Ahora que no debo ir a una oficina o despacho de lunes a viernes, y estar ahí presente ochos horas o más, prestando mis servicios, puedo leer en tres o cuatro días un libro. Un lujo para mí, que antes en horas de la noche me tardaba dos semanas o más en devorar o degustar (según las circunstancias) un texto. Y en este último feriado puede hacerme de la obra autobiográfica del Pájaro Febres – Cordero: “Soy el que pude”. Un libro que lo leí, irónicamente, de manera vertiginosa. Aunque saboreándolo, masticándolo con pausas, creo que es la mejor forma de disfrutarlo. Pero igual, a mí manera, lo disfrute. Y mucho.
En una entrevista al diario Hoy, el Pájaro mencionaba que el libro está dedicado a su nieto para que entienda de donde viene y así pueda saber hacia dónde va. Esta declaración me puso a pensar en que el hecho que tu abuelo te dedique un libro, seguramente es otra cosa, otro nivel, un lujo, un honor. No tengo nada contra el mío pero me habría encantado no una guía para entender a la familia y saber sus orígenes, sino un recuerdo que no se desvanezca en la memoria. Lleno de lágrimas y risas pero siempre ahí, intacto, escrito en negro sobre hojas blancas y con ese aroma que desprenden los libros.
Así el Pájaro narra los hechos donde él estuvo presente. Desde su óptica, como parte de la historia. Y aunque a los personajes nombrados acá los conocemos únicamente a través de los ojos del autor, con su plumífera trayectoria la confianza es plena. Es la historia de un burgués, su memoria, sus emociones, sus recuerdos. Que no es igual a escribir sobre niños recolectores de basura , prostitutas menores de edad o abuelos mendigos, porque acá el Pájaro no hace la tarea de pasar un par de días con los actores de la historia, recopilando testimonios ajenos, sino que en este libro se cuenta únicamente lo vívido. Cero ficciones y eso ya es mucho. Así haya nacido en una familia de opulencia, pelucones o como quieran llamarlo, teniendo de compañeros de clases a escritores y políticos. Por eso subrayé muchas partes del libro, porque es la fábula de alguien que estuvo ahí, en los hechos de la cúspide, no sé si donde las papas queman, pero si es donde se concentra la mayor atención. De cierta manera lo sentí propio, como si estuviera yo presente en varias de esas lineas. Y así con cada uno de los relatos con distintos personajes que van desde familiares hasta autores de la clase de Mario Vargas Llosa, los sentimientos rebosados después de haber leído el libro son de una sana envidia. Sana envidia que proviene además de su condición de testigo en primera fila de los acontecimientos de tamaña importancia escritos en sus páginas, también porque en su libro lo dejaron hacer lo que le diera la gana. Empezando con descripciones sencillas de sus orígenes hasta que en un momento el Pájaro empezó a escribir poesía porque él, tal vez, creyó que así podría expresarse mejor. Poesía de la que no soy muy fanático, pero me trae algo de melancolía y eso, personalmente, también, es mucho. Por eso repito: Sana envidia.
Tuve varias vidas. Muchas. Y algunas de ellas contrapuestas. Fui pobre y fui rico. Fui noble y plebeyo. Fui alegre y profundamente triste. Fui vengativo y magnánimo. Fui bendito y maldito. Fui ladrón y honesto. Y todo eso que fui, lo fui casi al mismo tiempo, sin que mediara una distancia, un tiempo muy extenso de separación.
En el barrio, aparte de la iglesia, la institución más importante era la tienda de abarrotes.
Para entonces, mi papá cumplía con los cánones impuestos para los niños ricos del puerto: estudiar en Quito, interno en el colegio San Gabriel…
No sé si por la vida dura que llevó o por su manera de ser, mi papá no tenía tan arraigadas esas cosas de los apellidos que a mi mamá tanto le importaban.
