José Alejandro Castaño, en la edición nº 67 de la revista Etiqueta Negra (junio del 2008), escribe que en Puerto Olaya, pueblito de pescadores en Santander, Colombia, sus habitantes están habituados a presenciar el espectáculo de lo atroz: “Llevaban años viendo pasar los cadáveres de gente asesinada, quién sabe dónde... Los llamaban los pasarápido y todos se santiguaban al verlos correr río abajo”. Pero este hecho común en el río Magdalena no fue lo que motivó la investigación del autor sino un suceso extraño que le dio nombre a su crónica: ¿A dónde van dos hipopótamos tristes? La historia de dos hermanos que se escaparon de la hacienda de Pablo Escobar, Napóles, en Puerto Triunfo, a trescientos kilómetros de Puerto Olaya, donde convivían con jirafas, monos, elefantes que adornaban el Edén construido por el capo de la droga (y que murieron, fueron robados o donados a zoológicos con la muerte de Escobar), porque Pablito, el macho alfa del grupo, no compartía las hembras y este par se fueron de la hacienda en busca de descendencia. Lo más probable es que ambos hayan llegado hasta un corredor de aguas estancadas, lugar sembrado por minas explosivas. Nunca más se supo de ellos.
En estos últimos días un trío de hipopótamos (Pepe, su pareja Matilde y su hija Hip) también hicieron noticia. El 18 de junio de este año apareció una foto donde un grupo de soldados colombianos y dos expertos cazadores posan junto al cadáver de Pepe, el hipopótamo (diario EL UNIVERSO publicó un reportaje al respecto que vale la pena leer), después de que se hiciera efectiva una orden de captura para los animales. Todo con la aprobación del Ministro de Ambiente colombiano (por lo cual piden su renuncia).
Varias protestas y defensas aparecen al respecto. Por un lado se dice que los hipopótamos son animales peligrosos que matan más gente en África que cualquier otro animal (sin incluir al hombre, claro), aunque en Colombia no existe ninguna denuncia de ataques de hipopótamos. Por otro se dice que es una buena oportunidad para la supervivencia de esta especie en caso de que en África empiecen a extinguirse, pero habría que recordar la alteración al medioambiente que generaría su propagación. Así que la estrategia fue mantener a los animales dentro de la hacienda del Tony Montana colombiano y en caso de que estos escapen: ejecutarlos (pareciera que ésta es la solución a todos los problemas por parte del Gobierno de Uribe). Porque el costo de capturarlos y mantenerlos, a cada uno, es de aproximadamente 40 mil dólares y los burócratas fueron incapaces de buscar una solución que no incluya la muerte de los animales. Dinero que podría utilizarse para beneficiar a personas que viven en la pobreza. Hasta ahora todo podría ser justificable. Pero de ahí a sacarse una foto, para el orgulloso recuerdo, junto a la presa: sólo los militares acostumbrados a resolver las cosas con plomo.
Pobre Pepe que nunca sabrá lo que pasó. Sólo quería vivir sin hacerle daño a nadie (su muerte suspendió la cacería del resto de la manada, por lo menos hasta que pase el escándalo). Ante los hechos habría que quedarse como conclusión con el final de la crónica de JAC: “La inútil travesía de los dos hermanos tal vez sea otra constancia de esta reiterada habilidad humana de joderlo todo”.
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