Veinte años atrás el Muro de Berlín cayó y muy bien por eso. Salud por eso y abajo el socialismo totalitario; pero es iluso pensar que es el fin de los tiempos, que ya todo está hecho y que en el mundo se acabaron los males. Que un capitalismo hipócrita es preferible a un régimen socialista autoritario porque no existen más soluciones.
Sin embargo, y sin querer ponerme muy socialista, a diferencia de Luis de Sebastián, de quien rescato varias de las ideas publicadas en este artículo, originalmente pensadas por el autor español en su libro UN MUNDO POR HACER, al menos uno de los elementos del socialismo podría incorporarse eficientemente y eficazmente al capitalismo, en este caso la muy mal vista, para algunos, redistribución (para algunos economistas cualquier intervención es una tiranía).
Podría empezar los puntos a favor señalando que para una globalización más incluyente, una mejor distribución de los recursos y las ganancias sostenidas podrían disminuir los niveles de inequidad (no olvidemos que Latinoamérica es la zona con mayor desigualdad en el planeta) y mejorar los niveles de vida de las personas; en lo económico una mejor redistribución serviría para que los que iniciaron privilegiadamente los procesos no aumenten su ventaja inicial y terminen conformando monopolios de poder ($ 1,000.00 en una persona de escasos recursos generan mayor utilidad que en un multimillonario); redistribución como una compensación de los daños que pudo haber generado en algunos individuos el libre mercado (que generó bienestar a otro grupo de personas); pero sobre todo como una forma de mantener la democracia en los países.
Respecto al último punto, Luis de Sebastián menciona que en una sociedad con grandes niveles de inequidad, la democracia acabará siendo una estructura de poder vacía, sin alma y desde luego sin apoyo popular (caso exagerado el de Rusia, por ejemplo, donde unos pocos se enriquecían con los rescates financieros mientras una mayoría pagaba la deuda). Y una sociedad totalmente dependiente a una economía de mercado puede ser generadora de grandes desigualdades, especialmente en momentos de crisis, donde las inversiones y el dinero caliente se van; y la inestabilidad de la producción, el desempleo y las rentas aumentan, generando después en violentas protestas, delincuencia y caos (caso argentino con el corralito o ecuatoriano con el feriado bancario).
No se puede dejar a un lado al comercio y al crecimiento económico en la construcción de una sociedad con mayores niveles de desarrollo y calidad de vida, pero vale la pena recordar que no es la única pata en la que sostiene dicho desarrollo.
En Perú, Alan García con un eficiente manejo económico tiene una popularidad del 29%, mientras que en Chile, uno de los países con mayores índices de protestas, con políticas que reducen la inequidad entre personas jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos, existen mayores niveles de estabilidad. La teoría de la copa de champagne – trickled down en inglés – que señala que un gran crecimiento económico terminará beneficiando a todos (a unos más y a otros menos) no es suficiente en estados como el ecuatoriano donde las revueltas están en la esquina y la institucionalidad es nula. Aspectos importantes para la democracia.
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