Para nosotros, la sola mención de Guayaquil significaba libertad, comidas exóticas, vestidos con escotes generosos, ropa de tonos llamativos, sandalias y pies con las uñas pintadas. ¡Era la fiesta!
Otra causa de tristeza para mi abuela fue saber que su hijo Alberto había fundado, junto con Carlos Guevara Moreno, el Partido Concentración de Fuerzas Populares (CFP) y, como tal, prometía hacer una auténtica revolución en el país en nombre de ese populacho por el que mi abuela sentía tanto desprecio.
La diferencia regional no solo se explicaba en la distinta forma de hablar que escuchaba dentro de la rama paterna de mi familia, sino también en la manera sustancialmente opuesta de afrontar la vida: mientras mi abuela y mis tías, se sentían en el derecho de exigir a mi padre que velara por ellas, solucionara todos sus problemas y satisficiera sus más ínfimos caprichos, mi familia materna trabajaba y administraba sus recursos con enorme practicidad y buen sentido.
Ver a los serranos metiéndose al mar con camiseta era motivo más que suficiente para que los monos se burlaran de nosotros y, además, tomaran viada para remedarnos en la manera de hablar.
La presencia de los muertos resultaba gravitante y a sus biografías se apelaba con singular asiduidad. (Sobre su pasado opulento).
Fue Chessman quien me condujo, a través del pasillo de la muerte, a respirar periodismo, ese letal veneno con efluvios de lucha, ira, esperanzas, dulcedumbres, risas y desvelos.
Combiné, pues, el teatro con el periodismo, en una etapa feliz, creativa, inquieta, repleta de las lecturas más diversas, las conversaciones más variadas y las aventuras más insólitas.
El proyecto es tan estúpido, tan sin pies ni cabeza, tan loco, que va directamente al fracaso. Sólo por eso cuenten conmigo. Yo los acompaño.(Sobre su paso por el diario Hoy).
Fui el primer sorprendido al comprobar que poco a poco, mi columna iba ganando lectores y que mis sarcasmos y burlas dirigidas al poder producían algún efecto. Y es que eso he buscado: burlarme del poder, desacralizarlo.
Es curioso, pero la gente cree que porque hago humor, necesariamente tengo que ser un tipo ocurrido, divertido en mi trato personal y se da la piedra contra los dientes al encontrarse con una persona más bien tímida y qué, salvo que esté en un ambiente de confianza, habla con parquedad y poca gracia.
Aidita, yo no te he pedido que me prepares remedios, sino comida – le respondía Benjamín, que odiaba las verduras. (Sobre su encuentro con el abuelo de su esposa: Benjamín Carrión).
Para mí, volver a Quito fue volver al periodismo, un oficio que me ha dado dos grandes satisfacciones: conocer la geografía del mundo y viajar por las geografías de las almas.
En Buenos Aires, pues descubrí que, entre sus muchas facetas, Velasco Ibarra era también un curificador de curas.(Durante una entrevista a Velasco Ibarra en su exilio).
Galo tenía el aspecto de un hombretón llegado desde más allá del mar, con su nariz ganchuda, sus ojos claros y su cuerpo altísimo y fornido. Pero su alma era la de un mestizo, alimentada con el sentido común y la paciencia, que fueron quizás los dos atributos que hizo gala en los momentos de mayor angustia y honda incertidumbre. (Sobre su amistad con Galo Plaza).
Fuimos a un sitio bastante alejado del centro de la ciudad, allí donde no pudieran acceder aquellos que querían dar la guerra del fin del mundo que terminaría en fritada al “cerdo”. Vargas Llosa y Cecilia acapararon la conversación con sus remembranzas de una Lima cubierta por la niebla del recuerdo.(Sobre un encuentro que tuvo con el literato de Vargas Llosa).
Cada uno habla de la feria según cómo le haya ido en ella. Creo que, después de más de treinta años de ejercicio periodístico, he tenido libertad para escribir lo que he querido.
