportadora incidió en que su crecimiento no dependa tanto de las inversiones y los mercados extranjeros; además de que los planificadores indios evitaron que el Gobierno incursione en el crédito barato, y a la vez crearon multiplicadores de crecimiento invirtiendo dinero en caminos y redes de telecomunicaciones que ahora enlazan el interior del país con las ciudades modernas.

Esta aceptación del intervencionismo también tiene su apoyo en occidente con el pragmático modelo francés (EUA también lo ha aplicado últimamente pero como medida para contrarrestar la crisis y no como ideología) de apoyo a las industrias favorecidas por el Estado y a los objetivos nacionales de política. El que si defiende por cuestiones ideológicas el intervencionismo estatal y ha aplicado el proteccionismo como medida desesperada para que no salgan divisas mediante importaciones es el Gobierno ecuatoriano. Juan Cocco en el EL TELÉGRAFO menciona que la fijación de 627 cupos para productos provenientes del extranjero ha provocado que Argentina prohíba la entrada de cuatro productos claves para nuestra economía: banano, atún, piña y palmito (ni siquiera los produce la nación gaucha), y que ministros ecuatorianos realicen giras ante las quejas de países vecinos. Dentro de los ejes del movimiento gobiernista y en la Constitución se señala que la integración latinoamericana es un objetivo de gran ponderación (por ahí debería estar la verdadera solución). Mezclar proteccionismo a la producción de países vecinos e integración entre naciones vecinas no creo que sea posible. Habría que repetirle al gobierno lo que desde hace 30 años canta el filósofo Jagger: You can´t always get what you want…


16 de febrero de 2009

La chica de la casa de los vinos

La mosquita muerta de nariz judía,
piernas de alfiler, pezón de silicona,
caracola en bolas, amapola umbría,
zulo de entretiempo, culo de persona.
Detesta la gloria dulce fracasita
porque la memoria le provoca estrés,
temprano es muy tarde y
las casas de citasa ciegas
se mueren dos citas después.
Porque el caso es que zapeando mi rutina
entre gran hermano, Alaska y Mickey Mouse
yo me quedo con la basca sin gomina
que alucina con los pedos de Winehouse.
Patrona del último, ebria satanasa,
más negra que el negro que te hace los coros,
se queda tan corta que siempre se pasa
saltando peldaños del apaño al foro.
Tu viejo en el taxi, tu Blake en la trena,
tu agente sudando, tu gente contigo,
la vida es un grano de pus con verbenas
blues del alma en pena, corazón amigo.
Virus del oído, nido de cualquiera,
novia de Carpanta, fan de Mortadelo,
sigue siendo tú pero no te nos mueras,
canta, canta, canta, marujita en celo.


Así la describe Sabina, en un poema publicado en la revista Interviú, a aquella veinteañera de vida intrépida y desordenada que solo se siente a gusto con un vaso de licor en una mano y sosteniendo el micrófono con la otra. Y tal vez alguna sustancia psicotrópica en la intimidad de su alcoba. Una especie de híbrido de Janis Joplin y Nina Simone que con su extravagante peinado y sus enclenques piernas y brazos llenos de tatuajes, con bizarro estilo pineup girl de los cincuentas, te resulta imposible de creer que de sus cuerdas vocales salgan esas poderosas melodías de estilo soul que es lo mejor que se escucha actualmente.

En la resaca de ayer del día de San Valentín, después de tanto mercantilismo sentimental y ambiente decorado de rojo, con ganas de escuchar algo realmente verdadero, un concierto de Amy Winehouse pasado por cable fue un surrealista regalo. En un íntimo escenario con candelabros, tenues luces, su mestiza banda y un recatado público, a través de la pantalla, Amy se pasó. Mezclando indie con soul y mucho jazz, creando esa música atrayente y con cierto toque nostálgico, te paralizas por dos horas, aguantando incluso los comerciales, cada dos temas, del irrespetuoso canal, pensando de donde puede salir tanta belleza.


