23 de julio de 2008

Guayaquil

Un par de meses atrás, una asambleísta ecuatoriana propuso realizar modificaciones a los símbolos patrios. Aunque muchas personas se burlaron, la verdad es que yo le di rienda suelta a mi imaginación en ese acto considerado profano por algunos. Así como la vocera de la idea explicaba que el nuevo himno nacional tendría relación con la tan famosa Patria, tierra sagrada..., yo me preguntaba que canción podría reemplazar al himno oficial guayaquileño.

Hace tiempo que quería cantarle a Guayaquil (bis), cantarle al cerro Santa Ana y al Carmen donde nací (bis)… así comienza la Guajira a Guayaquil de Héctor Napolitano. Mi favorita y la más representativa, a criterio personal, y no es que me olvide de Guayaquileño madera guerrero o Guayaquil de mis amores, pero la del viejo Napo tiene ese algo especial que no se llama patriotismo o cualquier otro amor impuesto (heredado) por parte de viejas generaciones. La canción es un viaje a través del tiempo, por los lugares tan familiarmente transitados y por todas las emociones que dejan las costumbres guayaquileñas.

Las cantinas estaban llenas y había un clima como de alborozo trágico, como si una angustia jubilosa fuera tomándose las calles… porque era que no se podía creer, porque aunque se sabía que estaba grave, que se iba a morir de todos modos, una sobrevivencia como ajena, nos había dado la nota de que la muerte no existía, de NO pararle Bola, de que lo único que tenía derecho entre nosotros era la VIDA... Mónica se vino desde la "Yoni" (U.S.) para contarle después de muerto: todo lo que lo había querido. Un borrachito con la botella de trago en la mano temblorosa decía: "ahora solo nos queda Barcelona, ahora solo nos queda Barcelona".

Fragmentos del poema de Fernando Artieda que habla de dos emblemas guayaquileños. Barcelona y Julio Jaramillo. Símbolos que junto al barrio Las Peñas, el clásico del astillero, las parejas caminando por el río Guayas y otros que no me vienen a la memoria, reflejan más “guayaquileñismo” que cualquier escudo de armas.

Pensé en un principio, escribir algo algo sacado de mi imaginación para el lugar que me vio nacer y crecer. Pero después, recordando todas las palabras que salieron de la tinta y voz de Medardo Ángel Silva, Julio Jaramillo, Miguel Donoso Pareja y otros autores, me eché para atrás. Preferí rendirles tributo y agradecerles por el sinnúmero de adjetivos, situaciones y vivencias locales, escritas en sus libros . Recuerdo la curiosidad con la que empece a leer La muerte de Tyrone Power en el monumental de Barcelona y como desde el primer momento, me trasladó por un Guayaquil que había pisado pero no conocido. Y por el mismo camino pero en una época distinta, nos guía Joaquín Martínez Amador que dice: llegar a Guayaquil por río era ser testigo de las hermosas vistas de pájaros, campanarios, altas palmeras y árboles frutales. Me gustaba ascender al cerro Santa Ana y desde allí observar el tráfico en el río y las orillas llenas de embarcaciones y de gente.

Así, acompañado de frases que no puedo seguir escribiendo, dedico estas líneas, que en su mayoría no son mías, a todos mis amigos que no creen que existe cultura en la ciudad. Justificándose en que aquí no hay skin heads u otros movimientos importados. Yo por mi lado, espero celebrar en el barrio Las Peñas, viendo el río Guayas, con una cerveza y escuchando las canciones de Julio Jaramillo interpretadas por una mujer al ritmo del Jazz. Por ahora ¿qué más cultura puedo pedir?

Fuentes:
La muerte de Tyrone Power en el monumental de Barcelona, por Miguel Donoso Pareja.
Los caminos del tiempo, por Joaquín Martínez Amador.
Pueblo, fantasma y clave de JJ, por Fernando Artieda.
http://www.ecuaworld.com/ecuablog/index.php?itemid=687
Guajira a Guayaquil, por Héctor Napolitano.
http://www.youtube.com/watch?v=YriKrRiKr4I

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