Creo que quien está en el poder, por más pariente o amigo que sea, es un funcionario público y, por lo tanto, su acciones merecen ser vigiladas y, de ser el caso, cuestionadas. Jamás una relación de amistad o parentesco puede servir de pretexto para que el periodista calle.
¡Meditaba, mientras el país se caía a pedazos! En eso se convirtió Jamil Mahuad: en un ser ausente, obsesionado por teorías abstractas, imbuido de mística, pasto de monasterio.
Tenía claro su oficio: “Un escritor es una especie de extravagancia social; un ser infantil y, sin embargo, peligroso como las espadas y los denunciantes. Ninguna novela ha hecho revoluciones, pero los escritores son fundamentalmente rebeldes y la rebeldía es lo único que hace avanzar al hombre. (Sobre Mario Monteforte Moreno, vicepresidente de Guatemala).
Los más grandes le debemos a Nicolás Kingman una gran lección: habernos enseñado cómo llevar la juventud hasta la frontera de los cien años. Su receta puede resumirse en una estricta dieta que consiste en fumar dos cajetillas diarias de cigarrillos, beber por lo menos veinte tazas de café, brindar, sin que importe la hora, con cualquier licor que se tenga al frente, no hacer ningún tipo de ejercicio físico y nunca de los nunca alimentarse con productos exentos de triglicéridos y de colesterol.
Quisiera preguntar y preguntarme qué día, qué momento, podré ir a la botica de la esquina y pedir que me vendan la pócima exacta, la precisa, para curarme, en una sola toma, de la vida. Y si me dicen que enseñe la receta, podré mostrar al dependiente mi fatiga, firmada con el puño y letra de mi hastío… Pocos son lo que quieren viven hasta cuando quieren vivir. A los más los mata la vida, sin que quieran…
Entendía que así era el tango: bufandas, sombreros y abrigos y mujeres bellas. Más gomina… Por eso, cuando descubrí el amor, algo quedó incompleto. El amor sin un tango es un amor a medias…
El periodista necesita deambular siempre con sus sentidos aguzados y su sensibilidad y curiosidad a flor de piel, a riesgo de convertirse en presa del peor enemigo de la profesión, que es la rutina.
En ese instante supe, con absoluta claridad, que estaba cometiendo un acto de traición/. Había decidido que siguiera él andando por el mundo, pero sin contar conmigo/. Lo abandonaba/. Y eso me costaba/. Claro que me costaba/. Y me dolía/. Por supuesto que me dolía/. Porque juntos él y yo, habíamos dado batallas. (Sobre su historia con el cigarrillo)
Y todo eso que sabía no lo había aprendido en academias, sino en la vida. Quizás por eso era tan sabio. Y tan humilde. Tan profundo, tan honesto, tan sinceramente humilde. (Sobre su amistad con el Negro Fontanorrosa).
Mi relación con Dios dejó de ser tormentosa, angustiosa, como fue cuando rompí con Él apenas terminé el colegio… Con los años, he encontrado que el Cristo que me acompañó por largo tiempo está cada vez menos en el Evangelio y más a la vuelta de la esquina. En mi camino no he hallado a uno, sino a varios.
¡Eso sí que sería vivir! Ojalá la suerte me acompañe y mi doble aparezca para que no solo me suplante en la escritura sino, sobre todo, en todos los horribles menesteres cotidianos. ¡No puede tener idea de lo bien recibido que será!
Te doy mi pésame porque tú también moriste ese día en que murió tu madre/. Un poco. Un mucho has muerto/. Un día. Muchos días/. Muchos besos has muerto/. Te doy mi pésame porque estás vacío/. Vacío de ilusiones/. Vacío de palabras…
Sentía mis fragilidades aguzadas/. Y mi sonrisa convertida en rictus/. Ya no soy el que fui pensaba/. No el que quise ser/. Soy el que pude…
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