Mi lado ortodoxo y conservador siempre ha estado ligado con la música. Pocas veces acepto las mezclas (a excepción de Los fabulosos cadillacs), y lo clásico (entiéndase por Eric Clapton, The Rolling Stones, The Beatles y otros grandes) es lo único que está guardado en mi laptop. Un purista por falta de fe. Pero Amy Winehouse es una grata sorpresa entre tanta Kate Perry, Spears, Aguilera y el grupo de figuritas que piden que otros les escriban sus canciones (lo nuevo de ACDC y Metallica al ser ellos viejitos, es otra cosa).

Cada vez que la Winehouse se mete en problemas por agresiones o por su consumo de drogas y los medio de prensa lo aprovechan como primicia, pienso, al igual que otros lo hacen con Charly García (Amy y Charly comparte ese estilo demoledor de hoteles), que si algo le pasa a ella, nosotros estaremos perdiendo a la mejor voz femenina de esta generación. Y su talento no termina en su majestuosa voz que perdurará más que los desechables músicos de hoy, también es capaz de escribir canciones tan punzantes y emotivas como back to black (que le da nombre a su disco) y tears dry on their own, que actualmente se están utilizando para enseñar poesía en Cambridge y se están comparando con los poemas de Walter Raleigh del siglo XVI. Solo escuchen la emotividad de Love is a losing game que, misericordemente entre tanta basura, nos regala la chica judía de la casa de los vinos.


12 de febrero de 2009

Veinticinco años y no mueren

Veinticinco años atrás era un casi sietemesino sin interés por salir al mundo bullicioso, de fumadores de la década del 80, y con Febres – Cordero como presidente; y veinticinco años atrás, también, en la ciudad de París, Julio Cortázar dejaba de existir. Aquel tipo con fama de bonachón, generoso e infantil atrapado en el cuerpo de un gigante, por naturaleza solitario y que nos decía que “la literatura no se puede enseñar, hay que vivirla” moría dejándonos un legado.


Julio con su pinta de intelectual siempre en blanco y negro, totalmente alejado del snobismo, de aquellos que ven las cosas cotidianas con otros ojos y que trataba a esa sencillez como su musa para describir el mundo fantástico de sus cuentos, los relatos de microcosmos en autopistas del sur embotelladas por años camino a París o casas tomadas que debemos abandonar, echando la llave por un acaso cualquier idiota quisiese entrar; ese Julio era el que nos enseñaba que todas nuestras posibles verdades tenían que ser invención (“todas las turas del mundo”) y uno como lector inexperto toma a Rayuela y se ven inmiscuido en circunstancias contradictorias, a veces sin sentido para finalmente darnos cuenta que esa realidad de un día, meses o años ya no vuelve a ser igual.

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabiera… la boca que mi mano elige y se dibuja en tu cara” eran los consejos que Cortázar daba para conquistar a nuestras magas que “entre dos medialunas nos contaban un gran pedazo de sus vidas”, así también nos enseño a dibujar nuestro mundo, “en un tiempo que corremos el engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismo”, y nos mostraba lo que somos porque exactamente él nos daba la pista de saber lo que no somos, a no calzar en moldes ya establecidos; a escuchar de otra manera a Charlie Parker, a no solo oír lo del momento sino todo las tragedias, catástrofes, engaños, pasiones que debieron suceder para que en ese momento Blue bird entonara esas notas; y a estar tranquilos solos para en un futuro poder comunicarnos con el resto de soledades, que como satélites con y sin importancia nos rodean.



En el año y en el mismo día que murió Cortázar, Ricardo Bada que se encontraba en Colonia, Alemania escribe para su programa de radio, tal vez uno de los póstumos homenajes más hermosos que existen para el Gran Cronopio, y en la revista Soho no cuenta como con un inmenso dolor relataba que "Ya no vendrá. Ya no volveremos a escuchar su voz en el contestador automático, cuando llamábamos a su apartamento de París… "Pero el mensaje te lo dejo igual, Julio, que te quedaste anclao en París. El mensaje es el de siempre. Los cronopios no mueren. Vos, Julio, tan solo saltaste una casilla más en la rayuela de tu vida. Del infierno tan temido, te marchaste a la gloria para siempre".

Y así con esas palabras a uno le dan ganas de agarrar de su estante todas esas rayuelas, cronopios y fama, finales del juego, todos los cuentos y modelos para armar pero nunca para desarmar que forman junto a conversaciones con amigos y pocos viajes, ya parte de la vida de uno; y es que Cortázar es de aquellos que con su honestidad y buena onda lo invitas a pasar a casa, y uno pone algo de jazz, esperando que Ronald salté un John Coltrane que haga bufar a Perico y tal vez también al resto del club de la serpiente que nos acompaña en estos veinticinco años en que también le dejamos un mensaje a Julio, entre botellas de alcohol y algo de literatura, diciéndole que los cronopios nunca mueren.

10 de febrero de 2009

Esa gentecita...


A manera de focus group pero entre camarones apanados y potentes vasos de vino de blanco, en familia tuvimos una discusión sobre la gestión de la alcaldía municipal. “Que está muy bonita”, “que si la hubieras visto hace veinte años y como está ahora” resumen alguna de las frases que dijeron los ya pasados de la cuarta década de vida, que vieron a Elsita, durante su alcaldía, mostrando la teta y diciendo, parafraseando, “de esto no han de mamar”. En este ámbito la tertulia era de lo más normal, aceptando a estas frases como afirmaciones, hasta cuando se tocó el tema del uso de los espacios públicos, sobre todo en las áreas regeneradas. Sin ser un abogado o experto en derechos humanos, pero sí como ciudadano, es indignante que el Malecón tenga rejas o un letrero que dice “Se reserva el derecho de admisión”, que no se permita andar en bicicleta por las calles de adoquines color tomate, tocar del agua de las piletas de las plazas o sentarse en el césped de los parques, y principalmente no dar espacios a informales que han sido desplazados a zonas marginales. De estos últimos se dirá que esta gentecita genera caos, son desorganizados, sucios, no respetan los bienes públicos, entre otras perlas. Así la conversación se tornó acalorada con los unos a favor del apoyo a estas restricciones y los otros en contra. Lo positivo fue que después de explicarles, a los que creían como única alternativa las medidas coercitivas, que en otros países los informales y el resto de ciudadanos pueden utilizar los espacios públicos, tomando como ejemplos al barrio gótico en Barcelona o la feria de El Retiro en Madrid (donde se cierran todas las avenidas principales del centro de la ciudad para que los informales puedan vender sus productos), aceptaron que estas medidas autoritarias son necesarias (resalto que aceptaron que existen) porque aquí las personas no son civilizadas o educadas; aquellas personas que lo señalan tal vez viven en una burbuja porque nunca han visitado la Plaza de los ponchos en Otavalo, las ferias agrícolas de Riobamba o el mercado de Loja, además de que en Guayaquil la alcaldía nunca ha realizado una campaña para educar a la ciudadanía en el uso del espacio público (siempre he escuchado que son los dictadores y populistas a los que no les interesa la educación de las personas) o mediante diálogos lograr una ubicación beneficiosa para los comerciantes. Pero más negativo que estas discriminaciones municipales, resulta que sus disposiciones sean copy – paste por entidades privadas.







“¿Qué tan abierta abierta es la sociedad?”, dice el comienzo de una investigación de Moisés Pinchevsky en centros nocturnos de Guayaquil que encontré por casualidad. Se dan ejemplos de prohibir el ingreso a parejas homosexuales a estos sitios de propia privada, el reservarse el derecho de admisión a personas que no utilicen ropa de marca o por el hecho de ser negros, aunque la constitución prohíbe todo tipo de discriminación. Las conclusiones de los dueños de estos sitios son entre otras: “porque esos negocios no son sitios públicos. Son locales privados que permiten el ingreso al público, lo cual es distinto, por ello pueden negarle la entrada a cualquier persona según el criterio que manejen”, “a las clases sociales no les gusta mezclarse. No desean estar juntos. Ni el rico con el pobre ni el pobre con el rico. Y si los juntamos sale perjudicado el negocio”, “Pero el negocio es así. He trabajado en México, Miami, Buenos Aires y Río de Janeiro, y se manejan los mismos criterios…”.

En Cuenca, donde actualmente resido, también existe una discusión por acomodar a los comerciantes informales en los nuevos espacios regenerados (aunque aquí se supone que existe crema innata, los espacios públicos siempre han sido para todos). Las mismas prácticas que en Guayaquil se están tomando. “Esa gentecita es maleducada, sucia y desorganizada también” son las excusas para marginarlos. Contratando una persona para un trabajo, un compañero lo primero que le dice a manera de bienvenida es: “No los deje, usted sabe como es esta gentecita”. Ya lo decía Cortázar en Rayuela: “Prejuicios. Pilares de la sociedad”.

8 de febrero de 2009

Las dos Barcelonas



Es casi un año desde que llegué a Barcelona para marcharme casi inmediatamente. La historia va más o menos así: Partí de Sevilla con mi visa de estudiante ya vencida en un vuelo de 20 euros (gracias al vueling) pero con dos horas de retraso para llegar a la medianoche de un entrante día sábado al aeropuerto El Prat de la ciudad catalana. Perdido en esa funcional y encerrada ciudad de cemento no sabía donde tomar el metro que me transportaría al centro de la metrópolis de Dalí y donde actualmente residen Messi, Eto´o y compañía. En el tren subterráneo, entre cansancio y más cansancio después de la despedidad sevillana, lo primero que vi fuera del aeropuerto fue una pareja lesbiana demostrando su sincero cariño ante el público, algo que me da igual pero hubiera espantado a más de un puritano, pero bajándome en la estación de Palau (que esos días dejaba de existir) y dirigiéndome hacia Las Ramblas el panorama poco a poco empezó a oscurecerse, y no lo digo por seguir viendo parejas homosexuales en la vía pública, sino por apreciar como en las esquinas que conducen hacia el barrio Gótico, prostitutas con notables rasgos africanos eran insultadas por turistas con pinta de escandinavos o alemanes que les repetían: “Puta, Puta”, palabras que salían de su bocas con aliento a vodka; además de haber perdido la reservación del hostal de 15 euros y encontrarme con pedantes franceses que no les importaba nada del asunto (no generalizo a todos los galos porque fue otro el que me ayudo), y enterarme que después de estos youth hostels, cualquier otro hotel cobra mínimo 40 euros la noche. Con esa opción no tuve más remedio que pasar la noche en las calles de invierno de Barcelona, tratando de encontrar entre más barrios de putas, bohemios y jóvenes drogados que invitaban a bailar o a que les compres algo de hachís, al comandante de Manu Chao, misión fallida aquella noche, siendo el consuelo escuchar algo de jazz camino a Montjuic. Con la mala noche, después del frio, sin euros y lejos de casa, en la mañana decidí visitar la obra de Gaudí, sobre todo el parque Güell y la sagrada familia que brillaban con esa luz única que les brinda un sol que ni en invierno se esconde en Barcelona (17 grados de calor en la mañana en Barcelona y dos días después 2 grados en la gélida alba de Madrid), murales de Miró, el puerto y la villa olímpica, algo de Dalí y Picasso (que para llegar por metro, la señalización en catalán no me lo facilitó); y degustar platos hindús en aquella Barcelona con rasgos de Sodoma y Gomorra. Solo fue mala suerte y el estar solo. No le echo la culpa a Cataluña que es una hermosa región, pero a la mañana siguiente, por una invitación de amigos, partí a Madrid.


Pero para Woody Allen la visión de Barcelona es algo totalmente diferente, al parecer él si vio noches de guitarra (tuve algo de eso en Moguer y Granada), fiestas de semana santa y fuegos artificiales en la noche, gastronomía afrodisiaca llena de mariscos, pintores obsesionados y definitivamente algo que no tuve: a Scarlett Johansson y a Penélope Cruz (algo de eso hubo en Madrid). Y esta visión, con Vicky Cristina Barcelona, Woody la plasma en una película que no quedará para la historia pero que definitivamente la disfrute. Imagino que al judío director le debe haber sido algo difícil captar inmediatamente la cultura catalana al haber hecho todas sus películas en New York y últimamente en la aristocrática Londres, además de que este es el primer film que veo a Allen narrando una historia de mujeres, experimento sin nota de sobresaliente pero que más de uno añorará hacer algún día.

Vicky y Cristina son dos amigas que van a pasar un verano a Barcelona. Tienen muchas cosas en común a excepción de la definición del amor. La primera sueña con estar con alguien estable, predecible y exitoso que sabe lo que quiere, mientras que Cristina lo único que sabe es lo que no quiere, y esto es el ajustarse al molde o ser una más del montón, tal vez lo que busca es algo como lo que decía Cortázar: “la felicidad tiene que ser otra cosa, algo quizá más triste que esta paz y este placer”, y para encontrarla está dispuesta a poner todos sus sentimiento en juego. Y después de esta introducción la historia que se nos muestra es algo parecido a la cámara de un turista, mostrándonos almuerzos de los protagonistas en bellos lugares y paseos por las calles de Barcelona, hasta que aparece Javier Bardem y les oferta un viaje a Oviedo (con la promesa de hacer el amor), empezando ahí un juego de seducción donde el actor español que representa a un pintor apasionado, les explica su obsesión por comunicar sus sentimientos. Así el film se desarrolla como cualquier trío, entre mentiras y amistad pero sin sus nefastas consecuencias, hasta que al artista catalán recibe un llamado en el que su ex esposa está en el hospital después de haber tratado de suicidarse. En el acto toda esa cotidianidad del trío se rompe con una demente interpretación de Penélope Cruz (la mejor que le he visto hasta la fecha, obsesiva hasta la locura y totalmente alejada de la dulce Pennylane de los Beatles), para de ahí en más la película volverse más libertina, y a la vez íntima, y con intensas escenas emocionales entre Bardem y Cruz que es lo mejor de la hora y media que Vicky Cristina te tendrá sentado en tu sofá o acostado en tu cama (para los que disfrutan de ver las películas en formato callejero).



Toda persona que por lo menos se ha dado el gusto de algún viaje solo por dejar todo atrás o por lo menos ponerlo en pausa, sentirá que esto lo ha vivido. Uno durante un viaje a veces parece otra persona, tal vez porque no se ha descubierto a sí mismo, o porque ese mundo en el que vivió encerrado previo la travesía no le ofrecía esas oportunidades, o talvez porque sabe que ahí, en ese momento y en ese lugar nadie lo mira, y cuando regrese a casa es probable que deba encerrarse una vez más en el caparazón del éxito y la convivencia diaria.

4 de febrero de 2009

Manual del guerrillero

En Abaddón El Exterminador de Ernesto Sabato existen unas páginas, sin saber si estas son ciertas, donde Marcelo (aquel joven enamorado que en páginas futuras será apresado y torturado hasta la muerte por la policía de gobierno) tiene una conversación con su compañero de cuarto, Luis (tucumano en realidad llamado Nepomuceno). Hablaban de los años en la guerrilla de este último y cómo alguna vez estuvo en un batallón con el Che Guevara y con el guerrillero Inti en Bolivia, y cómo el rosarino siempre les daba consejos a su pelotón: Esa noche nos dijo que las principales armas del ejército revolucionario eran su moral y su disciplina. Un guerrillero no debía jamás saquear una población, no debía maltratar a su gente y menos a las mujeres.

Desde hace algún tiempo tengo la idea de escribir, en un lejano día, un libro que trate de un muchacho o una mujer que haya decidido enrolarse voluntariamente en un movimiento guerrillero. El texto no sería un panfleto revolucionario, ni una oda al antiimperialismo, ni una apología de los actos guerrilleros, sino (con todas las críticas, polémicas, burlas, que las páginas generen) un relato de todos los pensamientos y sentimientos del idealista personaje y el entorno que lo rodea para que haya decidido unirse a un grupo de esta naturaleza y, por supuesto, también sus consecuencias con todos los sacrificios que conlleva: Dejar atrás la familia para no saber si algún día podrá volver a verla; estar cantando o guitarreando un día y a la mañana siguiente ser perseguidos, emboscados o atacados por el ejército; no volver a comer los platos que hacía mamá; ver como mueren poco a poco tus amigos; ser picado por serpientes (o algún otro bicho) o contraer enfermedades y no poder ir al médico; y en fin, otras calamidades en nombre de sus ideales, como continúan las líneas de Sabato: Cuando se está por mucho tiempo en la selva , en el monte, poco a poco te vas abandonando, si te dejás al poco tiempo no tenés más que trapos, porque los espinillos, las marchas, las lluvias, eso. Y porque es difícil bañarse o muchas veces comés con las manos. En cuanto uno se descuida ya estás convertido en un animal. El lugar y la época para el libro podrían ser durante la guerra civil española.

Pero las no comprobadas palabras de Che (sin que estas lo liberen de las acciones que cometió) y la ideas de la futura novela o cuento (aún no está decidido) poco se parecen a lo que pasa desde hace más de cuarenta años en Colombia. Tal vez en aquellos lejanos años, las expropiaciones a tierras campesinas y los abusos de las dictaduras militares pudieron haber propiciado que Marulanda y compañía quisiesen defenderse e irse a vivir a una tierra aparte que hasta hace algunas décadas eran consideradas como otra nación. Muy diferente a lo que se volvió a partir de los 80´s hasta la actualidad, cuando las FARC amenazaron y empezaron a secuestrar miembros de familias ricas colombianas y ciudadanos extranjeros, además de masacrar a las poblaciones que no pagaban sus impuestos (y que después pedían ayuda a grupos paramilitares) y dedicarse al narcotráfico de cocaína para solventar los gastos que demanda una guerra civil.

En esta semana otras personas con años de vivir como rehenes serán liberadas. A esto se le denomina como acto humanitario cuando en realidad resulta un delito. Uribe no es de mi devoción pero así como creo que los movimientos subversivos en Ecuador se crearon debido a las represivas dictaduras militares y civiles (Febres – Cordero): Las acciones autoritarias del primer mandatario colombiano, la presencia de grupos paramilitares y los sicariatos que se denuncian son producto de lo que año tras año en nombre de su violenta revolución las FARC siguen predicando. Violencia solo genera más violencia y está más que demostrado que en estos tiempos la guerrilla no es una solución para aliviar la pobreza, desterrar la exclusión y propiciar el desarrollo.

2 de febrero de 2009

Poe-tica









While other kids read books like "Go Jane Go"/ Vincent's favorite author is Edgar Allen Poe. Aunque nunca soñé con ser como Vincent Price, ni compartir el cuarto con gatos negros y murciélagos, o meter a mi tía en una caldera llena de cera para un museo personal, así como Vincent, el niño atormentado del cuento de Tim Burton (actualmente el que le brinda los mejores homenajes, al puro estilo poe-tico, al maestro del cuento de terror y que en estos doscientos años de nacimiento y ciento sesenta años de su muerte debería ser, el autor de Edward scissors hands, aquel hombre de la multitud que vagabundea cerca de la tumba de Poe para dejarle media botella de coñac vacío y algunas rosas rojas), junto Julio Verne y algo de Dickens, la lectura de historias de Edgar Allan Poe son vivos recuerdos de una niñez cada vez más lejana.

Ahora que son unos días más desde el aniversario de su nacimiento, vuelvo a tomar aquellas narraciones extraordinarios (a razón de homenaje sin llegar a compararse con la inspiración de Burton o la declaración de Brandon Lee mientras filmaba El cuervo 2, antes de su muerte, que parafraseando decía algo asi: Qué mejor trabajo para un actor que pasear por las noches con la cara pintada recitando versos de Edgar Allan Poe ) que revelan un mundo más profundo que el superficial que se presenta ante nuestra vista , con un cierto toque tétrico y misterioso que se apodera del entorno cotidiano (si el terror ha sido el tema de buena parte de mis obras, este terror no proviene de Alemania sino de mi alma), y con la tan característica nítida descripción de los lugares y eventos (Durante un día entero de otoño, oscuro, sombrío, silencioso, en que las nubes se cernían pesadas y opresoras en los cielos, había yo cruzado solo, a caballo, a través de una extensión singularmente monótona de campiña, y al final me encontré, cuando las sombras de la noche se extendían, a la vista de la melancólica Casa de Usher. No sé cómo sucedió; pero, a la primera ojeada sobre el edificio, una sensación de insufrible tristeza penetró en mi espíritu), que además de los lectores (me incluyo), también sirvió de inspiración para escritores de la talla de Borges, Baudelaire, Balzac, Stevenson y el resto de aquellos victorianos como Mary Shelley y Bram Stoker. Maestro del cuento corto y la novela detectivesca forma parte de su currículo, utilizando todos esos recursos de economía en los relatos, escritura en primera persona y mi favorito, así como lo decía Cortázar, un final inesperado que provoque un KO al lector (in your face), final que podría parecerse al de su vida, sin resolver en medio de alcohol, sífilis y drogas, cuando antes de casarse fue hallado tirado y delirando en estado de inconsciencia en una calle de la ciudad de Baltimore, y que después de ser traslado a un hospital estuvo repitiendo frases incoherentes y llenas de terror hasta la hora de su muerte.



Lo inevitable de la vejez y la muerte están en la mayoría de mis relatos favoritos de este autor (Mi vida ha sido capricho, impulso, pasión, anhelo de la soledad, mofa de las cosas de este mundo; un honesto deseo de futuro) y dejando a un lado los gatos negros y los cuervos con sus graznidos de never more ahí quedan un trío de fantásticos finales de cuentos no tan recitados en estos días de Poe.


El escarabajo de oro.
…¿Qué deduciremos de los esqueletos hallados en el agujero? – Esta es una cuestión que ni usted ni yo podríamos resolver. Solo se me ocurre una explicación posible… y, no obstante, me cuesta creer una barbaridad como la que acarrea mi sugerencia. Está claro que Kidd – si fue Kidd quién escondió el tesoro, cosa que no dudo – debió hacerlo con ayuda. Pero cuando su trabajo terminó, debió pensar que era necesario deshacerse de los que participaron de su secreto. Tal vez bastaron un par de golpes de azada, mientras sus ayudantes seguían trabajando en el pozo; tal vez, fueron necesarios una docena. ¿Quién sabe?


La verdad sobre el caso del señor Valdemar.
De ningún modo intentaré considerar sorprendente que el extraño caso del señor Valdemar haya dado lugar a tantas discusiones. Si así no hubiera sido, habría sido un milagro, especialmente en aquellas circunstancias… En ese momento, era evidente que la muerte (o lo que habitualmente se llama muerte) había sido frenada por el proceso hipnótico. Parecía obvio que si despertábamos al señor Valdemar solo lograríamos su inmediato o, por lo menos, su rápido fallecimiento. Desde ese momento y hasta el fin de la semana pasada (un período de casi siete meses) continuamos visitando diariamente la casa del señor Valdemar… El viernes pasado decidimos hacer el experimento de despertarle o intentar despertarle… Sin embargo, nadie podía estar preparado para presenciar lo que ocurrió. Mientras ejecutaba rápidamente mis pases hipnóticos, al tiempo que los gritos de “¡Muerto! ¡Muerto!” explotaban de la lengua y no de los labios del paciente, violentamente, en el lapso de un minuto, o menos, todo su cuerpo se encogió, se deshizo, se corrompió entre mis manos. Sobre la cama, ante todos los presentes, no quedo más que una masa líquida putrefacta, repugnante, detestable.


Un descenso al Maelström.
Las seis horas de terror de muerte que soporté en ese momento me destrozaron en cuerpo y alma. Usted creerá que soy muy viejo, pero no lo soy. En un solo día, mis cabellos de color negro azabache se volvieron blancos, se debilitaron mis miembros y mis nervios quedaron tan frágiles que tiemblo al menor esfuerzo y me asusto de una sombra. ¿Sabe que apenas puedo mirar desde este pequeño acantilado sin sentir vértigo?... Fui arrastrado violentamente al Ström y, en unos minutos, llegué a la costa dentro de los “campos” de los pescadores. Un bote me rescató, agotado y (ahora que el peligro había desaparecido) mudo al recordar el horror. Los que me subieron a bordo eran mis antiguos compañeros, pero no me reconocieron como si fuese un viajero que volvía del mundo de los espíritus. Mi cabello, que había sido negro el día anterior, estaba blanco como usted lo ve ahora. También dijeron que la expresión de mi rostro había cambiado. Les conté mi historia y no me creyeron. Ahora se lo digo a usted y espero que usted me crea más que los alegres pescadores de Lofoden.
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